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Contener el alza de los precios, atraer más inversiones y consolidar el superávit
A menos de un mes del cambio de Gobierno es importante repasar los principales problemas que enfrentará la futura administración. Si bien los últimos cuatro años fueron muy positivos en términos económicos, la herencia presenta importantes desafíos.
La nueva agenda económica que enfrentará el próximo ministro, Martín Lousteau, deberá centrarse en tres puntos clave: contener la inflación, lograr un shock de inversión y consolidar los pilares del modelo (superávit gemelos y tipo de cambio competitivo).
La prioridad de corto plazo debe ser la inflación, pues la suba de precios -especialmente intensa en alimentos- es costosa en términos sociales y económicos, genera pobreza y afecta la asignación de recursos. Más aún, para avanzar en el resto de las asignaturas pendientes es vital controlar estos incrementos.
Una inflación superior a 15% anual genera incertidumbre y deteriora el clima de inversión. Incluso, la memoria inflacionaria de la Argentina debería imponer prudencia y mayor preocupación para atacar a tiempo el componente inercial de las subas.
Lógicamente se requiere impulsar a la inversión para sostener un crecimiento elevado sin mayores presiones inflacionarias, con un esfuerzo especial en el sector energético pues la escasez de estos insumos clave es uno de los principales limitantes físicos del crecimiento y en el mediano plazo sólo puede solucionarse con mayor oferta.
Por último, deberán sostenerse los pilares del actual modelo económico (superávit gemelos y tipo de cambio competitivo). El gobierno sólo tiene control directo sobre el superávit fiscal mientras su influencia sobre los restantes pilares es indirecta. La clave para sustentar el superávit comercial y el tipo de cambio real será acotar la inflación que erosiona la competitividad e impulsar la inversión para aumentar la producción local, según revela un informe de la consultora Ecolatina.
La próxima administración tiene que operar rápidamente sobre sus variables de control pero también generar señales y estímulos apropiados al sector privado, pues la solución de los principales problemas depende de las decisiones de distintos agentes económicos, como empresarios, trabajadores y sindicatos.
LO URGENTE
El nuevo Gobierno tendrá que ejecutar una política anti-inflacionaria integral y consistente, que sea percibida como tal por el sector privado. El desafío último, y más complejo, es convencer a los distintos actores de que la inflación futura va a ser inferior a la pasada.
Un plan sólido debe incluir, señalan, un sesgo menos expansivo de la política monetaria y fiscal, mecanismos de coordinación entre empresarios y trabajadores que minimicen la puja distributiva y acoten los incrementos nominales, una muy gradual depreciación nominal del peso y el estímulo a la producción de alimentos para consumo local.
Una política fiscal menos expansiva es posible pues el Gobierno entrante no deberá ajustar el gasto sino que sólo deberá hacerlo crecer -sin descuidar la inversión pública- al ritmo de la recaudación (cercano al 30% nominal). Si bien el arrastre de gastos para 2008 es importante, la moratoria previsional ya esta cerrada y tampoco habrá necesidades electorales. No obstante, es preciso comenzar a desmantelar los crecientes subsidios introducidos principalmente en los servicios públicos.
En política monetaria se tendrá que optar por un menor crecimiento de los agregados aunque esto implique convalidar ciertas subas en las tasas de interés de corto plazo. El mayor desafío, aquí, pasa por desarrollar instrumentos crediticios de largo plazo a costo razonable destinados a financiar la necesaria inversión productiva, afirman.
La política cambiaria deberá mantener un tipo de cambio competitivo pero sin agregar mayores presiones en los precios de los productos transables. Para ello, será vital trazar un sendero de leve depreciación nominal del peso (entre 3 y 5% anual) recurriendo mayormente a los ahorros fiscales para la compra de dólares.
Por el lado de la política de ingresos es preciso hacer un esfuerzo por coordinar una regla salarial que internalice los posibles costos para todos los actores de desembocar en un escenario de crecientes pujas distributivas y aceleración inflacionaria. Para contener las expectativas es crucial -además de un plan integral y consistente- contar con un indicador objetivo y confiable: la falta de consenso sobre la evolución real de los precios no favorece esta dinámica.
En cuanto a la producción de alimentos, es importante no sólo normalizar el funcionamiento de los principales centros de distribución mayorista sino también contener los precios internos. La Argentina, al ser productor de commodities agrícolas, cuenta con una importante ventaja: puede disociar los precios internos de los externos. Un esquema de retenciones móviles según los precios internacionales que no ahogue a los productores podría morigerar el impacto local de la presión de demanda externa y aportar recursos para financiar, por ejemplo, una reducción del IVA en los productos alimenticios más sensibles, dice el estudio.
SHOCK DE INVERSION
Desde mediados de 2006 la inversión está afectada por una gradual pero constante desaceleración. Actualmente, se ubica en torno de 22% del PBI, aunque se necesitan como mínimo 25 puntos del PBI para que la economía crezca sostenidamente a un ritmo de 5% sin que aumenten las presiones inflacionarias.
