La Conferencia de Anápolis, en la que Israel y Palestina discutirán el plan para la creación de un Estado Palestino, está cada vez más próxima, y a medida que se acerca aumentan las fracturas internas en Israel. El optimismo demostrado por Olmert choca con el extremismo del sector más radical de la derecha, tanto dentro de su coalición de Gobierno, como en el Likud. A este contexto hay que añadir la escéptica posición de Barak, que continúa alimentando las dudas sobre la eficacia de las negociaciones. Además, la posición de Mahmud Abbas, a quien no se considera capaz de mantener la seguridad y de respetar los acuerdos, levanta enormes suspicacias.
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Stefano Torelli
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El debate interno
Durante las últimas semanas, el primer ministro Olmert ha realizado grandes esfuerzos para elaborar una declaración de intenciones conjunta con la Autoridad Palestina que pueda servir de punto de partidade una serie de acuerdos sucesivos. A pesar de que las declaraciones de Olmert y Abbas tratan de definir algunos de los puntos clave hacia los que conviene dirigir la atención, en el seno del Estado israelí se respira todavía mucho escepticismo y los actores políticos están adoptando posiciones diversas, dificultandoenormemente la labor del Primer Ministro. Destaca sobre todo la posición del Likud, actualmente en la oposición, que se declara abiertamente contrario a negociar con los palestinos. Dos son los motivos que podrían explicar esta intransigencia. El primero de ellos es la desconfianza hacia el presidente Abbas, considerado demasiado débil como para hacer respetar cualquier clase de acuerdo, más aún si se trata de la frontera de Gaza y del control de Hamás, al que Abbas ha demostrado no saber neutralizar.En segundo lugar, según los cálculos realizados por Netanyahu, el fracaso de la Conferencia seguramente significaría el hundimiento político de Olmert y daría vía libre al Likud para recuperar el poder en las próximas elecciones, previstas para el 2009. De hecho, la popularidad del Primer Ministro experimentó un retroceso sin precedentes en la historia de Israel durante el verano pasado, aunqueahora parece estar recuperándose, sobre todo después de la sinceridad demostrada al declarar públicamente que sufre de cáncer. Además, la población ha puesto en él todas sus esperanzas para llegar a un acuerdo de paz definitivo con los vecinos palestinos.Muchas de las críticas a Olmert proceden de su propia coalición, sobre todo de los partidos de derechas Shas e Yisraeli Beiteinu. El líder de este último partido, el Ministro de Asuntos Estratégicos, Avigdor Lieberman, duda que la declaración conjunta entre Abbas y Olmert se presente directamente ante la Conferencia sin haber sido discutida previamente en la Knéset. Debemos recordar que el propio Lieberman se opuso desde el principio a las negociaciones, en vista de la actual situación de Palestina (dividida en dos y con un Hamás prácticamente autónomo e independiente de la Autoridad Palestina), intentando crear un frente común con el Ministro de Industria, Comercio y Trabajo, Eli Yishai, jefe del partido sefardita ortodoxo Shas. El mismo Yushai había vetado toda discusión que persiguiese generar cambios en el estado actual de Jerusalén. El Primer Ministro ha demostrado tener la capacidad suficiente para conciliar las posturas de los distintos miembros de su coalición y ha prometido celebrar una discusión parlamentaria en la que se traten algunos de los puntos que serán examinados en la Conferencia de finales de noviembre. De esta forma ha conseguido reducir las fracturas internas.
