-
Por: Claudia López.
-
Los involucrados con poder político decisorio en el tema de los secuestrados parecen empeñados en borrar con el codo lo que avanzan con la mano. El presidente Chávez más se tardó en lograr la liberación de Clara y Consuelo que en pasar una cuenta de cobro inaceptable al pedir estatus de beligerancia para las Farc.
El presidente Uribe más se tardó en llegar de Europa, de reiterar su supuesto apoyo al acuerdo humanitario, que en anunciar que le ha ordenado al Ejército que haga un cerco militar sobre los secuestrados. Y el presidente francés más se tardó en despedir a Uribe con besos y palmaditas, que en mandarle un emisario a Chávez para reiterarle su apoyo como mediador.
Esas ambigüedades y contradicciones empantanan la posibilidad de liberar con vida a los secuestrados, pero avanzan la agenda unilateral de los involucrados. Uribe sigue empeñado en la salida militar frente a las Farc, Chávez en la salida política para las Farc y Sarkozy en la salida de Íngrid Betancourt. Todos desestiman los demás costos de su miope objetivo, mientras refuerzan su popularidad a costa de los secuestrados.
Con razón, la Iglesia colombiana, Francia y Suiza exigieron garantías y flexibilidad para volver como mediadores del acuerdo humanitario. Dicho en otros términos, les están dejando saber a Uribe y a las Farc que no los pueden seguir usando impunemente y sin compromisos serios para que se llegue al resultado para el cual los llaman.
Quienes estamos interesados en la libertad con vida de los secuestrados y el camino hacia la paz deberíamos pensar una agenda humanitaria que se abra paso a la par de la agenda de la guerra. Planteo algunas ideas en esa perspectiva.
Una agenda de negociación humanitaria debería separar el tratamiento a civiles del tratamiento a los combatientes, y establecer las mínimas condiciones exigibles para unos y otros. Esa agenda debería separar dos instrumentos distintos. Un acuerdo humanitario para la liberación de los civiles secuestrados por la guerrilla y un intercambio de prisioneros, esto es, de policías y militares retenidos por la guerrilla y guerrilleros capturados por el Estado.
Un elemento negociador en el marco de un acuerdo humanitario es la denominación e inclusión de las Farc en listas de terroristas. Dentro de las leyes de la guerra, lo terrorista es secuestrar civiles, no dar de baja o retener combatientes. Y un elemento de negociación en un intercambio de prisioneros es el reconocimiento de la existencia de un conflicto armado interno. El intercambio de prisioneros es inaplicable a civiles, so pena de convertirlos en mercancía para nuevos secuestros justificados por la guerra. El acuerdo humanitario es inaplicable a combatientes en una confrontación abierta y sin que exista la voluntad de ninguna de las partes de contemplar salidas negociadas a la misma.Con dolor tenemos que entender que lo inhumano en la civilidad es humanitario en la guerra. La diferenciación de civiles y combatientes es inocua en la civilidad, pero imprescindible en la guerra. No quiere ello decir que la vida de los unos valga menos que la de los otros. Seguir en la negación del conflicto y sus consecuencias es seguir en el autismo cínico que desprecia la vida, minimiza los males y escoge los enemigos.
***
Protestaré el 4 de febrero otra vez contra las Farc y el secuestro. Lo haré, aun sabiendo que esa marcha será aprovechada por la mayoría para dar patente de corso al Presidente y justificar la guerra. Que esa mayoría no se exprese para condenar todas las violencias, no me impide acompañarla para protestar contra las Farc. Yo no tengo ni malos ni muertos preferidos. Haré sentir mi voz de rechazo a las Farc, de desaprobación a la agenda guerrerista del Presidente y de condena a TODAS las formas de violencia, no sólo al enemigo escogido mientras se favorece al crimen aliado
-
Los involucrados con poder político decisorio en el tema de los secuestrados parecen empeñados en borrar con el codo lo que avanzan con la mano. El presidente Chávez más se tardó en lograr la liberación de Clara y Consuelo que en pasar una cuenta de cobro inaceptable al pedir estatus de beligerancia para las Farc.
