15/6/08

ESCARBANDO...LQ somos.

Ecos de ‘Mayo del 68’
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Para los jóvenes que en mayo del 68 teníamos entre 20 y 30 años, esta fecha se ha mantenido en el recuerdo como una referencia histórica, como un icono cultural del siglo XX. En esto parecen estar de acuerdo buena parte de los comentaristas que al cumplirse el cuarenta aniversario de los hechos, se han esforzado -inmersos en la fiebre retrospectiva y conmemorativa que parece consumirnos- en refrescarnos la memoria.
Pero la distancia cronológica, para algunos autores, no ha dotado de mayor carisma a sucesos y personajes de aquellos años. Josep Fontana, por ejemplo, sostiene en un reciente artículo, que “lo que ocurrió en las calles de París (…) no tiene nada de extraordinario”; que las peticiones de los estudiantes, tras los sucesos de las universidades de Nanterre o La Sorbona, eran razonables; que fueron las brutales cargas policiales en el Quartier Latin y la lentitud del poder político (De Gaulle y Pompidou) las causas de los desordenes; “nada -escribe- que una gestión prudente no hubiese podido solucionar”. La actual fascinación por aquellos sucesos, concluye, “se debe sin duda, a que vivimos en una sociedad apática e inerte, que carece del caudal de ilusión y de esperanza necesarios para alentar algo semejante”. Hago mías las palabras subrayadas que retratan con certeza nuestras carencias; no dejo de comprender que una lectura actual de aquella llamarada del 68, de aquella “pop-revolución” juvenil y frustrada, nos parezca, ahora, una aventura romántica y demodé. Pero, ¿fue tal solo eso? ¿Era tan izquierdista o inmaduroel movimiento estudiantil que no pudo conectarse al movimiento obrero, frenado, como hoy sabemos en este acercamiento, por el Partido Comunista Francés? ¿Qué pintaba en todo esto el brillante profesor de Berkeley (California) Herbert Marcuse y sus libros sobre las utopías y El hombre unidimensional? ¿Por qué se produjeron de manera casi simultánea diversos focos de rebelión juvenil en medio orbe civilizado? ¿No serán, acaso, la descalificación y la desvalorización sistemáticas, visiones demasiado reduccionistas?
Debo recordar que en la década de los 60 se produce la mundialización de las comunicaciones; la televisión se extiende por doquier; la Guerra Fría parece des-helarse; los mitos de la revolución cubana y del Che caminan viento en popa; en enero del 68 el Viet-Cong lanzó la ofensiva del Tet contra Vietnam del Sur; Bertrand Rusell impulsó el Tribunal Internacional contra los crímenes de guerra; Dubchek se plantó frente a los soviéticos; el ‘imperialismo USA’ estaba en retroceso… Mayo del 68 pareció estallar como la culminación de algo que estaba latente. Se rebelaron los estudiantes en Berkeley, en Tokio, en París, Praga y otras ciudades europeas, en México, en Argentina… Al “bienestar” material -extensión de la televisión y de los bienes de uso, aumento exponencial del consumo, etcétera- pareció corresponder un malestar cultural tejido por voces contradictorias, a veces confusas, que mezcló aforismos marxistas con pulsiones freudianas e influencias orientales. Sonaron en plazas y calles músicas de Bob Dylan, de Joan Báez, Violeta Parra, Raimon…
Las imágenes son potentes y atractivas. ¿Quién olvida las barricadas en las calles parisinas frente a los guardias de las CRS cubiertos con escudo redondos, a las tanquetas arrojando chorros de agua; a las chicas agitando banderas rojas? ¿Cómo sustraerse al atractivo de los hippies y sus comunas, a las justas protestas contra la guerra del Vietnam; a las consignas situacionistas: “Prohibido prohibir” o “Debajo de los adoquines está la playa”? Por primera vez en la historia de las sociedades “desarrolladas”, esa franja de población que aspiraba a estudiar o trabajar tenía dificultades y sin espacio social y político para expresarse, como bien ha señalado Ignacio Ramonet, se manifestaba airadamente. Pero me temo que lo duradero ha sido tan solo eso, el eco.
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LQSomos. José Antonio Vidal Castaño. Junio de 2008
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LQSomos/15/06/2008

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