No hay atajos en esta ecuación: sostener el ritmo de crecimiento sin inversiones genera mayores presiones inflacionarias. Claros ejemplos son China e India: en los últimos cinco años crecieron a un ritmo de 10% y 9% sin inflación -2% y 5%- respectivamente. Esta performance se explica por el dinamismo de la inversión (y también del ahorro) que promedió 40% y 32% del PBI respectivamente.
Para lograr un shock de inversión, en primer lugar hay que contener la inflación y alcanzar un sendero estable de precios. En segundo término, se deberán implementar marcos regulatorios acordes para los sectores sensibles (como infraestructura y energía), estimular el financiamiento de largo plazo -líneas de crédito productivas a tasas reducidas-, otorgar incentivos fiscales (por caso, desgravaciones en reinversión de utilidades), promover el desarrollo de obras de infraestructura básica y normalizar la situación con el Club de París. Este último punto es importante porque muchas inversiones se encuentran frenadas por límites existentes en las economías pertenecientes a este grupo1 a financiar proyectos en países en default con el Club.
Sin embargo, la inflación sigue siendo el principal condicionante pues incrementa la incertidumbre respecto de la evolución de los precios relativos y aumenta sustancialmente el costo de oportunidad del capital. También disminuye la competitividad global de la economía y pierden su atractivo los sectores transables, pilares de la recuperación postdevaluación.
Además, es cada vez más difícil encontrar proyectos rentables en términos reales mientras que la renta financiera se vuelve más atractiva en un contexto de tasas pasivas de interés elevadas.
En cuanto al estímulo del financiamiento de largo plazo, las dificultades se encuentran en que el cortoplacismo del sistema financiero local: casi 80% de sus depósitos y préstamos son de corto plazo.
El deterioro del superávit fiscal es otro condicionante pues se necesita obra pública en sectores claves y preservar un ahorro elevado que permita resguardar la salud de las cuentas públicas (pilar del modelo) y reducir el nivel de endeudamiento.
Un sector particularmente afectado por la falta de inversiones es el sector energético. A pesar que la demanda creció muy fuerte en los últimos años, la oferta a penas se incrementó. Peor aún, ya se consumieron las reservas existentes de la crisis de 1999-02 y hay escasez en el sistema en épocas de fuerte consumo (invierno y verano).
Revertir este comportamiento requiere políticas focalizadas en el largo plazo, un marco regulatorio previsible y tarifas acordes que podrían sentar las bases para atraer los capitales necesarios para expandir la producción. Pero como estas soluciones sólo son alcanzables en el mediano y largo plazo, se deberá, al menos por un tiempo, convivir con los limitantes energéticos. En el corto plazo el gobierno deberá administrar eficazmente la demanda de gas en invierno y de electricidad en verano
La nueva agenda económica que enfrentará el próximo ministro, Martín Lousteau, deberá centrarse en tres puntos clave: contener la inflación, lograr un shock de inversión y consolidar los pilares del modelo (superávit gemelos y tipo de cambio competitivo).
La prioridad de corto plazo debe ser la inflación, pues la suba de precios -especialmente intensa en alimentos- es costosa en términos sociales y económicos, genera pobreza y afecta la asignación de recursos. Más aún, para avanzar en el resto de las asignaturas pendientes es vital controlar estos incrementos.
Una inflación superior a 15% anual genera incertidumbre y deteriora el clima de inversión. Incluso, la memoria inflacionaria de la Argentina debería imponer prudencia y mayor preocupación para atacar a tiempo el componente inercial de las subas.
Lógicamente se requiere impulsar a la inversión para sostener un crecimiento elevado sin mayores presiones inflacionarias, con un esfuerzo especial en el sector energético pues la escasez de estos insumos clave es uno de los principales limitantes físicos del crecimiento y en el mediano plazo sólo puede solucionarse con mayor oferta.
Por último, deberán sostenerse los pilares del actual modelo económico (superávit gemelos y tipo de cambio competitivo). El gobierno sólo tiene control directo sobre el superávit fiscal mientras su influencia sobre los restantes pilares es indirecta. La clave para sustentar el superávit comercial y el tipo de cambio real será acotar la inflación que erosiona la competitividad e impulsar la inversión para aumentar la producción local, según revela un informe de la consultora Ecolatina.
La próxima administración tiene que operar rápidamente sobre sus variables de control pero también generar señales y estímulos apropiados al sector privado, pues la solución de los principales problemas depende de las decisiones de distintos agentes económicos, como empresarios, trabajadores y sindicatos.
LO URGENTE
El nuevo Gobierno tendrá que ejecutar una política anti-inflacionaria integral y consistente, que sea percibida como tal por el sector privado. El desafío último, y más complejo, es convencer a los distintos actores de que la inflación futura va a ser inferior a la pasada.
Un plan sólido debe incluir, señalan, un sesgo menos expansivo de la política monetaria y fiscal, mecanismos de coordinación entre empresarios y trabajadores que minimicen la puja distributiva y acoten los incrementos nominales, una muy gradual depreciación nominal del peso y el estímulo a la producción de alimentos para consumo local.
