6/11/07

Alemania: La disputa por los ingresos

Josef Ackermann
Foto: archivo
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Francisco Olaso

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Berlín - El salario neto que perciben los trabajadores en Alemania es en la actualidad más bajo que hace 15 años. Así lo afirmó en su edición del pasado 25 de septiembre el Bild Zeitung, el diario más vendido del país, con base en estadísticas del ministerio de Trabajo. La información ha dado nuevo alimento a una vieja polémica: el modo en que se reparte la riqueza --en una etapa de auge económico, en el que Alemania ha vuelto a convertirse en el motor de la Unión Europea--, enfrenta a sindicatos y organizaciones patronales. Las huelgas de sindicatos por reajustes salariales ya se han hecho sentir en lo que va del año. Los conservadores demócrata cristianos (CDU) y socialcristianos (CSU) y sus socios socialdemócratas (SPD), a cargo de la coalición en el gobierno, agitan el tema para marcar sus diferencias, de cara a las elecciones que, en 2009, los tendrá nuevamente como contendientes.El salario neto anual promedio, libre de retenciones impositivas y cargas sociales, asciende en la actualidad a 15 mil 845 euros. En 1992 era de 17 mil 251 euros. Desde entonces los salarios brutos han aumentado bastante menos que los impuestos y las cargas sociales. A eso hay que sumar una merma adicional en el poder adquisitivo, debido al aumento de los precios al consumidor. Por el contrario, las empresas han incrementado de manera drástica su patrimonio e ingresos. Éstos últimos han crecido en un 42 por ciento entre 2000 y 2006. Los empleados beneficiados por este auge son sólo los de alto rango, no así los peor remunerados, de modo que la brecha que separa a unos de otros se ha extendido. Los jefes de los 30 consorcios alemanes que cotizan en bolsa ganan, en promedio, 3.41 millones de euros anuales. El récord lo ostenta el presidente del Deutsche Bank, Josef Ackermann, quien ganó 13.2 millones de euros en 2006, seguido por el titular de la empresa de software SAP, Henning Kagermann, con 9 millones. “No es posible que un alto ejecutivo gane 200 ó 300 veces más que un empleado calificado del mismo rubro”, resume Reinhard Bispink, de la Fundación Hans Böckler, cercana a los sindicatos.
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Magros, los aumentos salariales
Después de años de magro crecimiento y alta desocupación, Alemania experimenta un franco repunte de la economía. La tasa de desempleo de 8.2 por ciento en octubre es la más baja de los últimos 12 años. La coyuntura favorable le da alas al reclamo sindical. “Existe una necesidad urgente de recuperación salarial para el hombre común”, ya que “su billetera ha sido esquilmada en los últimos años y los aumentos salariales han sido magros”, dijo Michael Sommer, presidente de la Federación de Sindicatos Alemanes. Los empresarios, por su parte, alertan sobre las consecuencias negativas de un posible cambio de política salarial. Dicen que esto pondría en riesgo la competitividad internacional de las empresas alemanas. Señalan que los costos laborales crecieron 104 por ciento en los últimos 20 años. La Federación Patronal Alemana pidió al gobierno que reduzca las retenciones y cargas impositivas, al afirmar que “los trabajadores deben poder quedarse de una vez por todas con una porción mayor de esa suma que los empresarios gastan para ellos”. Analistas de institutos privados señalan, por su parte, que la competencia generada por la globalización presiona los salarios hacia abajo, y predicen que en el futuro los salarios de los trabajadores poco calificados se estancarán o, incluso, se reducirán. Elmar Altvater, profesor de Economía Política Internacional de la Universidad Libre de Berlín, cree que hay también otros factores, como la debilidad de los sindicatos, que hace posible la situación actual. “No puede ser que la productividad del trabajo crezca continuamente en los últimos años y décadas y los salarios incluso se reduzcan; eso significa que las ganancias de las empresas han crecido enormemente”, dice Altvater a Apro. “Naturalmente –añade--, los empresarios se quejan del aumento de los costos y de una reducción en las ganancias. Pero esto no se debe a los salarios, que han bajado, sino a la rentabilidad y a las altas tasas de interés del sector financiero, que