2/1/08

«Política y Gobierno» - El Calentamiento de la Tierra y Sus Efectos en el Sector de la Agricultura Brasileña

Si las previsiones de que en las próximas décadas las temperaturas, ya extraordinariamente altas de la Tierra, confirman que seguirán subiendo, algunos expertos señalan que, en el futuro, la economía brasileña correrá el riesgo de colapsarse. El síntoma más anunciado de esta crisis potencial se manifiesta en la agricultura: El volumen de producción de granos podría caer a la mitad en el próximo siglo debido al calentamiento del clima y a la reducción de las áreas cultivables de importantes productos agrícolas del país.

Esta situación, que reclama una posición urgente por parte del gobierno brasileño en asuntos climáticos, parece ser fruto de la actual ambición por el progreso. Según las conclusiones del IPCC (Panel Internacional de Cambios Climáticos, según sus siglas en inglés), relacionado con la ONU (Organización de las Naciones Unidas), las evidencias de que la acción humana es responsable del calentamiento global son “inequívocas”. El IPCC confirma que los últimos seis años han sido los más calurosos de la historia y la concentración actual de gases en la atmósfera es la mayor en 650 años.

Sean humanos o naturales los motivos de los cambios, Brasil ha constatado importantes alteraciones climáticas en su territorio durante los últimos años. En 2005, una sequía en la Amazonia hizo que la región tuviera el menor índice pluviométrico en casi medio siglo. En un país generalmente libre de anomalías climáticas, el huracán Catarina perjudicó gravemente a los agricultores y dejó a cientos de familias desamparadas en el sur del país en 2004. La mayor temperatura registrada en la historia de Brasil se registró en 2005, en Bom Jesús (Piauí), donde los termómetros marcaron 44,6 ° C.

Estos cambios climáticos han tenido un impacto negativo en la economía brasileña. Un ejemplo de ello es el resultado de la producción de soja en 2006: La cosecha disminuyó más de un 10% respecto al año anterior debido al clima seco. Pero los efectos de esta reducción van más allá del perjuicio directo a los cofres del país. “La soja es importante para varias cadenas alimenticias de animales criados en Brasil. El grano sirve como base para la ración de aves y porcinos, además de representar en el campo una alternativa para el combustible tradicional sirviendo como materia prima para la fabricación de un tipo de bio-diesel”, afirma Daniela Bacchi, economista del CEPEA/ESALQ (Centro de Estudios Avanzados en Economía Aplicada de la Escuela Superior de Agricultura Luís de Queiroz). Bacchi explica que tanto la atención a la demanda interna como a las exportaciones de este producto se han visto perjudicadas por el descenso de la productividad, lo que implica un aumento de los precios. “Las consecuencias directas de un descenso en la producción de soja aparecerán no sólo en el consumo interno, sino también en la balanza comercial”, subraya Bacchi. La reducción de los beneficios del negocio agrícola, responsable de más del 25% del PBI de Brasil, podrá causar perjuicios de hasta un 10% en la riqueza nacional.

Ante este panorama, algunos investigadores brasileños tratan de evaluar detalladamente qué daños sufrirá el sector agrícola brasileño si las temperaturas siguen elevándose. Para analizar este contexto con más precisión, el CEPAGRI/UNICAMP (Centro de Investigaciones Meteorológicas y Climáticas aplicadas a la Agricultura de la Universidad Estadual de Campinas) realizó un estudio en el que cruzó las previsiones del IPCC con la división en zonas de riesgo climático de los cinco principales cultivos agrícolas de Brasil: café, arroz, frijoles, maíz y soja. “A través de esta división sabemos qué, cuándo y dónde podemos plantar sin producirse ningún daño causado por el clima”, afirma el coordinador del estudio y director-asociado del CEPAGRI, Milton Silveira Pinto. Los investigadores de la UNICAMP y de la EMBRAPA (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria, según sus siglas en portugués), asociada al proyecto, evaluaron cuáles serían las zonas aptas para la plantación de los cultivos seleccionados en el caso de producirse un aumento de temperatura de 1,4º. C, 3º.C ó 5,8º. C. “Es una cuestión biológica. Las plantas dejan de hacer fotosíntesis con temperaturas superiores a los 40º.C. El café, por ejemplo, es más sensible al calor y no se puede cultivar en áreas donde la temperatura supere los 36º.C. Lo que hacemos es estudiar en qué áreas de cultivo el calentamiento global haría que las temperaturas superaran los límites de cada uno de esos productos, provocando un descenso de la producción”, afirma el coordinador del estudio.

