5/10/07

Puntos de vista: Los partidos, aquí y allá

05/10/2007
Opinión
Por Niko Schvarz
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En BITÁCORA del 20 de setiembre se publicó una nota de Valenti sobre la situación política italiana y otra sobre un aspecto del III Congreso del PT brasileño. El lector atento -que los hay- quizá haya advertido entre ellas una dicotomía, una diferente visión sobre los partidos en general, su conducta política y su prédica, en el mundo actual.
Sobre este tema me propongo intercambiar algunas reflexiones, partiendo de la realidad que estamos viviendo y contribuyendo a modificar, particularmente en América Latina.
El pantallazo italiano arranca de hechos notorios como el Vaffanculo del cómico Beppe Grillo (similar a lo que vimos protagonizar a Nanni Moretti unos años atrás), para centrarse en ''el empobrecimiento general de la política, de su densidad cultural'' y alcanzar con su crítica a los partidos, incluyendo los de izquierda. Este concepto se extiende luego, a texto expreso, a nivel internacional: ''La política se ha hecho más plana, menos arriesgada, más acotada en sus márgenes ideales y culturales... Todos le hablan al medio, le apuntan al medio y se sientan en el medio''. Advierte, también para Uruguay, sobre ''el peligro de que las sociedades se saturen de sus partidos, sus formas tradicionales de hacer política y reaccionen...''.
Pregunto: ¿Es justa esta caracterización -que se extiende al ámbito internacional, reitero- para la América Latina de hoy? A mi juicio, no. Me refiero a la afirmación original. La advertencia -y esto lo digo con la misma convicción, ajena a cualquier diplomacia - no está de más. Al contrario.
La sumatoria de acontecimientos más importantes que se produjeron en América Latina (y en el mundo) en estos comienzos del nuevo siglo y milenio es la llegada de la izquierda al gobierno en la mayor parte de los países de América del Sur y otros del continente, en formas variables de unión de sus distintas fuerzas integrantes y en un cuadro diversificado de alianzas con otros sectores políticos y organizaciones sociales. Este ciclo no ha llegado a su culminación, y sobrevendrán nuevos avances significativos en plazos no lejanos.
El nuevo ciclo histórico en América Latina introduce un cambio relevante en el panorama del mundo tal cual surgió después del desplome de la URSS y el campo socialista europeo, de la instauración de un poder unipolar con una potencia dominante y el reinado incompartido de la plaga neoliberal a lo largo de los 90. Y este cambio de onda vino de la mano de la acción de los partidos de izquierda, de la creación de nuevos partidos de izquierda, de la formación de vínculos diversos en cada país y de alianzas entre ellos y con otras fuerzas progresistas, democráticas y avanzadas. En consecuencia se trastrocó completamente el cuadro de los partidos en América Latina. Como en el verso de Guillén, ''ya estará el de abajo arriba/cuando el de arriba esté abajo''.
Esto es de importancia máxima, y los ejemplos sobran. En realidad, no se trata de ejemplos, sino de un denominador común a todos ellos. En Venezuela imperaba el Pacto del Punto Fijo desde que en 1958 un poderoso movimiento popular derribó la tiranía de Pérez Jiménez, y en virtud del mismo adecos y copeyanos se repartían milimétricamente todos los espacios de poder, desde la presidencia al último portero. Hoy Acción Democrática y COPEI han sido barridos del mapa, huérfanos de apoyo popular, y el ex reo Carlos Andrés Pérez, represor del caracazo de febrero de 1989, reclama desde Miami que asesinen a Chávez.
En Bolivia, el jovencísimo Movimiento al Socialismo del indígena Evo Morales arrasa en el primer turno con 54% de los votos, derrota a las huestes del yanquizado Sánchez de Lozada y a los traidores de la revolución de 1952, toma medidas de defensa de la soberanía y del patrimonio nacional y enfrenta a la oligarquía santacruceña y sus adláteres.
