12/11/07

Insulto no cabe en política seria

Los dos incidentes protagonizados por los presidentes Hugo Chávez, de Venezuela, y Daniel Ortega, de Nicaragua, en la sesión final de la cumbre realizada en Chile, demuestran que en política seria no son aceptables insultos ni descalificaciones, ni siquiera cuando son proferidos contra personas de distinta afiliación ideológica.
Pero, además, que la malacrianza de un gobernante pone en riesgo reuniones como esa, en las cuales el contacto personal entre mandatarios puede ayudar, con buena voluntad, a solucionar problemas.
Chávez, en uno de sus discursos y durante la reunión, había llamado “fascista” y “serpiente” al ex presidente del gobierno español José María Aznar, por lo que su sucesor en ese cargo, José Luis Rodríguez Zapatero, exigió al mandatario sudamericano respeto al señor Aznar, por haber sido elegido por los españoles, y luego dijo que esperaba que semejantes actitudes fuera de lugar no se repitieran nunca.
El rey Juan Carlos, visiblemente molesto, y ante la insistencia de Chávez, lo conminó a callarse.
Luego, cuando Daniel Ortega empezó a defender a Chávez y a censurar a empresas españolas, el monarca abandonó el salón, y sólo regresó a ruego de la presidenta Bachelet. Pero fue un hecho muy molesto.
El incidente demuestra que la política basada en la diatriba y el ataque personal demuestra incapacidad y patanería, por lo que la reacción negativa de los ciudadanos que la observan se justifica plenamente.
La campaña electoral en Guatemala estuvo basada en la expresión de groserías, y fue una causa para que dejara de ir a las urnas más de la mitad de los votantes, además de que unos 200 mil votaron nulo. Esto es un mensaje claro contra tales actitudes.
Una de las formas para notar el avance de la actividad política y partidista es centrar las discusiones en temas fundamentales, lo cual no excluye el ataque a las ideologías. Una de las aspiraciones más altas del sistema democrático es que el voto sea el resultado del convencimiento popular ante una determinada idea, no una decisión tomada porque la canción de campaña es pegajosa, el mensaje es impactante o porque se insulta más al adversario.
Los políticos guatemaltecos deben analizar lo ocurrido en Santiago de Chile, porque sirve de ejemplo para que nunca actúen como lo hizo otra vez el mandatario venezolano, y para que, llegado el caso, también exijan respeto. Y los ciudadanos que se asquearon de los constantes insultos contra los candidatos por representantes de los partidos políticos en contienda, pueden sentirse satisfechos porque la razón está de su lado.
Los diputados también tienen mucho qué aprender, sobre todo porque algunos de los integrantes de la nueva legislación se han hecho muy famosos por sus exabruptos y malcriadezas. En resumen, la pertenencia a partidos políticos de ideología distinta de ninguna manera justifica la malacrianza y el insulto, que se convierte en una forma clara de demostración del irrespeto que sienten los malcriados por el electorado.
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Prensa Libre - Guatemala/12/11/2007

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