Por Jim Lobe
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WASHINGTON (IPS) - Al parecer, el bando "realista" vuelve a conducir la política exterior de Estados Unidos gracias al "colapso de la doctrina Bush", según muchos expertos en relaciones internacionales.
Uno de los que llegó a esa conclusión es Gideon Rose, editor de la revista especializada en política exterior más influyente de Estados Unidos, Foreign Affairs, en una columna publicada por el diario The New York Times. Una firma así suele rubricar la oficialización de una tendencia. "A siete meses del inicio de la segunda presidencia de George W. Bush, es claro que, a pesar de las promesas de su discurso de investidura, la política exterior estadounidense tomó un giro decididamente pragmático", escribió Gideon. Los cambios de personal del gobierno, la resurrección del Departamento de Estado (cancillería) como jugador dominante y la partida de destacados neoconservadores del Pentágono, como Paul Wolfowitz --ascendido a presidente del Banco Mundial-- y Douglas Feith ayudan a explicar el cambio. Pero "la verdadera historia real es aun más simple", según Rose. "La doctrina Bush colapsó, y la administración debió, en consecuencia, abrazar el realismo, la perenne cura de la política exterior estadounidense" cuando sufre la "resaca" del "idealismo entusiasta". Rose considera que se trata del último giro en el ciclo histórico tras la segunda guerra mundial, en que los periodos de "aventurerismo idealista" se alternan con otros de realismo cauteloso. El segundo gobierno de Bush no abandonará, al parecer, las metas generales del primero, pero procurará establecer "un rumbo más calmado y medido" hacia esos objetivos. Los funcionarios de Washington "aún creen en el poder estadounidense y en la propagación global del capitalismo liberal y democrático", anotó. "Pero buscan una autoridad legítima más que el mero dominio material, están en favor del análisis de costo-beneficio, más que en los las pruebas ideológicas definitivas, y privilegian los buenos resultados por encima de las buenas intenciones", concluyó. Los realistas, bando que dominó en el último medio siglo la política exterior de Estados Unidos pero fue relegada por los neoconservadores en el primer periodo de Bush, prefieren la acción multilateral y priorizan el fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Washington, en especial la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En cambio, los neoconservadores son hostiles a los procesos multilaterales en general y a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en particular. Sus postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y formulan los conflictos en términos morales. La mayoría son judíos de derecha, muy vinculados con el conservador partido Likud, gobernante en Israel. Son políticos, analistas y académicos belicistas, y abogan por que la política antiterrorista de Washington apunte contra todos los grupos y países que consideran amenazas para los intereses israelíes. La corriente fue creada en los años 60 por demócratas de izquierda y trotskistas descontentos con tibios acercamientos de Washington hacia países árabes. Los realistas y sus compañeros de viaje europeos habían pronosticado en reiteradas oportunidades en los años 90 la defunción de las fuerzas unilateralistas y neoconservadores hasta los atentados que causaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001. Pero muchos observadores creen que, ahora, el equilibrio de poder dentro del gobierno estadounidense comenzó a favorecer, decisivamente, al bando realista. "Creo que Gideon está, esencialmente, en lo cierto", dijo Sherle Schwenninger, analista de política exterior en el centro académico World Policy Institute (WPI). "Los periodos de hiper-idealismo --en este caso, de neo-imperialismo-- son seguidos de periodos de mayor sobriedad y sentido común." Schwenninger concuerda también en que, si bien los cambios en el personal de gobierno redujo la capacidad de maniobra de los elementos más ideologizados, buena parte del cambio "es puramente dictada por la realidad de que Estados Unidos se ha sobreextendido en Iraq y no tiene buenas opciones