El mundo ingresa en su sexto año consecutivo de crecimiento económico a una tasa promedio de 5% anual. Es el período de expansión más largo, a la tasa más alta, de los últimos 40 años.
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Por Jorge Castro
Por Jorge Castro
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El mundo ingresa en su sexto año consecutivo de crecimiento económico a una tasa promedio de 5% anual. Es el período de expansión más largo, a la tasa más alta, de los últimos 40 años. Todas las regiones del mundo crecen al mismo tiempo; y los 28 países emergentes de Asia, Europa oriental y América latina, encabezados por China e India, se expanden a un ritmo que es el doble del promedio mundial (8% anual) y el triple del mundo altamente desarrollado (2,8%). El carácter sincronizado y convergente del actual crecimiento es una rareza en la historia del capitalismo. Los períodos de expansión han sido en ella hondamente dispares, y usualmente los países de avanzada doblaron el auge de la periferia. La novedad histórica de los últimos cinco años no es el crecimiento nominal del PBI mundial, sino lo ocurrido en el ingreso por habitante (PBI per cápita). El último lustro muestra un aumento promedio del PBI per cápita de casi 4% anual (3,9%). Es el nivel más alto de crecimiento de la historia del capitalismo desde la Revolución Industrial (1780). Por eso, en los últimos 16 años disminuyó casi diez puntos el nivel de pobreza extrema en la población mundial (29% vs. 20%). En China, 400 millones de habitantes abandonaron la pobreza extrema. El impulso de este crecimiento de excepción es doble. Ante todo, el auge de Estados Unidos: 32% del PBI mundial. Lo decisivo es que la economía situada en la frontera del sistema ha dado un salto cualitativo en los últimos 12 años en el aumento de la productividad: indicador que revela el grado de absorción y despliegue de la revolución tecnológica. La construcción de nuevas viviendas cayó 20,6% en EE.UU. en el tercer trimestre del año, la mayor caída en dos décadas. Las pérdidas bursátiles del negocio inmobiliario y de la construcción superaron los 300.000 millones de dólares en el último año y medio. El desplome de la construcción, con la consiguiente contracción financiera, es un ancla gigantesco que frena la expansión norteamericana. La Reserva Federal estima que ha disminuido un punto del producto en los últimos 12 meses. El PBI estadounidense creció casi 5% anual en el tercer trimestre (4,9%), el mayor nivel en dos años, y la productividad trepó 6,9%, récord en los últimos cinco años. El sector transnacional es 42% del PBI, y las exportaciones aumentaron casi 19% anual entre julio y septiembre (18,9%); es el doble del promedio mundial. En este sector, la productividad aumentó 26% anual en este período. La otra fuerza que impulsa el crecimiento mundial es China. El producto chino es seis veces menor que el norteamericano, pero su acumulación industrial y el dominio que ejerce en el mercado de commodities la hacen más importante que EE.UU. en el crecimiento mundial: 23% vs. 19%. En agosto, China se convirtió en la principal exportadora mundial. En los primeros seis meses del año, resultó también la mayor exportadora de capitales del mundo. Su superávit comercial ascendió a 250.000 millones de dólares; y el saldo positivo de la cuenta corriente alcanzó 11% del PBI (330.000 millones de dólares). Casi la totalidad de ese extraordinario torrente de liquidez lo dirigió al mercado norteamericano. La globalización se aceleró en 2007, y adquirió un ritmo vertiginoso la integración mundial del capitalismo. Los acontecimientos se aceleran y las crisis y los cambios cualitativos se multiplican. EE.UU. desplegó en 2007 una nueva política exterior en el mundo. La visión “neoconservadora” (reestructuración del poder mundial a través de la erradicación de regímenes antagónicos) concluyó en noviembre de 2006. No fue consecuencia de un cambio doctrinario del presidente George W. Bush, sino de la derrota experimentada en las elecciones de medio término, que impusieron un cambio drástico de orientación. La política exterior norteamericana tiene hoy tres características: es multilateral; es predominantemente diplomática –no militar–; y dejó de lado el objetivo del cambio de régimen (regime change). No existen actualmente diferencias sustanciales en materia de política exterior (Irak, Irán, Corea del Norte, Oriente Medio, Venezuela) entre demócratas y republicanos; y no las habrá –presumiblemente– si un demócrata ocupa la Casa Blanca a partir de enero de 2009. En un mundo que acelera su integración, Europa se margina cada vez más. Suma a su declinación demográfica, convertida en pérdida absoluta de población, una incapacidad que parece estructural para innovar y emprender. Esto lo advierten Nicolas Sarkozy en Francia, Angela Merkel en Alemania y Gordon Brown en el Reino Unido. Por eso, el sentido de alarma y urgencia. Sarkozy triunfó en las elecciones presidenciales del 6 de mayo con 53% de los votos. Señaló en