Durante la primavera de 2007 ha tenido lugar una rápida sucesión de encuentros entre las principales figuras políticas de Rusia y Moldavia: en 4 meses se han contado al menos una decena. Los acontecimientos y las declaraciones de estas semanas, que parecían llevar a una repentina “solución” de la crisis de Transnistria, está siendo seguida de un extraño silencio. La dramática actualidad de las cuestiones que se derivan de dicha crisis -el arriesgado paralelismo entre la independencia de Kosovo y el estatus de la Transnistria o la retirada de Rusia del tratado sobre las fuerzas convencionales en Europa (CFE)- inducen a pensar que esta calma sólo sea aparente.
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Elisabetta Sartorel
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Desde el pasado 2 de marzo, cuando tuvo lugar el encuentro en Chisinau entre el Secretario del Consejo de Seguridad ruso Zubakov y el Presidente moldavo Voronin, se han intensificado las reuniones ruso-moldavas para discutir la situación de Transnistria. El 27 de marzo Voronin envió a Putin una propuesta por escrito que el Ministro de exteriores moldavo, Stratan, presentó en Moscú el 6 de abril. Pocos días después Voronin reveló a un grupo de colaboradores los detalles de un plan para la resolución de la crisis en Transnistria, decidido conjuntamente con Moscú. El negociador especial de la diplomacia rusa, Valery Nesterushkin, visitó también Chisinau entre los días 22 y 23 de abril, mientras que Zubakov regresó a la ciudad el 23 de mayo y otra vez el 15 de junio. El 10 de junio Voronin, en el marco de la cumbre entre los países de la Comunidad de Estados Independientes celebrada en San Petersburgo, visitó a Putin y más tarde, el 22 de junio, volvió a entrevistarse con él en la residencia presidencial situada cerca de Moscú. Un último encuentro entre ambos se produjo nuevamente el día 30 de junio en Rostov-on-Don. En todos estos meses, los términos de las negociaciones se han mantenido bajo estricta reserva.
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La importancia de la crisis en Transnistria
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Los negociaciones bilaterales entre Rusia y Moldavia, suspendidas después de que Voronin adoptase una posición pro-occidental hace un par de años, han conllevado ventajas económicas inmediatas para Chisinau. No obstante, ésta se encuentra aún fuertemente ligada a la frágil y temporal confluencia de intereses entre Rusia y Moldavia.En Chisinau, el mandato presidencial de Voronin atravesó en 2007 su ecuador, sin que éste pueda aún presumir de haber alcanzado algún gran éxito político, sobre todo teniendo en cuenta que había señalado la reunificación del país como una de sus mayores prioridades. Sólo la solución de la crisis de Transnistria podría haberle restituido su popularidad. Las elecciones locales celebradas el pasado junio han puesto en evidencia la existencia de un electorado desilusionado y en busca de nuevos cambios: el Partido Comunista, aún siendo todavía el más importante del país, ha registrado en todas partes un claro retroceso y la capital Chisinau ha caído en manos de un joven del Partido Liberal, elegido por el 62% de los votos, frente al 38% conseguido por su adversario comunista. Todos estos elementos han debido contribuir en el hecho de que Voronin haya decidido acudir a una figura tan fuerte como Putin para resolver una situación tan compleja como la de Transnistria. Además, la próxima campaña presidencial rusa seguramente habría desplazado la atención hacia otras cuestiones. La política de Voronin ha sido denominada “de los dos vectores”, dirigidos respectivamente en dos direcciones: hacia Moscú y hacia Bruselas. La vía preferente otorgada a Moscú se ha revelado totalmente contraproducente ya que Putin la está utilizando para dictaminar la agenda política moldava.El llamado “plan secreto” de Moscú, cuya existencia ha sido inmediatamente negada por el mismo Voronin, llegó justo en el momento en el que parecía evidente la reanudación de las negociaciones en el formato 5+2 (Moldavia, Transnistria, Ucrania, Rusia y la OSCE, más la UE y EE.UU.), interrumpidas desde febrero de 2006. La poca información que ha transcendido de esto ha dejado ver un cuadro marcado por los intereses rusos y opuesto a los intereses de los negociadores occidentales. Entre los muchos indicios preocupantes, destacan sobre todo dos:
- La disolución del Parlamento moldavo y del Soviet Supremo de Tiraspol y la reconstitución de un nuevo Parlamento, con 18 o 19 escaños reservados a los diputados de Transnistria.
