Hay parte de poesía perversa en el hecho que Annápolis tenga lugar la misma semana que el 60 aniversario que la Asamblea General de la ONU recomendaba que el Mandato británico fuera partido entre un estado árabe y un estado judío.
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por Caroline Glick
por Caroline Glick
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Hay parte de poesía perversa en el hecho de que la conferencia de Annápolis tenga lugar en la misma semana que el 60 aniversario de la recomendación de la Asamblea General de la ONU que recomendaba que el Mandato de Palestina británico fuera partido entre un estado árabe y un estado judío.
Lo que la coincidencia de sucesos sirve para demostrar es justamente lo poco que ha cambiado en los últimos 60 años.
Tanto la resolución de la ONU de 1947 como la conferencia de Annápolis están dedicadas a la tarea de obligar al pueblo judío a comprometer sus derechos en una apuesta por apaciguar a los vecinos de Israel, que aún después de 60 años mantienen su rechazo a aceptar el derecho del pueblo judío a la soberanía sobre su territorio. Y ambas son presentadas por el gobierno israelí como un logro diplomático.
El gobierno Olmert, respaldado por los izquierdistas medios israelíes, ha presentado la decisión de estados árabes y musulmanes como Arabia Saudí, Siria o Indonesia - que no aceptan el derecho de Israel a existir - de participar en la conferencia de Annápolis como importante avance. Pero esto son tonterías. Los representantes de todos estos estados utilizan su plataforma ofrecida por los americanos para condenar a Israel, igual que utilizan cualquier otra plataforma internacional que se preste para hacerlo.
De igual manera, el gobierno Olmert, respaldado por los izquierdistas medios de Israel, celebra la resolución de la ONU de 1947 como si fuera el fundamento de la legitimidad internacional de Israel. Esto no solamente es incorrecto, sino que a lo largo de los años la percepción de que Israel debe su legitimidad a una resolución de la ONU ha tenido un efecto corrosivo sobre la capacidad de Israel de dirigir su política exterior en un sentido que impulse sus intereses nacionales. Este efecto es claramente evidente en la gestión de la política exterior por parte del gobierno Olmert.
EL 29 DE NOVIEMBRE DE 1947, la Asamblea General de la ONU aprobaba la resolución 181. En calidad de resolución de la Asamblea General, la 181 no tiene ningún vínculo de Derecho internacional. La base legal internacional del estado judío fue el Mandato de Palestina de la Liga de Naciones de 1922, el cual encarga al gobierno británico administrar la zona reservada como el futuro estado judío.
En la práctica, si es que sirve de algo, la resolución 181 pretendía legitimar las maniobras ilegales realizadas por Gran Bretaña hasta la finalización de su mandato. Como deja claro el mandato de la Liga de Naciones, se suponía que Gran Bretaña presidía sobre el territorio del Mandato de Palestina y fomentaría la creación de un estado judío que con el tiempo iba a reemplazar al gobierno mandatario británico. Pero casi desde el punto de partida, los británicos hicieron exactamente lo contrario. Crearon el Reino Hashemita de Transjordania en la mayor parte del territorio reservado al estado judío. Además, dieron todos los pasos posibles para evitar que los judíos establecieran un estado en lo que quedaba del territorio. Impidieron la inmigración judía y limitaron los derechos de los judíos a adquirir tierra y a asentarse a exclusivamente una pequeña porción del territorio -- el que estuvieron seguros que era demasiado pequeño como para albergar un estado soberano.
Fue debido al fracaso británico a la hora de destruir el sionismo e impedir al pueblo judío establecer su estado que el plan de partición de la ONU vio la luz. Es decir, lejos de establecer un estado judío, la 181 simplemente acepta una entidad nacional ya existente. A pesar de los mejores esfuerzos de Gran Bretaña, los judíos habían establecido ya su estado en 1947. Habría existido incluso si la resolución no se hubiera aprobado.
Lamentablemente, en lugar de reconocer el sustrato legal real de Israel y a pesar de sus propios derechos a Judea, Samaria y Jerusalén, Israel actúa como si sus fronteras legítimas estuvieran decididas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Su mal encaminada gratitud hacia la ONU ha provocado que los sucesivos gobiernos israelíes ignoren y rebajen el maltrato a Israel por parte de la ONU.
