31/10/07

Una oportunidad extraordinaria

31/10/2007
Opinión
Reflexiones
Galia Golán
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Pocos están especialmente animados por la próxima conferencia israelí-palestina. La mayoría puede creer que ella no acontecerá, o hasta que no debería realizarse. Pero el encuentro puede ser la oportunidad más importante y promisoria para un auténtico proceso de paz desde la segunda conferencia de Camp David destinada al fracaso en julio de 2000. La autora de este artículo es profesora de gobierno en el Centro Interdisciplinario de Herzlía, profesora emérita de la Universidad Hebrea de Jerusalem y milita en el Movimiento paz Ahora.Este optimismo deriva por un lado de una constelación única de circunstancias en la región, y por otro del efecto acumulativo de acontecimientos entre las poblaciones israelí y palestina.
Por varias razones propias, comenzando con la preocupación por la radicalización de sus poblaciones y la creciente fuerza de Irán, los regimenes árabes están muy interesados en poner en ecuación el conflicto israelí-palestino con su efecto de movilización política.
Todo el mundo árabe firmó la Iniciativa Árabe de Paz de 2002, originalmente propuesta por Arabia Saudita y reconfirmada por unanimidad por la Liga Árabe recientemente en marzo de 2007. De una manera inédita, este plan de paz ofrece lo que Israel viene buscando, o afirmaba venir buscando, desde su creación: el fin del conflicto árabe-israelí, incluso refina la tradicional solución para los refugiados, evitando una mención directa al "derecho de retorno", sustituida por una nueva fórmula: una solución "acordada" del problema. Concebida para acomodar las sensibilidades israelíes, la iniciativa proporciona un compromiso de todo el mundo árabe, de forma que cualquier resistencia posible de elementos palestinos recalcitrantes, como el Hamas, seria difícil -si no imposible- en caso que hubiese un real acuerdo israelí para poner fin a la ocupación.
Esto es básicamente lo que el mundo árabe está ofreciendo hoy a Israel como incentivo para que transforme la conferencia de noviembre en la apertura de serias y rápidas negociaciones para un acuerdo definitivo con los palestinos (y se espera-también en breve con los sirios).
La Iniciativa Árabe de Paz, junto con la comparecencia saudita en la conferencia, simbólicamente representando a la Liga Árabe, depende claramente apenas de esto: que la conferencia abra un proceso de negociación claro, delineado y limitado en el tiempo sobre todas las cuestiones para un status final, a culminar en la creación de un Estado Palestino en los territorios equivalentes a las fronteras de 1967.
Pueden o desean los palestinos e israelíes percibir el potencial de esta oportunidad? El liderazgo palestino es claramente débil, y ni al Fatah ni Israel hicieron mucho para fortalecer la posición del presidente palestino Mahmoud Abbas (Abu Mazen) vis-a-vis el Hamas. No obstante, la población palestina, con toda su desilusión con Oslo, al Fatah y los "procesos de paz", continúa apoyando una solución negociada de Dos Estados.
Si de facto las negociaciones trajeran el fin de la ocupación y la creación de un Estado Palestino, es difícil creer que parte significativa de la población palestina continúe con el Hamas.
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Escépticos, pero pragmáticos
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Varias investigaciones han demostrado que eventos y acontecimientos en los últimos años tornaron a los palestinos justificadamente escépticos, pero más pragmáticos. Están dispuestos a aceptar un mini-Estado en Cisjordania y Gaza, con canjes de tierras equivalentes, en caso de ser necesario, y algún compromiso sobre la cuestión de los refugiados.
Similarmente, un cúmulo de eventos y acontecimientos también tornaron a los israelíes no menos escépticos o desilusionados, pero también no menos pragmáticos. Los que una vez fueron conceptos excepcionales para los israelíes, como "pueblo palestino", "Estado Palestino" y "territorios ocupados", son hoy abiertamente reconocidos y hasta aceptados por la mayoría de la población, incluyendo el centro, muchos miembros del cual en verdad gravitaron desde la derecha. A esto, es preciso adicionar la idea del canje de tierras y hasta el posible reconocimiento de la división de facto de Jerusalén, además del reconocimiento jurídico, psicológico y político de la Línea Verde, frontera de 1967, como una guía principal, con intervención internacional para su protección.
Con la excepción de una minoría (si bien rica y nada silenciosa), los israelíes están "llenos" con el conflicto, con los territorios y con los asentamientos. Pocos perciben alguna de esas cosas como contribuyendo a su seguridad y prosperidad.
El premier israelí Ehud Olmert no es uno de esos pocos. Fue Olmert el que lanzó la idea de retirarse del 90% de Cisjordania y es Olmert el que desesperadamente precisa de una "agenda" para salvar tanto su carrera política como su partido, Kadima. Ciertamente, son esos dos factores - la carrera política de Olmert y Kadima - los que retienen la llave de la conferencia y, de este modo, de la paz.
El éxito de la conferencia, tal vez también su propia realización, depende de la disposición, el coraje y los cálculos políticos de Olmert de moverse - de su proclamada insistencia en una conferencia que no haría más que producir una vaga declaración general de "intereses" - hacia un "esquema de acuerdo" más específico, con un cronograma. Como lo abogado por Abu Mazen (y tal vez por Condoleezza Rice, aunque no necesariamente por el presidente George W. Bush).
La decisión de Olmert irá, al final, a depender de los alineamientos políticos dentro de Kadima, sobre los cuales podemos apenas especular. Se puede cínicamente decir que dado sus actualmente pobres perspectivas de futuro político, Olmert tendría poco para perder y mucho para ganar si asumiese el riesgo de un gobierno reducido en tamaño, pero determinado a alcanzar un acuerdo de paz.
Si Olmert y sus colegas en Kadima entendieran la oportunidad extraordinaria que espera a Israel, la próxima conferencia podrá, y deberá, marcar el inicio del fin del conflicto.
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Traducción: Roberto
Faur.

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