16/11/07

La historia es política

Por Juan Jacobo Velasco
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Francis Fukuyama previó que la historia iba a acabarse luego de la desaparición de los socialismos reales. Los hechos se han encargado de contradecirlo. Apostar a la expansión de la doctrina liberal y su triunfo como eje dogmático fue asumir peregrinamente la imposibilidad de matices en lo político y una fe ciega en el efecto todopoderoso del mercado. En la práctica, el mundo pos-Muro de Berlín mantiene una geografía política harto más accidentada que la plana anuencia liberal y el modelo de mercado tiene muchas más hendiduras que la perfecta nave de salvación que retratan sus profetas.Empero, en las definiciones de los conflictos internos (vía procesos fundacionales) o externos (mediante acuerdos/rupturas) predomina la lógica política, con sus golpes de efecto y su necesidad de sobrevivencia. Nada más evidente que lo observado en la Cumbre Iberoamericana. El arcoiris ideológico de la región (más España y Portugal) está anclado en un núcleo socialdemócrata pero se extiende en diferentes tonos desde los extremos, matizándose por lo étnico, lo revolucionario, lo tecnocrático, lo autoritario. Cada mandatario manifestó su propia interpretación del eslogan de la cita (“cohesión social”) de la misma manera en que cada quien tiene una lectura de lo que debe ser la democracia y la acción gubernamental. Incluso existen identidades políticas, pero eso no impide que finalmente sean los intereses de cada país los que determinen su actuar. Ello ocurre, tal cual, en el conflicto entre Uruguay y la Argentina a propósito de la papelera Botnia. Tras dos años de “tiras y aflojas”, de semidesnudos de reinas y acciones de presión, la reciente apertura de la planta de celulosa en el lado uruguayo ha gatillado una nueva escalada en el conflicto diplomático, pese a que en principio uno esperaría que la cercanía ideológica de los gobiernos hubiera propiciado un acuerdo. Lo de Hugo Chávez y la reacción real puso la “cereza en la torta” de las visiones disímiles de lo que debiera ser un proceso de (des)integración regional, en donde las cuentas pendientes de uno y otro lado, la percepción de lo que debe/puede decirse en un foro de mandatarios y la manera cómo se resuelven los conflictos depende más de las contigencias hepáticas que de los procesos calculados. Frente a ese juego de vanidades de la “real politik” del patio trasero, me quedo con el discurso de Rafael Correa. Haciendo un análisis reflexivo, nuestro presidente expuso su visión desde la esfera de las necesidades sociales. Ojalá que pueda repetir ese espíritu de manera permanente y haga historia desde la observación del proceso y no desde la testosterona.
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Diario Hoy - Ecuador/16/11/2007

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