El presidente Uribe más se tardó en llegar de Europa, de reiterar su supuesto apoyo al acuerdo humanitario, que en anunciar que le ha ordenado al Ejército que haga un cerco militar sobre los secuestrados. Y el presidente francés más se tardó en despedir a Uribe con besos y palmaditas, que en mandarle un emisario a Chávez para reiterarle su apoyo como mediador.
Esas ambigüedades y contradicciones empantanan la posibilidad de liberar con vida a los secuestrados, pero avanzan la agenda unilateral de los involucrados. Uribe sigue empeñado en la salida militar frente a las Farc, Chávez en la salida política para las Farc y Sarkozy en la salida de Íngrid Betancourt. Todos desestiman los demás costos de su miope objetivo, mientras refuerzan su popularidad a costa de los secuestrados.
Con razón, la Iglesia colombiana, Francia y Suiza exigieron garantías y flexibilidad para volver como mediadores del acuerdo humanitario. Dicho en otros términos, les están dejando saber a Uribe y a las Farc que no los pueden seguir usando impunemente y sin compromisos serios para que se llegue al resultado para el cual los llaman.
Quienes estamos interesados en la libertad con vida de los secuestrados y el camino hacia la paz deberíamos pensar una agenda humanitaria que se abra paso a la par de la agenda de la guerra. Planteo algunas ideas en esa perspectiva.
Una agenda de negociación humanitaria debería separar el tratamiento a civiles del tratamiento a los combatientes, y establecer las mínimas condiciones exigibles para unos y otros. Esa agenda debería separar dos instrumentos distintos. Un acuerdo humanitario para la liberación de los civiles secuestrados por la guerrilla y un intercambio de prisioneros, esto es, de policías y militares retenidos por la guerrilla y guerrilleros capturados por el Estado.
Un elemento negociador en el marco de un acuerdo humanitario es la denominación e inclusión de las Farc en listas de terroristas. Dentro de las leyes de la guerra, lo terrorista es secuestrar civiles, no dar de baja o retener combatientes. Y un elemento de negociación en un intercambio de prisioneros es el reconocimiento de la existencia de un conflicto armado interno. El intercambio de prisioneros es inaplicable a civiles, so pena de convertirlos en mercancía para nuevos secuestros justificados por la guerra. El acuerdo humanitario es inaplicable a combatientes en una confrontación abierta y sin que exista la voluntad de ninguna de las partes de contemplar salidas negociadas a la misma.Con dolor tenemos que entender que lo inhumano en la civilidad es humanitario en la guerra. La diferenciación de civiles y combatientes es inocua en la civilidad, pero imprescindible en la guerra. No quiere ello decir que la vida de los unos valga menos que la de los otros. Seguir en la negación del conflicto y sus consecuencias es seguir en el autismo cínico que desprecia la vida, minimiza los males y escoge los enemigos.
***
Protestaré el 4 de febrero otra vez contra las Farc y el secuestro. Lo haré, aun sabiendo que esa marcha será aprovechada por la mayoría para dar patente de corso al Presidente y justificar la guerra. Que esa mayoría no se exprese para condenar todas las violencias, no me impide acompañarla para protestar contra las Farc. Yo no tengo ni malos ni muertos preferidos. Haré sentir mi voz de rechazo a las Farc, de desaprobación a la agenda guerrerista del Presidente y de condena a TODAS las formas de violencia, no sólo al enemigo escogido mientras se favorece al crimen aliado
-
Otras columnas hoy
• Recontar los votos en Kenya
• La carta del agua
-
Información relacionada
Se debe pensar en una agenda humanitaria que se abra paso a la par con la de la guerra
• Recontar los votos en Kenya
• La carta del agua
-
Información relacionada
Se debe pensar en una agenda humanitaria que se abra paso a la par con la de la guerra
-
El Tiempo - Colombia/29/01/2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario