El Gobierno de Nueva Delhi se vio obligado a ceder ante las amenazas de la izquierda parlamentaria, comprometiéndose a no llevar a cabo, bajo pena de elecciones anticipadas, el acuerdo con Estados Unidos sobre el abastecimiento nuclear. Pero pocos días después se rectificó esta decisión y se dispuso una cierta apertura al estipularse que el proyecto nuclear dependería de la firma de un acuerdo previo preventivo con la AIEA. De esta forma, la firma del acuerdo con Washington parece simplemente haberse retrasado. Al mismo tiempo, la fluida dialéctica política india está consiguiendo vigorizar los mercados.
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Nicola Giordanella
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El pasado mes Bandaru Dattatreya, secretario del Partido del Pueblo Indio (BJP, Bharatiya Janata Party), partido de la derecha nacionalista que constituye la principal fuerza de oposición, afirmó que “el acuerdo nuclear con Washington será revisado y renegociado cuando el BJP regrese al Gobierno”. Pero el jefe de la oposición no se detuvo aquí y declaró que en las próximas elecciones, la Alianza Democrática Nacional (NDA, por sus siglas en inglés), una coalición de centro-izquierda formada por partidos de la oposición, tendrá que luchar duramente por mantener los 42 escaños que actualmente posee. Esto se debe a que la coalición está sufriendo las consecuencias de las evidentes contradicciones ideológicas que presenta la izquierda del país. Dattatreya echó también en cara a los partidos de izquierda su silencio ante la negativa del Gobierno a garantizar un precio mínimo para el arroz y les recordó su oposición al tratado nuclear, cuya aprobación sería una incoherencia política. Dicho y hecho. Las provocaciones de Dattatreya obtuvieron una clara respuesta de los representantes de la izquierda de la coalición gubernamental: el pacto nuclear debía revisarse, ya que en esas condiciones no sería votado por la izquierda. En otras palabras, en caso de presentarse al Parlamento sin modificaciones previas, podría provocar la caída del Gobierno. Singh trató de ganar algo de tiempo y pocos días después anunció el bloqueo político del acuerdo con Estados Unidos. Esta decisión resultó bastante ambigua ya que, al final, la intención del Gobierno continua siendo la de llevar a buen puerto este importante acuerdo, aunque sin comprometer la gobernabilidad del país y la actual legislatura.
Nicola Giordanella
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El pasado mes Bandaru Dattatreya, secretario del Partido del Pueblo Indio (BJP, Bharatiya Janata Party), partido de la derecha nacionalista que constituye la principal fuerza de oposición, afirmó que “el acuerdo nuclear con Washington será revisado y renegociado cuando el BJP regrese al Gobierno”. Pero el jefe de la oposición no se detuvo aquí y declaró que en las próximas elecciones, la Alianza Democrática Nacional (NDA, por sus siglas en inglés), una coalición de centro-izquierda formada por partidos de la oposición, tendrá que luchar duramente por mantener los 42 escaños que actualmente posee. Esto se debe a que la coalición está sufriendo las consecuencias de las evidentes contradicciones ideológicas que presenta la izquierda del país. Dattatreya echó también en cara a los partidos de izquierda su silencio ante la negativa del Gobierno a garantizar un precio mínimo para el arroz y les recordó su oposición al tratado nuclear, cuya aprobación sería una incoherencia política. Dicho y hecho. Las provocaciones de Dattatreya obtuvieron una clara respuesta de los representantes de la izquierda de la coalición gubernamental: el pacto nuclear debía revisarse, ya que en esas condiciones no sería votado por la izquierda. En otras palabras, en caso de presentarse al Parlamento sin modificaciones previas, podría provocar la caída del Gobierno. Singh trató de ganar algo de tiempo y pocos días después anunció el bloqueo político del acuerdo con Estados Unidos. Esta decisión resultó bastante ambigua ya que, al final, la intención del Gobierno continua siendo la de llevar a buen puerto este importante acuerdo, aunque sin comprometer la gobernabilidad del país y la actual legislatura.