ni en Irán ni en Corea del Norte". "Tiene muchas limitaciones, tanto financieras como militares", sostuvo. También llegó a esa conclusión Anatol Lieven, de la New American Foundation, quien expuso un ciclo similar al expuesto por Gideon en su libro "America Right or Wrong: An Anatomy of American Nationalism" ("Estados Unidos en el acierto o en el error: Una anatomía del nacionalismo estadounidense"). "El sistema estadounidense, después de todo, no es insano, y eso es cierto aun en la administración de Bush", dijo Lieven a IPS. "Si el precio de la guerra es restaurar el reclutamiento forzoso --cuya consecuencia segura es la pérdida de las elecciones--, serán cautelosos. No tienen soldados ni tienen el dinero", explicó el experto. Mientras, la retórica prodemocrática, en particular en lo que se refiere a Iraq y Medio Oriente, continúa dominando el discurso oficial, en particular el de Bush y el de la secretaria de Estado (canciller) Condoleeza Rice. Pero el dominio realista es muy claro, en particular si se analizan los últimos movimientos en torno de los dos miembros supérstites del "eje del mal". El respaldo estadounidense, aunque a regañadientes, de las gestiones de Alemania, Francia y Gran Bretaña para alcanzar un acuerdo con Irán sobre el programa de desarrollo nuclear marcó un cambio en ese sentido. También lo hizo el atemperamiento de la postura de Washington en el diálogo con Corea del Norte, un proceso resistido por el vicepresidente Dick Cheney. Del mismo modo, el gobierno intentó aplacar el sentimiento antichino en el Congreso legislativo y restañar heridas de los países europeos opuestos a la guerra en Iraq, como Alemania y Francia, a los que el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, había denominado despectivamente "vieja Europa". Así quedó de manifiesto que Washington no es inmune al tradicional equilibrio de poder político y debe tomar en cuenta los intereses de otras potencias. Esta percepción predomina en el Departamento de Estado y es promovida por el subsecretario Robert Zoellick, el subsecretario para Política Nicholas Burns y el consejero Philip Zelikow, todos ellos realistas. Tampoco puede subestimarse la influencia de la nueva jefa de diplomacia pública del Departamento de Estado y confidente de Bush, Karen Hughes. Por otra parte, Rusmfeld, a pesar de su irresistible tendencia a hacer sonar las botas cuando se trata de Irán, se ha acercado al campo realista, tal vez sólo para impedir un motín de generales escandalizados por la pesadilla iraquí, que les recuerda a Vietnam. Una muestra de ello fue su apoyo a las iniciativas militares de cambiar la denominación de la "guerra mundial contra el terror" por la más moderada de "guerra mundial contra el extremismo violento". "Si estás a cargo de las fuerzas armadas de Estados Unidos, hay ciertas realidades que debes tomar en cuenta", dijo Lieven, en referencia al humor de los mandos militares. Pero, si bien Rose pinta el resurgimiento realista como un proceso inevitable y natural, otros expertos no están tan dispuestos a minimizar el actual poder de los halcones, que podrían extender las alas con un nuevo ataque terrorista contra Estados Unidos o un colapso en las negociaciones con Corea del Norte o Irán. Este país del Golfo continúa siendo considerado el enemigo público número uno tanto por los neoconservadores como por los nacionalistas agresivos liderados por el vicepresidente Cheney. "Cheney no necesariamente perdió en Irán", advirtió Schwenninger. "Puede calcular que, en la medida en que nosotros (Estados Unidos) no colaboremos, Alemania, Francia y Gran Bretaña fracasarán en las negociaciones y le demostraremos así a los europeos que un enfoque blando no funciona." Desde ese punto de vista, Cheney y los halcones habrían dispuesto un repliegue táctico para asegurarse un mayor apoyo en la imposición de sanciones que desestabilizarían al gobierno iraní o en la justificación de un ataque militar estadounidense o israelí, a fines de 2006 o en 2007. "Cuando algo justifique sus actitudes intervencionistas", aseguró Lieven, "estarán preparados para aprovecharse de la situación, como lo hicieron después del 11 de septiembre."
