-
El país resulta barato para operaciones extranjeras, como las que hicieron los brasileños que van tomando el control de empresas estratégicas para el país.
El país resulta barato para operaciones extranjeras, como las que hicieron los brasileños que van tomando el control de empresas estratégicas para el país.
-
Por Marcelo Batiz / Agencia DyN.
Por Marcelo Batiz / Agencia DyN.
-
BUENOS AIRES.- Néstor Kirchner inició su Presidencia instando a la recomposición de la burguesía nacional y se prepara para dejarla luego de permitir un proceso de extranjerización sólo comparable al desarrollado durante la gestión de su vilipendiado Carlos Menem.
La paradoja no sería motivo de sorpresa en un país y una dirigencia tan propensos a vivir con las palabras escindidas de los hechos. Pero a su vez muestra las limitaciones de un modelo económico que basa sus chances de competitividad solamente en la fijación del tipo de cambio.
La calidad de la infraestructura y de los servicios públicos, la carga impositiva y la eficiencia del Estado en la asignación de los recursos parecen variables de segundo orden, ofrendadas en el altar del dólar alto, que la candidata Cristina Fernández de Kirchner no se cansa de ensalzar ante funcionarios y empresarios de países cuyas monedas están inocultablemente sobrevaluadas. Los efectos no deseados de esa apuesta acaban de verse, con la OPA de Alpargatas por parte de un grupo brasileño que ya controla buena parte del mercado cementero local y el miércoles 3 de octubre pasado integró la mesa examinadora que atendió a Cristina Fernández en su visita al país vecino.
Es que con el tipo de cambio competitivo, el país está barato. En todo sentido. No solo para los turistas. También para las empresas extranjeras ávidas de expandirse hacia nuevos mercados, mucho más si -desde sus puntos de vista- los precios son atractivos.
Un repaso del desembarco brasileño en la Argentina permitirá comprobar que el grueso de las adquisiciones se concretó después de la devaluación de enero de 2002. Para Petrobras, quedarse con el grupo Pérez Companc hubiera sido mucho más caro a mediados de 2001.
Lo mismo le hubiera ocurrido a la sucesión de grupos empresarios que desde entonces pasaron a controlar sectores estratégicos de la economía argentina.
Cristina Kirchner los conoce: fueron los que la semana pasada la asediaron con preguntas que la preocupación mediática oficial se encargó -con poco éxito- de ocultar. Es que también para ellos el dólar alto tiene sus golpes bajos: las empresas son baratas para comprar, pero los precios y tarifas en el mercado interno no pueden alinearse a sus requerimientos si los salarios de la población están deprimidos en dólares.
Todo un símbolo
Mientras los brasileños buscaban satisfacer sus dudas acerca del perfil de la más que probable futura presidenta de los argentinos, Camargo Correa no se quedaba quieta. Después de todo, con la OPA el grupo brasileño completó el control de una empresa que ya dirigía en su país, con un éxito mayor al de su supuesta controlante argentina. Sus sandalias “havaianas” se exportan a varios países y el 27 de junio fueron lanzadas en el Time Warner Center de Nueva York. No están hechas con nada que en la Argentina no se pueda conseguir.
El círculo que se cierra con esta operación no deja de ser un símbolo en sí mismo de las relaciones entre los dos países. Este año se cumple un siglo del desembarco de Alpargatas en Brasil. Por entonces, se trataba de una empresa pujante de un país que, con todas las desigualdades sociales conocidas en su haber, estaba reconocido como uno de los diez más poderosos del planeta. Hoy los términos se han invertido. Por mayores que sean los esfuerzos por romper el aislamiento, la Argentina no es tenida en cuenta ni siquiera para las giras protocolares, entre las que la reciente de Carlos Gutiérrez, secretario de Comercio de Estados Unidos, es sólo un ejemplo que repite lo realizado hace tres meses por su par del Tesoro, Henry Paulson.
Brasil, por el contrario (y al igual que la Argentina de hace un siglo y de ahora, con desigualdades sociales evidentes), ha pasado a ser un “jugador global” para quien el signo político del partido gobernante tiene una importancia relativa.
