Un dólar a la baja, junto con pérdidas sin precedente de General Motors, la amenaza de que el barril de petróleo cueste 100 dólares y más noticias malas en la industria hipotecaria, han causado temor en Wall Street. Por añadidura, Nicolas Sarkozy, presidente de Francia, intensificó la retórica política durante su visita a Washington.
Alarmado porque la debilidad del dólar aumente la competitividad de Estados Unidos (EU) en relación con Europa, Sarkozy expresó al Congreso que el gobierno de George W. Bush tenía que hacer algo con el dólar o arriesgarse a una “guerra económica”. Los observadores de Wall Street se preguntaron si era posible una intervención oficial para apoyar al dólar.
Hace tiempo que una verdadera crisis del dólar ha sido una de las posibilidades más espantosas para la economía mundial. Si de pronto los inversionistas extranjeros abandonasen la divisa estadunidense y el dólar se colapsara, los mercados financieros podrían quebrar, en tanto que el desplome de la moneda restringe la capacidad de la Reserva Federal (Fed) para reducir las tasas de interés. Ese temor se ha exacerbado debido a las crecientes preocupaciones por el alza de los precios del petróleo y de los alimentos.
Por ahora, la pesadilla del dólar es poco probable. El declive de la divisa no es sorprendente ni, al menos hasta esta semana, demasiado veloz. El enorme déficit de cuenta corriente y el diferencial de tasas de interés entre EU y otras grandes economías apuntan a una moneda más débil. Durante los dos meses pasados, la Fed ha reducido las tasas de interés a corto plazo en 0.75 puntos porcentuales. Ante la dimensión del problema crediticio y los temores crecientes de una recesión, aumentan las expectativas de que el banco central reduzca de nuevo los intereses cuando su comité de tasas se reúna el 11 de diciembre.
Por otra parte, los banqueros centrales han permanecido satisfechos o constreñidos. El 6 de noviembre, el Banco de la Reserva de Australia elevó las tasas a corto plazo a 6.75%, invocando la presión inflacionaria. Ambos esperan que el Banco Central europeo y el Banco de Inglaterra mantengan las tasas a corto plazo en 4% y 5.75%, respectivamente.
Si las consideraciones cíclicas apuntan a un dólar más débil, el nerviosismo reciente parece estar provocado por preocupaciones estructurales. Juzgando por el desplome del dólar luego de los comentarios de los funcionarios chinos, a los inversionistas les preocupa que los bancos centrales de las economías emergentes abandonen un dólar enfermizo. A corto plazo, al menos, ese temor es exagerado. La proporción de las reservas de divisas globales que se mantiene en dólares ha descendido en años recientes, pero sólo de manera gradual.
No es probable que los bancos centrales aceleren un desplome total del dólar al hacer cambios dramáticos en sus carteras de reserva. Muchos baluartes del dólar parecen debilitarse. Muchos países que ligan sus divisas al dólar, desde exportadores árabes de petróleo a China, afrontan la presión inflacionaria. A medida que el billete verde se devalúa, estos países tienen más razones domésticas para permitir que sus divisas se eleven.
Hasta ahora, el declive del dólar ha causado poca alarma entre los legisladores estadunidenses. Hay pocas señales de que la depreciación haya agravado las presiones sobre los precios. Y las expectativas inflacionarias, aunque ligeramente al alza, no se han disparado. En cambio, una moneda más débil y el fuerte crecimiento exterior han fomentado la exportación, lo que ha favorecido el crecimiento de la producción y la eliminación de desequilibrios externos, mucho más rápido de lo pensado.
