La contienda de la guerra fría se establecía entre dos Estados y que por tanto el esquema era el de apoyar a quien estuviera en contra de la amenaza comunista.
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Turquía e Irak
La irrupción de un actor estatal más aunque sea aliado de EEUU en el panorama iraquí, no es deseable desde ningún punto de vista, más cuando puede abocar a un enfrentamiento entre dos de sus más fuertes aliados árabes Irak y Turquía.
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El delirio iraní no tiene límites en su afán propagandístico contra EEUU e Israel. Porque más allá de sus propias fronteras donde la propaganda puede envenenar la mente de ciertos iraníes, fuera resultan del todo inverosímiles. Y es digno de recordar que la población iraní es bastante culta y tiene una buena conexión con lo que pasa en el mundo.
El hermetismo que se da en otras dictaduras o regímenes autoritarios como puede ser Irán, disfrazada de república cuando es una teocracia fundamentalista, por suerte todavía no ha alcanzado grandes cotas, aunque los movimientos de su presidente Ahmadineyad empiezan a indicar formas más severas de apuntalar el régimen clerical.
Irán ha vuelto a desvelar lo que verdaderamente es, con la acusación contra EEUU e Israel de apoyar al PKK, los terroristas de la zona conocida como Kurdistán que se reparte entre Irak, Irán, Turquía y en proporciones menores, Siria.
Primero destacar que por principios ninguno de los dos países acusados tiene alianzas con ningún tipo de grupo terrorista.
Israel sabe mejor que ningún otro país en el planeta lo que es el terrorismo, y de ninguna de las maneras va a apoyar a ningún grupo aun cuando les beneficiase. Viene a la mente el grupo terrorista Irgún pero de él lo que queda es nada.
Estados Unidos ha podido tener cierto coqueteo con algunos grupos durante la guerra fría cuando el enemigo a batir era el comunismo: por ejemplo el apoyo a los muyahidines contra los soviéticos en Afganistán. Pero este respaldo que dejaba de lado los principios democráticos se apoyaba en una concepción de intereses geoestratégicos fruto de la realpolitik donde escoger el mal menor siguiendo una política realista era la tónica no sólo predominante sino deseable. Era una visión de partida de ajedrez que no contaba con presupuestos morales. Con Reagan los principios morales eran parte fundamental en lucha contra la Unión Soviética pero nunca en la escala en la que Bush se ha apoyado en su doctrina que hace de esos principios el eje central de su política exterior, sin dejar nunca de lado una gran dosis imprescindible de realismo. Reagan hacía de la moralidad un fin, y Bush un medio y un fin.
También hay que destacar que la contienda de la guerra fría se establecía entre dos Estados y que por tanto el esquema era el de apoyar a quien estuviera en contra de la amenaza comunista.
Sin embargo eso ha cambiado, y el gran objetivo de acabar con la gran amenaza sustituta del comunismo, el terrorismo, pone en lugar central que precisamente no se pueda apoyar a uno de esos grupos.
Más desconcierto si cabe gira en torno a la idea de la trama conspirativa de EEUU e Israel unidos para hacer valer sus deseos hegemónicos sobre el planeta. Este tipo de afirmaciones recuerdan a situaciones e ideas pretéritas que por desgracia no han abandonado la mente de la izquierda y que muy hábilmente utilizan todos los regímenes despóticos que hay en el mundo.
Una última y definitiva argumentación aplastantemente convincente, radica en el simple hecho de que a EEUU e Israel no les conviene para nada más convulsión en Oriente Medio. Todo lo que quieren es que las sociedades árabes cambien, avancen hacia el progreso, la libertad y el comercio, y que abandonen el radicalismo de su agenda como forma de alcanzar la prosperidad. Este cambio es silencioso y lento, pero por desgracia ése es el camino a largo plazo.
La irrupción de un actor estatal más aunque sea aliado de EEUU en el panorama iraquí, no es deseable desde ningún punto de vista, más cuando puede abocar a un enfrentamiento entre dos de sus más fuertes aliados árabes Irak y Turquía.
Finalmente la crisis actual está contribuyendo de manera extraordinariamente considerable en un aumento del precio del petróleo rozando ya casi la barrera psicológica de los 100 dólares el barril, algo que puede poner hacer contener el aliento a Occidente.