- La posibilidad para las tropas rusas de permanecer estacionadas en Transnistria hasta la completa estabilización de la región, es decir, idealmente, dentro de 2 o 3 años, aunque en la práctica será seguramente más tiempo.La primera de estas medidas podría dar a Moscú un gran poder de intervención en la política interior y exterior de Chisinau, mientras que la segunda contribuiría a perpetuar la presencia militar rusa en la región separatista, en abierta violación de los acuerdos de Estambul de 1999.
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La controversia entre la OTAN y la OCTS por las tropas de pacificación
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El desarrollo de los acontecimientos ha demostrado hasta qué punto esta cuestión ha afectado a la diplomacia internacional y a su agenda. Para la ratificación de la nueva versión del Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (CFE), una ratificación que Rusia estaba pidiendo desde hace tiempo, los países de la OTAN habían puesto como condición esencial la retirada de las tropas rusas de Transnistria. El decreto presidencial emitido el pasado 13 de julio, con el que Moscú ha suspendido unilateralmente la propia participación en el CFE, ha revelado hasta qué punto es prioritario para Rusia mantener al propio ejército en esa región, reconocida siempre como una área de importancia estratégica para la seguridad, no sólo energética, de toda Europa. El Kremlin ha negado que exista relación entre ambas cuestiones, sosteniendo que se trata de un problema bilateral entre Rusia y Moldavia. Pero Transnistria representa en realidad para Moscú un enclave fundamental para hacer frente al avance hacia el este que la OTAN está llevando a cabo. A finales de julio tuvo lugar el 15º aniversario del acuerdo sobre “Principios de Resolución pacífica del conflicto armado en Transnistria”, que había puesto fin a la guerra civil y mediante el cual se había acordado el despliegue de un contingente militar más allá del río Dniéster. El Ministerio de Exteriores ruso ha recordado la operación como uno de los mayores éxitos de la historia de la paz” y ha asegurado que Moscú quiere llevar adelante este proceso hasta conseguir“construir un clima de confianza entre las partes y reducir las ocasiones de enfrentamiento”.En ocasión de la cumbre de Jefes de Estado de los países del CSI celebrada los días 5 y 6 de octubre en Dushambe (Tajikistán), Moscú ha presentado en el ámbito de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OCTS) la creación de una fuerza de pacificación colectiva para desplegar en los territorios de los países miembros (Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán). El Tratado para la Seguridad Colectiva, firmado en el 1992 entre muchos de los nuevos estados surgidos tras la caída de la Unión Soviética, prohíbe a sus miembros participar en otras alianzas militares junto a otros estados. En este sentido, su estructura participativa desciende directamente de la del Pacto de Varsovia y su misma existencia sirve de contrapeso a la Alianza Atlántica. Las nuevas unidades de pacificación en el ámbito de la OCTS, en tiempos de paz responden a las ordenes de las fuerzas armadas nacionales, pero durante las operaciones deben situarse bajo un mando unitario (en la práctica, ruso).Según el Secretario General de la OCTS Nikolai Bordyuzha, dichas tropas podrían desplegarse también en “otros países del mundo”, siempre y cuando haya una orden específica de la ONU o “porque así lo hayan pedido los propios países interesados”. Esta afirmación es la más peligrosa de todas en tanto que parece esconder la posibilidad para Rusia de revestir de legalidad su presencia militar en territorios que Moscú reivindica bajo su propia responsabilidad. En la 62 Asamblea General de Naciones Unidas, el Ministro de Exteriores ruso, Segei Lavrov, ofreció desplegar ya una primera misión donde lo consideraba más necesario, es decir, en las dos repúblicas separatistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur. El objetivo siguiente sería la Transnistria. Con esta jugada se pretenden contrarrestar los proyectos de Georgia, Moldavia y los países de la OTAN para sustituir lo más pronto posible las tropas rusas por una fuerza civil de mantenimiento de la paz bajo el mando internacional. El problema es que bajo la bandera de la OCTS, Rusia puede declarar la internacionalización de las operaciones, dándoles forma a su antojo.