la campaña electoral: “La mundialización –forma gala de referirse a la globalización– es una extraordinaria fuerza planetaria que ofrece oportunidades para Francia y sus empresas. La cuestión no es si la mundialización es buena o mala, sino si Francia está preparada o no para aprovechar sus extraordinarias oportunidades. No acepto la idea de que la mundialización es el nuevo nombre de la fatalidad. Rechazo para Francia el papel de víctima en el teatro del mundo. Francia no acepta el destino, no se resigna; actúa y se transforma; éste es el legado de Charles de Gaulle”. Francia se convirtió en uno de los dos países –el otro es Italia– de menor crecimiento de la zona euro. La desocupación asciende a 10% de la población, por encima del promedio europeo y es el doble que en Gran Bretaña. Lo “específicamente francés” de este nivel de desempleo es que nunca estuvo por debajo de 8% en los últimos 20 años. Entre los jóvenes (19 a 29 años) llega a 30%, y en los suburbios de las grandes ciudades –París en primer lugar–, la desocupación juvenil es 40% o más. Los gremios estatales paralizaron Francia el 18 de octubre, en rechazo a la reforma del sistema de seguridad social impulsada por Sarkozy. Esos gremios doblegaron en 1995 un intento semejante del poder político de entonces (Jacques Chirac-Alain Juppé). Esta vez, Sarkozy logró imponerse, y de esta forma resolver, al menos por ahora, el problema político central de Francia, que es la gobernabilidad. Vladimir Putin obtuvo en Rusia 63,2% de los sufragios en los comicios legislativos del 2 de diciembre. Su partido (Rusia Unida) logró 303 escaños en la Duma (Cámara de Diputados) sobre un total de 457. En términos constitucionales, eran elecciones meramente legislativas, pero Putin las transformó en un plebiscito sobre su poder personal, en el que se impuso ampliamente. Una semana después de las elecciones, Putin designó a Dimitri Medvedev como su sucesor en la presidencia de la Federación Rusa, lo que será ratificado por una mayoría como la del 2 de diciembre en los comicios presidenciales de marzo de 2008. Tras ser designado por Putin, Medvedev informó que el actual presidente será su primer ministro. Putin aspira convertir a Rusia en una gran potencia de alcance global, una de las principales protagonistas del proceso de globalización e integración mundial. Rusia ingresará en la Organización Mundial del Comercio (OMC) con auspicio de EE.UU. en 2008. América latina entra en su sexto año de crecimiento consecutivo, a una tasa promedio de 5,6% anual. Todos los países de la región crecen al mismo tiempo. Es la primera vez que sucede en 30 años. Lo que arrastra el crecimiento regional son los términos de intercambio (diferencial entre precios de exportaciones e importaciones), los mejores de las últimas tres décadas. Los minerales andinos, los combustibles y el petróleo de Venezuela, México y Ecuador, y los granos del Mercosur tuvieron este año precios récord. El precio internacional de los tres principales commodities agrícolas creció 74% desde el segundo trimestre de 2003. Según The Economist, este año se alcanzó el mayor nivel histórico en el precio de los alimentos desde 1845. Pero América latina es la región del mundo emergente que menos crece; y también la que atrae menos inversión extranjera directa (IED) de las empresas transnacionales (ETN). En síntesis, es la que más se aleja de la corriente central de la época: el auge del comercio internacional, en más de dos tercios obra de las ETN a través de su inversión directa. El presidente Hugo Chávez de Venezuela fue derrotado en el referéndum del 2 de diciembre. Obtuvo tres millones de votos menos que los que logró en las elecciones presidenciales de un año atrás (03/12/2006). Perdió en ocho de los 24 estados venezolanos, entre ellos el Distrito Capital (Caracas). Fue derrotado, incluso, en “barrios” populares, tradicionales reductos chavistas. La derrota ocurrió con el precio del petróleo a 100 dólares el barril. En los últimos cuatro años, Venezuela creció a un promedio de 11,9% anual. El problema de Chávez no es la oposición –liderada ahora por el estudiantado universitario–, sino su propia base política en los sectores populares. Bolivia, finalmente, ha constituido un doble sistema de poder de tipo institucional. Por un lado, el gobierno nacional del presidente Evo Morales, con sede en La Paz y alcance efectivo en el Altiplano. Por el otro, los cuatro departamentos del Oriente (Tarija, Santa Cruz de la Sierra, Beni y Pando), que han proclamado unilateralmente su autonomía y constituido sus propias autoridades. Es una situación de “doble poder”, de “empate hegemónico”, y como tal, provisoria y apta para escalar –en cualquier momento– hacia un nuevo estadio de confrontación y violencia generalizada. El mundo se acelera y las crisis se multiplican. La globalización es un quiebre sistemático y sucesivo del statu quo.
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Perfil.com - Argentina/23/12/2007
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