Stefano Torelli
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El debate interno
Durante las últimas semanas, el primer ministro Olmert ha realizado grandes esfuerzos para elaborar una declaración de intenciones conjunta con la Autoridad Palestina que pueda servir de punto de partidade una serie de acuerdos sucesivos. A pesar de que las declaraciones de Olmert y Abbas tratan de definir algunos de los puntos clave hacia los que conviene dirigir la atención, en el seno del Estado israelí se respira todavía mucho escepticismo y los actores políticos están adoptando posiciones diversas, dificultandoenormemente la labor del Primer Ministro. Destaca sobre todo la posición del Likud, actualmente en la oposición, que se declara abiertamente contrario a negociar con los palestinos. Dos son los motivos que podrían explicar esta intransigencia. El primero de ellos es la desconfianza hacia el presidente Abbas, considerado demasiado débil como para hacer respetar cualquier clase de acuerdo, más aún si se trata de la frontera de Gaza y del control de Hamás, al que Abbas ha demostrado no saber neutralizar.En segundo lugar, según los cálculos realizados por Netanyahu, el fracaso de la Conferencia seguramente significaría el hundimiento político de Olmert y daría vía libre al Likud para recuperar el poder en las próximas elecciones, previstas para el 2009. De hecho, la popularidad del Primer Ministro experimentó un retroceso sin precedentes en la historia de Israel durante el verano pasado, aunqueahora parece estar recuperándose, sobre todo después de la sinceridad demostrada al declarar públicamente que sufre de cáncer. Además, la población ha puesto en él todas sus esperanzas para llegar a un acuerdo de paz definitivo con los vecinos palestinos.Muchas de las críticas a Olmert proceden de su propia coalición, sobre todo de los partidos de derechas Shas e Yisraeli Beiteinu. El líder de este último partido, el Ministro de Asuntos Estratégicos, Avigdor Lieberman, duda que la declaración conjunta entre Abbas y Olmert se presente directamente ante la Conferencia sin haber sido discutida previamente en la Knéset. Debemos recordar que el propio Lieberman se opuso desde el principio a las negociaciones, en vista de la actual situación de Palestina (dividida en dos y con un Hamás prácticamente autónomo e independiente de la Autoridad Palestina), intentando crear un frente común con el Ministro de Industria, Comercio y Trabajo, Eli Yishai, jefe del partido sefardita ortodoxo Shas. El mismo Yushai había vetado toda discusión que persiguiese generar cambios en el estado actual de Jerusalén. El Primer Ministro ha demostrado tener la capacidad suficiente para conciliar las posturas de los distintos miembros de su coalición y ha prometido celebrar una discusión parlamentaria en la que se traten algunos de los puntos que serán examinados en la Conferencia de finales de noviembre. De esta forma ha conseguido reducir las fracturas internas.
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La posición de Barak
El verdadero problema para Olmert es el jefe del Partido Laborista, el Ministro de Defensa Barak. En este caso, a pesar de que los motivos oficiales del escepticismo de Barak sobre el éxito de las negociaciones son la debilidad de Abbas y Fayyad y la situación de inestabilidad en Gaza, existen también motivos de carácter personal y político. No debemos obviar que el Ministro de Defensa, después de haber ganado las primarias de su partido, se había marcado como objetivo sustituir a Olmert como jefe del Gobierno. El retraso en la presentación del informe de la Comisión Winograd y el miedo a poner otra vez el país en manos del Likud de Netanyahu, inducieron a Olmert a no precipitarse a convocar elecciones anticipadas, mientras que Barak había empezado ya a preparar su candidatura para las próximas elecciones, creyendo que estaba muy próxima la desaparición de Olmert de la escena política. Hoy la situación se ha invertido y a medida que Olmert recupera el apoyo de la población,la popularidad de Barak desciende, sobretodo como consecuencia de su fracaso a la hora de detener la lluvia de misiles Qassam que continúan llegando desde la Franja de Gaza. El principal temor de Barak en este contexto es que Olmert tenga éxito allí dónde él mismo había fracasado en el año 2000. En este caso, el actual Primer Ministro se aseguraría, casi con toda probabilidad, la reelección. Por ello Barak apuesta por una política realista ya que, en estas condiciones, no cree posible llegar a un acuerdo duradero con Palestina. Por otra parte, Olmert está desarrollando una estrategia dirigida a aislar al Ministro de Defensa dentro de su propio partido político, ganándose el apoyo del predecesor de Barak, Amir Peretz, de su adversario Ayalon (al que Barak ganó en las primarias del partido Labor) y de la Ministra de Educación Yuli Tamir, todos ellos partidarios del modo en que el Primer Ministro está llevando a cabo las negociaciones preliminares con Abbas. Pero, por si esto fuera poco, la Ministra de Asuntos Exteriores Livni (inicialmente, al igual que Barak, crítica con el Primer Ministro), nombrada jefa de las negociaciones, y el Presidente Peres, que ha señalado a Olmert como sucesor de Rabin, se han adherido de manera inesperada a la política del Primer Ministro. De esta manera Olmert está contrarrestando las pretensiones de Barak de convertirse en el próximo jefe del Gobierno y, con las presiones encaminadasa conseguir un acuerdo de paz antes de un año, pretende preparar su estrategia para confirmarse en el cargo de Primer Ministro en las elecciones del 2009.