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Perspectivas de recuperación de las negociaciones multilaterales
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Tres días después de la cumbre de Dushambe, en la que participaron todos los Jefes de Estado del CSI excepto el presidente ucraniano Yushenko, Voronin volvió a reunirse con Putin para discutir otra vez la cuestión transnistriana. Chisinau es sin embargo consciente de los límites que presenta cualquier resolución adoptada sin el consenso de Estados Unidos y la UE. Seguramente resultaría más conveniente poder llegar a un acuerdo bilateral con Rusia para tutelar las buenas relaciones, retomadas recientemente, y tratar de formalizar todo en el ámbito del 5+2. Desde septiembre son cada vez más frecuentes las declaraciones a favor de retomar las negociaciones en este formato y el propio Voronin parece ser ahora uno de sus principales defensores.Sin embargo, el fracaso continuo de la comunidad internacional para alcanzar una solución concertada para decidir el estatus de Kosovo puede debilitar el valor del formato multilateral. Estados Unidos ha anunciado ya que si no se alcanza ningún compromiso para Kosovo antes del próximo 10 de diciembre, apoyarán una declaración de independencia incluso aunque sea realizada de forma unilateral por parte de esta provincia de mayoría albanesa. Moscú, opuesta a la independencia, ha recordado en seguida que un escenario de este tipo constituiría un importante precedente en el ámbito de los conflictos irresueltos de herencia soviética. En este sentido, el reconocimiento estadounidense de un Kosovo independiente, daría vía libre a Rusia para hacer lo propio con Transnistria.Las intensas relaciones diplomáticas entre Tiraspol y Moscú hacen más que posible este peligro. Sirva como ejemplo el caso de la candidatura a la Duma de Marina Smirnova, directora de la empresa GasPromBank transnistriana y mujer de Oleg Smirnov, hijo menor del Presidente transnistriano Igor Smirnov. Entre las pocas señales positivas se encuentra la creciente toma de conciencia de Tiraspol de su propio aislamiento. En este sentido, a principios de septiembre fue abolido el llamado “impuesto sobre la inmigración” que era obligatorio para todos los extranjeros que entrasen en la república separatista. Asimismo, a comienzos de octubre, Smirnov, después de haber rechazado con desdén las ofertas de ayuda económica llegadas desde el Gobierno de Moldavia para afrontar las consecuencias de la sequía estival, se vio obligado a realizar un llamamiento internacional, incluidos los miembros de la fórmula 5+2.
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Conclusiones
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La presencia de las tropas rusas en Transnistria seguirá siendo el principal obstáculo para alcanzar un acuerdo. En este sentido, los dos próximos meses van a ser cruciales. La suspensión del CFE, unido ello a la cuestión transnistriana, se hará efectiva hacia la mitad de diciembre, 150 días después de que fuese oficialmente anunciada. Tras dicha suspensión, Rusia verá sumamente reducidos los límites a su capacidad para desplegar armas convencionales en el viejo continente. Además, en esos mismos días, caducará también el periodo impuesto para definir el estatus de Kósovo, lo que podría concretarse en una declaración unilateral de independencia que contase con el apoyo estadounidense. Llegados a ese punto, Rusia podría cumplir con sus amenazas y conducir a Transnistria a la independencia. Quizás sólo la inminencia de las elecciones legislativas y, más tarde, de las elecciones presidenciales rusas, podrían desviar la atención de Putin de tales objetivos. En cualquier caso, esto debería sugerir cierta prudencia a Estados Unidos y la UE a la hora de afrontar la cuestión de Kósovo.
