Por Ernesto Velit Granda*
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Al parecer, la información respecto a la reciente firma del Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) no ha sido acompañada por la necesaria comunicación sobre los alcances de un acontecimiento que muchos han calificado del "más importante paso integracionista en la historia de la subregión".
El documento firmado por los 12 jefes de Estado de América del Sur señala múltiples objetivos, desde construir una identidad y una ciudadanía sudamericanas, hasta ratificar, hoy más importante que nunca, el respeto irrestricto a la soberanía, integridad e inviolabilidad territorial de los estados, todo esto en la ruta del fortalecimiento del diálogo político y el reforzamiento de la integración.
Sería absurdo negar la existencia de fuertes diferencias entre algunos miembros de la unión, principalmente en aspectos económicos y políticos, pero creemos que estos son, entre otros, los desafíos que debe enfrentar el recién creado organismo y buscar un camino de entendimiento para facilitar los esfuerzos integradores de los países de la región. Y como reafirmando la voluntad de hacer crecer el espacio geopolítico, uno de sus artículos señala que a partir del quinto año de la entrada en vigor del Tratado Constitutivo, todos los países de América Latina y el Caribe tendrán el derecho a solicitar su ingreso a la Unasur, con lo cual la organización adquiriría la dimensión de un bloque hemisférico con valor estratégico en lo político, económico e, incluso, militar.
Los firmantes del tratado son conscientes de que desarrollar tareas en lo referente a vencer las desigualdades en la región pasa, imprescindiblemente, por superar las asimetrías que dificultan una integración equitativa. Para ello, se crearían formas de coordinación entre los estados miembros, respetándose las normas internacionales que se utilizan en la lucha contra la corrupción, el narcotráfico, el terrorismo, etc.
Precisamente, y recordando la referencia del presidente García sobre la compra y venta de armas en la región, se acuerdan medidas a favor del desarme, de la no proliferación de armas nucleares y de destrucción masiva, y del desminado.
Estas consideraciones que contempla la Carta Fundacional de la Unasur son la ruta que lleva a la construcción de un espacio integrado que comprometa lo cultural, lo político, lo social y lo económico entre los pueblos que hoy forman la unión.
No podemos negar el valor que significa este esfuerzo regional ni sus principios rectores. Es cierto que se deja atrás una historia de aislacionismos y se comienza a perfilar un espacio de integración que sea un catalizador del desarrollo regional. El diálogo político que propicia la Unasur contribuye al afianzamiento de los valores democráticos y de defensa de los derechos humanos, lo cual permite el desarrollo de una cultura de paz entre sus miembros y de construcción de consensos que fortalezcan la convivencia civilizada y la proscripción de la violencia en todas sus formas.
La participación ciudadana resulta la columna vertebral de este propósito de unidad, y para ello se deberán crear los canales correspondientes de interacción efectiva, transparente y plural, entre los actores sociales que forman las diferentes instancias de la Unasur.
El potencial de la organización está repartido en sus 400 millones de habitantes, en ser una de las mayores reservas de agua dulce del planeta, en una Amazonía reguladora del equilibrio ecológico global, reservas de petróleo y gas para los próximos 100 años, una biodiversidad sorprendente y ser escenario de encuentros étnicos que representan un espacio de cultura y cosmovisión.
Razones sobran para desearle a la Unasur el mejor de los futuros, en nombre de las nuevas generaciones y de su derecho a un destino mejor.
Al parecer, la información respecto a la reciente firma del Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) no ha sido acompañada por la necesaria comunicación sobre los alcances de un acontecimiento que muchos han calificado del "más importante paso integracionista en la historia de la subregión".
El documento firmado por los 12 jefes de Estado de América del Sur señala múltiples objetivos, desde construir una identidad y una ciudadanía sudamericanas, hasta ratificar, hoy más importante que nunca, el respeto irrestricto a la soberanía, integridad e inviolabilidad territorial de los estados, todo esto en la ruta del fortalecimiento del diálogo político y el reforzamiento de la integración.
Sería absurdo negar la existencia de fuertes diferencias entre algunos miembros de la unión, principalmente en aspectos económicos y políticos, pero creemos que estos son, entre otros, los desafíos que debe enfrentar el recién creado organismo y buscar un camino de entendimiento para facilitar los esfuerzos integradores de los países de la región. Y como reafirmando la voluntad de hacer crecer el espacio geopolítico, uno de sus artículos señala que a partir del quinto año de la entrada en vigor del Tratado Constitutivo, todos los países de América Latina y el Caribe tendrán el derecho a solicitar su ingreso a la Unasur, con lo cual la organización adquiriría la dimensión de un bloque hemisférico con valor estratégico en lo político, económico e, incluso, militar.
Los firmantes del tratado son conscientes de que desarrollar tareas en lo referente a vencer las desigualdades en la región pasa, imprescindiblemente, por superar las asimetrías que dificultan una integración equitativa. Para ello, se crearían formas de coordinación entre los estados miembros, respetándose las normas internacionales que se utilizan en la lucha contra la corrupción, el narcotráfico, el terrorismo, etc.
Precisamente, y recordando la referencia del presidente García sobre la compra y venta de armas en la región, se acuerdan medidas a favor del desarme, de la no proliferación de armas nucleares y de destrucción masiva, y del desminado.
Estas consideraciones que contempla la Carta Fundacional de la Unasur son la ruta que lleva a la construcción de un espacio integrado que comprometa lo cultural, lo político, lo social y lo económico entre los pueblos que hoy forman la unión.
No podemos negar el valor que significa este esfuerzo regional ni sus principios rectores. Es cierto que se deja atrás una historia de aislacionismos y se comienza a perfilar un espacio de integración que sea un catalizador del desarrollo regional. El diálogo político que propicia la Unasur contribuye al afianzamiento de los valores democráticos y de defensa de los derechos humanos, lo cual permite el desarrollo de una cultura de paz entre sus miembros y de construcción de consensos que fortalezcan la convivencia civilizada y la proscripción de la violencia en todas sus formas.
La participación ciudadana resulta la columna vertebral de este propósito de unidad, y para ello se deberán crear los canales correspondientes de interacción efectiva, transparente y plural, entre los actores sociales que forman las diferentes instancias de la Unasur.
El potencial de la organización está repartido en sus 400 millones de habitantes, en ser una de las mayores reservas de agua dulce del planeta, en una Amazonía reguladora del equilibrio ecológico global, reservas de petróleo y gas para los próximos 100 años, una biodiversidad sorprendente y ser escenario de encuentros étnicos que representan un espacio de cultura y cosmovisión.
Razones sobran para desearle a la Unasur el mejor de los futuros, en nombre de las nuevas generaciones y de su derecho a un destino mejor.
*Analista Político
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El Comercio Perú - Peru/29/05/2008
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<http://news.google.com/news?hl=es&ncl=http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-05-29/los-desafios-union-sudamericana.html>
<http://news.google.com/news?hl=es&ncl=http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-05-29/los-desafios-union-sudamericana.html>
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