Centroamericanos cruzan la frontera entre Suchiate, en Guatemala, y Ciudad Hidalgo, en Chiapas, usando balsas construidas con cámaras de llantas
Foto: Alfredo Donínguez-
Carlos Fernández-Vega
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Víctimas del mismo trato brutal que de las autoridades estadunidenses reciben los mexicanos expulsados de su tierra, los migrantes centroamericanos se aferran a transitar por la ruta de la miseria con el norte como destino y México como trampolín, aunque pocos, comparados con el volumen, logran el objetivo.
Como en México, es tan precaria la situación económica y social en sus respectivos países, que en el último quinquenio la presencia de emigrantes centroamericanos en territorio nacional se duplicó y en los últimos 17 años se multiplicó por 10, lo que confirma el carácter de México como “territorio de origen, tránsito y destino, y que por su situación geográfica es puente del flujo de las corrientes migratorias provenientes principalmente de Centroamérica y de algunos países sudamericanos y asiáticos que aspiran llegar a Estados Unidos”, define el Instituto Nacional de Migración.
De lo anterior da cuenta uno de los más recientes análisis de la Cámara de Diputados (El flujo migratorio centroamericano hacia México, octubre 2007), en el que se subraya que “el creciente volumen de migrantes y el incremento de las medidas de control migratorio ha hecho subir la cantidad de extranjeros rechazados, devueltos, deportados o expulsados, particularmente a partir de 1990 en que se multiplicó en casi 10 veces el promedio histórico anterior. Esta cantidad de extranjeros no autorizados por autoridades mexicanas para permanecer o entrar a México, sin embargo, no ha hecho disminuir la cantidad real de inmigrantes”.
Detalla que el flujo migratorio centroamericano hacia México ha evolucionado de manera dinámica en los últimos años. Durante mucho tiempo “… se trató de un fenómeno básicamente intrarregional, temporal y permanente entre poblaciones fronterizas guatemaltecas y chiapanecas, ligado a ofertas laborales estacionales”. La migración estacional de trabajadores guatemaltecos en el corte del café del Soconusco, presente desde el siglo XIX, a fines de los años setenta empezó a perder esas características y se amplió a migrantes desde Nicaragua a Guatemala, configurándose con altos volúmenes de población desplazados por la crisis económica y política y las guerras civiles y revolucionarias. Al fin de los conflictos armados, en los años ochenta, la migración se estabilizó temporalmente y hubo proceso de repatriación de desplazados, sobre todo guatemaltecos.
En los 90 el patrón “evolucionó” de nuevo. La reactivación económica esperada como fruto de la paz en la región no sobrevino. Por el contrario, “las dificultades y fracasos de la integración económica centroamericana y la imposibilidad de una inserción exitosa en la economía globalizada, las tradicionales dificultades estructurales, las reducidas posibilidades de demanda, de mano de obra en las plantaciones tradicionales y la industria maquiladora, el exceso de oferta laboral asalariada, la abrumadora miseria, los recurrentes desastres naturales, telúricos e hidrológicos, y la falta de opciones empujaron a grandes volúmenes de individuos y familias nicaragüenses, hondureños, salvadoreños y guatemaltecos a abandonar sus países de origen con destino final en conglomerados poblacionales latinos de Estados Unidos”.
De lo que no hay duda, es que “la precariedad, la falta de protección legal y el desamparo convierten a la inmigración centroamericana en una masa vulnerable, objeto de abusos y materia de violación de derechos humanos tanto por las autoridades oficiales como de personas que aprovechan social, laboral, discriminatoria o criminalmente su situación. Esto se ve agravado por el endurecimiento de las políticas y las normas migratorias mexicanas y el incremento de las presiones estadunidenses para que México detenga o disminuya ese flujo en su frontera sur y, en todo caso, antes de que llegue a su frontera norte y sur de Estados Unidos. México dejó de ser destino protector o laboral para convertirse en paso de esperanzas buscando trabajo, bienestar y cambio de vida en el vecino país del norte. La globalización y las condiciones específicas de la región configuraron una enorme masa de migración en tránsito, la mayoría de tipo terrestre, y transitoria”.
El gobierno mexicano reproduce con los centroamericanos la abyecta política migratoria que Estados Unidos aplica a los mexicanos. Subraya el referido análisis: “sin duda, el alto número de centroamericanos que vienen a nuestro país huyendo de la miseria y la ausencia de opciones de vida, con la esperanza de pasar a trabajar al vecino país del norte, constituye un fenómeno de importancia, gravedad y repercusiones en muy diversos ámbitos. A ello se suman el arrastre de prácticas consuetudinarias de corrupción, autoritarismo y abusos por parte de algunas autoridades policiales, consulares y migratorias; los peligros y riesgos propios de un largo viaje en medios no apropiados; los abusos y crímenes sufridos por delincuencia organizada, nacional y extranjera, y las vejaciones discriminatorias… Además, al lado de un espíritu solidario de vecinos de las rutas de los inmigrantes, de organizaciones civiles y de inspiración religiosa, se ha desarrollado un serio problema de discriminación entre sectores de la población mexicana… Todo ello hace pensar con preocupación si en el país se está dando un trato a los inmigrantes de Centroamérica similar al que reciben los mexicanos que pasan la frontera norte en busca de trabajo en Estados Unidos”.