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Elisabetta Sartorel
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Desde el pasado 2 de marzo, cuando tuvo lugar el encuentro en Chisinau entre el Secretario del Consejo de Seguridad ruso Zubakov y el Presidente moldavo Voronin, se han intensificado las reuniones ruso-moldavas para discutir la situación de Transnistria. El 27 de marzo Voronin envió a Putin una propuesta por escrito que el Ministro de exteriores moldavo, Stratan, presentó en Moscú el 6 de abril. Pocos días después Voronin reveló a un grupo de colaboradores los detalles de un plan para la resolución de la crisis en Transnistria, decidido conjuntamente con Moscú. El negociador especial de la diplomacia rusa, Valery Nesterushkin, visitó también Chisinau entre los días 22 y 23 de abril, mientras que Zubakov regresó a la ciudad el 23 de mayo y otra vez el 15 de junio. El 10 de junio Voronin, en el marco de la cumbre entre los países de la Comunidad de Estados Independientes celebrada en San Petersburgo, visitó a Putin y más tarde, el 22 de junio, volvió a entrevistarse con él en la residencia presidencial situada cerca de Moscú. Un último encuentro entre ambos se produjo nuevamente el día 30 de junio en Rostov-on-Don. En todos estos meses, los términos de las negociaciones se han mantenido bajo estricta reserva.
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La importancia de la crisis en Transnistria
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Los negociaciones bilaterales entre Rusia y Moldavia, suspendidas después de que Voronin adoptase una posición pro-occidental hace un par de años, han conllevado ventajas económicas inmediatas para Chisinau. No obstante, ésta se encuentra aún fuertemente ligada a la frágil y temporal confluencia de intereses entre Rusia y Moldavia.En Chisinau, el mandato presidencial de Voronin atravesó en 2007 su ecuador, sin que éste pueda aún presumir de haber alcanzado algún gran éxito político, sobre todo teniendo en cuenta que había señalado la reunificación del país como una de sus mayores prioridades. Sólo la solución de la crisis de Transnistria podría haberle restituido su popularidad. Las elecciones locales celebradas el pasado junio han puesto en evidencia la existencia de un electorado desilusionado y en busca de nuevos cambios: el Partido Comunista, aún siendo todavía el más importante del país, ha registrado en todas partes un claro retroceso y la capital Chisinau ha caído en manos de un joven del Partido Liberal, elegido por el 62% de los votos, frente al 38% conseguido por su adversario comunista. Todos estos elementos han debido contribuir en el hecho de que Voronin haya decidido acudir a una figura tan fuerte como Putin para resolver una situación tan compleja como la de Transnistria. Además, la próxima campaña presidencial rusa seguramente habría desplazado la atención hacia otras cuestiones. La política de Voronin ha sido denominada “de los dos vectores”, dirigidos respectivamente en dos direcciones: hacia Moscú y hacia Bruselas. La vía preferente otorgada a Moscú se ha revelado totalmente contraproducente ya que Putin la está utilizando para dictaminar la agenda política moldava.El llamado “plan secreto” de Moscú, cuya existencia ha sido inmediatamente negada por el mismo Voronin, llegó justo en el momento en el que parecía evidente la reanudación de las negociaciones en el formato 5+2 (Moldavia, Transnistria, Ucrania, Rusia y la OSCE, más la UE y EE.UU.), interrumpidas desde febrero de 2006. La poca información que ha transcendido de esto ha dejado ver un cuadro marcado por los intereses rusos y opuesto a los intereses de los negociadores occidentales. Entre los muchos indicios preocupantes, destacan sobre todo dos:
- La disolución del Parlamento moldavo y del Soviet Supremo de Tiraspol y la reconstitución de un nuevo Parlamento, con 18 o 19 escaños reservados a los diputados de Transnistria.
