Análisis de Khody Akhavi
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WASHINGTON (IPS) - Cuando el gobierno de George W. Bush invitó a Siria a la cumbre por la paz en Medio Oriente celebrada en Annapolis, el embajador de ese país en Estados Unidos, Emad Moustapha, no salía de su asombro.
"Estados Unidos estaba realmente obsesionado con hacer la guerra. No sólo no estaba interesado en auspiciar conversaciones de paz, sino que se oponía activamente a todo intento de llegar a un acuerdo entre Israel y Siria", dijo Moustapha ante un auditorio en la Universidad de Georgetown. A los ojos de Washington, Damasco permanecía como un socio menor del "eje del mal" al que suele referirse Bush. Hace dos años, Siria estaba bajo una fuerte presión estadounidense, acusada de apoyar a extremistas en Iraq, sostener al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) en Palestina, ejercer una influencia negativa en Líbano y oponerse a la paz con su vecino Israel. El asesinato en febrero de 2005 del ex primer ministro libanés Rafiq Al-Hariri dejó a Siria huérfana de apoyo de naciones árabes y europeas. Estados Unidos retiró a su embajador. Damasco aseguró que no tenía ninguna responsabilidad por el atentado, pero el episodio lo obligó a poner fin a su presencia militar de 29 años en Líbano. Sin embargo, la actitud de Washington ha cambiado. Dejó de lado, al parecer, la máxima de no dialogar con enemigos, especialmente los "malignos", para poner en práctica un enfoque más conciliador: "Hablemos, aunque ustedes no nos gusten". Este enfoque afronta nuevas complicaciones ahora, otra vez a causa de un crimen político en Líbano. La semana pasada, el automóvil del general Francois Al-Hajj pasó al costado de otro cargado con 35 kilogramos de dinamita. La explosión mató al militar y tres de sus camaradas. El asesinato de Al-Hajj fue el primer acto de violencia política en Líbano desde la finalización del mandato presidencial de Emile Lahoud a fines de noviembre, cuando se suscitó un bloqueo político por la designación de su sucesor. Al-Hajj encabezó las operaciones militares contra el grupo extremista Fatah Al-Islam, vinculado con la red terrorista Al Qaeda, en el campamento de refugiados Nahr El-Barid. Aparecía como el principal candidato para reemplazar al jefe del ejército, Michel Suleiman, que podría ser una figura de compromiso para tomar el lugar de Lahoud. La imposibilidad del Parlamento libanés de elegir un nuevo presidente ha generado la peor crisis política desde el fin de la guerra civil (1975-1990). Para ser elegido presidente, Suleiman debe renunciar al ejército y la Constitución debe ser reformada, pues de lo contrario el puesto no puede ser ocupado por un funcionario que se retiró recientemente de un cargo en el Estado. El sistema político confesional libanés establece que el presidente debe ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunita y el presidente del Parlamento musulmán chiíta. Muchos analistas han sugerido que Estados Unidos ha estado intentando poner fin al aislamiento internacional de Siria, probablemente para alejarla de otro adversario regional: Irán. Damasco es el más estrecho aliado árabe de Teherán, desde principios de los años 80, cuando Siria apoyó a Irán en su guerra con Iraq (1980-1988). "Estados Unidos puede obtener más de Siria a cambio de las alturas del Golán", ocupadas por Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967, "que manteniéndola aislada", escribió Mohamad Bazzi, del no gubernamental Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Nueva York, en el diario Christian Science Monitor. "Si hay negociaciones, Washington puede exigirle que deje de interferir en Iraq y Líbano, introduzca reformas políticas internas y deje de apoyar a Hamas y otros grupos palestinos que rechazan la paz con Israel", señaló. Las sospechas por el asesinato de Al-Hajj cayeron una vez más sobre Siria. El periodista británico Robert Fisk escribió en el diario londinense The Independent: "El ministro de Información libanés, Ghazi Aridi, culpó a los sirios aunque, llamativamente, Walid Jumblatt, quien midió cuidadosamente sus palabras, no lo hizo, aunque ha señalado sistemáticamente a Damasco por los ataques contra políticos democráticos libaneses". "Parece, entonces, que la política libanesa está cambiando otra vez y que quienes eran enemigos de Siria ya no lo son, necesariamente", agregó