pesan sobre toda la economía”.Durante octubre pasado se repitieron las huelgas de maquinistas ferroviarios. Entre el 25 y 26 de ese mes, los trenes estuvieron paralizados durante 30 horas. El debate por los salarios tensa las relaciones dentro de la coalición de gobierno. Conservadores y socialdemócratas han encontrado un campo fértil para expresar sus diferencias. El ministro de Finanzas, el socialdemócrata Peer Steinbrück, respaldó el reclamo laboral de los sindicatos y exigió cambios en la política salarial. Tras señalar que, con su renuncia a aumentos de salario, los empleados crearon las condiciones que hacen posible la actual recuperación económica, dijo que “ahora es igualmente importante que todos participen del despegue, a través de mejores salarios”. Los conservadores tampoco se quedan atrás. El diputado democratacristiano Gerald Weiss propuso bajar de 4.2 a 3.5 la retención para el seguro de desempleo que se descuenta del salario bruto de cada trabajador.El también democristiano Ralf Brauksiepe sostuvo la necesidad de que los trabajadores participen de las ganancias de las empresas. El profesor Altvater no comparte las bondades de este reclamo. Dice: “El problema consiste en que, de esta manera, los trabajadores son obligados a jugar un doble papel: por un lado reciben su sueldo y, por otro, son dueños de un patrimonio, y tienen naturalmente interés de que los sueldos sean bajos, para que así suban los beneficios patrimoniales de la empresa. Y este doble papel en el que se encuentran los debilita en todo sentido. Ha quedado demostrado que este tipo de conducción empresarial rápidamente lleva a procesos de concentración a favor, sobre todo, de empresas financieras”.Las expresiones divergentes de unos y otros socios en el gobierno no son casuales. La coalición da muestras de resquebrajamiento y es necesario posicionarse de cara a las elecciones de 2009, que, de no mediar ningún imprevisto, marcará el fin de este "matrimonio por conveniencia". Otro punto de disputa entre los socios se da en torno a la propuesta de aprobar un salario mínimo para todos los trabajadores. Los conservadores rechazan la idea. Los socialdemócratas, al igual que la Federación de Sindicatos Alemanes, piden 7.5 euros por hora; el partido La Izquierda, por su parte, demanda 8.44 euros. El salario mínimo “se financia en gran medida solo, ya que constituyen factores de demanda que hacen posible un aumento de las ventas para las empresas, que es justamente su forma de obtener ganancias”, dice el profesor Altvater. “La gran cuestión es a cuánto asciende. Hay países, como Bulgaria, cuyo salario mínimo está por debajo del umbral de la pobreza. Eso no sirve para nada. Un salario mínimo debe permitir alimentar a la familia y aportar como factor de demanda al funcionamiento de la economía”. os socialdemócratas se encuentran en aprietos. Mientras que las preferencias del electorado por la canciller demócratacristiana Angela Merkel son elevadas, el SPD está en su punto histórico más bajo. Además, tiene ya un contendiente incómodo: el nuevo partido denominado lisa y llanamente La Izquierda. Muchos socialdemócratas desencantados con el SPD darán su voto por el nuevo partido, que ya se ubica tercero en las encuestas. Demócrata-cristianos y socialdemócratas siempre han temido que crezca una fuerza popular importante que les reste votos. A los demócrata- cristianos, por la derecha. A los socialdemócratas, por la izquierda. Atacado por La Izquierda y por sus socios en el gobierno, la socialdemocracia alemana busca encontrar un perfil nuevo. En su congreso partidario, realizado entre el 26 y el 28 de octubre pasado, el SPD declaró su intención de un giro a la izquierda. La tarea no es sencilla. Por primera vez en años, los socialdemócratas quieren apartarse de la sombra dejada por Gerhard Schroeder. El actual presidente del partido, Kurt Beck, se mostró a favor de hacer mejoras parciales al subsidio de desempleo, recortado en su momento por el antipopular programa de reformas impulsado por el excanciller socialdemócrata. Para el profesor Altvater, no se trata de una vuelta a los orígenes, sino de un cambio forzado por las circunstancias. Es decir, por la profunda falta de credibilidad que atraviesa el partido.
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Proceso - Mexico/06/11/2007

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