Por Carlos Arcos Cabrera
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El discurso del presidente Correa en Flacso ha desatado una interesante discusión. Allí realizó “una crítica constructiva” a las ciencias sociales y reflexionó sobre la “crisis del pensamiento latinoamericano”. Era el escenario apropiado: en sus palabras, Flacso “se ha transformado en un referente ineludible del mundo académico y político de la región”. No percibí en su discurso ni ambigüedad ni ambivalencia. Fueron palabras claras y directas frente a las cuales es posible señalar acuerdos y desacuerdos, dudas y certezas. En lo personal pensé en la compleja relación entre ciencias sociales, política y poder. Por su imbricación con los problemas de los que deben dar cuenta, las ciencias sociales son interpeladas desde la política, los medios de comunicación, la misma ciudadanía y otros campos intelectuales. Es célebre el desprecio con que Octavio Paz las miraba. Es la gran diferencia con otras ciencias. Su objeto es demasiado importante como para dejarlo libre, afirmaba un sociólogo francés. En A. Latina, la relación entre política, poder y ciencias sociales adquiere una dimensión singular: maldición y bendición. Dependen de la política y mueren en y por ella. Desde el mundo de la política, en conjunción con intereses académicos, surgieron iniciativas como Flacso. Imposible imaginar el Colegio de México, institución emblemática de la región, al margen del sistema político mexicano. No solo son instituciones, son también destinos individuales: la búsqueda de compromiso en el terreno de la política y del cambio llevó a Camilo Torres a dejar la sotana, la cátedra, empuñar las armas y morir; en tanto que a Orlando Fals Borda le llevó a formular una metodología de investigación que poco tenía que ver con los manuales académicos; y a otros, a seguir el camino del exilio. Desde el poder, en los setenta, en Brasil, Uruguay, Argentina y Chile se arrasó con todo lo que tenía relación con las ciencias sociales: su destrucción fue el objetivo privilegiado de las dictaduras. Comparto con el presidente Correa su apreciación de que ha llegado la hora de una revisión “desde una mirada latinoamericana” de las ciencias sociales (en la acepción de Guillermo O’Donnell). Es un camino ya iniciado. Sobre las ruinas de los setenta, se han reconstruido las ciencias sociales latinoamericanas: plurales y heterogéneas. Ya no existe una perspectiva dominante. Desde las experiencias del pasado y de la compleja relación con la política y el poder, la única conclusión posible es que “una mirada latinoamericana” implica un gran compromiso con valores como el pluralismo y la autonomía, el respeto a la crítica y al disenso, ausentes tanto en la política y frecuentemente en la academia. Es la principal lección de los días luminosos y de los días oscuros de las ciencias sociales. La segunda es que las tensiones, conflictos y sinergias entre ciencias sociales, política y poder que vienen del pasado, seguirán en el futuro.
El discurso del presidente Correa en Flacso ha desatado una interesante discusión. Allí realizó “una crítica constructiva” a las ciencias sociales y reflexionó sobre la “crisis del pensamiento latinoamericano”. Era el escenario apropiado: en sus palabras, Flacso “se ha transformado en un referente ineludible del mundo académico y político de la región”. No percibí en su discurso ni ambigüedad ni ambivalencia. Fueron palabras claras y directas frente a las cuales es posible señalar acuerdos y desacuerdos, dudas y certezas. En lo personal pensé en la compleja relación entre ciencias sociales, política y poder. Por su imbricación con los problemas de los que deben dar cuenta, las ciencias sociales son interpeladas desde la política, los medios de comunicación, la misma ciudadanía y otros campos intelectuales. Es célebre el desprecio con que Octavio Paz las miraba. Es la gran diferencia con otras ciencias. Su objeto es demasiado importante como para dejarlo libre, afirmaba un sociólogo francés. En A. Latina, la relación entre política, poder y ciencias sociales adquiere una dimensión singular: maldición y bendición. Dependen de la política y mueren en y por ella. Desde el mundo de la política, en conjunción con intereses académicos, surgieron iniciativas como Flacso. Imposible imaginar el Colegio de México, institución emblemática de la región, al margen del sistema político mexicano. No solo son instituciones, son también destinos individuales: la búsqueda de compromiso en el terreno de la política y del cambio llevó a Camilo Torres a dejar la sotana, la cátedra, empuñar las armas y morir; en tanto que a Orlando Fals Borda le llevó a formular una metodología de investigación que poco tenía que ver con los manuales académicos; y a otros, a seguir el camino del exilio. Desde el poder, en los setenta, en Brasil, Uruguay, Argentina y Chile se arrasó con todo lo que tenía relación con las ciencias sociales: su destrucción fue el objetivo privilegiado de las dictaduras. Comparto con el presidente Correa su apreciación de que ha llegado la hora de una revisión “desde una mirada latinoamericana” de las ciencias sociales (en la acepción de Guillermo O’Donnell). Es un camino ya iniciado. Sobre las ruinas de los setenta, se han reconstruido las ciencias sociales latinoamericanas: plurales y heterogéneas. Ya no existe una perspectiva dominante. Desde las experiencias del pasado y de la compleja relación con la política y el poder, la única conclusión posible es que “una mirada latinoamericana” implica un gran compromiso con valores como el pluralismo y la autonomía, el respeto a la crítica y al disenso, ausentes tanto en la política y frecuentemente en la academia. Es la principal lección de los días luminosos y de los días oscuros de las ciencias sociales. La segunda es que las tensiones, conflictos y sinergias entre ciencias sociales, política y poder que vienen del pasado, seguirán en el futuro.
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Diario Hoy - Ecuador/08/11/2007
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