En el peor de los casos, el estudio señala que las cosechas de los principales granos cultivados en Brasil podrían reducirse a la mitad en el próximo siglo. El café, cuya facturación corresponde al 5% del PBI del negocio agrícola brasileño, sería el producto más perjudicado con una descenso del 90% en la producción. Según el coordinador del estudio, el grano dejaría de existir para siempre en zonas tradicionales de cultivo como el Oeste del Estado de São Paulo, el principal polo económico del país, para pasar a ser producido solamente en Paraná y Río Grande del Sur, regiones al Sur del territorio nacional que cuentan con temperaturas más placenteras. “Incluso con un aumento de apenas 1º.C de la temperatura, el daño producido por el descenso de la producción del café alcanzaría los 600 millones de dólares y hay quien dice que este panorama más optimista ya es irreversible y sucederá a corto plazo, en 10 ó 15 años”, asegura Silveira Pinto, del CEPAGRI. “La soja, cuyas exportaciones sumaron 8.800 millones de dólares entre enero y noviembre de 2006, sería el segundo producto más perjudicado por el calentamiento global. La reducción en la cosecha podrá variar entre el 10% y el 64%”, continúa.

Por su parte, Jurandir Zullo, director del CEPAGRI, asegura que “si las previsiones del IPCC se confirman, no beneficiarán nada a nuestros principales cultivos. Por eso es importante que estemos preparados”. Zullo señala que el estudio del calentamiento global tiene en consideración dos situaciones: “Una primera línea evalúa si los cambios climáticos que realmente están ocurriendo. Y la segunda plantea, en el caso de que haya cambios, qué va a pasar con la agricultura brasileña y a qué impactos habrá que hacer frente para que siga siendo rentable”.

Los estudios para dividir por zonas climáticas a Brasil se iniciaron a mediados de la década de los noventa y a partir de 1996 se convirtieron en políticas públicas (la división por zonas sirve como prerrequisito para los programas de financiación y seguro rural del Ministerio de Agricultura). Cuando los cambios climáticos globales se hicieron más evidentes a partir de 1999, se inició una segunda etapa del proyecto, que consistía en confirmar las transformaciones y su impacto en la actividad agrícola. “Estábamos analizando las alteraciones bajo la óptica de las precipitaciones pluviométricas, pero no conseguimos realizar grandes descubrimientos. Tal vez porque la lluvia es un fenómeno climático aleatorio y puntual. En 2000, cambiamos de enfoque y pasamos a observar los cambios de temperatura que se hacían cada vez más evidentes”, cuenta el también coordinador del estudio y director de la EMBRAPA Informática, Eduardo Assad. “Las personas todavía no son concientes de que estas transformaciones existen, y que la única forma de estar preparados es invirtiendo en políticas públicas, en estudios. Con este proyecto conseguimos prever y proponer soluciones que reducirán la probable pérdida del 70% del área agrícola de Brasil”, añade.

La genética y la sustitución de cultivos

Los investigadores de la EMBRAPA apuestan por la mejora genética y la sustitución de cultivos para adaptar la agricultura brasileña a los nuevos escenarios climáticos. “En primer lugar, nosotros tenemos que descubrir cómo continuar plantando”, afirma Assad, que explica que el estudio de adaptabilidad puede ayudar a desarrollar especies más resistentes al calor. Y, en segundo lugar, “tenemos que invertir en la búsqueda de especies que puedan aumentar la limpieza de la atmósfera como es la producción de materia prima para la producción de bio-energía”.

