El escenario israelo-palestino, tradicionalmente de actualidad por el conflicto entre los dos pueblos, se caracteriza actualmente por las dificultades internas que ambas partes deben afrontar para no poner en riesgo su estabilidad interna. En particular, la publicación de parte del informe de la Comisión Winograd sobre la actuación del gobierno israelí en la guerra libanesa de 2006 ha acentuado aún más la impopularidad de la coalición liderada por el primer ministro Ehud Olmert, abriendo nuevos posibles escenarios que podrían transformar radicalmente los actuales equilibrios políticos. Mientras que Ehud Barak ha asumido el liderazgo del Partido Laborista tras las elecciones primarias del mismo, la hipótesis de futuras elecciones generales para la primavera de 2008 encuentra cada vez más justificaciones en la realidad política nacional. Sin embargo, hasta que Barak no esté preparado para asegurar un nuevo ejecutivo, es improbable que los laboristas presionen para la convocatoria de unas nuevas elecciones por temor a conceder la oportunidad de volver a ser primer ministro a Benjamin Netanyahu, el político más popular del país.
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Hasta no hace mucho, las posibilidades de que la derecha israelí pudiera aspirar a competir con Kadima y los laboristas y así poder llegar al gobierno eran casi nulas. Hoy, en cambio, el Likud parece haber recuperado energías. Netanyahu está demostrando una notable versatilidad en línea con el continuo movimiento del marco político interno, caracterizado por la intrínseca debilidad del liderazgo de Olmert (véase Israel: el intento del Likud de volver al gobierno).En este contexto se incluye también la participación cada vez más decisiva del multimillonario ruso-israelí Arcadi Gaydamak, que ha conseguido convertirse en poco tiempo en una figura de primer plano en el país, posicionándose en el centro de la alianza política de derecha que podría influenciar en el futuro y en gran medida, la dirección del país. Gaydamak ha sabido utilizar su fortuna para ganar popularidad a través de numerosas iniciativas sociales y económicas, que le han permitido aprovecharse de la percepción de incompetencia y de corrupción del gobierno del primer ministro Ehud Olmert, muy extendida entre la población.El pasado del multimillonario ruso lo llevó a ser buscado por Francia por venta ilegal de armas; sus presuntos vínculos con la empresa Halliburton y con asociaciones activamente implicadas en la recaudación de fondos para la campaña presidencial del presidente Bush en el año 2000 no le han impedido formar una alianza entre su nuevo partido “Justicia Social” y el Likud de Netanyahu. Gaydamak ha proporcionado a esta nueva agrupación política su creciente popularidad, en particular entre la influyente población de origen ruso, que cuenta con una red de contactos en continua expansión y de un notable peso económico. Netanyahu, en cambio, parece haber aportado su credibilidad política como ex primer ministro y un respaldo cada vez mayor tanto en Israel como en Estados Unidos (donde cuenta con un sólido apoyo entre los “halcones” de Washington) o entre muchos delegados del American Israel Public Affairs Committee, potente lobby a favor de Israel.El objetivo de esta alianza emergente es permitir que el líder del Likud vuelva a estar al frente del ejecutivo israelí, lo que daría a Gaydamak un acceso directo a lo más alto del poder político nacional. Según algunos analistas, la alianza no tendría únicamente el potencial de sustituir a la coalición de centro que actualmente gobierna en Israel, sino que podría incluso suponer una amenaza a la estabilidad democrática del país. Un resultado así sería consecuencia de un establishment israelí considerado como corrupto e incapaz de mirar por sus ciudadanos, de llevar adelante el proceso de paz en Oriente Medio o de concentrarse en las cuestiones cruciales de la escena internacional. En este sentido, el multimillonario ruso representa un fenómeno positivo, una persona pragmática en un lugar donde hay una extrema necesidad de soluciones prácticas que puedan resolver problemas que se arrastran desde hace años (véase Israel: el Likud consolida su posición).Gaydamak ha construido pacientemente una red de colaboradores en todo el país, escogiendo los candidatos que representarán a su partido en las próximas elecciones a todos los niveles: a pesar de que se ha estado hablando de una posible candidatura suya a la alcaldía de Jerusalén, la intención del ruso-israelí es la tener una influencia directa en la política nacional, pero sin exponerse demasiado en el debate político. Acusado en varias ocasiones de antidemocrático por el apoyo dado mediante los medios de comunicación de su propiedad al presidente ruso Putin, Gaydamak intenta convencer a la opinión pública israelí de que el actual funcionamiento de la democracia en el país deja a amplias capas de la población sin ninguna protección y al país totalmente vulnerable a ataques desde el exterior. En este contexto, Netanyahu, que como líder político ha mostrado durante mucho tiempo vulnerabilidad y miedo por obtener un mayor éxito político, podría resultar el socio perfecto para Gaydamak.
