Por Alissa de Carbonnel y Ben Nimmo / De la agencia DPA
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BRUSELAS.- Diecisiete años después de la Guerra Fría, Europa y Rusia van otra vez camino del enfrentamiento. En los primeros 100 días de la presidencia de Dimitri Medvedev, Europa interpretó su retórica liberal como promesa de crecientes posibilidades económicas.
Pero la guerra entre Georgia y Rusia que estalló en los siguientes 10 días consternó a toda Europa. Y con la decisión de Medvedev de reconocer la independencia de las regiones separatistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, los expertos consideran que las relaciones alcanzaron un histórico punto de inflexión. Ese acto aplastó a los últimos defensores de Rusia en Europa y unió a los poderes occidentales en las escandalosas e impotentes demandas a Rusia para que "revirtiera" su política.
La decisión de Rusia está "fuera de la ley" y hace temer que pueda tomar medidas similares contra Ucrania y Moldavia, dijo el canciller francés, Bernard Kouchner. Si Rusia hubiera tenido la intención de reconciliarse con Occidente, habría ganado más manteniendo la amenaza de reconocer los territorios georgianos en el futuro, señalan analistas en Moscú, que llaman a esta decisión una "divisoria de aguas".
"Para mí, esto se parece a quemar un puente muy importante", dijo Masha Lipman, del Centro Carnegie de Moscú. Al igual que otros expertos, señaló que el conflicto ahora enfrenta a Europa y Rusia en una nueva batalla por empujar uno al otro fuera de los países que están entre ellos, sin dañar las relaciones tanto como para perjudicar sus propios intereses.
Ayer, Rusia fustigó a Estados Unidos por su presunto papel en la crisis georgiana, otro gesto que trajo el recuerdo de épocas pasadas. La ampliación europea
Mucho cambió desde la caída del Muro de Berlín, en 1989. Con el colapso de la Unión Soviética, tanto su triunfante enemigo, la OTAN, como la Unión Europea (UE) se extendieron por Europa, integrando a más de una decena de nuevos miembros en un gran arco que atraviesa el antiguo territorio comunista.
Pero, al mismo tiempo, los países de la UE impulsaron las relaciones comerciales con Rusia, en un intento de hacer la cooperación más atractiva que la confrontación. El proceso fue tan lejos que cortar las relaciones comerciales con Rusia "dañaría nuestra propia economía [europea]", explicó el profesor Hans-Henning Schröder, experto en Rusia del Instituto Alemán de Política Exterior y Seguridad. Y la combinación de la explosiva ampliación de la UE y la OTAN con el ávido impulso de los nuevos lazos comerciales con Rusia significa que ambas partes son, paradójicamente, aliadas y rivales en Europa.
Medvedev, a pesar de la mordaz retórica que hizo despertar el fantasma de una nueva Guerra Fría, dijo que Rusia necesita buenas relaciones con Occidente. "Vivimos en una economía global. Queremos inversiones extranjeras y no puede haber duda de eso. No podemos construir un país desarrollado sólo sobre la base de los precios de la energía", indicó.
Rusia depende de Europa para sus ingresos en concepto de comercio e inversiones. Pero, como mostró el conflicto con Georgia, ahora decidió que si tiene que arriesgarse a una guerra para mantener su influencia sobre sus antiguos vasallos, lo hará. Y Europa, por su parte, depende de Rusia como su mayor proveedor de energía y mercado clave de exportación. Pero, al mismo tiempo, está cada vez más en desacuerdo con Moscú sobre su tratamiento de esos mismos ex vasallos.
"La imagen de Medvedev como un liberal quedó terminalmente devaluada a los ojos de Europa", dijo Alexei Mukhin, director del Centro de Información Política, con sede en Moscú.
"No queremos una nueva Guerra Fría. Nunca nadie se benefició con ello", dijo Medvedev. Pero eso sigue dejando a Rusia y a Europa intentando influir en la complicada red de conflictos regionales y separatistas a lo largo de su frontera común.
El riesgo de que a la crisis de Georgia le siga más derramamiento de sangre ya no es una opción impensable. Y esta combinación de cooperación y confrontación de tan alto voltaje significa que, para bien o para mal, la situación de seguridad en Europa sería bastante más volátil en los próximos años. La Guerra Fría pasó. Bienvenida la "paz caliente".