Brasil, líder mundial en el uso de bio-combustible como fuente energética para el transporte, puede beneficiarse de la decisión de la Unión Europea de tener un 10% de su flota de coches movida por alcohol antes de 2020. Pero Jurandir Zullo, del CEPAGRI, explica que el proceso de sustituir plantaciones requiere que se considere la infraestructura material y humana de la producción. “No se puede decir que sea mejor cambiar el trigo por la caña de azúcar porque ésta es una cuestión totalmente interdisciplinaria. Existe un compromiso social de la población con aquello que produce. No porque el sur del país sea la única región de Brasil apta para plantar café los agricultores van a querer trabajar con este producto”, afirma Zullo. “Nuestra obligación es mostrar las alternativas. A partir de ahí, los tomadores de decisiones son los que deben analizar cuál de ellas compensa para el país”, concluye.

Luci Nunes, geógrafa del IGE (Instituto de Geociencias) de la UNICAMP, asegura que en un futuro de cambios climáticos, habrá que revisar las inversiones en algunos cultivos agrícolas. “Por ejemplo, cuando se exportan frutas tropicales, Brasil está exportando una cantidad inmensa de agua que es necesaria para esta actividad. Son millones de litros de agua exportados gratuitamente por falta de conocimiento y de planificación”. Nunes piensa que, para prever los efectos económicos del calentamiento global, es necesario contextualizarlo con factores como la mala utilización de los espacios agrícolas, el descuido de la biodiversidad y de los recursos naturales, además de la falta de inversión en planeamiento urbano. “No podemos hacer una lectura simplista de los hechos. Hoy en día, el país sustituye la vegetación propia de la región central, donde están sus principales cuencas hidrográficas, para plantar soja para exportación. El valor de estos recursos necesita ser reevaluado en el futuro. Para esto es necesario que haya más conocimiento científico y más participación popular que coloquen los asuntos ambientales en la agenda política del país”.

La preocupación de los investigadores se extiende también a la biodiversidad, una importante riqueza nacional. El CPTEC/INPE (Centro de Previsión del Tiempo y Estudios Climáticos del Instituto de Investigaciones Espaciales) está trabajando con la regionalización de los escenarios climáticos globales previstos por el IPCC. El estudio, cuyos resultados finales serán presentados a fines de febrero, considera dos escenarios climáticos diferentes en dos ecosistemas brasileños diferentes, como son la Amazonia y el Pantanal hasta el año 2100. “Verificamos que la Floresta Amazónica podrá enfrentar un aumento de 8º.C en la temperatura y una reducción del 20% del volumen normal de lluvias durante los próximos cien años. Puede haber un colapso en el sistema, haciendo que la Amazonia deje de absorber gas carbónico de la atmósfera y adquiera un tipo de vegetación más parecido a un suelo semiárido”, afirma el meteorólogo y director del CPTEC, José Antonio Marengo.

Los costes del calentamiento global para los Estados de la Amazonia serán el enfoque del estudio del INPE en 2007. La intención de los científicos es estimar los daños de la transformación de la biodiversidad y de la dinámica climática de la Floresta, como el CEPAGRI, en Campinas, ya lo ha hecho con los cultivos agrícolas. Entre las consecuencias aún no cuantificadas del calentamiento global en la región, Marengo cita la migración de la población, que depende de la extracción en la Amazonia hacia las grandes ciudades del Norte y del Nordeste, generando una superpoblación y agotamiento económico de estas áreas. “A las personas les parece que el verde sustituye al verde y no funciona así. La floresta no va a dejar de existir. Éste no es el problema. Pero aquella vegetación que tenemos actualmente no va a existir más y esto traerá serias consecuencias económicas y sociales para el país”, afirma Marengo.

El estudio del INPE tuvo un coste aproximado de 800 mil reales, financiados por el Programa de Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente y por el “Global Opportunity Fund”. Marengo afirma que el estudio en el área climática aún no ha impactado como debería al Gobierno, ni aún con la divulgación del tema en los medios de comunicación ni con la presión de las ONG (Organizaciones No Gubernamentales) sobre el poder público: “Falta una percepción en los gobiernos locales de que el cambio climático es un hecho científico. Asumir que Brasil es vulnerable al calentamiento global es esencial para planear acciones de adaptación a esa realidad”, concluye Marengo.
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exduco.net - Italy/02/01/2007

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