La posición de Barak
El verdadero problema para Olmert es el jefe del Partido Laborista, el Ministro de Defensa Barak. En este caso, a pesar de que los motivos oficiales del escepticismo de Barak sobre el éxito de las negociaciones son la debilidad de Abbas y Fayyad y la situación de inestabilidad en Gaza, existen también motivos de carácter personal y político. No debemos obviar que el Ministro de Defensa, después de haber ganado las primarias de su partido, se había marcado como objetivo sustituir a Olmert como jefe del Gobierno. El retraso en la presentación del informe de la Comisión Winograd y el miedo a poner otra vez el país en manos del Likud de Netanyahu, inducieron a Olmert a no precipitarse a convocar elecciones anticipadas, mientras que Barak había empezado ya a preparar su candidatura para las próximas elecciones, creyendo que estaba muy próxima la desaparición de Olmert de la escena política. Hoy la situación se ha invertido y a medida que Olmert recupera el apoyo de la población,la popularidad de Barak desciende, sobretodo como consecuencia de su fracaso a la hora de detener la lluvia de misiles Qassam que continúan llegando desde la Franja de Gaza. El principal temor de Barak en este contexto es que Olmert tenga éxito allí dónde él mismo había fracasado en el año 2000. En este caso, el actual Primer Ministro se aseguraría, casi con toda probabilidad, la reelección. Por ello Barak apuesta por una política realista ya que, en estas condiciones, no cree posible llegar a un acuerdo duradero con Palestina. Por otra parte, Olmert está desarrollando una estrategia dirigida a aislar al Ministro de Defensa dentro de su propio partido político, ganándose el apoyo del predecesor de Barak, Amir Peretz, de su adversario Ayalon (al que Barak ganó en las primarias del partido Labor) y de la Ministra de Educación Yuli Tamir, todos ellos partidarios del modo en que el Primer Ministro está llevando a cabo las negociaciones preliminares con Abbas. Pero, por si esto fuera poco, la Ministra de Asuntos Exteriores Livni (inicialmente, al igual que Barak, crítica con el Primer Ministro), nombrada jefa de las negociaciones, y el Presidente Peres, que ha señalado a Olmert como sucesor de Rabin, se han adherido de manera inesperada a la política del Primer Ministro. De esta manera Olmert está contrarrestando las pretensiones de Barak de convertirse en el próximo jefe del Gobierno y, con las presiones encaminadasa conseguir un acuerdo de paz antes de un año, pretende preparar su estrategia para confirmarse en el cargo de Primer Ministro en las elecciones del 2009.
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Los escenarios
Olmert es perfectamente consciente del precio que conlleva la firma de la paz con Palestina: concesiones de tierras. Israel tendría que congelar la construcción de nuevos asentamientos, evacuar los destacamentos ilegales y retirarse de las ciudades palestinas. Al mismo tiempo, la Autoridad Palestina debería reforzar la seguridad interna, deteniendo a los posibles terroristas y confiscando las armas de varias organizaciones. Una vez aseguradas estas premisas podría iniciarse la segunda fase del proceso, esto es, la constitución de un Estado Palestino con fronteras provisionales y, finalmente, podría plantearse el reconocimiento del propio Estado. No pueden preverse con exactitud ni el momento en que esto se llevará a cabo ni las consecuencias que traerá consigo, aunque pueden lanzarse algunas hipótesis. Para empezar, tengan o no éxito los acuerdos, lo que parece seguro, y así lo ha dado a entender incluso el propio Barak, es que de forma inminente se producirá una intervención del Ejército israelí en la Franja de Gaza con el objeto de eliminar el problema ligado a la presencia desestabilizadora de Hamás.En realidad, esta opción fue propuesta por el Ministro de Defensa hace varias semanas y tenía por objetivo poner punto y final al lanzamiento de misiles procedentes de esa zona. Si hasta ahora no se ha realizado dicha intervención es porque no se quería comprometer el éxito de la conferencia. Pero, de llevarse adelante la incursión, Jerusalén se arriesgaría a recibir nuevas críticas de la comunidad internacional y a despertar la ira de los palestinos, que como aseguran los servicios de inteligencia israelíes, podrían responder con una nueva Intifada. Además, gestionar la Franja de Gaza resulta complicado ya que se encuentra dividida en tres grandes zonas: el sur, que representa la zona más delicada porqué probablemente es por donde entran las armas y los misiles utilizados en la Yihad Islámica; el norte, que es la parte de la Franja que más se debe controlar, ya que desde allí se efectúan los lanzamientos de misiles; y el centro, que es un bastión de Hamás. Esta última zona no se ha debilitado a pesar de las duras medidas tomadas por Israel y, para mantener un cierto nivel de seguridad, serían necesarias numerosas tropas