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Razones para el “no”
La izquierda parlamentaria se ha opuesto rotundamente al tratado con Washington. Su oposición, sin embargo, puede analizarse desde distintas perspectivas. En primer lugar, no se trata de un rechazo absoluto a la tecnología nuclear, sino de un rechazo a la dependencia americana en el ámbito del abastecimiento nuclear. Éste es, sin duda alguna, el eje de la cuestión. La izquierda no considera inteligente vincularse a un país como Estados Unidos, cuya actividad diplomática en tierras asiáticas se restringe cada vez más y cuyos aliados no suelen ofrecer grandes garantías. En segundo lugar, este posicionamiento ha generado una dura respuesta por parte del frente interno, constituyendo un mensaje político muy concreto para el Gobierno de Singh: el programa de la coalición que gobierna actualmente debe respetar las exigencias políticas de todos los partidos que la conforman. Entre las exigencias de la izquierda destaca la de dar voz a los problemas de esa gran mayoría de población que no puede beneficiarse de los pasos de gigante que la India está realizando a nivel económico y financiero a escala global. En efecto, al lado del deslumbrante e imparable progreso coexisten aún la miseria, el hambre y la enfermedad. Es por ello que una de las prioridades de la izquierda es la defensa de los intereses de los campesinos indios que solos no pueden enfrentarse a la competencia mundial. En este sentido, una de las batallas principales ha sido la de garantizar el precio del arroz para que pueda continuar siendo el ssustento económico de decenas de miles de familias que cuentan con el grano blanco como única fuente de beneficio. El Gobierno debe entender que el tratado nuclear aún puede esperar y que es necesario respetar la voluntad de todos los partidos de la coalición.
Razones para el “no”
La izquierda parlamentaria se ha opuesto rotundamente al tratado con Washington. Su oposición, sin embargo, puede analizarse desde distintas perspectivas. En primer lugar, no se trata de un rechazo absoluto a la tecnología nuclear, sino de un rechazo a la dependencia americana en el ámbito del abastecimiento nuclear. Éste es, sin duda alguna, el eje de la cuestión. La izquierda no considera inteligente vincularse a un país como Estados Unidos, cuya actividad diplomática en tierras asiáticas se restringe cada vez más y cuyos aliados no suelen ofrecer grandes garantías. En segundo lugar, este posicionamiento ha generado una dura respuesta por parte del frente interno, constituyendo un mensaje político muy concreto para el Gobierno de Singh: el programa de la coalición que gobierna actualmente debe respetar las exigencias políticas de todos los partidos que la conforman. Entre las exigencias de la izquierda destaca la de dar voz a los problemas de esa gran mayoría de población que no puede beneficiarse de los pasos de gigante que la India está realizando a nivel económico y financiero a escala global. En efecto, al lado del deslumbrante e imparable progreso coexisten aún la miseria, el hambre y la enfermedad. Es por ello que una de las prioridades de la izquierda es la defensa de los intereses de los campesinos indios que solos no pueden enfrentarse a la competencia mundial. En este sentido, una de las batallas principales ha sido la de garantizar el precio del arroz para que pueda continuar siendo el ssustento económico de decenas de miles de familias que cuentan con el grano blanco como única fuente de beneficio. El Gobierno debe entender que el tratado nuclear aún puede esperar y que es necesario respetar la voluntad de todos los partidos de la coalición.