Durante los últimos 40 años, lejos de estar a la altura de la elevada opinión que tiene Israel, la ONU ha sido el principal motor detrás de la campaña de negación del derecho de Israel a existir. La ONU ha relegado a Israel al estatus de ciudadano de segunda clase, sufriendo discriminación sistemática a lo largo y ancho de todo el sistema de la ONU. El injusto trato de la ONU a Israel coloca a la ONU en violación de la aserción de su propia carta fundacional de que todos los estados serán tratados igualmente. Y en realidad, ello ha corrompido a la organización más allá de cualquier reparación.
ALLÁ POR 1975, el embajador israelí ante la ONU Chaim Herzog comparecía ante la Asamblea General y rompía la antisemita resolución de la entidad que definía el sionismo como una forma de racismo. Pero a lo largo de los últimos 15 años, la capacidad de Israel de plantar cara a la discriminación de Naciones Unidas se ha erosionado. Esta erosión de la capacidad de Israel de reconocer como tal la beligerancia de la ONU ha sido llevada a nuevas cotas bajo el gobierno Olmert. Lejos de tratar a la ONU como se merece, el Primer Ministro Ehud Olmert y la Ministro de Exteriores Tzipi Livni han apoyado a la hostil entidad y la han dotado de poder para determinar la política internacional en materia de las tres mayores amenazas para la seguridad nacional de Israel: el programa de armamento nuclear de Irán; el poder de Hezbolá en el Líbano; y la campaña bélica política y de terror de los palestinos contra el estado judío.
Desde que el programa de armamento nuclear iraní quedara por primera vez en evidencia en el 2002, Israel ha apoyado los esfuerzos norteamericanos de tratar la amenaza a través del Consejo de Seguridad de la ONU. A la luz del apoyo ruso y chino a Irán, esta política nunca tuvo sentido. Y aún así, mientras Irán se aproxima cada vez más a la capacidad nuclear, Israel ha subordinado durante cinco años sus esfuerzos de frustrar el progreso nuclear de Irán a una entidad que institucionalmente es incapaz de hacer algo para evitar que Irán consiga la bomba.
Durante la guerra con Hezbolá en el 2006, el Consejo de Seguridad de la ONU lideró la carga de condena a Israel. Pero en lugar de marginar a la hostil entidad, el gobierno elegía darle aún más poder. El Consejo de Seguridad, que a diario celebró sesiones especiales para atacar a Israel y acusarle de crímenes de guerra, fue autorizado a fijar los términos del alto el fuego. E Israel apoyó su resolución de alto el fuego que permitió rearmarse a Hezbolá y reafirmar su control no solamente sobre el sur del Líbano, sino al norte del río Litani.
Israel también presionó con entusiasmo en favor de la expansión de la fuerza UNIFIL al sur del Líbano, bajo cuyas narices se ha permitido rearmarse a Hezbolá y se ha prohibido que Israel tome acciones militares para neutralizar la inminente amenaza contra su territorio.
FINALMENTE ESTÁN LOS PALESTINOS. El día en que Israel celebra el 60 aniversario de la resolución 181, la ONU está de luto en el día oficial de solidaridad con el pueblo palestino. En la práctica, la ONU conmemorará el aniversario aprobando una docena de resoluciones de condena a Israel, la mayor parte presentadas por los mismos países que enviaron representantes a Annápolis a condenar a Israel.
Al igual que con Irán y Hezbolá y los palestinos, el gobierno Olmert ha respondido a la creciente radicalización de la sociedad de los palestinos expandiendo la autoridad de la ONU sobre el conflicto. En ninguna parte esto es más obvio que en la promoción del gobierno de la agencia de labores humanitarias de la ONU.
Después de que Hamas ganara las elecciones palestinas de enero de 2006, Israel convocó a la comunidad internacional para expandir su apoyo financiero a la UNRWA. La UNRWA, que dirige los campamentos de refugiados palestinos, permite que esos campamentos sean utilizados como bases del terror. El único propósito de la agencia es perpetuar la situación de los llamados refugiados palestinos y sus descendientes, impidiendo que se reasienten de manera permanente en los países donde llevan cuatro generaciones viviendo. Y aún así, el gobierno Olmert se ha convertido en uno de los defensores más fervientes de la agencia.