Hasta no hace mucho, las posibilidades de que la derecha israelí pudiera aspirar a competir con Kadima y los laboristas y así poder llegar al gobierno eran casi nulas. Hoy, en cambio, el Likud parece haber recuperado energías. Netanyahu está demostrando una notable versatilidad en línea con el continuo movimiento del marco político interno, caracterizado por la intrínseca debilidad del liderazgo de Olmert (véase Israel: el intento del Likud de volver al gobierno).En este contexto se incluye también la participación cada vez más decisiva del multimillonario ruso-israelí Arcadi Gaydamak, que ha conseguido convertirse en poco tiempo en una figura de primer plano en el país, posicionándose en el centro de la alianza política de derecha que podría influenciar en el futuro y en gran medida, la dirección del país. Gaydamak ha sabido utilizar su fortuna para ganar popularidad a través de numerosas iniciativas sociales y económicas, que le han permitido aprovecharse de la percepción de incompetencia y de corrupción del gobierno del primer ministro Ehud Olmert, muy extendida entre la población.El pasado del multimillonario ruso lo llevó a ser buscado por Francia por venta ilegal de armas; sus presuntos vínculos con la empresa Halliburton y con asociaciones activamente implicadas en la recaudación de fondos para la campaña presidencial del presidente Bush en el año 2000 no le han impedido formar una alianza entre su nuevo partido “Justicia Social” y el Likud de Netanyahu. Gaydamak ha proporcionado a esta nueva agrupación política su creciente popularidad, en particular entre la influyente población de origen ruso, que cuenta con una red de contactos en continua expansión y de un notable peso económico. Netanyahu, en cambio, parece haber aportado su credibilidad política como ex primer ministro y un respaldo cada vez mayor tanto en Israel como en Estados Unidos (donde cuenta con un sólido apoyo entre los “halcones” de Washington) o entre muchos delegados del American Israel Public Affairs Committee, potente lobby a favor de Israel.El objetivo de esta alianza emergente es permitir que el líder del Likud vuelva a estar al frente del ejecutivo israelí, lo que daría a Gaydamak un acceso directo a lo más alto del poder político nacional. Según algunos analistas, la alianza no tendría únicamente el potencial de sustituir a la coalición de centro que actualmente gobierna en Israel, sino que podría incluso suponer una amenaza a la estabilidad democrática del país. Un resultado así sería consecuencia de un establishment israelí considerado como corrupto e incapaz de mirar por sus ciudadanos, de llevar adelante el proceso de paz en Oriente Medio o de concentrarse en las cuestiones cruciales de la escena internacional. En este sentido, el multimillonario ruso representa un fenómeno positivo, una persona pragmática en un lugar donde hay una extrema necesidad de soluciones prácticas que puedan resolver problemas que se arrastran desde hace años (véase Israel: el Likud consolida su posición).Gaydamak ha construido pacientemente una red de colaboradores en todo el país, escogiendo los candidatos que representarán a su partido en las próximas elecciones a todos los niveles: a pesar de que se ha estado hablando de una posible candidatura suya a la alcaldía de Jerusalén, la intención del ruso-israelí es la tener una influencia directa en la política nacional, pero sin exponerse demasiado en el debate político. Acusado en varias ocasiones de antidemocrático por el apoyo dado mediante los medios de comunicación de su propiedad al presidente ruso Putin, Gaydamak intenta convencer a la opinión pública israelí de que el actual funcionamiento de la democracia en el país deja a amplias capas de la población sin ninguna protección y al país totalmente vulnerable a ataques desde el exterior. En este contexto, Netanyahu, que como líder político ha mostrado durante mucho tiempo vulnerabilidad y miedo por obtener un mayor éxito político, podría resultar el socio perfecto para Gaydamak.