de tierra. Mientras que en Cisjordania la gestión de la seguridad debería pasar gradualmente a manos de las Fuerzas de Abbas, tal y como esta sucediendo en Nablus, la situación de la Franja ofrece la visión de un Estado israelí que no consigue mantener su prestigio sino es mandando las fuerzas terrestres más allá de sus fronteras. Además, la opción de una incursión en Gaza dejaría al descubierto el frente Norte de Israel, actualmente el más complicado por las tensiones con Damasco y la reorganización de Hezbollah en Líbano. Durante esta delicada fase no se deben descartar los tentativos internos en Israel de bloquear las negociaciones a través de atentados o de ataques terroristas. La alarma fue dada por los servicios secretos israelíes y ahora mismo la alerta se encuentra al máximo nivel para intentar evitar que el proceso naufrague, como sucedió tras el asesinato en 1995 de Rabin. Si esta conferencia fracasa, el pueblo palestino podría reaccionar de manera violenta, con nuevos enfrentamientos protagonizados por la guerrilla urbana que desacreditarían por completo a Abbas. Esta sería una victoria para Hamás, que se opone a las negociaciones, y seria también un motivo de tranquilidad para Teherán, que utiliza a Hamás para crear inestabilidad en la zona y procurar el mayor número de problemas a Jerusalén.
Los escenarios
Olmert es perfectamente consciente del precio que conlleva la firma de la paz con Palestina: concesiones de tierras. Israel tendría que congelar la construcción de nuevos asentamientos, evacuar los destacamentos ilegales y retirarse de las ciudades palestinas. Al mismo tiempo, la Autoridad Palestina debería reforzar la seguridad interna, deteniendo a los posibles terroristas y confiscando las armas de varias organizaciones. Una vez aseguradas estas premisas podría iniciarse la segunda fase del proceso, esto es, la constitución de un Estado Palestino con fronteras provisionales y, finalmente, podría plantearse el reconocimiento del propio Estado. No pueden preverse con exactitud ni el momento en que esto se llevará a cabo ni las consecuencias que traerá consigo, aunque pueden lanzarse algunas hipótesis. Para empezar, tengan o no éxito los acuerdos, lo que parece seguro, y así lo ha dado a entender incluso el propio Barak, es que de forma inminente se producirá una intervención del Ejército israelí en la Franja de Gaza con el objeto de eliminar el problema ligado a la presencia desestabilizadora de Hamás.En realidad, esta opción fue propuesta por el Ministro de Defensa hace varias semanas y tenía por objetivo poner punto y final al lanzamiento de misiles procedentes de esa zona. Si hasta ahora no se ha realizado dicha intervención es porque no se quería comprometer el éxito de la conferencia. Pero, de llevarse adelante la incursión, Jerusalén se arriesgaría a recibir nuevas críticas de la comunidad internacional y a despertar la ira de los palestinos, que como aseguran los servicios de inteligencia israelíes, podrían responder con una nueva Intifada. Además, gestionar la Franja de Gaza resulta complicado ya que se encuentra dividida en tres grandes zonas: el sur, que representa la zona más delicada porqué probablemente es por donde entran las armas y los misiles utilizados en la Yihad Islámica; el norte, que es la parte de la Franja que más se debe controlar, ya que desde allí se efectúan los lanzamientos de misiles; y el centro, que es un bastión de Hamás. Esta última zona no se ha debilitado a pesar de las duras medidas tomadas por Israel y, para mantener un cierto nivel de seguridad, serían necesarias numerosas tropas de tierra. Mientras que en Cisjordania la gestión de la seguridad debería pasar gradualmente a manos de las Fuerzas de Abbas, tal y como esta sucediendo en Nablus, la situación de la Franja ofrece la visión de un Estado israelí que no consigue mantener su prestigio sino es mandando las fuerzas terrestres más allá de sus fronteras. Además, la opción de una incursión en Gaza dejaría al descubierto el frente Norte de Israel, actualmente el más complicado por las tensiones con Damasco y la reorganización de Hezbollah en Líbano. Durante esta delicada fase no se deben descartar los tentativos internos en Israel de bloquear las negociaciones a través de atentados o de ataques terroristas. La alarma fue dada por los servicios secretos israelíes y ahora mismo la alerta se encuentra al máximo nivel para intentar evitar que el proceso naufrague, como sucedió tras el asesinato en 1995 de Rabin. Si esta conferencia fracasa, el pueblo palestino podría reaccionar de manera violenta, con nuevos enfrentamientos protagonizados por la guerrilla urbana que desacreditarían por completo a Abbas. Esta sería una victoria para Hamás, que se opone a las negociaciones, y seria también un motivo de tranquilidad para Teherán, que utiliza a Hamás para crear inestabilidad en la zona y procurar el mayor número de problemas a Jerusalén.