El gobierno Olmert denigra a sus críticos, que señalan que la conferencia de Annápolis es perjudicial para los intereses de seguridad nacional de Israel como anti-paz. Por el mismo motivo, ataca a los partidarios de Israel que critican a la ONU por sus políticas antiisraelíes. El 18 de noviembre, expertos en Derecho internacional, legisladores norteamericanos y diplomáticos israelíes jubilados se reunieron en Nueva York en una conferencia titulada: "Secuestrando los derechos humanos: la demonización de Israel por parte de Naciones Unidas", patrocinada por el Touro College, el Hudson Institute y la Asociación Norteamericana de Abogados y Juristas Judíos. El único defensor de la ONU en el cónclave fue el embajador de la ONU en funciones Daniel Carmon.
Carmon trivializó el efecto del trato discriminatorio a Israel por parte de la ONU como simplemente desagradable, y calificó a la ONU de útil en Irán, los palestinos y el Líbano. Criticó a los defensores de Israel por atacar a la ONU y en general hizo todo lo que pudo por desmoralizar a su audiencia.
Como declaraba Esther Kandel al Jewish Week, una activista judía que ha estado presionando al Congreso de los Estados Unidos para que suspenda la financiación a la UNRWA por su apoyo al terrorismo, "No ayuda a que estemos trabajando en educar a los miembros del Congreso en materia del fraude y las prácticas oscuras de la UNRWA teniendo a un representante de Israel que dice que la agencia es algo bueno. Me siento menoscabada y socavada por el gobierno israelí en la materia".
El problema que afrontan los partidarios de Israel a la hora de tratar con el gobierno Olmert es el mismo que sufren los israelíes que comprenden lo peligrosa y autodestructiva que es la política exterior del gobierno. En ambos casos, los mismos funcionarios ciegos que creen haber logrado algo cuando los estados árabes e islámicos se ponen de acuerdo para sentarse a la misma mesa que los israelíes y condenan al estado judío por toda excusa posible, y que ven una fracasada resolución de la ONU legalmente insignificante como un gran logro diplomático, son los que llevan las riendas.
Hasta que Israel logre unos líderes que dirijan una política exterior basada en el reconocimiento de la realidad y la celebración de los logros del pueblo judío en la construcción y la protección del estado, los partidarios de Israel seguirán estando confundidos por el gobierno israelí, y el pueblo israelí seguirá siendo atacado y humillado.
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Hay parte de poesía perversa en el hecho de que la conferencia de Annápolis tenga lugar en la misma semana que el 60 aniversario de la recomendación de la Asamblea General de la ONU que recomendaba que el Mandato de Palestina británico fuera partido entre un estado árabe y un estado judío.
Lo que la coincidencia de sucesos sirve para demostrar es justamente lo poco que ha cambiado en los últimos 60 años.
Tanto la resolución de la ONU de 1947 como la conferencia de Annápolis están dedicadas a la tarea de obligar al pueblo judío a comprometer sus derechos en una apuesta por apaciguar a los vecinos de Israel, que aún después de 60 años mantienen su rechazo a aceptar el derecho del pueblo judío a la soberanía sobre su territorio. Y ambas son presentadas por el gobierno israelí como un logro diplomático.
El gobierno Olmert, respaldado por los izquierdistas medios israelíes, ha presentado la decisión de estados árabes y musulmanes como Arabia Saudí, Siria o Indonesia - que no aceptan el derecho de Israel a existir - de participar en la conferencia de Annápolis como importante avance. Pero esto son tonterías. Los representantes de todos estos estados utilizan su plataforma ofrecida por los americanos para condenar a Israel, igual que utilizan cualquier otra plataforma internacional que se preste para hacerlo.
De igual manera, el gobierno Olmert, respaldado por los izquierdistas medios de Israel, celebra la resolución de la ONU de 1947 como si fuera el fundamento de la legitimidad internacional de Israel. Esto no solamente es incorrecto, sino que a lo largo de los años la percepción de que Israel debe su legitimidad a una resolución de la ONU ha tenido un efecto corrosivo sobre la capacidad de Israel de dirigir su política exterior en un sentido que impulse sus intereses nacionales. Este efecto es claramente evidente en la gestión de la política exterior por parte del gobierno Olmert.
