Uno de los fantasmas del mundo moderno es el precio del petróleo, cuyas alzas vertiginosas marcaron las crisis mundiales de 1973 y 1979. Hace 5 años, cuando el barril andaba por los 25 dólares, nadie imaginaba que pudiera llegar a 100. Algo que casi sucede la semana pasada. Semejante disparada ha dado para toda clase de cábalas, unas menos acertadas que otras.Por una parte, es un hecho que tal aumento de precios cambia el balance de fuerzas económicas y políticas del planeta, premiando con enormes recursos a los países exportadores a costa de los consumidores. Naciones como Rusia, Irán, Venezuela y los países árabes han cobrado una importancia económica inusitada. Junto a un consumidor rico como China, sus 'fondos soberanos', constituidos con el acumulado de la venta de petróleo, rivalizan -quién lo habría dicho hace unos años- en el mercado financiero con los fondos de inversión tradicionales.Por otra parte, ya es un lugar común señalar que este poderío económico viene de la mano con la 'petrocracia', un tipo de régimen autoritario que puede ser aliado de Estados Unidos, como Arabia Saudita o las naciones del Golfo, o usar el oro negro a manos llenas para promover causas políticas contestatarias y nacionalistas, como las de Hugo Chávez, en Venezuela, Mahmud Ahmadinejad en Irán o Vladimir Putin, en Rusia. Personajes como Chávez y Ahmadinejad no ocultan su intención de hacer política con el precio del crudo, como propusieron el sábado -sin éxito- en la cumbre de la Opep.Se dice que nunca había estado tan alto el petróleo, y desde cuando estuvo a 50 dólares el barril no pocos han predicho otra crisis mundial. Se trata de un máximo histórico, pero, en términos reales, el precio está al nivel de 1980, cuando ocurrió el fallido rescate de los rehenes de la embajada estadounidense en Teherán.Las razones del aumento son tan distintas como pueden serlo sus consecuencias. Mientras los precios de 1973-1980 se atribuyeron a las tensiones de Oriente Medio, que cerraron el grifo, los de hoy obedecen a un aumento de la demanda, especialmente de India y China (sin desconocer los efectos del 11 de septiembre y la invasión de Irak). Hasta ahora no se han producido inflación ni alzas de otros precios -salvo los del trigo, maíz y arroz, atribuidos a los biocombustibles-, ni se avizora una recesión. Se predice una en E.U., por la combinación con el apretón hipotecario y crediticio, pero hay consenso en que la dinámica de las 'economías emergentes' puede sostener la economía mundial. Muchos piensan que la demanda seguirá empujando los precios del crudo, aunque hay quienes opinan que esto se debe a especulación y que, una vez los inversionistas tomen sus ganancias, el precio caería al promedio de estos 50 años, unos 35 dólares de hoy.No falta, por último, quien prediga el fin del petróleo. Es imposible medir las reservas con exactitud (al ritmo actual de consumo, unos 30.000 millones de barriles al año, y un crecimiento de 2 por ciento anual, darían mínimo para este siglo), pero hay dos motivos para no ser muy pesimista. Uno es que el alto precio del petróleo ha incentivado la búsqueda de fuentes alternativas de energía y ha hecho rentables explotaciones antes inviables, como las arenas bituminosas de Canadá, el crudo pesado del Orinoco y la perforación profunda.El otro es Tupi, el pozo con entre 5.000 y 8.000 millones de barriles, cuyo descubrimiento pone a Brasil entre las grandes ligas de los productores de petróleo, con las consecuencias que ello supone (¿qué dirá Hugo Chávez?). Otra prueba de que, más caro de lo que casi todo el mundo previó y quizá menos escaso de lo que muchos creen, el petróleo seguirá mandando por un rato.
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El Tiempo - Colombia/20/11/2007
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