6/11/07

«No estoy operada, lo haré cuando se me caiga la cara»

CRISTINA KIRCHNER: «Creo que ya nací pintada», dice Cristina Kirchner, de 54 años.
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JUAN IGNACIO IRIGARAY
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La flamante presidenta electa de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, siempre cuida su estética de forma obsesiva. Aparece maquillada a todas horas, peinada de peluquería y vistiendo de punta en blanco con 54 años de edad, por cierto, muy bien llevados.
Sus ojos oscuros, más aún con el rimel y sombras, concentran las miradas del público. Los labios suelen brillar de colores pastel. La cabellera castaña, de ondas suaves y extensiones. Trajes de chaqueta, con falda o pantalón, y vestidos de seda son sus predilectos a la hora de mostrarse en público.
Esa inclinación suya por ir a la última moda y muy arreglada incluso se convirtió en tema de debate nacional durante la carrera a las presidenciales. Sus adversarios ironizaban con que Fernández es especialista en shopping (comprar ropa cara) y la bautizaron reina del botox.
En vez de enfadarse, la primera dama peronista tomó el asunto con altura y buen humor. «No tengo ninguna cirugía estética. Puedo exhibir falta de cicatrices», alegó mostrando el rostro. «No digo que no me la vaya a hacer. El día que se me caiga toda la cara y esté horrible, posiblemente me la haga».
El semanario Perfil y Noticias -enfrentado al matrimonio Kirchner- publicó varios informes especiales sobre el charme de la senadora peronista, el visible rejuvenecimiento de su rostro y cuerpo, así como la ropa y joyas de primeras marcas. «Cristina es una fashion víctima. Cada vez que viaja al extranjero encarga cinco o seis conjuntos a cada uno de sus diseñadores estrella, aunque sólo esté tres días afuera. Ahora que tiene mejor cuerpo y le dicen que está linda, apuesta por prendas más sexys».
Los paparazzi van detrás de ella, por lo que ya no acude a las casas de modas, sino que envía a sus personal shoppers a comprar. Y en la casa familiar mandó demoler paredes para ampliar el vestidor e hizo colocar un espejo de dos por cuatro metros, según la revista.
Perfil cuestionó que en una Argentina castigada por el empobrecimiento, con el 30% de su población hundida y sin expectativas de salir de la exclusión social, la primera dama posea un par de zapatos para cada uno de los 365 días del año.
Y en los mítines en que imita la dicción y bravura de Evita Perón, la «abanderada de los humildes» en los 40, luce primeras marcas de alta costura y accesorios -según el semanario- de Salvatore Ferragamo, Gucci, Prada, Fendi, Breeder's, perfumes Dior y Chanel y zapatos de Claude Benard.
También le achacó que luzca un Rolex de oro y brillantes valuado en 17.000 euros; abrigo de astracán con cuello y puños de zorro, 1.700 euros; chaquetas alemanas de Christ de Meter Kent, 1.300 a 1.900 euros cada una; anillo y pendientes de oro macizo, 4.000 euros.
Sin embargo, Fernández se defiende. «¿Qué mujer no tiene pasión por las joyas, la ropa, las carteras y los zapatos?», preguntó en las entrevistas que concedió en las últimas semanas. Para ella, esas críticas «esconden cierto grado de misoginia, de machismo contenido».
«Yo pago un piso por ser mujer. Tal vez quisieran decir de mí 'qué tonta es' o 'no sabe de qué habla'. Como no pueden decirlo, entonces atacan por ese lado. Atacan a una mujer porque se arregla, porque es femenina. Nunca creí que sea incompatible la femeneidad con la política, con la transformación», argumenta.
A juzgar por su aplastante victoria en las presidenciales argentinas -cosechó el 45% de votos, casi el doble que su escolta-, a la esposa del presidente Néstor Kirchner no le ha ido mal en el ruedo de la política luciendo ese look de clase alta, con encanto, porque la han votado, sobre todo, los trabajadores.
«Nunca me gusta disfrazarme de lo que no soy. ¿Tendría que disfrazarme de pobre para ser una buena dirigente política?», inquirió no sin sentido común. Y, casi como un gurú de la autoayuda, remató: «Lo importante en la vida es no tener disfraces, ser uno mismo, atreverse a ser uno mismo».
El próximo 10 de diciembre, Fernández de Kirchner recibirá el poder de manos de su marido. Está feliz y se le nota porque hasta se permite reírse de sí misma. «Yo siempre me pinté la cara como una puerta. Creo que nací pintada. Cuando dije mamá tenía rímel y estaba toda peinadita», bromeó. Y en televisión hasta llegó a confesar que le preocupa "alguna parte de la volumetría" de su cuerpo, pero no quiso revelar de cuál se trataba porque, dijo en chanza, «estamos en horario de protección al menor».
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elmundo.es - España/06/11/2007

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