- La posibilidad para las tropas rusas de permanecer estacionadas en Transnistria hasta la completa estabilización de la región, es decir, idealmente, dentro de 2 o 3 años, aunque en la práctica será seguramente más tiempo.La primera de estas medidas podría dar a Moscú un gran poder de intervención en la política interior y exterior de Chisinau, mientras que la segunda contribuiría a perpetuar la presencia militar rusa en la región separatista, en abierta violación de los acuerdos de Estambul de 1999.
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La controversia entre la OTAN y la OCTS por las tropas de pacificación
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El desarrollo de los acontecimientos ha demostrado hasta qué punto esta cuestión ha afectado a la diplomacia internacional y a su agenda. Para la ratificación de la nueva versión del Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa (CFE), una ratificación que Rusia estaba pidiendo desde hace tiempo, los países de la OTAN habían puesto como condición esencial la retirada de las tropas rusas de Transnistria. El decreto presidencial emitido el pasado 13 de julio, con el que Moscú ha suspendido unilateralmente la propia participación en el CFE, ha revelado hasta qué punto es prioritario para Rusia mantener al propio ejército en esa región, reconocida siempre como una área de importancia estratégica para la seguridad, no sólo energética, de toda Europa. El Kremlin ha negado que exista relación entre ambas cuestiones, sosteniendo que se trata de un problema bilateral entre Rusia y Moldavia. Pero Transnistria representa en realidad para Moscú un enclave fundamental para hacer frente al avance hacia el este que la OTAN está llevando a cabo. A finales de julio tuvo lugar el 15º aniversario del acuerdo sobre “Principios de Resolución pacífica del conflicto armado en Transnistria”, que había puesto fin a la guerra civil y mediante el cual se había acordado el despliegue de un contingente militar más allá del río Dniéster. El Ministerio de Exteriores ruso ha recordado la operación como uno de los mayores éxitos de la historia de la paz” y ha asegurado que Moscú quiere llevar adelante este proceso hasta conseguir“construir un clima de confianza entre las partes y reducir las ocasiones de enfrentamiento”.En ocasión de la cumbre de Jefes de Estado de los países del CSI celebrada los días 5 y 6 de octubre en Dushambe (Tajikistán), Moscú ha presentado en el ámbito de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OCTS) la creación de una fuerza de pacificación colectiva para desplegar en los territorios de los países miembros (Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán). El Tratado para la Seguridad Colectiva, firmado en el 1992 entre muchos de los nuevos estados surgidos tras la caída de la Unión Soviética, prohíbe a sus miembros participar en otras alianzas militares junto a otros estados. En este sentido, su estructura participativa desciende directamente de la del Pacto de Varsovia y su misma existencia sirve de contrapeso a la Alianza Atlántica. Las nuevas unidades de pacificación en el ámbito de la OCTS, en tiempos de paz responden a las ordenes de las fuerzas armadas nacionales, pero durante las operaciones deben situarse bajo un mando unitario (en la práctica, ruso).Según el Secretario General de la OCTS Nikolai Bordyuzha, dichas tropas podrían desplegarse también en “otros países del mundo”, siempre y cuando haya una orden específica de la ONU o “porque así lo hayan pedido los propios países interesados”. Esta afirmación es la más peligrosa de todas en tanto que parece esconder la posibilidad para Rusia de revestir de legalidad su presencia militar en territorios que Moscú reivindica bajo su propia responsabilidad. En la 62 Asamblea General de Naciones Unidas, el Ministro de Exteriores ruso, Segei Lavrov, ofreció desplegar ya una primera misión donde lo consideraba más necesario, es decir, en las dos repúblicas separatistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur. El objetivo siguiente sería la Transnistria. Con esta jugada se pretenden contrarrestar los proyectos de Georgia, Moldavia y los países de la OTAN para sustituir lo más pronto posible las tropas rusas por una fuerza civil de mantenimiento de la paz bajo el mando internacional. El problema es que bajo la bandera de la OCTS, Rusia puede declarar la internacionalización de las operaciones, dándoles forma a su antojo.