EL 29 DE NOVIEMBRE DE 1947, la Asamblea General de la ONU aprobaba la resolución 181. En calidad de resolución de la Asamblea General, la 181 no tiene ningún vínculo de Derecho internacional. La base legal internacional del estado judío fue el Mandato de Palestina de la Liga de Naciones de 1922, el cual encarga al gobierno británico administrar la zona reservada como el futuro estado judío.
En la práctica, si es que sirve de algo, la resolución 181 pretendía legitimar las maniobras ilegales realizadas por Gran Bretaña hasta la finalización de su mandato. Como deja claro el mandato de la Liga de Naciones, se suponía que Gran Bretaña presidía sobre el territorio del Mandato de Palestina y fomentaría la creación de un estado judío que con el tiempo iba a reemplazar al gobierno mandatario británico. Pero casi desde el punto de partida, los británicos hicieron exactamente lo contrario. Crearon el Reino Hashemita de Transjordania en la mayor parte del territorio reservado al estado judío. Además, dieron todos los pasos posibles para evitar que los judíos establecieran un estado en lo que quedaba del territorio. Impidieron la inmigración judía y limitaron los derechos de los judíos a adquirir tierra y a asentarse a exclusivamente una pequeña porción del territorio -- el que estuvieron seguros que era demasiado pequeño como para albergar un estado soberano.
Fue debido al fracaso británico a la hora de destruir el sionismo e impedir al pueblo judío establecer su estado que el plan de partición de la ONU vio la luz. Es decir, lejos de establecer un estado judío, la 181 simplemente acepta una entidad nacional ya existente. A pesar de los mejores esfuerzos de Gran Bretaña, los judíos habían establecido ya su estado en 1947. Habría existido incluso si la resolución no se hubiera aprobado.
Lamentablemente, en lugar de reconocer el sustrato legal real de Israel y a pesar de sus propios derechos a Judea, Samaria y Jerusalén, Israel actúa como si sus fronteras legítimas estuvieran decididas por el Consejo de Seguridad de la ONU. Su mal encaminada gratitud hacia la ONU ha provocado que los sucesivos gobiernos israelíes ignoren y rebajen el maltrato a Israel por parte de la ONU.
Durante los últimos 40 años, lejos de estar a la altura de la elevada opinión que tiene Israel, la ONU ha sido el principal motor detrás de la campaña de negación del derecho de Israel a existir. La ONU ha relegado a Israel al estatus de ciudadano de segunda clase, sufriendo discriminación sistemática a lo largo y ancho de todo el sistema de la ONU. El injusto trato de la ONU a Israel coloca a la ONU en violación de la aserción de su propia carta fundacional de que todos los estados serán tratados igualmente. Y en realidad, ello ha corrompido a la organización más allá de cualquier reparación.
ALLÁ POR 1975, el embajador israelí ante la ONU Chaim Herzog comparecía ante la Asamblea General y rompía la antisemita resolución de la entidad que definía el sionismo como una forma de racismo. Pero a lo largo de los últimos 15 años, la capacidad de Israel de plantar cara a la discriminación de Naciones Unidas se ha erosionado. Esta erosión de la capacidad de Israel de reconocer como tal la beligerancia de la ONU ha sido llevada a nuevas cotas bajo el gobierno Olmert. Lejos de tratar a la ONU como se merece, el Primer Ministro Ehud Olmert y la Ministro de Exteriores Tzipi Livni han apoyado a la hostil entidad y la han dotado de poder para determinar la política internacional en materia de las tres mayores amenazas para la seguridad nacional de Israel: el programa de armamento nuclear de Irán; el poder de Hezbolá en el Líbano; y la campaña bélica política y de terror de los palestinos contra el estado judío.
Desde que el programa de armamento nuclear iraní quedara por primera vez en evidencia en el 2002, Israel ha apoyado los esfuerzos norteamericanos de tratar la amenaza a través del Consejo de Seguridad de la ONU. A la luz del apoyo ruso y chino a Irán, esta política nunca tuvo sentido. Y aún así, mientras Irán se aproxima cada vez más a la capacidad nuclear, Israel ha subordinado durante cinco años sus esfuerzos de frustrar el progreso nuclear de Irán a una entidad que institucionalmente es incapaz de hacer algo para evitar que Irán consiga la bomba.