WASHINGTON (IPS) - Al parecer, el bando "realista" vuelve a conducir la política exterior de Estados Unidos gracias al "colapso de la doctrina Bush", según muchos expertos en relaciones internacionales.
Uno de los que llegó a esa conclusión es Gideon Rose, editor de la revista especializada en política exterior más influyente de Estados Unidos, Foreign Affairs, en una columna publicada por el diario The New York Times. Una firma así suele rubricar la oficialización de una tendencia. "A siete meses del inicio de la segunda presidencia de George W. Bush, es claro que, a pesar de las promesas de su discurso de investidura, la política exterior estadounidense tomó un giro decididamente pragmático", escribió Gideon. Los cambios de personal del gobierno, la resurrección del Departamento de Estado (cancillería) como jugador dominante y la partida de destacados neoconservadores del Pentágono, como Paul Wolfowitz --ascendido a presidente del Banco Mundial-- y Douglas Feith ayudan a explicar el cambio. Pero "la verdadera historia real es aun más simple", según Rose. "La doctrina Bush colapsó, y la administración debió, en consecuencia, abrazar el realismo, la perenne cura de la política exterior estadounidense" cuando sufre la "resaca" del "idealismo entusiasta". Rose considera que se trata del último giro en el ciclo histórico tras la segunda guerra mundial, en que los periodos de "aventurerismo idealista" se alternan con otros de realismo cauteloso. El segundo gobierno de Bush no abandonará, al parecer, las metas generales del primero, pero procurará establecer "un rumbo más calmado y medido" hacia esos objetivos. Los funcionarios de Washington "aún creen en el poder estadounidense y en la propagación global del capitalismo liberal y democrático", anotó. "Pero buscan una autoridad legítima más que el mero dominio material, están en favor del análisis de costo-beneficio, más que en los las pruebas ideológicas definitivas, y privilegian los buenos resultados por encima de las buenas intenciones", concluyó. Los realistas, bando que dominó en el último medio siglo la política exterior de Estados Unidos pero fue relegada por los neoconservadores en el primer periodo de Bush, prefieren la acción multilateral y priorizan el fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Washington, en especial la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En cambio, los neoconservadores son hostiles a los procesos multilaterales en general y a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en particular. Sus postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y formulan los conflictos en términos morales. La mayoría son judíos de derecha, muy vinculados con el conservador partido Likud, gobernante en Israel. Son políticos, analistas y académicos belicistas, y abogan por que la política antiterrorista de Washington apunte contra todos los grupos y países que consideran amenazas para los intereses israelíes. La corriente fue creada en los años 60 por demócratas de izquierda y trotskistas descontentos con tibios acercamientos de Washington hacia países árabes. Los realistas y sus compañeros de viaje europeos habían pronosticado en reiteradas oportunidades en los años 90 la defunción de las fuerzas unilateralistas y neoconservadores hasta los atentados que causaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001. Pero muchos observadores creen que, ahora, el equilibrio de poder dentro del gobierno estadounidense comenzó a favorecer, decisivamente, al bando realista. "Creo que Gideon está, esencialmente, en lo cierto", dijo Sherle Schwenninger, analista de política exterior en el centro académico World Policy Institute (WPI). "Los periodos de hiper-idealismo --en este caso, de neo-imperialismo-- son seguidos de periodos de mayor sobriedad y sentido común." Schwenninger concuerda también en que, si bien los cambios en el personal de gobierno redujo la capacidad de maniobra de los elementos más ideologizados, buena parte del cambio "es puramente dictada por la realidad de que Estados Unidos se ha sobreextendido en Iraq y no tiene buenas opciones ni en Irán ni en Corea del Norte". "Tiene muchas limitaciones, tanto financieras como