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Desde el principio, el nombramiento de la Comisión Winograd, constituida para investigar la actuación del gobierno israelí durante la guerra en el Líbano del verano de 2006, pareció ser el último golpe asestado a la coalición encabezada por el primer ministro Olmert, que habría estado obligado en un corto plazo a dejar el poder. En realidad, la Comisión podría no ser capaz de redactar un informe definitivo que pueda tener una interpretación política conforme a las motivaciones por las que se constituyó (véase (AP) Israel: escenarios y desarrollos de scenari del probable fin del gobierno Olmert). En particular, tres son los factores que han llevado a la Comisión Winograd a perder buena parte de su relevancia: en primer lugar, el riesgo de que sus reuniones se puedan prorrogar infinitamente hace que se tema que el informe final acabe siendo más un documento histórico que una investigación exhaustiva. En segundo lugar, las recientes operaciones de la aviación israelí en Siria y el misterio que las ha rodeado han creado la impresión de que Olmert y su ejecutivo han mejorado significativamente la cadena de mando en las acciones militares y hayan aprendido a considerar los efectos de sus acciones. Finalmente, el clima político ha cambiado radicalmente y parece que la guerra israelí-libanesa ya no está entre las prioridades de la agenda política nacional, tal como demostró la apertura de la sesión invernal del parlamento israelí, en la que ninguno de los partidos que intervino mencionó el pasado conflicto.Las duras críticas que trascendieron de la Comisión y que ponían en duda la capacidad del primer ministro Olmert contribuyeron sin duda a modificar negativamente el juicio de la opinión pública respecto al gobierno. A pesar de que el informe preliminar contenía suficientes elementos como para poner bajo sospecha al gobierno sin necesidad de un ulterior análisis de los siguientes acontecimientos del conflicto, la Comisión prefirió considerar sus críticas como recomendaciones temporales, dejando para el momento en el que salieran los resultados definitivos el juicio vinculante sobre la actuación del primer ministro. De esta manera, Ehud Olmert ha podido continuar su mandato a pesar de que la comisión induce a considerar al jefe del gobierno como un sospechoso cuyas decisiones y acciones no son sino trucos para mantenerse en el poder, debilitando aún más su autoridad para llevar a cabo negociaciones internacionales mínimamente creíbles.En definitiva, los problemas de Olmert y de su gobierno con la Comisión Winograd continúan abiertos: el líder laborista Ehud Barak, de hecho, podría utilizar las conclusiones de la misma para poner en jaque al ejecutivo y presentarse como posible sucesor al frente del gobierno israelí, aunque esto último no entre dentro de los objetivos de la Comisión.
Desde el principio, el nombramiento de la Comisión Winograd, constituida para investigar la actuación del gobierno israelí durante la guerra en el Líbano del verano de 2006, pareció ser el último golpe asestado a la coalición encabezada por el primer ministro Olmert, que habría estado obligado en un corto plazo a dejar el poder. En realidad, la Comisión podría no ser capaz de redactar un informe definitivo que pueda tener una interpretación política conforme a las motivaciones por las que se constituyó (véase (AP) Israel: escenarios y desarrollos de scenari del probable fin del gobierno Olmert). En particular, tres son los factores que han llevado a la Comisión Winograd a perder buena parte de su relevancia: en primer lugar, el riesgo de que sus reuniones se puedan prorrogar infinitamente hace que se tema que el informe final acabe siendo más un documento histórico que una investigación exhaustiva. En segundo lugar, las recientes operaciones de la aviación israelí en Siria y el misterio que las ha rodeado han creado la impresión de que Olmert y su ejecutivo han mejorado significativamente la cadena de mando en las acciones militares y hayan aprendido a considerar los efectos de sus acciones. Finalmente, el clima político ha cambiado radicalmente y parece que la guerra israelí-libanesa ya no está entre las prioridades de la agenda política nacional, tal como demostró la apertura de la sesión invernal del parlamento israelí, en la que ninguno de los partidos que intervino mencionó el pasado conflicto.Las duras críticas que trascendieron de la Comisión y que ponían en duda la capacidad del primer ministro Olmert contribuyeron sin duda a modificar negativamente el juicio de la opinión pública respecto al gobierno. A pesar de que el informe preliminar contenía suficientes elementos como para poner bajo sospecha al gobierno sin necesidad de un ulterior análisis de los siguientes acontecimientos del conflicto, la Comisión prefirió considerar sus críticas como recomendaciones temporales, dejando para el momento en el que salieran los resultados definitivos el juicio vinculante sobre la actuación del primer ministro. De esta manera, Ehud Olmert ha podido continuar su mandato a pesar de que la comisión induce a considerar al jefe del gobierno como un sospechoso cuyas decisiones y acciones no son sino trucos para mantenerse en el poder, debilitando aún más su autoridad para llevar a cabo negociaciones internacionales mínimamente creíbles.En definitiva, los problemas de Olmert y de su gobierno con la Comisión Winograd continúan abiertos: el líder laborista Ehud Barak, de hecho, podría utilizar las conclusiones de la misma para poner en jaque al ejecutivo y presentarse como posible sucesor al frente del gobierno israelí, aunque esto último no entre dentro de los objetivos de la Comisión.