Fisk. Jumblatt, líder del Partido Socialista Progresista, y el dirigente más prominente de la comunidad musulmana drusa, es uno de los políticos más críticos hacia Siria. Apoya la Alianza 14 de Marzo, coalición encabezada por Saad Hariri, hijo del ex primer ministro asesinado en 2005. En una carta al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el primer ministro libanés, Foaud Siniora, solicitó "asistencia técnica" de la Comisión Internacional de Investigación para esclarecer el asesinato de Al-Hajj. Este cuerpo se encuentra actualmente investigando la muerte de Hariri. Si se considera que las acciones de Siria en Líbano son percibidas como una medida de su voluntad de cooperar con Estados Unidos y con Occidente, la participación directa de Damasco en el asesinato de Al-Hajj no puede considerarse un hecho inequívoco. Después de todo, el militar era un cristiano maronita que tenía relaciones amistosas con la milicia Hezbolá y el líder cristiano opositor Michel Aoun. La semana pasada Bush advirtió a Siria que no interfiriera en la política libanesa. "Como otras víctimas en el pasado, Al-Hajj era un defensor de la independencia de Líbano y un enemigo de la interferencia de Siria en los asuntos internos de su país", afirmó. Damasco condenó el asesinato. La agencia estatal de noticias Sana citó a un funcionario no identificado según el cual el atentado estaba dirigido contra el ejército libanés y que Israel se beneficiaba con la muerte de una figura nacional. Sana recordó que los israelíes volaron el automóvil de Al-Hajj en 1976, en el sur de Líbano, cuando el militar se negó a cooperar con sus aliados. Aunque la cumbre de Annapolis abrió el mes pasado la puerta a la diplomacia, la realidad en el terreno sugiere que Siria no pondrá fin a su relación con Irán, ni aceptará presiones internacionales a causa de su influencia, positiva o negativa, en Líbano. El presidente sirio Bashar Assad descartó que la alianza con Irán fuera a debilitarse como consecuencia de la participación de su país en Annapolis. "Confirmo que las relaciones no se verán afectadas por ninguna razón, ni bajo ninguna circunstancia", afirmó, según Sana.
WASHINGTON (IPS) - Cuando el gobierno de George W. Bush invitó a Siria a la cumbre por la paz en Medio Oriente celebrada en Annapolis, el embajador de ese país en Estados Unidos, Emad Moustapha, no salía de su asombro.
"Estados Unidos estaba realmente obsesionado con hacer la guerra. No sólo no estaba interesado en auspiciar conversaciones de paz, sino que se oponía activamente a todo intento de llegar a un acuerdo entre Israel y Siria", dijo Moustapha ante un auditorio en la Universidad de Georgetown. A los ojos de Washington, Damasco permanecía como un socio menor del "eje del mal" al que suele referirse Bush. Hace dos años, Siria estaba bajo una fuerte presión estadounidense, acusada de apoyar a extremistas en Iraq, sostener al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) en Palestina, ejercer una influencia negativa en Líbano y oponerse a la paz con su vecino Israel. El asesinato en febrero de 2005 del ex primer ministro libanés Rafiq Al-Hariri dejó a Siria huérfana de apoyo de naciones árabes y europeas. Estados Unidos retiró a su embajador. Damasco aseguró que no tenía ninguna responsabilidad por el atentado, pero el episodio lo obligó a poner fin a su presencia militar de 29 años en Líbano. Sin embargo, la actitud de Washington ha cambiado. Dejó de lado, al parecer, la máxima de no dialogar con enemigos, especialmente los "malignos", para poner en práctica un enfoque más conciliador: "Hablemos, aunque ustedes no nos gusten". Este enfoque afronta nuevas complicaciones ahora, otra vez a causa de un crimen político en Líbano. La semana pasada, el automóvil del general Francois Al-Hajj pasó al costado de otro cargado con 35 kilogramos de dinamita. La explosión mató al militar y tres de sus camaradas. El asesinato de Al-Hajj fue el primer acto de violencia política en Líbano desde la finalización del mandato presidencial de Emile Lahoud a fines de noviembre, cuando se suscitó un bloqueo político por la designación de su sucesor. Al-Hajj encabezó las operaciones militares contra el grupo extremista Fatah Al-Islam, vinculado con la red terrorista Al Qaeda, en el campamento de refugiados Nahr El-Barid. Aparecía como el principal candidato para reemplazar al jefe del ejército, Michel