Inácio Lula podrá liderar el partido de base obrera más grande de Occidente, pero eso no le impide continuar con las políticas de liderazgo regional de sus predecesores. Una política independiente del cierre de la cotización del dólar de ayer.
BUENOS AIRES.- Néstor Kirchner inició su Presidencia instando a la recomposición de la burguesía nacional y se prepara para dejarla luego de permitir un proceso de extranjerización sólo comparable al desarrollado durante la gestión de su vilipendiado Carlos Menem.
La paradoja no sería motivo de sorpresa en un país y una dirigencia tan propensos a vivir con las palabras escindidas de los hechos. Pero a su vez muestra las limitaciones de un modelo económico que basa sus chances de competitividad solamente en la fijación del tipo de cambio.
La calidad de la infraestructura y de los servicios públicos, la carga impositiva y la eficiencia del Estado en la asignación de los recursos parecen variables de segundo orden, ofrendadas en el altar del dólar alto, que la candidata Cristina Fernández de Kirchner no se cansa de ensalzar ante funcionarios y empresarios de países cuyas monedas están inocultablemente sobrevaluadas. Los efectos no deseados de esa apuesta acaban de verse, con la OPA de Alpargatas por parte de un grupo brasileño que ya controla buena parte del mercado cementero local y el miércoles 3 de octubre pasado integró la mesa examinadora que atendió a Cristina Fernández en su visita al país vecino.
Es que con el tipo de cambio competitivo, el país está barato. En todo sentido. No solo para los turistas. También para las empresas extranjeras ávidas de expandirse hacia nuevos mercados, mucho más si -desde sus puntos de vista- los precios son atractivos.
Un repaso del desembarco brasileño en la Argentina permitirá comprobar que el grueso de las adquisiciones se concretó después de la devaluación de enero de 2002. Para Petrobras, quedarse con el grupo Pérez Companc hubiera sido mucho más caro a mediados de 2001.
Lo mismo le hubiera ocurrido a la sucesión de grupos empresarios que desde entonces pasaron a controlar sectores estratégicos de la economía argentina.
Cristina Kirchner los conoce: fueron los que la semana pasada la asediaron con preguntas que la preocupación mediática oficial se encargó -con poco éxito- de ocultar. Es que también para ellos el dólar alto tiene sus golpes bajos: las empresas son baratas para comprar, pero los precios y tarifas en el mercado interno no pueden alinearse a sus requerimientos si los salarios de la población están deprimidos en dólares.
Todo un símbolo
Mientras los brasileños buscaban satisfacer sus dudas acerca del perfil de la más que probable futura presidenta de los argentinos, Camargo Correa no se quedaba quieta. Después de todo, con la OPA el grupo brasileño completó el control de una empresa que ya dirigía en su país, con un éxito mayor al de su supuesta controlante argentina. Sus sandalias “havaianas” se exportan a varios países y el 27 de junio fueron lanzadas en el Time Warner Center de Nueva York. No están hechas con nada que en la Argentina no se pueda conseguir.
El círculo que se cierra con esta operación no deja de ser un símbolo en sí mismo de las relaciones entre los dos países. Este año se cumple un siglo del desembarco de Alpargatas en Brasil. Por entonces, se trataba de una empresa pujante de un país que, con todas las desigualdades sociales conocidas en su haber, estaba reconocido como uno de los diez más poderosos del planeta. Hoy los términos se han invertido. Por mayores que sean los esfuerzos por romper el aislamiento, la Argentina no es tenida en cuenta ni siquiera para las giras protocolares, entre las que la reciente de Carlos Gutiérrez, secretario de Comercio de Estados Unidos, es sólo un ejemplo que repite lo realizado hace tres meses por su par del Tesoro, Henry Paulson.
Brasil, por el contrario (y al igual que la Argentina de hace un siglo y de ahora, con desigualdades sociales evidentes), ha pasado a ser un “jugador global” para quien el signo político del partido gobernante tiene una importancia relativa.
Inácio Lula podrá liderar el partido de base obrera más grande de Occidente, pero eso no le impide continuar con las políticas de liderazgo regional de sus predecesores. Una política independiente del cierre de la cotización del dólar de ayer.
-
La Gaceta Tucumán - Argentina/14/10/2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario