Martín Sivak logró armar una crónica al borde del apunamiento: la vida de un sindicalista aymara que llega a presidente es el principal hilo conductor de la compleja trama interna de un mito americano llamado Bolivia.
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Por Nicolás G. Recoaro
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LIBROS
Jefazo
Retrato íntimo de Evo Morales
Martín Sivak
Debate
344 páginas
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El tiempo de los pueblos andinos no es el mismo que el de otros pueblos del planeta. Por estos años, los andinos viven su Pachakuti. Un nuevo tiempo: la vuelta al tiempo de los originarios. Un ciclo que provoca transformaciones políticas, sociales, éticas y culturales. La historia gira, cambia y borra los largos años de penurias y carencias. La llegada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia es vista por los andinos como el inicio de ese quiebre. Por eso, Evo no es un hombre más en la historia del país más pobre e injusto de América del Sur. Porque ese hijo legítimo de la Bolivia india y plebeya provocó el primer cimbronazo democrático del siglo XXI. Y finalmente, después de 500 años, el Pachakuti ha comenzado.
El periodista y sociólogo argentino Martín Sivak fue testigo privilegiado de la vida pública y privada de Evo. Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales es mucho más que la biografía personal de un jefe de Estado, más bien es un libro que se esfuerza por reconstruir el drama contemporáneo de todo un país. Crónica, ensayo político y biografía que desanda la vertiginosa carrera que terminó con Morales gobernando en el Palacio de Gobierno erigido en las alturas de la ciudad de La Paz.
Sivak cuenta que la primera vez que entrevistó a Evo fue en el invierno de 1995, durante un seminario sobre liberación latinoamericana. “Vestía pantalones grises, un buzo azul con una línea roja que le atravesaba el pecho y una campera negra. Nadie le prestaba atención: ni a su vestimenta, ni a él.” Una década después, su demoledor triunfo de diciembre de 2005 y su mediática chompa darían vuelta la historia. Es que durante esos diez años, la meteórica carrera de Evo hacia la presidencia rompió la mayoría de los rancios paradigmas políticos bolivianos. ¿Quién podía imaginar que aquel sindicalista aymara podría gobernar un país? Evo: el hijo de la pobreza extrema, migrante de la zafra, vendedor callejero, dirigente cocalero, jefe sindical, preso, torturado, diputado expulsado del Parlamento; acusado de narcotraficante y nuevo Bin Laden andino; segundo en la elección presidencial de 2002, líder opositor caído en desgracia, líder opositor en gracia, finalmente presidente y hasta candidato a Premio Nobel de la Paz. La vida de Evo no da respiro posible; sus días de 21 horas de trabajo continuo, tampoco. Su desaforada y pasional agenda, con un presidente que duerme menos de tres horas por día, esa suerte de “orden en el caos” en el que Evo siempre presta su oído para aprender y jugar la partida de ajedrez diaria que requiere ser presidente, se mezclan con charlas sobre sus pasiones y las pesadillas con agentes de la DEA que lo persiguen y no lo dejan descansar.
Crónica de viajes a la Bolivia profunda, la del país con las reservas de gas más importante del continente y cocinas alimentadas con garrafas o bosta de llama. “Evo es hijo de esa precariedad y, al mismo tiempo, la personificación del cambio”, reflexiona Sivak. Un presidente que no quiere entrar en la burocracia estatal, que no quiere alejarse de sus bases y sufre cuando lo ven como un político más. “Vivo preso de la burocracia; lo que más me preocupa es perder el contacto con la gente.” Por eso vuela en helicópteros que lo acercan a pueblitos que ni siquiera figuran en los mapas escolares, juega partidos de fútbol en canchas donde la pelota no dobla o disfruta platos sobrecargados de picantes populares. Sivak es un cronista que termina casi al borde del apunamiento, tan sólo por intentar seguirle el ritmo a este superhombre andino.
“Si yo fuera un minero boliviano, habría votado por usted”, le explica Bill Clinton a Morales, durante una reunión bilateral en las Naciones Unidas. Sivak recuerda que, al salir del encuentro, pudo escuchar cómo el ex pope demócrata le preguntaba a uno de sus asesores si el hombre con el que había charlado era real. Es que Evo Morales no es un jefe cualquiera, es más bien un Jefazo, como suele llamar Evo a las personas que quiere y respeta. Cuenta Sivak que cuando supo el título del libro, Evo le hizo una aclaración: “¿Jefazo? Mejor sería Subjefazo. No te confundas, aquí el Jefazo no soy yo”.