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La apertura de nuevas negociaciones periódicas con el presidente palestino Mahmud Abbas podría representar para Olmert un riesgo enorme o, por el contrario, una oportunidad inesperada. El primer ministro israelí no sólo se enfrenta a duras críticas desde la oposición y los colonos, sino que también debe hacer frente al escepticismo frontal de Barak, que no está de acuerdo con hacer concesiones territoriales de ningún tipo a corto plazo al gobierno palestino de Abbas que, según el líder laborista, no garantiza una autoridad suficiente, después de los recientes acontecimientos ocurridos en Gaza. La marcha de las negociaciones, que tendrá en la Conferencia de Washington de noviembre próximo un momento clave, constituyen otra prueba de estabilidad para el actual ejecutivo israelí: por ello se toman con mayor consideración las crecientes expresiones de preocupación en el seno de Kadima, particularmente por parte de Shaul Mofaz, ex ministro de Defensa del gobierno de Olmert. Por otro lado, un reciente sondeo ha demostrado que la mayor parte de la población es favorable a la apertura de nuevas negociaciones para retomar el proceso de paz con el presidente palestino y, sorprendentemente, este consenso no sólo proviene de los electores que apoyan al gobierno, sino también desde los sectores de la población más próximos a la derecha política. En otras palabras, el primer ministro Olmert y su gobierno podrían contar, paradójicamente, con un doble respaldo que, si se gestiona adecuadamente, podría incluso llegar a convertir unas negociaciones de paz que se antojan como un posible factor de inestabilidad para el futuro del gobierno israelí en una espléndida oportunidad de relanzamiento para consolidar las bases del poder interno.
La apertura de nuevas negociaciones periódicas con el presidente palestino Mahmud Abbas podría representar para Olmert un riesgo enorme o, por el contrario, una oportunidad inesperada. El primer ministro israelí no sólo se enfrenta a duras críticas desde la oposición y los colonos, sino que también debe hacer frente al escepticismo frontal de Barak, que no está de acuerdo con hacer concesiones territoriales de ningún tipo a corto plazo al gobierno palestino de Abbas que, según el líder laborista, no garantiza una autoridad suficiente, después de los recientes acontecimientos ocurridos en Gaza. La marcha de las negociaciones, que tendrá en la Conferencia de Washington de noviembre próximo un momento clave, constituyen otra prueba de estabilidad para el actual ejecutivo israelí: por ello se toman con mayor consideración las crecientes expresiones de preocupación en el seno de Kadima, particularmente por parte de Shaul Mofaz, ex ministro de Defensa del gobierno de Olmert. Por otro lado, un reciente sondeo ha demostrado que la mayor parte de la población es favorable a la apertura de nuevas negociaciones para retomar el proceso de paz con el presidente palestino y, sorprendentemente, este consenso no sólo proviene de los electores que apoyan al gobierno, sino también desde los sectores de la población más próximos a la derecha política. En otras palabras, el primer ministro Olmert y su gobierno podrían contar, paradójicamente, con un doble respaldo que, si se gestiona adecuadamente, podría incluso llegar a convertir unas negociaciones de paz que se antojan como un posible factor de inestabilidad para el futuro del gobierno israelí en una espléndida oportunidad de relanzamiento para consolidar las bases del poder interno.
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Israel: el intento del Likud de volver al gobierno
Israel: nuevos canales para las relaciones con el Magreb
Israel: crecimiento económico entre conflictos y contradicciones
(AP) Israel: la estrategia de los arrestos y el caos de Gaza
Israel: el Likud consolida su posición
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Equilibri.net - Italy/15/10/2007
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