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La difícil tarea de Manmohan Singh
Ante todas estas cuestiones, parece claro que el papel del jefe del Gobiernoestá adquiriendo una importancia crucial. Manmohan Singh se encuentra, por un lado,con la necesidad de armonizar el frágil equilibrio parlamentario;mientras que por otrodebe atender las insistencias de un aliado tan importante como Estados Unidos, país que podría satisfacer todas las necesidades estratégicas de la India. Por tanto, parece lógico que todo este asunto se esté planteando con enorme cautela y a largo plazo. Según parece desprenderse de las declaraciones de la izquierda parlamentaria, Singh no ha abortado el proyecto del tratado, sino que lo ha congelado y ha pospuesto la discusión a una fecha aún no precisada (probablemente el año 2009), dejando clará la gran importancia que podría tener para el país el desarrollo de tecnología nuclear. Esta decisión, bastante predecible, no ha disgustado demasiado a ninguno: la izquierda ha visto reconocida su importancia en el ámbito de la coalición al conseguir arrancar al Gobierno la promesa de que, al menos la parte sustancial del tratado, sería puesta en discusión; la Casa Blanca, por su parte, se siente segura de haber firmado un acuerdo con un socio serio y realmente interesado en él mismo. No hay que olvidar que este contrato está valorado en millones de dólares y que permitirá a muchas empresas americanas trabajar y abastecer de materiales muy sofisticados al segundo país del mundo en volumen demográfico, exigencias energéticas y tasa de crecimiento económico-financiero. En otras palabras, vale la pena esperar lo que sea por una mina de oro como ésta. Además, después de la decisión del Gobierno, la crisis política que había convulsionado a la coalición ha desaparecido y la posibilidad de una convocatoria de elecciones anticipadas parece haberse alejado. La misma Sonia Gandhi, líder del partido del Congreso, que una semana antes de que el Gobierno tomase esta decisión había etiquetado a los opositores del tratado como “enemigos del desarrollo”, ha declarado ahora que la izquierda “posee unos principios a los que debe atenerse”, aunque ha subrayado que “las esperanzas de que el tratado llegue a buen puerto no se han extinguido del todo: un día la razón y el sentido común proporcionarán a todo el país esta victoria”. El Gobierno y la dirección del Partido del Congreso se encuentran por tanto a salvo, aunque se conservan aún los problemas derivados de la existencia de una coalición que, a pesar de todo, es enormemente heterogénea y difícilmente gestionable. En los últimos días, el clima dentro de esta coalición parece mucho más distendido. De hecho, el primer ministro se ha entrevistado con los secretarios de los partidos “radicales”, Prakash Karat y AB Bardhan, consiguiendo extraer de ellos una posición algo más conciliadora hacia los tratados nucleares, al establecer un pasaje preventivo de garantía de cara a la comisión de la AIEA que garantice el objetivo civil de los acuerdos futuros. Tras la difusión de la celebración de estos encuentros políticos, las acciones de las empresas vinculadas al mercado nuclear han experimentado un incremento de su valor en el mercado, de tal forma que, aquello que a primera vista parecía simplemente un paso en falso a nivel económico, se está revelando ahora como una consolidación económica estructural.
La difícil tarea de Manmohan Singh
Ante todas estas cuestiones, parece claro que el papel del jefe del Gobiernoestá adquiriendo una importancia crucial. Manmohan Singh se encuentra, por un lado,con la necesidad de armonizar el frágil equilibrio parlamentario;mientras que por otrodebe atender las insistencias de un aliado tan importante como Estados Unidos, país que podría satisfacer todas las necesidades estratégicas de la India. Por tanto, parece lógico que todo este asunto se esté planteando con enorme cautela y a largo plazo. Según parece desprenderse de las declaraciones de la izquierda parlamentaria, Singh no ha abortado el proyecto del tratado, sino que lo ha congelado y ha pospuesto la discusión a una fecha aún no precisada (probablemente el año 2009), dejando clará la gran importancia que podría tener para el país el desarrollo de tecnología nuclear. Esta decisión, bastante predecible, no ha disgustado demasiado a ninguno: la izquierda ha visto reconocida su importancia en el ámbito de la coalición al conseguir arrancar al Gobierno la promesa de que, al menos la parte sustancial del tratado, sería puesta en discusión; la Casa Blanca, por su parte, se siente segura de haber firmado un acuerdo con un socio serio y realmente interesado en él mismo. No hay que olvidar que este contrato está valorado en millones de dólares y que permitirá a muchas empresas americanas trabajar y abastecer de materiales muy sofisticados al segundo país del mundo en volumen demográfico, exigencias energéticas y tasa de crecimiento económico-financiero. En otras palabras, vale la pena esperar lo que sea por una mina de oro como ésta. Además, después de la decisión del Gobierno, la crisis política que había convulsionado a la coalición ha desaparecido y la posibilidad de una convocatoria de elecciones anticipadas parece haberse alejado. La misma Sonia Gandhi, líder del partido del Congreso, que una semana antes de que el Gobierno tomase esta decisión había etiquetado a los opositores del tratado como “enemigos del desarrollo”, ha declarado ahora que la izquierda “posee unos principios a los que debe atenerse”, aunque ha subrayado que “las esperanzas de que el tratado llegue a buen puerto no se han extinguido del todo: un día la razón y el sentido común proporcionarán a todo el país esta victoria”. El Gobierno y la dirección del Partido del Congreso se encuentran por tanto a salvo, aunque se conservan aún los problemas derivados de la existencia de una coalición que, a pesar de todo, es enormemente heterogénea y difícilmente gestionable. En los últimos días, el clima dentro de esta coalición parece mucho más distendido. De hecho, el primer ministro se ha entrevistado con los secretarios de los partidos “radicales”, Prakash Karat y AB Bardhan, consiguiendo extraer de ellos una posición algo más conciliadora hacia los tratados nucleares, al establecer un pasaje preventivo de garantía de cara a la comisión de la AIEA que garantice el objetivo civil de los acuerdos futuros. Tras la difusión de la celebración de estos encuentros políticos, las acciones de las empresas vinculadas al mercado nuclear han experimentado un incremento de su valor en el mercado, de tal forma que, aquello que a primera vista parecía simplemente un paso en falso a nivel económico, se está revelando ahora como una consolidación económica estructural.
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Consecuencias en el ámbito geopolítico
Lo que podría parecer una consecuencia ligada exclusivamente a las dinámicas de la política interior india, ha tenido también un gran alcance a nivel internacional, confirmando una tendencia diplomática que está llamada a ser crucial en el futuro juego de equilibrios geopolíticos mundiales. De hecho, Estados Unidos entiende este tratado de cooperación con Nueva Delhi como una fórmula para establecer una puesto avanzado en el corazón de Asia. La importancia de esta avanzadilla radica en que sería la única, ya que desde hace un tiempo China monopoliza la mayor parte de los mercados asiáticos, mientras que Moscú posee las llaves de las reservas centroasiáticas de hidrocarburos. La propia India está a punto de convertirse en líder mundial en investigación médica, así como en los sectores de software, metalurgia y automóvil, todos ellos sostenidos por un mercado interno con un potencial de crecimiento imposible de calcular. De cara a esta situación altamente competitiva, Washington está percibiendo un claro retroceso en su propio poder de actuación: su economía no ostenta ya el liderazgo internacional, sus finanzas se han visto seriamente afectadas por una serie de burbujas especulativas y su deuda pública se está incrementando. El único sector que mantiene la productividad de antaño es el armamentístico, el único que en los últimos años ha recibido una enorme financiación por parte de la Casa Blanca. Es por ello que el tratado establecido con India adquiere una importancia crucial y, de no llegar a concluirse de forma definitiva, podría significar el declive económico americano, un declive que muchos especialistas ven como inversamente proporcional al crecimiento del eje China-India. Estados Unidos, además, tiene que enfrentarse a las frecuentes críticas que despierta su política armamentística, incluso entre algunos países considerados “amigos”. Pakistán, por ejemplo, aunque es aliado de primera hora en la lucha contra el terrorismo, es también enemigo histórico de la India, por lo que no ha tardado en criticar el acuerdo entre Washington y Nueva Delhi. China, por su parte, nunca ha tolerado bien aquello que sus diplomáticos denominan “injerencias inaceptables”. Moscú siempre ha criticado el llamado “Acuerdo 123”, con el que Estados Unidos está vulnerando el “tratado de no proliferación de armas nucleares”. Esta situación no es nada fácil para la Casa Blanca, que ha puesto muchas esperanzas en el “país amigo” indio, que, por supuesto, se encuentra a la cabeza de las preferencias americanas a la hora de realizar sus inversiones externas.
