15/11/2007
Opinión
Opinión
Por: Juan Francisco Coloane
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La presencia de una falta de cohesión social y los elevados niveles de inseguridad en las sociedades fueron los temas eje. Después de 25 años de ajuste económico, donde se impuso la privatización acelerada de los servicios públicos, la desregulación casi absoluta del Estado respecto a la protección social y la apertura sin límite de los mercados, el resultado es que las sociedades se desajustaron políticamente con una severidad más profunda de lo esperado. El gran capital nacional e internacional ha constatado la bomba social debido a una subordinación desmedida de la economía a la política. De allí que se hable de la pérdida de cohesión social y de los altos índices de descontento, que derivan en inseguridad e insurgencia. Se ajustó la economía pero se desajustó la política.Pareciera ser que recién se descubre esa falta de cohesión, eufemismo para un arraigado desacomodo y una palpable enajenación convertida en rabia en la sociedad, en esta y otras regiones del planeta. Sin embargo, como es usual en este tipo de foros, los temas recurrentes como pobreza, desigualdad y crecimiento económico, se han transformados en monolitos más que prioridades, y forman el componente obligado del discurso político. Pero, por el acento, cuando el espacio se reduce o las alternativas no cuadran con las expectativas, el destino casi obligado es derivar el grueso de la retórica hacia la filosofía. Desde las melifluas impostaciones de una mayoría del liderazgo presente, para satisfacer el amplio visor financiero y político de las compañías transnacionales, hasta las pataletas del jefe de estado Rey Juan Carlos con Hugo Chávez, la ocasión igualmente fue conciliadora. Como es habitual, al final el escenario sirve para el fenómeno de la conversación bilateral. Es la funcionalidad de este tipo de reuniones gigantescas, proyectadas al público como panacea de la solución de problemas.
La presencia de una falta de cohesión social y los elevados niveles de inseguridad en las sociedades fueron los temas eje. Después de 25 años de ajuste económico, donde se impuso la privatización acelerada de los servicios públicos, la desregulación casi absoluta del Estado respecto a la protección social y la apertura sin límite de los mercados, el resultado es que las sociedades se desajustaron políticamente con una severidad más profunda de lo esperado. El gran capital nacional e internacional ha constatado la bomba social debido a una subordinación desmedida de la economía a la política. De allí que se hable de la pérdida de cohesión social y de los altos índices de descontento, que derivan en inseguridad e insurgencia. Se ajustó la economía pero se desajustó la política.Pareciera ser que recién se descubre esa falta de cohesión, eufemismo para un arraigado desacomodo y una palpable enajenación convertida en rabia en la sociedad, en esta y otras regiones del planeta. Sin embargo, como es usual en este tipo de foros, los temas recurrentes como pobreza, desigualdad y crecimiento económico, se han transformados en monolitos más que prioridades, y forman el componente obligado del discurso político. Pero, por el acento, cuando el espacio se reduce o las alternativas no cuadran con las expectativas, el destino casi obligado es derivar el grueso de la retórica hacia la filosofía. Desde las melifluas impostaciones de una mayoría del liderazgo presente, para satisfacer el amplio visor financiero y político de las compañías transnacionales, hasta las pataletas del jefe de estado Rey Juan Carlos con Hugo Chávez, la ocasión igualmente fue conciliadora. Como es habitual, al final el escenario sirve para el fenómeno de la conversación bilateral. Es la funcionalidad de este tipo de reuniones gigantescas, proyectadas al público como panacea de la solución de problemas.
