El 3 de octubre de 1964 el emblemático y carismático presidente de Francia, general Charles de Gaulle, visitó la Argentina. En dicha oportunidad, el primer mandatario argentino, el radical Arturo Illia, pronunció un discurso en el que depositaba su esperanza en el respaldo francés a los principios cepalino-desarrollistas: “Dos tercios de la población del mundo aguarda las respuestas a los principios que América Latina enunció solidariamente en Alta Gracia y que en Ginebra encontraron la coincidencia de setenta y siete países. Por lo que tradicionalmente ha sido Francia, por lo que es Francia, nosotros esperamos que seguirá acrecentándose el apoyo francés a esa gran causa”. Por su parte, De Gaulle respondió a las palabras de Illia con un mensaje en el que resaltó la necesidad de “armonizar más estrechamente nuestras políticas para lograr juntos, en el exterior, objetivos idénticos”.
El resultado formal de la visita, más allá de lo discursivo, fue la firma de una serie de acuerdos binacionales de cooperación cultural y tecnológica.
Pero lo más relevante de la presencia del mandatario francés en nuestro país fue, sin duda, su impacto sobre la política interior argentina. Miles de militantes peronistas, siguiendo las directivas de Perón desde su exilio en Madrid que había ordenado "vayan a recibirlo como si se tratase de mi propia persona", organizaron masivas manifestaciones al grito de: "¬¡De Gaulle, Perón, un solo corazón!" y "¡¬De Gaulle, Perón, tercera posición!". Incluso durante la presencia de De Gaulle en Córdoba se registraron enfrentamientos entre la policía y manifestantes opositores, con un saldo de 29 heridos y la detención de dirigentes gremiales –entre ellos Augusto Vandor-, factor que motivó un comunicado de repudio de la CGT.
Las medidas de seguridad adoptadas por el gobierno irritaron a De Gaulle, quien se sintió molesto por los repetidos esfuerzos del gobierno para aislarlo del contacto directo con el pueblo. Como era obvio de esperar, la versión brindada por el canciller Zavala Ortiz no coincidió con este sentimiento de disgusto del presidente francés.
Años después, el presidente Jacques Chirac entregó al presidente Menem una de las cinco banderas argentinas depositadas en el santuario de la identidad nacional francesa, el Hôtel des Invalides, cerca de la tumba de Napoleón. El peso simbólico de esas banderas tomadas por el capitán de navío Francois Trébouart el 20 de noviembre de 1845 en la batalla de la Vuelta de Obligado recorrió la memoria colectiva argentina a lo largo de varias generaciones: interesó, ocupó, preocupó y llegó a veces a obsesionar, no sólo a historiadores y a ensayistas, sino a diplomáticos, diputados, ministros, embajadores y militantes políticos.
Rosas aprovechó la intervención anglofrancesa para lanzar una propaganda por toda Europa y por toda América que le fue políticamente redituable. El poeta Alphonse de Lamartine acusaba a la expedición naval anglofrancesa de ser "la violación más escandalosa del derecho de gentes", y el diario francés más popular de aquel entonces, La Presse de Emile de Girardin, hacía campaña a favor de ese gaucho rústico que, envuelto en su poncho punzó, osaba desafiar a las dos potencias más grandes del mundo. A través de una campaña periodística de nuevo tipo, como nunca antes había existido en Buenos Aires, con versiones en castellano, inglés y francés de su periódico El Archivo Americano, Rosas refutaba los argumentos anglofranceses, construía una sólida reputación internacional y salía airoso, política y diplomáticamente, de la prueba de fuerza.
Lo cierto es que para el nacionalismo había ya buenas razones para hacer de la batalla de Obligado un objeto de culto y de contramemoria frente a las efemérides liberales. El teniente coronel Evaristo Ramírez Juárez, ya en nuestro siglo, publicaba artículos periodísticos sobre las banderas depositadas en Los Inválidos bajo el sugestivo título de Las banderas cautivas. Esta reactualización del tema de Obligado en el debate público llevó en 1938 al entonces flamante embajador de la República Argentina en Francia, Miguel Angel Cárcano, a iniciar una gestión confidencial ante el gobierno francés con el objeto de lograr la restitución de las cinco banderas. El estallido de la Segunda Guerra Mundial suspendió el trámite. Al finalizar, la atención se desplazó de los emblemas a la toponimia. Historia y política volvieron a darse cita cuando el 25 de mayo de 1948, como resultado de una iniciativa conjunta franco-argentina, en la ciudad de París la calle y la estación de subterráneos que desde 1868 y 1903 se denominaban respectivamente "Obligado" fueron rebautizadas "Argentina".
La visita del general De Gaulle a México en marzo de 1964 introdujo un nuevo elemento en el debate sobre las banderas de Obligado. El presidente de Francia devolvía en esa ocasión treinta banderas mexicanas depositadas también en Los Inválidos como trofeos de guerra librada por ambos países entre 1863 y 1867. El entonces embajador de la República Argentina en México, el escritor nacionalista Máximo Etchecopar, tomaba debida nota del antecedente. Siete meses después, en octubre del mismo año, ocurrió la mencionada visita de De Gaulle a la Argentina.
