Karen Hermosilla
El pueblo de Chile ha resultado ser un transigente espectador, por casi dos décadas, de un corrosivo montaje llamado: Las elecciones bajo cuatro paredes.
Actores figurones y sin talento de la compañía denominada “La Polit Buró” deciden tras bambalinas quienes formaran parte del parlamento, escenario de un hórrido drama en donde pactos, subpactos y cuotas partidistas determinan el devenir de toda una nación. El reparto se cuida las espaldas para mantener su papel de por vida como en la opera china, mediante un sistema de elección llamado binominal, que no responde a la lógica democrática, puesto que deja fuera a partidos y personas con deseos de abandonar la pantomima e interpretar las líneas que representan las necesidades de un país en donde siniestramente permanecen los dictámenes de un tiránico patriarca. Éste sistema ha hecho estragos en la escena política, pues respondiendo a un poder monopolizado a priori, asesinó el debate profundo y caleidoscópico imponiendo la política procedimental, tendiente a beneficiar a un piño de ilustres personajes y serviles tramoyas denominados meritócratas, que manifiestan un obsesivo amor por la economía- argumento principal de este frívolo montaje- que interfiere como fuerza o lei motiv, en todas las actividades y posibilidades de desarrollo humano. Que ciertos partidos y personas no obtengan representación es consecuencia de que los principales bloques políticos mantengan la hegemonía que garantiza una supuesta estabilidad. Los dos grandes bloques de artistas del drama político que integran la Compañía La polit Burò, mantienen así la denominada “gobernabilidad”, un simulacro de Estado de Derecho del gusto del espectador chileno, que tras sus espaldas carga los trágicos efectos de una sangrienta dictadura. Esta situación psíquica del sujeto observante a todas luces sirve a la Concertación- gran productora de eventos y montajes- para seguir manteniéndose en cartelera. Ello difícilmente se hubiera logrado con un sistema proporcional como el que existía hasta antes de 1973, en donde hubo una gran participación de actores sofocada brutalmente por unos guionistas maquiavélicos y unos gorilas caracterizados de soldados. Pero volvamos al sistema político binominal. Éste ha conseguido objetivos tales como la convergencia hacia posiciones moderadas; la creación de incentivos permanentes al consenso versus debate, límites al fraccionamiento de partido y un bajo nivel de pérdida y dispersión de votos. La masa a su vez, que se somete al “contrato social”, ha sido direccionada e influida a mantener esta situación que dado a su estado anímico, le acomoda. No hay riesgos que correr y “más vale diablo conocido que por conocer”. Pero sepamos que el pánico escénico es una sensación pasajera ante la presión del público, y que en la mayoría de los casos es superado en cuanto se comienza la interpretación de un rol. Todos somos potenciales actores, más cuando ya sabemos que hay muchos que ya se han parado de su asiento aburridos y ofuscados tras la larga comedia de errores y los menos han aventado un tomate podrido a los pies de los protagonistas, que a estas alturas más que actores y actrices son parte de la fútil farándula. Aunque no estén las audiciones abiertas y no lo estén en largo tiempo a causa del binominal, se pueden hacer escenarios paralelos que saquen de la sacra y fermentada estructura, una actividad en la que actuamos solo por ser humanos, la política. Los grandes recursos con que cuentan estos bloques para hacer campañas electorales y los medios dispuestos a contribuir- banalizando la competencia por los escaños y dando la ilusión de debate cuando solo se plantean vanidades y no ideas en contraposición- convence a la complaciente y temerosa ciudadanía. Este impacto en la opinión pública se traduce en amplios márgenes de maniobra para la clase dirigente, convirtiendo a la política en mero juego de procedimientos garantes del mercado. La resultante en todo esto es tener una “civilizada”, equilibrada y elitista clase política que mantiene como modo operante el compadrazgo y la moderación. La política partidista se sincretiza a raíz de el sistema binominal y la cifra repartidora, homogenizando los planteamientos otrora divergentes. De esta forma los candidatos provenientes de sectores extraparlamentarios tienen dos opciones, moderar su discurso y subirse al carro de uno de los dos bloques, o seguir siendo excluidos de la potencial opción de