Durante la guerra con Hezbolá en el 2006, el Consejo de Seguridad de la ONU lideró la carga de condena a Israel. Pero en lugar de marginar a la hostil entidad, el gobierno elegía darle aún más poder. El Consejo de Seguridad, que a diario celebró sesiones especiales para atacar a Israel y acusarle de crímenes de guerra, fue autorizado a fijar los términos del alto el fuego. E Israel apoyó su resolución de alto el fuego que permitió rearmarse a Hezbolá y reafirmar su control no solamente sobre el sur del Líbano, sino al norte del río Litani.
Israel también presionó con entusiasmo en favor de la expansión de la fuerza UNIFIL al sur del Líbano, bajo cuyas narices se ha permitido rearmarse a Hezbolá y se ha prohibido que Israel tome acciones militares para neutralizar la inminente amenaza contra su territorio.
FINALMENTE ESTÁN LOS PALESTINOS. El día en que Israel celebra el 60 aniversario de la resolución 181, la ONU está de luto en el día oficial de solidaridad con el pueblo palestino. En la práctica, la ONU conmemorará el aniversario aprobando una docena de resoluciones de condena a Israel, la mayor parte presentadas por los mismos países que enviaron representantes a Annápolis a condenar a Israel.
Al igual que con Irán y Hezbolá y los palestinos, el gobierno Olmert ha respondido a la creciente radicalización de la sociedad de los palestinos expandiendo la autoridad de la ONU sobre el conflicto. En ninguna parte esto es más obvio que en la promoción del gobierno de la agencia de labores humanitarias de la ONU.
Después de que Hamas ganara las elecciones palestinas de enero de 2006, Israel convocó a la comunidad internacional para expandir su apoyo financiero a la UNRWA. La UNRWA, que dirige los campamentos de refugiados palestinos, permite que esos campamentos sean utilizados como bases del terror. El único propósito de la agencia es perpetuar la situación de los llamados refugiados palestinos y sus descendientes, impidiendo que se reasienten de manera permanente en los países donde llevan cuatro generaciones viviendo. Y aún así, el gobierno Olmert se ha convertido en uno de los defensores más fervientes de la agencia.
El gobierno Olmert denigra a sus críticos, que señalan que la conferencia de Annápolis es perjudicial para los intereses de seguridad nacional de Israel como anti-paz. Por el mismo motivo, ataca a los partidarios de Israel que critican a la ONU por sus políticas antiisraelíes. El 18 de noviembre, expertos en Derecho internacional, legisladores norteamericanos y diplomáticos israelíes jubilados se reunieron en Nueva York en una conferencia titulada: "Secuestrando los derechos humanos: la demonización de Israel por parte de Naciones Unidas", patrocinada por el Touro College, el Hudson Institute y la Asociación Norteamericana de Abogados y Juristas Judíos. El único defensor de la ONU en el cónclave fue el embajador de la ONU en funciones Daniel Carmon.
Carmon trivializó el efecto del trato discriminatorio a Israel por parte de la ONU como simplemente desagradable, y calificó a la ONU de útil en Irán, los palestinos y el Líbano. Criticó a los defensores de Israel por atacar a la ONU y en general hizo todo lo que pudo por desmoralizar a su audiencia.
Como declaraba Esther Kandel al Jewish Week, una activista judía que ha estado presionando al Congreso de los Estados Unidos para que suspenda la financiación a la UNRWA por su apoyo al terrorismo, "No ayuda a que estemos trabajando en educar a los miembros del Congreso en materia del fraude y las prácticas oscuras de la UNRWA teniendo a un representante de Israel que dice que la agencia es algo bueno. Me siento menoscabada y socavada por el gobierno israelí en la materia".
El problema que afrontan los partidarios de Israel a la hora de tratar con el gobierno Olmert es el mismo que sufren los israelíes que comprenden lo peligrosa y autodestructiva que es la política exterior del gobierno. En ambos casos, los mismos funcionarios ciegos que creen haber logrado algo cuando los estados árabes e islámicos se ponen de acuerdo para sentarse a la misma mesa que los israelíes y condenan al estado judío por toda excusa posible, y que ven una fracasada resolución de la ONU legalmente insignificante como un gran logro diplomático, son los que llevan las riendas.
Hasta que Israel logre unos líderes que dirijan una política exterior basada en el reconocimiento de la realidad y la celebración de los logros del pueblo judío en la construcción y la protección del estado, los partidarios de Israel seguirán estando confundidos por el gobierno israelí, y el pueblo israelí seguirá siendo atacado y humillado.
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