Consecuencias en el ámbito geopolítico
Lo que podría parecer una consecuencia ligada exclusivamente a las dinámicas de la política interior india, ha tenido también un gran alcance a nivel internacional, confirmando una tendencia diplomática que está llamada a ser crucial en el futuro juego de equilibrios geopolíticos mundiales. De hecho, Estados Unidos entiende este tratado de cooperación con Nueva Delhi como una fórmula para establecer una puesto avanzado en el corazón de Asia. La importancia de esta avanzadilla radica en que sería la única, ya que desde hace un tiempo China monopoliza la mayor parte de los mercados asiáticos, mientras que Moscú posee las llaves de las reservas centroasiáticas de hidrocarburos. La propia India está a punto de convertirse en líder mundial en investigación médica, así como en los sectores de software, metalurgia y automóvil, todos ellos sostenidos por un mercado interno con un potencial de crecimiento imposible de calcular. De cara a esta situación altamente competitiva, Washington está percibiendo un claro retroceso en su propio poder de actuación: su economía no ostenta ya el liderazgo internacional, sus finanzas se han visto seriamente afectadas por una serie de burbujas especulativas y su deuda pública se está incrementando. El único sector que mantiene la productividad de antaño es el armamentístico, el único que en los últimos años ha recibido una enorme financiación por parte de la Casa Blanca. Es por ello que el tratado establecido con India adquiere una importancia crucial y, de no llegar a concluirse de forma definitiva, podría significar el declive económico americano, un declive que muchos especialistas ven como inversamente proporcional al crecimiento del eje China-India. Estados Unidos, además, tiene que enfrentarse a las frecuentes críticas que despierta su política armamentística, incluso entre algunos países considerados “amigos”. Pakistán, por ejemplo, aunque es aliado de primera hora en la lucha contra el terrorismo, es también enemigo histórico de la India, por lo que no ha tardado en criticar el acuerdo entre Washington y Nueva Delhi. China, por su parte, nunca ha tolerado bien aquello que sus diplomáticos denominan “injerencias inaceptables”. Moscú siempre ha criticado el llamado “Acuerdo 123”, con el que Estados Unidos está vulnerando el “tratado de no proliferación de armas nucleares”. Esta situación no es nada fácil para la Casa Blanca, que ha puesto muchas esperanzas en el “país amigo” indio, que, por supuesto, se encuentra a la cabeza de las preferencias americanas a la hora de realizar sus inversiones externas.
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Conclusiones
Las dificultades que el Gobierno de Singh está encontrando a la hora de llevar a buen término el tratado nuclear ya estipulado con Estados Unidos, reflejan la dinámica vida económica y política del sistema indio. Si, por un lado, las necesidades energéticas e industriales requieren de inversiones ingentes, por otro, las fuertes dinámicas socio-políticas no parecen aflojar el paso. En otras palabras, India, segundo país del mundo en cuanto a crecimiento económico, está viviendo una intensa fase política, fruto de una evolución democrática muy arraigada en el país.
Conclusiones
Las dificultades que el Gobierno de Singh está encontrando a la hora de llevar a buen término el tratado nuclear ya estipulado con Estados Unidos, reflejan la dinámica vida económica y política del sistema indio. Si, por un lado, las necesidades energéticas e industriales requieren de inversiones ingentes, por otro, las fuertes dinámicas socio-políticas no parecen aflojar el paso. En otras palabras, India, segundo país del mundo en cuanto a crecimiento económico, está viviendo una intensa fase política, fruto de una evolución democrática muy arraigada en el país.
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Traducción de Paula Martos Ardid
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Equilibri.net - Italy/19/11/2007
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