Una política fiscal menos expansiva es posible pues el Gobierno entrante no deberá ajustar el gasto sino que sólo deberá hacerlo crecer -sin descuidar la inversión pública- al ritmo de la recaudación (cercano al 30% nominal). Si bien el arrastre de gastos para 2008 es importante, la moratoria previsional ya esta cerrada y tampoco habrá necesidades electorales. No obstante, es preciso comenzar a desmantelar los crecientes subsidios introducidos principalmente en los servicios públicos.
En política monetaria se tendrá que optar por un menor crecimiento de los agregados aunque esto implique convalidar ciertas subas en las tasas de interés de corto plazo. El mayor desafío, aquí, pasa por desarrollar instrumentos crediticios de largo plazo a costo razonable destinados a financiar la necesaria inversión productiva, afirman.
La política cambiaria deberá mantener un tipo de cambio competitivo pero sin agregar mayores presiones en los precios de los productos transables. Para ello, será vital trazar un sendero de leve depreciación nominal del peso (entre 3 y 5% anual) recurriendo mayormente a los ahorros fiscales para la compra de dólares.
Por el lado de la política de ingresos es preciso hacer un esfuerzo por coordinar una regla salarial que internalice los posibles costos para todos los actores de desembocar en un escenario de crecientes pujas distributivas y aceleración inflacionaria. Para contener las expectativas es crucial -además de un plan integral y consistente- contar con un indicador objetivo y confiable: la falta de consenso sobre la evolución real de los precios no favorece esta dinámica.
En cuanto a la producción de alimentos, es importante no sólo normalizar el funcionamiento de los principales centros de distribución mayorista sino también contener los precios internos. La Argentina, al ser productor de commodities agrícolas, cuenta con una importante ventaja: puede disociar los precios internos de los externos. Un esquema de retenciones móviles según los precios internacionales que no ahogue a los productores podría morigerar el impacto local de la presión de demanda externa y aportar recursos para financiar, por ejemplo, una reducción del IVA en los productos alimenticios más sensibles, dice el estudio.
SHOCK DE INVERSION
Desde mediados de 2006 la inversión está afectada por una gradual pero constante desaceleración. Actualmente, se ubica en torno de 22% del PBI, aunque se necesitan como mínimo 25 puntos del PBI para que la economía crezca sostenidamente a un ritmo de 5% sin que aumenten las presiones inflacionarias.
No hay atajos en esta ecuación: sostener el ritmo de crecimiento sin inversiones genera mayores presiones inflacionarias. Claros ejemplos son China e India: en los últimos cinco años crecieron a un ritmo de 10% y 9% sin inflación -2% y 5%- respectivamente. Esta performance se explica por el dinamismo de la inversión (y también del ahorro) que promedió 40% y 32% del PBI respectivamente.
Para lograr un shock de inversión, en primer lugar hay que contener la inflación y alcanzar un sendero estable de precios. En segundo término, se deberán implementar marcos regulatorios acordes para los sectores sensibles (como infraestructura y energía), estimular el financiamiento de largo plazo -líneas de crédito productivas a tasas reducidas-, otorgar incentivos fiscales (por caso, desgravaciones en reinversión de utilidades), promover el desarrollo de obras de infraestructura básica y normalizar la situación con el Club de París. Este último punto es importante porque muchas inversiones se encuentran frenadas por límites existentes en las economías pertenecientes a este grupo1 a financiar proyectos en países en default con el Club.
Sin embargo, la inflación sigue siendo el principal condicionante pues incrementa la incertidumbre respecto de la evolución de los precios relativos y aumenta sustancialmente el costo de oportunidad del capital. También disminuye la competitividad global de la economía y pierden su atractivo los sectores transables, pilares de la recuperación postdevaluación.
Además, es cada vez más difícil encontrar proyectos rentables en términos reales mientras que la renta financiera se vuelve más atractiva en un contexto de tasas pasivas de interés elevadas.
En cuanto al estímulo del financiamiento de largo plazo, las dificultades se encuentran en que el cortoplacismo del sistema financiero local: casi 80% de sus depósitos y préstamos son de corto plazo.
El deterioro del superávit fiscal es otro condicionante pues se necesita obra pública en sectores claves y preservar un ahorro elevado que permita resguardar la salud de las cuentas públicas (pilar del modelo) y reducir el nivel de endeudamiento.
Un sector particularmente afectado por la falta de inversiones es el sector energético. A pesar que la demanda creció muy fuerte en los últimos años, la oferta a penas se incrementó. Peor aún, ya se consumieron las reservas existentes de la crisis de 1999-02 y hay escasez en el sistema en épocas de fuerte consumo (invierno y verano).
Revertir este comportamiento requiere políticas focalizadas en el largo plazo, un marco regulatorio previsible y tarifas acordes que podrían sentar las bases para atraer los capitales necesarios para expandir la producción. Pero como estas soluciones sólo son alcanzables en el mediano y largo plazo, se deberá, al menos por un tiempo, convivir con los limitantes energéticos. En el corto plazo el gobierno deberá administrar eficazmente la demanda de gas en invierno y de electricidad en verano
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El Día - Argentina/18/11/2007
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