28/01/2008
Opinión
Por Cristian Mira
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En el medio del conflicto por la intervención del Gobierno en el mercado del trigo, pasó casi desapercibido el anuncio de otra discusión que tiene implicancias sobre el perfil productivo argentino. Se trata de la advertencia del ministro de Agricultura de Brasil, Reinhold Stephanes, de que en el país vecino se le impondrán restricciones a la harina argentina si este producto llega a penetrar entre el 10 y el 15% del mercado brasileño, frente a un 6% de la actualidad. Claro, se dirá que la industria molinera se ha beneficiado por el esquema de abastecimiento de trigo a precio controlado y que, por esa razón, en un año sus exportaciones se incrementaron un 26 por ciento. Sin embargo, lo que subyace de la advertencia del funcionario brasileño, que no hace otra cosa que seguir la estrategia de la cadena productiva de productores e industriales de su país, es que el socio mayor del Mercosur reserva a la Argentina el papel de proveedor de materias primas. Es llamativo que ningún funcionario del Gobierno le haya respondido públicamente al ministro brasileño dado que, se supone, en el bloque regional no debería haber trabas para el libre comercio. Una razón puede encontrarse en la distorsión brutal que provocó el Gobierno en la cadena de trigo. En ese contexto, una defensa de la industria molinera parecería inverosímil. Otra, en rigor, podría ser la ausencia de una política estratégica respecto de la inserción internacional de la Argentina. Hace tiempo que el bloque regional dejó de respetar sus propias reglas para alcanzar la meta de constituirse en un espacio económico común destinado a atraer inversiones, fomentar el libre comercio entre sus integrantes e insertarse de manera integrada en la economía globalizada. Sin embargo, en el resto del mundo el Mercosur es visto como una zona única dado que puede responder a la creciente demanda de alimentos. El gobierno brasileño, al defender la competitividad de su industria molinera, no es el demonio. Al contrario, es un buen espejo en el que mirarse cuando se quiere aprender cómo tener una política productiva de largo plazo. En las carnes -bovina, porcina y aviar- Brasil conquistó los mercados mundiales sin descuidar a sus consumidores. Cuando identifica oportunidades y ve un espacio para avanzar lo hace, apoyando a los empresarios decididos a invertir. Tiene orgullo por su agroindustria y sabe adonde va.
www.lanacion.com.ar
En el medio del conflicto por la intervención del Gobierno en el mercado del trigo, pasó casi desapercibido el anuncio de otra discusión que tiene implicancias sobre el perfil productivo argentino. Se trata de la advertencia del ministro de Agricultura de Brasil, Reinhold Stephanes, de que en el país vecino se le impondrán restricciones a la harina argentina si este producto llega a penetrar entre el 10 y el 15% del mercado brasileño, frente a un 6% de la actualidad. Claro, se dirá que la industria molinera se ha beneficiado por el esquema de abastecimiento de trigo a precio controlado y que, por esa razón, en un año sus exportaciones se incrementaron un 26 por ciento. Sin embargo, lo que subyace de la advertencia del funcionario brasileño, que no hace otra cosa que seguir la estrategia de la cadena productiva de productores e industriales de su país, es que el socio mayor del Mercosur reserva a la Argentina el papel de proveedor de materias primas. Es llamativo que ningún funcionario del Gobierno le haya respondido públicamente al ministro brasileño dado que, se supone, en el bloque regional no debería haber trabas para el libre comercio. Una razón puede encontrarse en la distorsión brutal que provocó el Gobierno en la cadena de trigo. En ese contexto, una defensa de la industria molinera parecería inverosímil. Otra, en rigor, podría ser la ausencia de una política estratégica respecto de la inserción internacional de la Argentina. Hace tiempo que el bloque regional dejó de respetar sus propias reglas para alcanzar la meta de constituirse en un espacio económico común destinado a atraer inversiones, fomentar el libre comercio entre sus integrantes e insertarse de manera integrada en la economía globalizada. Sin embargo, en el resto del mundo el Mercosur es visto como una zona única dado que puede responder a la creciente demanda de alimentos. El gobierno brasileño, al defender la competitividad de su industria molinera, no es el demonio. Al contrario, es un buen espejo en el que mirarse cuando se quiere aprender cómo tener una política productiva de largo plazo. En las carnes -bovina, porcina y aviar- Brasil conquistó los mercados mundiales sin descuidar a sus consumidores. Cuando identifica oportunidades y ve un espacio para avanzar lo hace, apoyando a los empresarios decididos a invertir. Tiene orgullo por su agroindustria y sabe adonde va.
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