Lo que en general se ignora es que apenas un año antes, uno de los comandos de la llamada "resistencia peronista" había imaginado una operación de rescate de las banderas de Obligado depositadas en Los Inválidos. Estas fantasías de operativos militares histórico-políticos no se llegaron a concretar en el territorio francés pero sí en el territorio argentino, a través de otra reliquia histórica de gran valor para el sentimiento nacional argentino: el sable corvo del general San Martín, robado en dos oportunidades del Museo Histórico Nacional por los mismos grupos políticos peronistas que en 1963 se propusieron realizar un espectacular operativo de rescate de banderas en pleno centro de París.
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El resultado formal de la visita, más allá de lo discursivo, fue la firma de una serie de acuerdos binacionales de cooperación cultural y tecnológica.
Pero lo más relevante de la presencia del mandatario francés en nuestro país fue, sin duda, su impacto sobre la política interior argentina. Miles de militantes peronistas, siguiendo las directivas de Perón desde su exilio en Madrid que había ordenado "vayan a recibirlo como si se tratase de mi propia persona", organizaron masivas manifestaciones al grito de: "¬¡De Gaulle, Perón, un solo corazón!" y "¡¬De Gaulle, Perón, tercera posición!". Incluso durante la presencia de De Gaulle en Córdoba se registraron enfrentamientos entre la policía y manifestantes opositores, con un saldo de 29 heridos y la detención de dirigentes gremiales –entre ellos Augusto Vandor-, factor que motivó un comunicado de repudio de la CGT.
Las medidas de seguridad adoptadas por el gobierno irritaron a De Gaulle, quien se sintió molesto por los repetidos esfuerzos del gobierno para aislarlo del contacto directo con el pueblo. Como era obvio de esperar, la versión brindada por el canciller Zavala Ortiz no coincidió con este sentimiento de disgusto del presidente francés.
Años después, el presidente Jacques Chirac entregó al presidente Menem una de las cinco banderas argentinas depositadas en el santuario de la identidad nacional francesa, el Hôtel des Invalides, cerca de la tumba de Napoleón. El peso simbólico de esas banderas tomadas por el capitán de navío Francois Trébouart el 20 de noviembre de 1845 en la batalla de la Vuelta de Obligado recorrió la memoria colectiva argentina a lo largo de varias generaciones: interesó, ocupó, preocupó y llegó a veces a obsesionar, no sólo a historiadores y a ensayistas, sino a diplomáticos, diputados, ministros, embajadores y militantes políticos.
Rosas aprovechó la intervención anglofrancesa para lanzar una propaganda por toda Europa y por toda América que le fue políticamente redituable. El poeta Alphonse de Lamartine acusaba a la expedición naval anglofrancesa de ser "la violación más escandalosa del derecho de gentes", y el diario francés más popular de aquel entonces, La Presse de Emile de Girardin, hacía campaña a favor de ese gaucho rústico que, envuelto en su poncho punzó, osaba desafiar a las dos potencias más grandes del mundo. A través de una campaña periodística de nuevo tipo, como nunca antes había existido en Buenos Aires, con versiones en castellano, inglés y francés de su periódico El Archivo Americano, Rosas refutaba los argumentos anglofranceses, construía una sólida reputación internacional y salía airoso, política y diplomáticamente, de la prueba de fuerza.
Lo cierto es que para el nacionalismo había ya buenas razones para hacer de la batalla de Obligado un objeto de culto y de contramemoria frente a las efemérides liberales. El teniente coronel Evaristo Ramírez Juárez, ya en nuestro siglo, publicaba artículos periodísticos sobre las banderas depositadas en Los Inválidos bajo el sugestivo título de Las banderas cautivas. Esta reactualización del tema de Obligado en el debate público llevó en 1938 al entonces flamante embajador de la República Argentina en Francia, Miguel Angel Cárcano, a iniciar una gestión confidencial ante el gobierno francés con el objeto de lograr la restitución de las cinco banderas. El estallido de la Segunda Guerra Mundial suspendió el trámite. Al finalizar, la atención se desplazó de los emblemas a la toponimia. Historia y política volvieron a darse cita cuando el 25 de mayo de 1948, como resultado de una iniciativa conjunta franco-argentina, en la ciudad de París la calle y la estación de subterráneos que desde 1868 y 1903 se denominaban respectivamente "Obligado" fueron rebautizadas "Argentina".
La visita del general De Gaulle a México en marzo de 1964 introdujo un nuevo elemento en el debate sobre las banderas de Obligado. El presidente de Francia devolvía en esa ocasión treinta banderas mexicanas depositadas también en Los Inválidos como trofeos de guerra librada por ambos países entre 1863 y 1867. El entonces embajador de la República Argentina en México, el escritor nacionalista Máximo Etchecopar, tomaba debida nota del antecedente. Siete meses después, en octubre del mismo año, ocurrió la mencionada visita de De Gaulle a la Argentina.
Lo que en general se ignora es que apenas un año antes, uno de los comandos de la llamada "resistencia peronista" había imaginado una operación de rescate de las banderas de Obligado depositadas en Los Inválidos. Estas fantasías de operativos militares histórico-políticos no se llegaron a concretar en el territorio francés pero sí en el territorio argentino, a través de otra reliquia histórica de gran valor para el sentimiento nacional argentino: el sable corvo del general San Martín, robado en dos oportunidades del Museo Histórico Nacional por los mismos grupos políticos peronistas que en 1963 se propusieron realizar un espectacular operativo de rescate de banderas en pleno centro de París.
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Publicado por Agenda de Reflexión.com.ar /Link Permanente
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El Mercurio Digital - España/03/10/2007
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