Las majaderías iraníes sólo pueden convencer a aquél que maliciosamente vea en EEUU e Israel las fuerzas perversas del mundo, y a las clases menos educadas de los países subdesarrollados o en crecimiento. Aunque ello tampoco es condición sine qua non para hacer el coro a los dirigentes más déspotas del planeta.
El delirio iraní no tiene límites en su afán propagandístico contra EEUU e Israel. Porque más allá de sus propias fronteras donde la propaganda puede envenenar la mente de ciertos iraníes, fuera resultan del todo inverosímiles. Y es digno de recordar que la población iraní es bastante culta y tiene una buena conexión con lo que pasa en el mundo.
El hermetismo que se da en otras dictaduras o regímenes autoritarios como puede ser Irán, disfrazada de república cuando es una teocracia fundamentalista, por suerte todavía no ha alcanzado grandes cotas, aunque los movimientos de su presidente Ahmadineyad empiezan a indicar formas más severas de apuntalar el régimen clerical.
Irán ha vuelto a desvelar lo que verdaderamente es, con la acusación contra EEUU e Israel de apoyar al PKK, los terroristas de la zona conocida como Kurdistán que se reparte entre Irak, Irán, Turquía y en proporciones menores, Siria.
Primero destacar que por principios ninguno de los dos países acusados tiene alianzas con ningún tipo de grupo terrorista.
Israel sabe mejor que ningún otro país en el planeta lo que es el terrorismo, y de ninguna de las maneras va a apoyar a ningún grupo aun cuando les beneficiase. Viene a la mente el grupo terrorista Irgún pero de él lo que queda es nada.
Estados Unidos ha podido tener cierto coqueteo con algunos grupos durante la guerra fría cuando el enemigo a batir era el comunismo: por ejemplo el apoyo a los muyahidines contra los soviéticos en Afganistán. Pero este respaldo que dejaba de lado los principios democráticos se apoyaba en una concepción de intereses geoestratégicos fruto de la realpolitik donde escoger el mal menor siguiendo una política realista era la tónica no sólo predominante sino deseable. Era una visión de partida de ajedrez que no contaba con presupuestos morales. Con Reagan los principios morales eran parte fundamental en lucha contra la Unión Soviética pero nunca en la escala en la que Bush se ha apoyado en su doctrina que hace de esos principios el eje central de su política exterior, sin dejar nunca de lado una gran dosis imprescindible de realismo. Reagan hacía de la moralidad un fin, y Bush un medio y un fin.
También hay que destacar que la contienda de la guerra fría se establecía entre dos Estados y que por tanto el esquema era el de apoyar a quien estuviera en contra de la amenaza comunista.
Sin embargo eso ha cambiado, y el gran objetivo de acabar con la gran amenaza sustituta del comunismo, el terrorismo, pone en lugar central que precisamente no se pueda apoyar a uno de esos grupos.
Más desconcierto si cabe gira en torno a la idea de la trama conspirativa de EEUU e Israel unidos para hacer valer sus deseos hegemónicos sobre el planeta. Este tipo de afirmaciones recuerdan a situaciones e ideas pretéritas que por desgracia no han abandonado la mente de la izquierda y que muy hábilmente utilizan todos los regímenes despóticos que hay en el mundo.
Una última y definitiva argumentación aplastantemente convincente, radica en el simple hecho de que a EEUU e Israel no les conviene para nada más convulsión en Oriente Medio. Todo lo que quieren es que las sociedades árabes cambien, avancen hacia el progreso, la libertad y el comercio, y que abandonen el radicalismo de su agenda como forma de alcanzar la prosperidad. Este cambio es silencioso y lento, pero por desgracia ése es el camino a largo plazo.
La irrupción de un actor estatal más aunque sea aliado de EEUU en el panorama iraquí, no es deseable desde ningún punto de vista, más cuando puede abocar a un enfrentamiento entre dos de sus más fuertes aliados árabes Irak y Turquía.
Finalmente la crisis actual está contribuyendo de manera extraordinariamente considerable en un aumento del precio del petróleo rozando ya casi la barrera psicológica de los 100 dólares el barril, algo que puede poner hacer contener el aliento a Occidente.
Las majaderías iraníes sólo pueden convencer a aquél que maliciosamente vea en EEUU e Israel las fuerzas perversas del mundo, y a las clases menos educadas de los países subdesarrollados o en crecimiento. Aunque ello tampoco es condición sine qua non para hacer el coro a los dirigentes más déspotas del planeta.
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Diario de América - USA/02/11/2007
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