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Conclusiones
Israel y Estados Unidos confían en que las negociaciones de la Conferencia de Anápolis lleguen a buen puerto, pero a pesar de ello, el entusiasmo parece residir fundamentalmente en consideraciones políticas personales, más que en un cambio real de la situación. Hamás constituye un fuerte obstáculo en el proceso, sobre todo porque tiene de su parte a la mayoría de la población de la Franja de Gaza. Siria no participará en la cumbre como protesta porque no se aparezca prevista en la agenda de la conferencia una discusión relativa a la retirada de las tropas israelíes de Golan y Líbano. Ademásdos o tres días antes de la Conferencia, Siria se prepara para afrontar uno de los momentos más delicados de su historia, pues ha de resolver la polémica cuestión de la elección del Presidente (lo que hace complicado que se sume a un acuerdo). Este desequilibrio en las fronteras no facilita precisamentela posibilidad de establecer un acuerdo permanente y sólido en términos de paz entre Israel y Palestina. En la escena política israelí Olmert intenta minimizar todos estos problemas para llevar a cabo un proyecto que, en caso de llegar a buen puerto, le permitiría mantener su puesto de Primer Ministro; la desconfiada derecha ultra-ortodoxa, por su parte, se opone al diálogo con Palestina y Barak está situado en una posición intermedia. Probablemente la prudencia de Barak tiene por objetivo último desacreditar a Olmert de cara a las próximas elecciones, lo que en definitiva podría convertir la cuestión palestina en un instrumento electoral, haciendo que las negociaciones resulten poco productivas. En cambio, si Israel se presenta en Anápolis con una posición unitaria y decidida, podría parecer que efectivamente se está esforzando por solucionar el problema. Ello, seguramente, aumentaría la confianza de los palestinos, ya bastante divididos entorno a la figura del presidente Abbas, único interlocutor posible por parte de Jerusalén.
Conclusiones
Israel y Estados Unidos confían en que las negociaciones de la Conferencia de Anápolis lleguen a buen puerto, pero a pesar de ello, el entusiasmo parece residir fundamentalmente en consideraciones políticas personales, más que en un cambio real de la situación. Hamás constituye un fuerte obstáculo en el proceso, sobre todo porque tiene de su parte a la mayoría de la población de la Franja de Gaza. Siria no participará en la cumbre como protesta porque no se aparezca prevista en la agenda de la conferencia una discusión relativa a la retirada de las tropas israelíes de Golan y Líbano. Ademásdos o tres días antes de la Conferencia, Siria se prepara para afrontar uno de los momentos más delicados de su historia, pues ha de resolver la polémica cuestión de la elección del Presidente (lo que hace complicado que se sume a un acuerdo). Este desequilibrio en las fronteras no facilita precisamentela posibilidad de establecer un acuerdo permanente y sólido en términos de paz entre Israel y Palestina. En la escena política israelí Olmert intenta minimizar todos estos problemas para llevar a cabo un proyecto que, en caso de llegar a buen puerto, le permitiría mantener su puesto de Primer Ministro; la desconfiada derecha ultra-ortodoxa, por su parte, se opone al diálogo con Palestina y Barak está situado en una posición intermedia. Probablemente la prudencia de Barak tiene por objetivo último desacreditar a Olmert de cara a las próximas elecciones, lo que en definitiva podría convertir la cuestión palestina en un instrumento electoral, haciendo que las negociaciones resulten poco productivas. En cambio, si Israel se presenta en Anápolis con una posición unitaria y decidida, podría parecer que efectivamente se está esforzando por solucionar el problema. Ello, seguramente, aumentaría la confianza de los palestinos, ya bastante divididos entorno a la figura del presidente Abbas, único interlocutor posible por parte de Jerusalén.
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Traducción de Laura Casas
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Equilibri.net - Italy/14/11/2007
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