militares", sostuvo. También llegó a esa conclusión Anatol Lieven, de la New American Foundation, quien expuso un ciclo similar al expuesto por Gideon en su libro "America Right or Wrong: An Anatomy of American Nationalism" ("Estados Unidos en el acierto o en el error: Una anatomía del nacionalismo estadounidense"). "El sistema estadounidense, después de todo, no es insano, y eso es cierto aun en la administración de Bush", dijo Lieven a IPS. "Si el precio de la guerra es restaurar el reclutamiento forzoso --cuya consecuencia segura es la pérdida de las elecciones--, serán cautelosos. No tienen soldados ni tienen el dinero", explicó el experto. Mientras, la retórica prodemocrática, en particular en lo que se refiere a Iraq y Medio Oriente, continúa dominando el discurso oficial, en particular el de Bush y el de la secretaria de Estado (canciller) Condoleeza Rice. Pero el dominio realista es muy claro, en particular si se analizan los últimos movimientos en torno de los dos miembros supérstites del "eje del mal". El respaldo estadounidense, aunque a regañadientes, de las gestiones de Alemania, Francia y Gran Bretaña para alcanzar un acuerdo con Irán sobre el programa de desarrollo nuclear marcó un cambio en ese sentido. También lo hizo el atemperamiento de la postura de Washington en el diálogo con Corea del Norte, un proceso resistido por el vicepresidente Dick Cheney. Del mismo modo, el gobierno intentó aplacar el sentimiento antichino en el Congreso legislativo y restañar heridas de los países europeos opuestos a la guerra en Iraq, como Alemania y Francia, a los que el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, había denominado despectivamente "vieja Europa". Así quedó de manifiesto que Washington no es inmune al tradicional equilibrio de poder político y debe tomar en cuenta los intereses de otras potencias. Esta percepción predomina en el Departamento de Estado y es promovida por el subsecretario Robert Zoellick, el subsecretario para Política Nicholas Burns y el consejero Philip Zelikow, todos ellos realistas. Tampoco puede subestimarse la influencia de la nueva jefa de diplomacia pública del Departamento de Estado y confidente de Bush, Karen Hughes. Por otra parte, Rusmfeld, a pesar de su irresistible tendencia a hacer sonar las botas cuando se trata de Irán, se ha acercado al campo realista, tal vez sólo para impedir un motín de generales escandalizados por la pesadilla iraquí, que les recuerda a Vietnam. Una muestra de ello fue su apoyo a las iniciativas militares de cambiar la denominación de la "guerra mundial contra el terror" por la más moderada de "guerra mundial contra el extremismo violento". "Si estás a cargo de las fuerzas armadas de Estados Unidos, hay ciertas realidades que debes tomar en cuenta", dijo Lieven, en referencia al humor de los mandos militares. Pero, si bien Rose pinta el resurgimiento realista como un proceso inevitable y natural, otros expertos no están tan dispuestos a minimizar el actual poder de los halcones, que podrían extender las alas con un nuevo ataque terrorista contra Estados Unidos o un colapso en las negociaciones con Corea del Norte o Irán. Este país del Golfo continúa siendo considerado el enemigo público número uno tanto por los neoconservadores como por los nacionalistas agresivos liderados por el vicepresidente Cheney. "Cheney no necesariamente perdió en Irán", advirtió Schwenninger. "Puede calcular que, en la medida en que nosotros (Estados Unidos) no colaboremos, Alemania, Francia y Gran Bretaña fracasarán en las negociaciones y le demostraremos así a los europeos que un enfoque blando no funciona." Desde ese punto de vista, Cheney y los halcones habrían dispuesto un repliegue táctico para asegurarse un mayor apoyo en la imposición de sanciones que desestabilizarían al gobierno iraní o en la justificación de un ataque militar estadounidense o israelí, a fines de 2006 o en 2007. "Cuando algo justifique sus actitudes intervencionistas", aseguró Lieven, "estarán preparados para aprovecharse de la situación, como lo hicieron después del 11 de septiembre."
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Noticias - Uruguay/28/01/2008
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