Como en México, es tan precaria la situación económica y social en sus respectivos países, que en el último quinquenio la presencia de emigrantes centroamericanos en territorio nacional se duplicó y en los últimos 17 años se multiplicó por 10, lo que confirma el carácter de México como “territorio de origen, tránsito y destino, y que por su situación geográfica es puente del flujo de las corrientes migratorias provenientes principalmente de Centroamérica y de algunos países sudamericanos y asiáticos que aspiran llegar a Estados Unidos”, define el Instituto Nacional de Migración.
De lo anterior da cuenta uno de los más recientes análisis de la Cámara de Diputados (El flujo migratorio centroamericano hacia México, octubre 2007), en el que se subraya que “el creciente volumen de migrantes y el incremento de las medidas de control migratorio ha hecho subir la cantidad de extranjeros rechazados, devueltos, deportados o expulsados, particularmente a partir de 1990 en que se multiplicó en casi 10 veces el promedio histórico anterior. Esta cantidad de extranjeros no autorizados por autoridades mexicanas para permanecer o entrar a México, sin embargo, no ha hecho disminuir la cantidad real de inmigrantes”.
Detalla que el flujo migratorio centroamericano hacia México ha evolucionado de manera dinámica en los últimos años. Durante mucho tiempo “… se trató de un fenómeno básicamente intrarregional, temporal y permanente entre poblaciones fronterizas guatemaltecas y chiapanecas, ligado a ofertas laborales estacionales”. La migración estacional de trabajadores guatemaltecos en el corte del café del Soconusco, presente desde el siglo XIX, a fines de los años setenta empezó a perder esas características y se amplió a migrantes desde Nicaragua a Guatemala, configurándose con altos volúmenes de población desplazados por la crisis económica y política y las guerras civiles y revolucionarias. Al fin de los conflictos armados, en los años ochenta, la migración se estabilizó temporalmente y hubo proceso de repatriación de desplazados, sobre todo guatemaltecos.
En los 90 el patrón “evolucionó” de nuevo. La reactivación económica esperada como fruto de la paz en la región no sobrevino. Por el contrario, “las dificultades y fracasos de la integración económica centroamericana y la imposibilidad de una inserción exitosa en la economía globalizada, las tradicionales dificultades estructurales, las reducidas posibilidades de demanda, de mano de obra en las plantaciones tradicionales y la industria maquiladora, el exceso de oferta laboral asalariada, la abrumadora miseria, los recurrentes desastres naturales, telúricos e hidrológicos, y la falta de opciones empujaron a grandes volúmenes de individuos y familias nicaragüenses, hondureños, salvadoreños y guatemaltecos a abandonar sus países de origen con destino final en conglomerados poblacionales latinos de Estados Unidos”.
De lo que no hay duda, es que “la precariedad, la falta de protección legal y el desamparo convierten a la inmigración centroamericana en una masa vulnerable, objeto de abusos y materia de violación de derechos humanos tanto por las autoridades oficiales como de personas que aprovechan social, laboral, discriminatoria o criminalmente su situación. Esto se ve agravado por el endurecimiento de las políticas y las normas migratorias mexicanas y el incremento de las presiones estadunidenses para que México detenga o disminuya ese flujo en su frontera sur y, en todo caso, antes de que llegue a su frontera norte y sur de Estados Unidos. México dejó de ser destino protector o laboral para convertirse en paso de esperanzas buscando trabajo, bienestar y cambio de vida en el vecino país del norte. La globalización y las condiciones específicas de la región configuraron una enorme masa de migración en tránsito, la mayoría de tipo terrestre, y transitoria”.
El gobierno mexicano reproduce con los centroamericanos la abyecta política migratoria que Estados Unidos aplica a los mexicanos. Subraya el referido análisis: “sin duda, el alto número de centroamericanos que vienen a nuestro país huyendo de la miseria y la ausencia de opciones de vida, con la esperanza de pasar a trabajar al vecino país del norte, constituye un fenómeno de importancia, gravedad y repercusiones en muy diversos ámbitos. A ello se suman el arrastre de prácticas consuetudinarias de corrupción, autoritarismo y abusos por parte de algunas autoridades policiales, consulares y migratorias; los peligros y riesgos propios de un largo viaje en medios no apropiados; los abusos y crímenes sufridos por delincuencia organizada, nacional y extranjera, y las vejaciones discriminatorias… Además, al lado de un espíritu solidario de vecinos de las rutas de los inmigrantes, de organizaciones civiles y de inspiración religiosa, se ha desarrollado un serio problema de discriminación entre sectores de la población mexicana… Todo ello hace pensar con preocupación si en el país se está dando un trato a los inmigrantes de Centroamérica similar al que reciben los mexicanos que pasan la frontera norte en busca de trabajo en Estados Unidos”.
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Las rebanadas del pastel
Menos discursos y fotografías de ocasión, y más acciones con mayor velocidad es lo que necesitan los damnificados tabasqueños… El duende de las “cabezas” atacó de nuevo: en el México SA de ayer, el encabezado (que no es de la autoría de este tecleador) asegura que “… la deuda externa subió 160 mil millones de pesos en un año”, lo que resulta equivocado, pues en el cuerpo de la columna se especifica: “… por concepto de deuda neta (…) un incremento cercano a 160 mil millones de pesos…”.
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La Jornada - México/02/11/2007
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