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Las nuevas condiciones
En pocas palabras, esta XVII Cumbre Iberoamericana desembocó en temas de cultura e identidades. Cultura e identidad es el común denominador que más se puede aplicar en una congregación de países cada vez más forzada, por la heterogeneidad de los mismos y los cambios en el escenario. Desde el período de las primeras diez cumbres, los mismos problemas persisten, aunque las condicionantes han cambiado. El sistema financiero presenta desequilibrios de fondo y las turbulencias parecieran responder a los mecanismos cíclicos de destrucción y reconstrucción de capital. Eso sí hay ahora una diferencia: hay más preocupación de la política por la “política pública” y el término comienza a utilizarse como un comodín. La marcada frecuencia de su uso se expande desde el funcionario público, a las ONG, y el sector privado. Hace casi veinte años cuando se inauguran estas cumbres, con la euforia del crecimiento, el pago de la deuda externa, la aplicación de las políticas de ajuste económico, la palabra Estado era como una criatura a la cual había que mirarla con pragmatismo. La “política pública” se reducía a política fiscal o se escondía en el diván del psicoanálisis de la macroeconomía. Ser tildado de “estatista” significaba pérdida de poder, y “política pública” aparecía como sinónimo de regresión. Se trataba de erradicar la nostalgia por las políticas de bienestar de los años 60 y 70. Hoy día el rol del Estado vuelve con el ropaje de “política pública”, que es más incluyente, cuando la excesiva exclusión causó problemas. Cuando se inauguran estas cumbres emergía también el nuevo escenario político con el colapso de la ex URSS -agitador favorito del Estado- y el aparente fin de la guerra fría. Se justificaba rediseñar el esquema de relaciones internacionales. El cerco cerrado de los preceptos de supremacía global y preservación de la paz, se reemplazaba por un circuito abierto de democracia y expansión de mercados. Con el tiempo, el sistema económico internacional que se reconstruía aceleradamente -con privatización de servicios públicos y redes de infraestructura estratégica de dudoso resultado- se constituye en el principal impedimento para formar un sistema político -local- capaz de absorber con más eficiencia las tensiones sociales que se repetían, con frecuencia en situaciones límite. De pronto por exceso de antagonismo frente al estado, el capital se quedó sin mecanismos de sustentación. Crecimiento económico en sociedades deficitarias en lo social. En la llamada sociedad de la información, en el advenimiento de las redes paralelas al Estado, el aspecto de una base de centralidad es indispensable. Por las situaciones conflictivas extremas en el Medio Oriente, Asia, partes de Europa Central y América Latina, ha quedado claro que sin Estado, o con un Estado en desintegración, el capital disminuye su rentabilidad a niveles insospechados. Sin embargo, frente a un mundo global y regional que tiende a una inestabilidad más profunda que la detectada en la década pasada, las opciones de negociación para que el Estado no continúe su desmantelamiento están reducidas.
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Burocracia iberoamericana
Por mucho que se estire el argumento de la identidad cultural, la burocracia que se proyecta en esta Cumbre se sostiene sobre bases inconsistentes. El componente de la riqueza territorial y demográfica, se incorpora cada vez más en el debate sobre el capital. Desde el punto de vista de los temas como seguridad estratégica y control geopolítico, una congregación iberoamericana aparece como forzada. Para los EEUU y notorios sectores políticos que actualmente gobiernan en la región, Hugo Chávez al mando de Venezuela, representa una amenaza a la seguridad estratégica del hemisferio. Según un estudio elaborado para el Pentágono, Venezuela podría contar con una capacidad para desestabilizar grandes partes de América Latina. (Latin America´s New Secutiry Reality : Irregular Asymmetric Conflict and Hugo Chávez. Max G. Manwaring. SSI Washington.2007). ¿Bajo qué fundamentos la “comunidad iberoamericana” podrá asegurar consistencia, si dos países miembros de la OTAN como Portugal y España aliados de EEUU comparten un foro político con Venezuela? Desde otro ángulo: ¿Cuánto se sostiene un foro que es incapaz de interceder en el bloqueo a Cuba y su exclusión en la OEA?Con la excepción de una propuesta, -que suena bien pero que puede convertirse en otro instrumento demagógico del capital transnacional- como el Convenio de Seguridad Social en los países iberoamericanos, que permitirá a cualquier ciudadano iberoamericano emigrado entre las naciones, pensionarse y recuperar todos los ahorros en previsión, el resto dejó una sensación de retórica que languidece con una notoria fatiga conceptual. Se ha llegado a un punto de letanía y desgaste tal en la elaboración de recetas públicas, que el problema reside en la reiterada frigidez de las ideas de los líderes, que están allí porque la gente los vota. Hay renuencia en admitir que el Estado liberal atraviesa por una profunda crisis reflejada en los problemas de representatividad política. El problema de fondo es académico hasta que estalla la conmoción política, o surgen voces como las de Hugo Chávez, incomodando un debate que ni siquiera escarba la superficie.
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