14/1/08

PARA ESCARBAR...LQ somos.

¿Racistas nosotros? ¡Qué va!
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Lo confieso, no conozco a nadie que, abiertamente, se declare nazi o fascista, xenófobo o racista... Otra cosa es que lo sea o no. Porque, aceptémoslo, declararse nazi, fascista, racista o cualquier cosa de esas no está bien visto. Así que somos todos -de boca para fuera- de lo más tolerantes, respetuosos, solidarios, progresistas, etcétera, que existe... Otra cosa es cuando hablamos de lo mucho o poco que nos gustaría ver a nuestros hijos e hijas casados con negros, musulmanes, moros, gitanos, etcétera. O cuando nos manifestamos sobre lo de convivir con inmigrantes en barrios cuya población predominante lo sea. ¡Eso ya es otra cosa, señores!. Que no, que lo decimos: "...yo no soy racista, pero... Es que detesto la suciedad, deploro el ruido, somos de culturas diferentes..." Y cosas así que no tienen que ver nada con el racismo -seguimos afirmando-. Y el caso es que si tiene que ver. El caso es que en fondo de nuestras entretelas más profundas, si rascamos bien, encontramos signos atávicos e idiosincrásicos de rechazo a lo diferente, que pueden ir desde un suave rechazo hasta la persecución más descarnada. Igualmente, en nuestras leyes, formularios, etc. se cuelan palabras que denotan esos sedimentos de machaqueo de los derechos humanos, de esos derechos humanos que tanto aparentamos defender. Veamos:
En EEUU, país de las ¿libertades? Y de los ¿derechos humanos? Existen más de 100 formularios diferentes en los cuales se pregunta por la raza. Da lo mismo si se trata de formularios de inscripción a cursos en colegios o universidades, que de formularios de demanda de empleo, que de permiso de residencia y nacionalización o de solicitudes de préstamos bancarios o de solicitudes de ayudas varias... El resultado es el mismo: siempre aparece la preguntita ¿raza? A la que se ofrecen cinco alternativas de respuesta: 1) Caucasian. 2) African-American. 3)Nativ –American. 4)Asian. 5)Hispanic-non-white. Con lo cual no sólo ponen al descubierto los rasgos racistas de la administración USA, sino su infinita incultura, ya que está mezclando los conceptos de “raza” (¿no aprendíamos en el colegio blanca, negra, amarilla, cobriza y aceitunada?) que aluden al color de la piel y otros rasgos físicos, con el concepto de cultura y nacionalidad. Y no termina ahí la cosa, la respuesta al formulario vendrá determinada por la respuesta a esa pregunta, es decir, que dependiendo de la “raza” –o cultura, o lugar de procedencia del sujeto, la solicitud será aceptada o rechazada. Preguntar por la “raza”, por el grupo étnico y cultural de procedencia de una persona, lo mismo que preguntar por la religión, es racista a más no poder y denota el grado de respeto que una administración tiene de los derechos humanos.
Pero en Europa tampoco nos quedamos atrás en eso del racismo. Por ejemplo, en la mismísima Unión Europea, tenemos dos países que lo ilustran: en Alemania, la raza sigue siendo, al parecer, determinante para la concesión de la nacionalidad a inmigrantes. (
Cliquen aquí) En Holanda, también el país de las “libertades” acaban de implantar el más puro código nazi en lo que concierne a casamientos. Vean: “…El gobierno ha determinado que los ‘holandeses residentes' -los de raza impura- deben, si se quieren casar con otra persona de ‘raza inferior', deben tener al menos 21 años (y no 18, como era hasta hoy) y ganar unos 1320 euros al mes (un 120 por ciento del salario mínimo). Además, el novio o novia en el extranjero deberá aprobar un llamado examen de integración en su país de origen. Ahora estudia una medida adicional, que exigirá que el ‘ciudadano residente' cuente con viviendas ‘adecuadas' para vivir en pareja. La medida afecta a los ‘holandeses residentes' y también a todo holandés de raza pura que quieran casarse con alguna persona de algún país musulmán o del tercer mundo…”(Léanlo entero clicando aquí) Italia, España y, hasta la República francesa, baluarte ilustrado de la libertad y de los derechos humanos, mantienen, promulgan o las dos cosas, leyes racistas. Y en el resto de países de la Unión, para no ser menos, siguen vigentes leyes que pueden considerarse racistas, homofóbicas y xenofóbicas, sobre todo en el ámbito de la inmigración, en el de asilo y en el de refugiados. Y ya fuera de la UE, los suizos acaban de aprobar dos leyes modélicas en eso del racismo más descarado (cliquen aquí) . Y, tengo casi la seguridad, si seguimos investigando al resto de países que conforman el mosaico europeo, nos encontraremos que ninguno está libre de algún grado de racismo en sus leyes y administraciones.
Sarkozy, el nuevito súper presidente francés, ese "chico para todo" que lo mismo vale para un roto que para un descosido, tampoco se queda atrás; y no sólo por la discutida ley del ADN para la reunificación familiar de los inmigrantes, sino que, bajo pretexto de ensalzar el espíritu nacional del verdadero francés, pretende echar fuera de la escuela a miles de niños inmigrantes ilegales. Para ello, ha ordenado que al inicio del curso escolar se lea la carta
"Je vais mourir" de Guy Mòquet, joven comunista francés asesinado por los nazis, en todas las escuelas. Nadie discute la carta ni su contenido, y nadie dice que la carta en sí sea racista, lo racista, esto es, lo que supone un racismo muy sutil y una manipulación muy sibilina y "cochina" de los afectos y emociones de los tiernos infantes, además de un nacionalismo a ultranza, es el querer utilizar precisamente esa carta con tan aviesas intenciones. El cantante Marc Haver le ha contestado con una canción -Adieu, ma petit maman- con el ruego de que todo esto se publique en blogs antes del 22 de Octubre. (Cliquen en lo azul para más información y para escuchar la canción) Y perdonen que me haya atrasado con la publicación.
Curiosamente, en esos países que menciono, se elaboran y llegan a promulgarse leyes contra el racismo, pero no se les ocurre abolir las leyes racistas que ya tienen, sobre todo en los ámbitos reseñados. Es como si dijeran: “Les vamos a demostrar que no somos racistas en la distancia… Pero que sólo convivan con nosotros los puros de raza” o algo así, entendiendo por “puros de raza” a todos quienes compartan los mismos rasgos raciales, étnicos, de procedencia, sociales, culturales y religiosos tradicionalmente aceptados en un determinado país. En algunos países, la aceptación de “raza pura” debe también comprender el status económico y todo lo que en ese país se entienda bajo algo tan ambiguo como puede ser el epígrafe de “buenas costumbres”, incluidas las preferencias sexuales.
Y este es el lamentable panorama de lo mucho que se respetan los derechos humanos en países a los que se le llena la boca con esas dos palabras, pero que para ellos, son sólo eso: palabras de poca o ninguna aplicación. Hannah. Octubre de 2007
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LQSomos/14/01/2008

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