En Ecuador la Alianza País de Rafael Correa se sobrepone al magnate Álvaro Noboa, una de las grandes fortunas del mundo, se lanza con audacia a una Asamblea Constituyente para reformar con profundidad democrática la vida política del país, y en 2009 expulsará indefectiblemente a las fuerzas yankis de la base militar de Manta. Hay que valorar análogamente qué significa el hecho de que en Uruguay el Partido Colorado, que durante ciento setenta años fue casi siempre el dueño del gobierno, por elección o golpe de estado, solo o en contubernio con los blancos, haya sido reducido a una votación de un dígito y que el Frente Amplio ganara en el primer turno con el sistema de elección más antidemocrático del mundo, superando los votos de todos los partidos, los anulados, en blanco y todos los demás. Y no tenemos dudas de que en estos dos años medio el Uruguay está cambiando.
En este sentido es paradigmático el caso del PT brasileño, que se formó en la lucha contra la dictadura uniendo corrientes diversas de la izquierda y dotándolas de un nuevo contenido, admitió diversas tendencias en su seno, logró el apoyo popular por el esfuerzo sostenido de sus militantes que hoy bordean el millón. Pocas veces se ha visto semejante grado de consustanciación de un pueblo con su presidente, que ganó la reelección, enfrentando una de las campañas más feroces y aceitadas del mundo (sólo comparable con la que se ejerce contra Chávez), gracias a las realizaciones de su primer gobierno a favor de los más desposeídos, en todos los dominios, y hoy se apresta a un gran salto con el Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC). La candidatura del PT reunió 58 millones y cuarto de votos, uno por uno, para ganarle a Alckmin en todos los estados y hacerle perder dos millones y medio de votos entre el primero y el segundo turno, algo nunca visto. Todas estas acciones han mostrado un gobierno y un partido ágiles, dinámicos, modernos, imaginativos, ajenos a todo anquilosamiento. Además ese gobierno se ha proyectado al ámbito latinoamericano, con la lucha por el Mercosur y la integración continental, y al ámbito mundial, en la ONU, en el G-20, en la OMC, y en las relaciones con Africa, Europa y Asia.
Estos partidos han llevado al gobierno a representantes de otros sectores sociales, de otras clases: obreros, indígenas y campesinos, militares fieles al pueblo. Algo que tampoco había sucedido en América Latina. Todo esto, que es democracia en acción y participación del pueblo, pude apreciarlo en forma concentrada en el Congreso del PT.
También vi lo que en cierto modo podría ser su contracara, en la presencia de delegados de partidos de la izquierda europea. Algunos casos provocan profundo dolor. Hemos seguido toda la vida con apasionado interés la trayectoria del PC francés, desde la época de Thorèz y el Frente Popular, la resistencia y el maquis, y hoy está sumido en profunda crisis, se interroga sobre su propia existencia tras haber caído en la votación al 2% cuando antes llegó a reunir un tercio del electorado e integrar los gobiernos de la postguerra.
Esto se da en un cuadro de división hasta la pulverización de las fuerzas de izquierda, de proliferación de candidaturas, mientras Sarkozy hace papilla al PS, lleva a Bernard Kouchner a la cancillería para cambiar la política exterior a favor de EEUU y a Strauss-Kahn al FMI. Corrientes de extrema derecha filofascista avanzan en países de Europa occidental, la degeneración de los antiguos países socialistas de Europa oriental supera los límites imaginables, para colocarse (casos de Polonia, R.Checa y Rumania) al servicio de los planes belicistas de EEUU, escudo antimisiles incluido en las fronteras de Rusia. La derecha le gana al Pasok en Grecia, y Mario Soares habla del ''reflujo socialista'' en el viejo mundo.
Hay excepciones en este cuadro. España fue la primera en quebrar ese círculo vicioso. Resulta augural la formación del partido de la izquierda unida en Alemania, Die Linke (La Izquierda), mediante la unión, tras un proceso prolongado, metódico y participativo, del antiguo Partido del Socialismo Democrático (PDS) con el Wasg de Oskar Lafontaine. Es ya la tercera fuerza, tiene arraigo en el este y el oeste, una bancada parlamentaria numerosa, y puede convertirse en el fiel de la balanza con una decidida política a favor de la paz y de los derechos de los trabajadores en el corazón de Europa.
La conclusión -volviendo a América Latina- es que la izquierda y sus partidos avanzan y se consolidan, impulsan profundas transformaciones junto a sus pueblos y habrán de desempeñar un papel decisivo para contribuir a cambiar el mundo más injusto que haya existido desde que el hombre se paró sobre sus pies.
(*) Periodista. Uruguay

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