El déficit de cuenta corriente de EU se redujo a 5.5% del PIB durante el segundo trimestre, de un pico de 7% a finales de 2005. Con toda la oratoria oficial de “un dólar fuerte”; un billete verde a la baja no ha quitado el sueño a la mayoría de los legisladores estadunidenses. Sin embargo, una dramática caída del dólar sería otra cosa. Si el alboroto de la primera semana de este mes es un signo de las cosas por venir, la debilidad del dólar podría convertirse en un gran dolor de cabeza./Fuente: EIU
Alarmado porque la debilidad del dólar aumente la competitividad de Estados Unidos (EU) en relación con Europa, Sarkozy expresó al Congreso que el gobierno de George W. Bush tenía que hacer algo con el dólar o arriesgarse a una “guerra económica”. Los observadores de Wall Street se preguntaron si era posible una intervención oficial para apoyar al dólar.
Hace tiempo que una verdadera crisis del dólar ha sido una de las posibilidades más espantosas para la economía mundial. Si de pronto los inversionistas extranjeros abandonasen la divisa estadunidense y el dólar se colapsara, los mercados financieros podrían quebrar, en tanto que el desplome de la moneda restringe la capacidad de la Reserva Federal (Fed) para reducir las tasas de interés. Ese temor se ha exacerbado debido a las crecientes preocupaciones por el alza de los precios del petróleo y de los alimentos.
Por ahora, la pesadilla del dólar es poco probable. El declive de la divisa no es sorprendente ni, al menos hasta esta semana, demasiado veloz. El enorme déficit de cuenta corriente y el diferencial de tasas de interés entre EU y otras grandes economías apuntan a una moneda más débil. Durante los dos meses pasados, la Fed ha reducido las tasas de interés a corto plazo en 0.75 puntos porcentuales. Ante la dimensión del problema crediticio y los temores crecientes de una recesión, aumentan las expectativas de que el banco central reduzca de nuevo los intereses cuando su comité de tasas se reúna el 11 de diciembre.
Por otra parte, los banqueros centrales han permanecido satisfechos o constreñidos. El 6 de noviembre, el Banco de la Reserva de Australia elevó las tasas a corto plazo a 6.75%, invocando la presión inflacionaria. Ambos esperan que el Banco Central europeo y el Banco de Inglaterra mantengan las tasas a corto plazo en 4% y 5.75%, respectivamente.
Si las consideraciones cíclicas apuntan a un dólar más débil, el nerviosismo reciente parece estar provocado por preocupaciones estructurales. Juzgando por el desplome del dólar luego de los comentarios de los funcionarios chinos, a los inversionistas les preocupa que los bancos centrales de las economías emergentes abandonen un dólar enfermizo. A corto plazo, al menos, ese temor es exagerado. La proporción de las reservas de divisas globales que se mantiene en dólares ha descendido en años recientes, pero sólo de manera gradual.
No es probable que los bancos centrales aceleren un desplome total del dólar al hacer cambios dramáticos en sus carteras de reserva. Muchos baluartes del dólar parecen debilitarse. Muchos países que ligan sus divisas al dólar, desde exportadores árabes de petróleo a China, afrontan la presión inflacionaria. A medida que el billete verde se devalúa, estos países tienen más razones domésticas para permitir que sus divisas se eleven.
Hasta ahora, el declive del dólar ha causado poca alarma entre los legisladores estadunidenses. Hay pocas señales de que la depreciación haya agravado las presiones sobre los precios. Y las expectativas inflacionarias, aunque ligeramente al alza, no se han disparado. En cambio, una moneda más débil y el fuerte crecimiento exterior han fomentado la exportación, lo que ha favorecido el crecimiento de la producción y la eliminación de desequilibrios externos, mucho más rápido de lo pensado.
El déficit de cuenta corriente de EU se redujo a 5.5% del PIB durante el segundo trimestre, de un pico de 7% a finales de 2005. Con toda la oratoria oficial de “un dólar fuerte”; un billete verde a la baja no ha quitado el sueño a la mayoría de los legisladores estadunidenses. Sin embargo, una dramática caída del dólar sería otra cosa. Si el alboroto de la primera semana de este mes es un signo de las cosas por venir, la debilidad del dólar podría convertirse en un gran dolor de cabeza./Fuente: EIU
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La Jornada - Mexico/20/11/2007
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