Suleiman, que podría ser una figura de compromiso para tomar el lugar de Lahoud. La imposibilidad del Parlamento libanés de elegir un nuevo presidente ha generado la peor crisis política desde el fin de la guerra civil (1975-1990). Para ser elegido presidente, Suleiman debe renunciar al ejército y la Constitución debe ser reformada, pues de lo contrario el puesto no puede ser ocupado por un funcionario que se retiró recientemente de un cargo en el Estado. El sistema político confesional libanés establece que el presidente debe ser cristiano maronita, el primer ministro musulmán sunita y el presidente del Parlamento musulmán chiíta. Muchos analistas han sugerido que Estados Unidos ha estado intentando poner fin al aislamiento internacional de Siria, probablemente para alejarla de otro adversario regional: Irán. Damasco es el más estrecho aliado árabe de Teherán, desde principios de los años 80, cuando Siria apoyó a Irán en su guerra con Iraq (1980-1988). "Estados Unidos puede obtener más de Siria a cambio de las alturas del Golán", ocupadas por Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967, "que manteniéndola aislada", escribió Mohamad Bazzi, del no gubernamental Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Nueva York, en el diario Christian Science Monitor. "Si hay negociaciones, Washington puede exigirle que deje de interferir en Iraq y Líbano, introduzca reformas políticas internas y deje de apoyar a Hamas y otros grupos palestinos que rechazan la paz con Israel", señaló. Las sospechas por el asesinato de Al-Hajj cayeron una vez más sobre Siria. El periodista británico Robert Fisk escribió en el diario londinense The Independent: "El ministro de Información libanés, Ghazi Aridi, culpó a los sirios aunque, llamativamente, Walid Jumblatt, quien midió cuidadosamente sus palabras, no lo hizo, aunque ha señalado sistemáticamente a Damasco por los ataques contra políticos democráticos libaneses". "Parece, entonces, que la política libanesa está cambiando otra vez y que quienes eran enemigos de Siria ya no lo son, necesariamente", agregó Fisk. Jumblatt, líder del Partido Socialista Progresista, y el dirigente más prominente de la comunidad musulmana drusa, es uno de los políticos más críticos hacia Siria. Apoya la Alianza 14 de Marzo, coalición encabezada por Saad Hariri, hijo del ex primer ministro asesinado en 2005. En una carta al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, el primer ministro libanés, Foaud Siniora, solicitó "asistencia técnica" de la Comisión Internacional de Investigación para esclarecer el asesinato de Al-Hajj. Este cuerpo se encuentra actualmente investigando la muerte de Hariri. Si se considera que las acciones de Siria en Líbano son percibidas como una medida de su voluntad de cooperar con Estados Unidos y con Occidente, la participación directa de Damasco en el asesinato de Al-Hajj no puede considerarse un hecho inequívoco. Después de todo, el militar era un cristiano maronita que tenía relaciones amistosas con la milicia Hezbolá y el líder cristiano opositor Michel Aoun. La semana pasada Bush advirtió a Siria que no interfiriera en la política libanesa. "Como otras víctimas en el pasado, Al-Hajj era un defensor de la independencia de Líbano y un enemigo de la interferencia de Siria en los asuntos internos de su país", afirmó. Damasco condenó el asesinato. La agencia estatal de noticias Sana citó a un funcionario no identificado según el cual el atentado estaba dirigido contra el ejército libanés y que Israel se beneficiaba con la muerte de una figura nacional. Sana recordó que los israelíes volaron el automóvil de Al-Hajj en 1976, en el sur de Líbano, cuando el militar se negó a cooperar con sus aliados. Aunque la cumbre de Annapolis abrió el mes pasado la puerta a la diplomacia, la realidad en el terreno sugiere que Siria no pondrá fin a su relación con Irán, ni aceptará presiones internacionales a causa de su influencia, positiva o negativa, en Líbano. El presidente sirio Bashar Assad descartó que la alianza con Irán fuera a debilitarse como consecuencia de la participación de su país en Annapolis. "Confirmo que las relaciones no se verán afectadas por ninguna razón, ni bajo ninguna circunstancia", afirmó, según Sana.
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PS Noticias - Uruguay/18/12/2007
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