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Perspectivas de recuperación de las negociaciones multilaterales
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Tres días después de la cumbre de Dushambe, en la que participaron todos los Jefes de Estado del CSI excepto el presidente ucraniano Yushenko, Voronin volvió a reunirse con Putin para discutir otra vez la cuestión transnistriana. Chisinau es sin embargo consciente de los límites que presenta cualquier resolución adoptada sin el consenso de Estados Unidos y la UE. Seguramente resultaría más conveniente poder llegar a un acuerdo bilateral con Rusia para tutelar las buenas relaciones, retomadas recientemente, y tratar de formalizar todo en el ámbito del 5+2. Desde septiembre son cada vez más frecuentes las declaraciones a favor de retomar las negociaciones en este formato y el propio Voronin parece ser ahora uno de sus principales defensores.Sin embargo, el fracaso continuo de la comunidad internacional para alcanzar una solución concertada para decidir el estatus de Kosovo puede debilitar el valor del formato multilateral. Estados Unidos ha anunciado ya que si no se alcanza ningún compromiso para Kosovo antes del próximo 10 de diciembre, apoyarán una declaración de independencia incluso aunque sea realizada de forma unilateral por parte de esta provincia de mayoría albanesa. Moscú, opuesta a la independencia, ha recordado en seguida que un escenario de este tipo constituiría un importante precedente en el ámbito de los conflictos irresueltos de herencia soviética. En este sentido, el reconocimiento estadounidense de un Kosovo independiente, daría vía libre a Rusia para hacer lo propio con Transnistria.Las intensas relaciones diplomáticas entre Tiraspol y Moscú hacen más que posible este peligro. Sirva como ejemplo el caso de la candidatura a la Duma de Marina Smirnova, directora de la empresa GasPromBank transnistriana y mujer de Oleg Smirnov, hijo menor del Presidente transnistriano Igor Smirnov. Entre las pocas señales positivas se encuentra la creciente toma de conciencia de Tiraspol de su propio aislamiento. En este sentido, a principios de septiembre fue abolido el llamado “impuesto sobre la inmigración” que era obligatorio para todos los extranjeros que entrasen en la república separatista. Asimismo, a comienzos de octubre, Smirnov, después de haber rechazado con desdén las ofertas de ayuda económica llegadas desde el Gobierno de Moldavia para afrontar las consecuencias de la sequía estival, se vio obligado a realizar un llamamiento internacional, incluidos los miembros de la fórmula 5+2.
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La presencia de las tropas rusas en Transnistria seguirá siendo el principal obstáculo para alcanzar un acuerdo. En este sentido, los dos próximos meses van a ser cruciales. La suspensión del CFE, unido ello a la cuestión transnistriana, se hará efectiva hacia la mitad de diciembre, 150 días después de que fuese oficialmente anunciada. Tras dicha suspensión, Rusia verá sumamente reducidos los límites a su capacidad para desplegar armas convencionales en el viejo continente. Además, en esos mismos días, caducará también el periodo impuesto para definir el estatus de Kósovo, lo que podría concretarse en una declaración unilateral de independencia que contase con el apoyo estadounidense. Llegados a ese punto, Rusia podría cumplir con sus amenazas y conducir a Transnistria a la independencia. Quizás sólo la inminencia de las elecciones legislativas y, más tarde, de las elecciones presidenciales rusas, podrían desviar la atención de Putin de tales objetivos. En cualquier caso, esto debería sugerir cierta prudencia a Estados Unidos y la UE a la hora de afrontar la cuestión de Kósovo.
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Equilibri.net - Italy/11/10/2007
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