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Página/12 Web - Argentina/23/07/2008
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<http://news.google.com/news?hl=es&ncl=http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-3126-2008-07-23.html>
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Por Nicolás G. Recoaro
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Jefazo
Retrato íntimo de Evo Morales
Martín Sivak
Debate
344 páginas
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El tiempo de los pueblos andinos no es el mismo que el de otros pueblos del planeta. Por estos años, los andinos viven su Pachakuti. Un nuevo tiempo: la vuelta al tiempo de los originarios. Un ciclo que provoca transformaciones políticas, sociales, éticas y culturales. La historia gira, cambia y borra los largos años de penurias y carencias. La llegada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia es vista por los andinos como el inicio de ese quiebre. Por eso, Evo no es un hombre más en la historia del país más pobre e injusto de América del Sur. Porque ese hijo legítimo de la Bolivia india y plebeya provocó el primer cimbronazo democrático del siglo XXI. Y finalmente, después de 500 años, el Pachakuti ha comenzado.
El periodista y sociólogo argentino Martín Sivak fue testigo privilegiado de la vida pública y privada de Evo. Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales es mucho más que la biografía personal de un jefe de Estado, más bien es un libro que se esfuerza por reconstruir el drama contemporáneo de todo un país. Crónica, ensayo político y biografía que desanda la vertiginosa carrera que terminó con Morales gobernando en el Palacio de Gobierno erigido en las alturas de la ciudad de La Paz.
Sivak cuenta que la primera vez que entrevistó a Evo fue en el invierno de 1995, durante un seminario sobre liberación latinoamericana. “Vestía pantalones grises, un buzo azul con una línea roja que le atravesaba el pecho y una campera negra. Nadie le prestaba atención: ni a su vestimenta, ni a él.” Una década después, su demoledor triunfo de diciembre de 2005 y su mediática chompa darían vuelta la historia. Es que durante esos diez años, la meteórica carrera de Evo hacia la presidencia rompió la mayoría de los rancios paradigmas políticos bolivianos. ¿Quién podía imaginar que aquel sindicalista aymara podría gobernar un país? Evo: el hijo de la pobreza extrema, migrante de la zafra, vendedor callejero, dirigente cocalero, jefe sindical, preso, torturado, diputado expulsado del Parlamento; acusado de narcotraficante y nuevo Bin Laden andino; segundo en la elección presidencial de 2002, líder opositor caído en desgracia, líder opositor en gracia, finalmente presidente y hasta candidato a Premio Nobel de la Paz. La vida de Evo no da respiro posible; sus días de 21 horas de trabajo continuo, tampoco. Su desaforada y pasional agenda, con un presidente que duerme menos de tres horas por día, esa suerte de “orden en el caos” en el que Evo siempre presta su oído para aprender y jugar la partida de ajedrez diaria que requiere ser presidente, se mezclan con charlas sobre sus pasiones y las pesadillas con agentes de la DEA que lo persiguen y no lo dejan descansar.
Crónica de viajes a la Bolivia profunda, la del país con las reservas de gas más importante del continente y cocinas alimentadas con garrafas o bosta de llama. “Evo es hijo de esa precariedad y, al mismo tiempo, la personificación del cambio”, reflexiona Sivak. Un presidente que no quiere entrar en la burocracia estatal, que no quiere alejarse de sus bases y sufre cuando lo ven como un político más. “Vivo preso de la burocracia; lo que más me preocupa es perder el contacto con la gente.” Por eso vuela en helicópteros que lo acercan a pueblitos que ni siquiera figuran en los mapas escolares, juega partidos de fútbol en canchas donde la pelota no dobla o disfruta platos sobrecargados de picantes populares. Sivak es un cronista que termina casi al borde del apunamiento, tan sólo por intentar seguirle el ritmo a este superhombre andino.
“Si yo fuera un minero boliviano, habría votado por usted”, le explica Bill Clinton a Morales, durante una reunión bilateral en las Naciones Unidas. Sivak recuerda que, al salir del encuentro, pudo escuchar cómo el ex pope demócrata le preguntaba a uno de sus asesores si el hombre con el que había charlado era real. Es que Evo Morales no es un jefe cualquiera, es más bien un Jefazo, como suele llamar Evo a las personas que quiere y respeta. Cuenta Sivak que cuando supo el título del libro, Evo le hizo una aclaración: “¿Jefazo? Mejor sería Subjefazo. No te confundas, aquí el Jefazo no soy yo”.
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Página/12 Web - Argentina/23/07/2008
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