BRUSELAS.- Diecisiete años después de la Guerra Fría, Europa y Rusia van otra vez camino del enfrentamiento. En los primeros 100 días de la presidencia de Dimitri Medvedev, Europa interpretó su retórica liberal como promesa de crecientes posibilidades económicas.
Pero la guerra entre Georgia y Rusia que estalló en los siguientes 10 días consternó a toda Europa. Y con la decisión de Medvedev de reconocer la independencia de las regiones separatistas georgianas de Abjasia y Osetia del Sur, los expertos consideran que las relaciones alcanzaron un histórico punto de inflexión. Ese acto aplastó a los últimos defensores de Rusia en Europa y unió a los poderes occidentales en las escandalosas e impotentes demandas a Rusia para que "revirtiera" su política.
La decisión de Rusia está "fuera de la ley" y hace temer que pueda tomar medidas similares contra Ucrania y Moldavia, dijo el canciller francés, Bernard Kouchner. Si Rusia hubiera tenido la intención de reconciliarse con Occidente, habría ganado más manteniendo la amenaza de reconocer los territorios georgianos en el futuro, señalan analistas en Moscú, que llaman a esta decisión una "divisoria de aguas".
"Para mí, esto se parece a quemar un puente muy importante", dijo Masha Lipman, del Centro Carnegie de Moscú. Al igual que otros expertos, señaló que el conflicto ahora enfrenta a Europa y Rusia en una nueva batalla por empujar uno al otro fuera de los países que están entre ellos, sin dañar las relaciones tanto como para perjudicar sus propios intereses.
Ayer, Rusia fustigó a Estados Unidos por su presunto papel en la crisis georgiana, otro gesto que trajo el recuerdo de épocas pasadas. La ampliación europea
Mucho cambió desde la caída del Muro de Berlín, en 1989. Con el colapso de la Unión Soviética, tanto su triunfante enemigo, la OTAN, como la Unión Europea (UE) se extendieron por Europa, integrando a más de una decena de nuevos miembros en un gran arco que atraviesa el antiguo territorio comunista.
Pero, al mismo tiempo, los países de la UE impulsaron las relaciones comerciales con Rusia, en un intento de hacer la cooperación más atractiva que la confrontación. El proceso fue tan lejos que cortar las relaciones comerciales con Rusia "dañaría nuestra propia economía [europea]", explicó el profesor Hans-Henning Schröder, experto en Rusia del Instituto Alemán de Política Exterior y Seguridad. Y la combinación de la explosiva ampliación de la UE y la OTAN con el ávido impulso de los nuevos lazos comerciales con Rusia significa que ambas partes son, paradójicamente, aliadas y rivales en Europa.
Medvedev, a pesar de la mordaz retórica que hizo despertar el fantasma de una nueva Guerra Fría, dijo que Rusia necesita buenas relaciones con Occidente. "Vivimos en una economía global. Queremos inversiones extranjeras y no puede haber duda de eso. No podemos construir un país desarrollado sólo sobre la base de los precios de la energía", indicó.
Rusia depende de Europa para sus ingresos en concepto de comercio e inversiones. Pero, como mostró el conflicto con Georgia, ahora decidió que si tiene que arriesgarse a una guerra para mantener su influencia sobre sus antiguos vasallos, lo hará. Y Europa, por su parte, depende de Rusia como su mayor proveedor de energía y mercado clave de exportación. Pero, al mismo tiempo, está cada vez más en desacuerdo con Moscú sobre su tratamiento de esos mismos ex vasallos.
"La imagen de Medvedev como un liberal quedó terminalmente devaluada a los ojos de Europa", dijo Alexei Mukhin, director del Centro de Información Política, con sede en Moscú.
"No queremos una nueva Guerra Fría. Nunca nadie se benefició con ello", dijo Medvedev. Pero eso sigue dejando a Rusia y a Europa intentando influir en la complicada red de conflictos regionales y separatistas a lo largo de su frontera común.
El riesgo de que a la crisis de Georgia le siga más derramamiento de sangre ya no es una opción impensable. Y esta combinación de cooperación y confrontación de tan alto voltaje significa que, para bien o para mal, la situación de seguridad en Europa sería bastante más volátil en los próximos años. La Guerra Fría pasó. Bienvenida la "paz caliente".
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Lanacion.com - Argentina/29/08/2008
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