gobierno. Hay que recordar que todo este sistema electoral es “copiado” o importado de las democracias más estables en el mundo como en Alemania en donde el sistema electoral no se ha modificado en los últimos 51 años y Estados Unidos e Inglaterra que han mantenido el mismo sistema por más de un siglo. Lugares en donde el poder económico actúa como determinante de las políticas adoptadas por un Estado traslucido. Lugares distantes de la experiencia latinoamericana, en donde los procesos de industrialización y “modernización de Estado” han estado sujetos a intereses de la macroeconomía, pues ya se han superado las peticiones ciudadanas y ya se han dado curso las revoluciones burguesas.Esta reflexión clarifica el porqué de su aplicación. Durante el gobierno dictatorial se necesitaba un marco jurídico que asegurara la continuación del modelo económico. Para ello se necesitaba mantener al país en el tradicional status quo. La manera de hacerlo efectivo era manteniendo la tensión entre dos fuerzas que eran – ambas- sistémicas y permeables al influjo del capitalismo. El sistema binominal, actuaba y actúa como contensor de las nuevas fuerzas políticas que intentan intervenir desde los márgenes del orden tradicionalmente instituido para frenar y “cambiar” las políticas instituídas en dictadura.Se aprecia de forma patética como se han hecho modificaciones “estéticas” a la Constitución dictatorial, que ha resistido en no variar el modelo electoral pues le ha sido funcional Binominalismo: sistema electoral concebido en dictaduraEl sistema electoral proviene de la Constitución Política del Estado (1980) implantada en Dictadura. Según ésta el sistema para elecciones parlamentarias es directo y se le conoce en Chile como binominalismo, dado que en cada distrito o circunscripción senatorial se eligen dos representantes al parlamento y los candidatos se deben presentar en listas con dos integrantes. Para determinar los electos se aplica el sistema de cifra repartidora. En este mecanismo se privilegia la votación de las listas por sobre los resultados obtenidos por los candidatos en forma individual, con lo que se da el caso de candidatos que tengan más votos que otros, terminen cediendo su escaño a alguien que consiguió menos preferencias que él. Cifra repartidora Se denomina cifra repartidora, un número con el que se dividen los resultados electorales de cada candidato, partido o bloque de ellos obteniéndose el número de escaños correspondientes Existen muchas formas de obtener la cifra repartidora, siendo la más común el método de D’Hont. Este sistema consiste en dividir cada resultado electoral por el número de escaños a asignar y después ordenar los cuocientes, escogiendo el enésimo como cifra repartidora.Así, por ejemplo, si se trata de 3 escaños por distrito o circunscripción se divide cada resultado por 1, 2 y 3 y se ordenan y se escoge el tercero más grande. Otro aspecto relevante de los sistemas electorales es el tamaño del distrito, es decir, el número de escaños a elegir (uninominal, binominal, etc).Si bien este no es un elemento definitorio, en la práctica coincide que todo sistema uninominal es mayoritario. Sin embargo, no todo sistema que contempla distritos de más de un miembro es proporcional.El sistema binominal es proporcional porque utiliza una fórmula como D’Hont para la asignación de cargos en distritos de dos (cargos). A pesar de los efectos proporcionales del D’Hont estos se ven aminorados por el tamaño de los distritos , razón por la cual se puede decir que sus efectos son propios de un sistema mayoritario en materia de los bloques. No obstante la lista mayoritaria no siempre gana todos lo escaños, sino que debe tener a lo menos el doble de votos más uno de la que le sigue, esta situación ejerce un efecto proporcional y a la vez incentiva la formación de coaliciones. Juego de Suma Cero Desde un punto de vista político-electoral los votos y escaños que gana un partido los pierde el otro. Esto es lo que se conoce como juego de suma cero. Esto significa que siempre habrá ganadores y perdedores. Situación devastadora en el caso de que uno de los dos candidatos de una lista haya sido favorecido con una gran votación, pero que no obstante eso sea perdedor por no haber sacado el doble más uno en la suma total de la lista. Por lo tanto un método poco representativo y por ende alejado de la opción ciudadana.
El Ciudadano - Chile/26/10/2007
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