22/11/07

Desventuras de un socialista de derechas

Chirac pasa por el banquillo de los acusados
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Pero el caso de Chirac es aún más lastimoso. No sólo es el expresidente más destacado en la corrupción, sino que fue el más artero en su política, el más desubicado en asuntos internacionales y el más delirante en su apuesta antiamericana

El exf araón francés corre peligro de sufir amnesia
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Jacques Chirac no pasará a la Historia de Occidente, precisamente, como un campeón de la honestidad ni como un defensor de las libertades. Respecto de lo primero, está pareciendo, responde ahora y seguirá haciéndolo ante la justicia. Se trata de un asunto largamente anunciado puesto que las acusaciones que obran en los tribunales habían sido presentadas ya a comienzos de su primer mandato presidencial y eran vox populi en épocas anteriores.
La imputación de desviación de fondos del ayuntamiento de París, del que fue alcalde desde 1977 y 1995, hacia personajes de su propio partido, a la sazón, RPR, hoy UMP, es un ejemplo de las otras que se refieren a su etapa municipal.
En Francia es harto conocida la costumbre corrupta de financiar a los partidos mediante obras y contratas municipales. Ésta de los “encargados de misión”, de la que está siendo juzgado estos días el expresidente, es una más de las muchas posibilidades fundadas de corrupción en que incurrió. Las obras de colegios de enseñanza, además de los pagos a “comisionados” eran las preferidas para desviar fondos a su partido.
Pero esta ligereza poco honesta de manejarse entre los informes y los fondos no es casual, ni como decimos, excepcional en la Francia estatista. De hecho, el macroestado francés es todo un cúmulo de trasvases de dinero, recursos y favores entre unos sectores sociales y otros. Sindicatos, empresarios mercantilistas y políticos profesionales, es decir, sin otra profesión que la política, se combinan en un juego de saqueo del tesoro público ejercido a ambos lados de la ley.
El pensamiento liberal, entendido como partidario de las libertades individuales y del estado reducido, tiene una rica tradición en Francia, pero, paradójicamente, una escasa implantación práctica. El Estado absorbe la mitad de los recursos nacionales y genera con su gasto una red de dependencias viciadas que hace que, en la práctica, ningún político se sustraiga a la tendencia neosocialista.
Pero el caso de Chirac es aún más lastimoso. No sólo es el expresidente más destacado en la corrupción, sino que fue el más artero en su política, el más desubicado en asuntos internacionales y el más delirante en su apuesta antiamericana. El excalcalde de París mantuvo una política internacional de las que se denominan realistas, en atención, seguramente, a proteger sus intereses económicos personales. Recordemos solamente los episodios de afecto político al tirano Sadam Hussein yan en los años ochenta cuando financiaba su programa nuclear y construía, incluso, el reactor popularmente llamado “O Chirac”.
Ya más recientemente y, si cabe, más dolosamente, el apoyo que él y su ministro Villepin prestaron al “carnicero de Bagdad” utilizando su capacidad de bloqueo en el Consejo de Seguridad de la ONU y otras trapacerías diplomáticas, han resultado muy dañinas. En esta ocasión, los perjuicios para el campo de las libertades fueron claros, pero el desprestigio de la política exterior francesa, que no puede concebirse racionalmente fuera del campo de las naciones que protegen la libertad, fue aún mayor.
Hoy por hoy parece que la política francesa, pilotada por Nicolás Sarkozy, lleva un rumbo diferente. La confrontación con los sindicatos por un mercado laboral más flexible son indicio de apuesta por la libertad económica. Asimismo las declaraciones públicas en favor de un Irán no nuclear y el restablecimiento del vínculo atlántico son alentadoras. Aún así, es muy posible que la maquinaria socializante y progre del Estado francés es demasiado pesada y puede que el actual presidente se acomode a ella.
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Diario de América - USA/22/11/2007

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