Como buen ejemplo, la política moral de Platón, es la base de la moral cívica que se ha alcanzado y que ahora se trata de limpiar el lodo que le han tirado los desesperados.
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Pedro Sandrea
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Pero al registrar algunos puntos modernos de interés, para que la historia sea testigo acusador de los vicios conquistados por los espíritus.
Los llamados filósofos franceses aceptaron y desecharon el Empirismo (experiencia) para pasarse al “sensualismo” y de éste al “materialismo ateo” sólo en materia de religión y sentimiento; por lo que en materia de moral, era inevitable que cayeran en el más culminante egoísmo.
No han sido del dominio público (en escrito) las máximas de dos escritores franceses, sólo se daban a reuniones secretas o logias escondidas, pero que no dejaban de trascender algo, con gran escándalo; y tal había de ser cuando Adrián Ellvecio, interpretando aquellas máximas, publicó su libro “El espíritu”, que para disimular, dijo en él: “El bienestar general consiste en obtener el bien propio, sin perjuicio de los demás”.
Aquí no se ve maldad, pero el egoísmo está bien marcado; pues la moral verdadera de la máxima sería: “el bienestar general consiste en obtener el mayor bien para todos”.
Su libro sin embargo, fue quemado por el verdugo; pero los libros no mueren aunque desaparezcan como volumen, porque no mueren los espíritus que siendo hombres los escriben y en archivo quedan y lo repiten y lo inspiran, y así se levantó Voltaire, (inventor de la pila eléctrica) que su buen consejo era: “Calumnia que algo queda”, y otros que le siguieron, los que ya dejaban preparada la hoguera que se encendería para templar las cuchillas de la guillotina (patíbulo en Francia).
Voltaire, sentó buen principio, y es que “La libertad consiste en no depender sino de las leyes”; pero debería saber que, para que las leyes sean capaces de dar la libertad al hombre, éste debe ser moral, para que la moralidad de las leyes esté en cada hombre. Y es que el hombre esté en la ley, la buena moral; sino que la ley esté en el hombre: sólo entonces puede haber una moral política y una política moral.
Pero Montesquieu, sentó: “La ley suprema de la humanidad, es la Razón humana a la que deben subordinarse las leyes primitivas, teniendo en cuenta para estas últimas, la influencia del medio; pero es necesario la separación de los poderes para mutuo equilibrio político”; ese final es bueno, humanamente; pero no así espiritualmente, porque la moral del espíritu, que es la unidad, está desconocida; por lo que, es sólo una medicina violenta que puede evitar catástrofe momentánea, pero que no mata la enfermedad y, al primer motivo, resurgirá y matará al organismo.
Y como no se había secado la raíz del egoísmo, retoño frondoso y se vieron los resultados de París, que en vez de Paz, por los dos egoísmos extremados, ocasionaron guerras, revueltas y descontentos, que aun no se podía predecir su alcance más que en el conjunto, que sería el triunfo de lo desconocido en ese egoísmo, o sea “La Comuna Universal sin fronteras y sin parcelas”, en la que la ley estará en los hombres y no los hombres en la ley.
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Diario el Tiempo - Venezuela/25/01/2008
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