31/1/08

José Martí: déme América en qué servirla...

Merecedes Santos Moray (AIN)
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La propia experiencia vital de José Martí avaló el desarrollo de sus ideas. Y aquel joven que partió al destierro en plena adolescencia, para espigar en la metrópoli española, amplió precisamente el referente histórico de la independencia de Cuba en el diálogo fecundo que protagonizó durante su estadía en otras naciones de América como México, Guatemala y Venezuela.
Se insertaba la Isla amada no sólo en la contextualidad geográfica de las Antillas y el Caribe, sino en el universo de lo que él, desde entonces, comenzó a nombrar como "nuestra América".Nacido en los primeros años de la segunda mitad del siglo XIX, Martí vive también la experiencia de la construcción de la Modernidad, durante los tres lustros de su exilio en Estados Unidos.Entonces, el país emergía de la guerra civil, abría su espacio a la miríada de emigrados y avanzaba tecnológica, cultural y socialmente hacia la era de los monopolios, el capital industrial y el potencial financiero que lo convertirían, en la próxima centuria, en una potencia a escala mundial, particularmente significativa para los pueblos de América a los que veía como su "traspatio natural"...Ambos horizontes permitieron al cubano convertirse en el continuador legítimo del ideario bolivariano, ante las nuevas realidades de la historia política, económica y social del trasvase entre el siglo XIX y el XX.Desde su sensibilidad humana, avalada también por su condición de poeta, puede Martí revisitar el pensamiento de Simón Bolívar y de los próceres de la independencia, y construir un proyecto que, desde la independencia de Cuba y Puerto Rico, se traduzca en aquella estrofa que, para él, faltaba en el poema de 1810.Así, el latinoamericanismo martiano, deudor del bolivariano, aborda en medio de la emergencia del imperialismo norteamericano las perspectivas de desarrollo de los pueblos de nuestra América, como parte indispensable del equilibrio del mundo, teoría política que trasciende su época y cobra mayor vigencia en los días presentes.Los valores propios del llamado por él hombre natural, del proceso histórico de la construcción de las identidades, la cultura como manifestación de las esencias y no de las apariencias, en defensa del perfil auténtico y con mirada orgánica, nunca mimética ni dependiente, se manifiestan igualmente en el proyecto martiano de una América otra.Su presencia en las sesiones de los congresos realizados en Washington, donde se gestó la política expansionista del panamericanismo en el área continental, y su temprana defensa del diálogo, de igual a igual, con todos los pueblos y naciones del mundo, como vía de desarrollo, avaló también la formación de esta doctrina política profundamente revolucionadora, que se asienta en las necesidades históricas de América Latina y el Caribe.Cuba, América Latina y el espacio más abarcador que él calificó como Patria, al afirmar que "Patria es humanidad", permitieron a su genio político adelantarse a los coetáneos, en el diseño de un programa liberador, que se desplaza en toda la diversidad manifiesta entre los pueblos latinoamericanos y caribeños.Uno de sus textos más lapidarios, el conocido ensayo Nuestra América, así como sus discursos sobre Bolívar y el nombrado “Madre América”, pronunciados en la Sociedad Literaria Hispanoamericana, en Nueva York, responden a una línea de profunda médula dialéctica que se apropia de la historia y la somete a una demoledora crítica, desde el análisis de las culturas aborígenes hasta la colonia y la república.Quien se manifestó en múltiples esferas de la vida, desde la literatura al periodismo y a la acción política, al preparar un programa revolucionario que condujera al pueblo cubano a la última guerra de independencia, pudo construir su teoría y dar énfasis práctico, desde la apropiación de la experiencia histórica de las naciones y culturas de América Latina.Es desde esta mirada que Martí nos lega un pensamiento dialéctico, coherente y complejo que responde a las demandas y urgencias de la historia de América y del mundo, y la propia vida lo ha demostrado.Así, las líneas de la política martiana resplandecen no como utopías infranqueables, sino como propósitos realizables a favor de las masas más humildes y populares, que no conocen todavía, y a pesar de la independencia formal de nuestras repúblicas, de la justicia social y de la cultura.
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Radio Surco - Cuba/31/01/2008

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