EL EX TITULAR DE LA FED DIO EXPLICACIONES AL CONGRESO POR LA DEBACLE DE WALL STREET
Fue un regreso al pasado. Ver a Alan Greenspan nuevamente frente a un comité del Congreso estadounidense es tener regresiones de las administraciones de Ronald Reagan, Bush padre y Bill Clinton. Pero ahí estaba, a los 82 años, lanzando frases de filosofía económica como si el tiempo no hubiera transcurrido. "Estamos viendo un tsunami de los créditos que sólo ocurre una vez en un siglo", dijo al comienzo de su comparecencia ante el Comité de Supervisión y Reforma de la Cámara de Representantes. Y hasta admitió que estuvo "parcialmente equivocado" cuando apostó por la desregulación de los mercados.
Pero los legisladores demócratas no le podían dejar pasar esta situación con la misma comodidad con la que se presentaba en estos escenarios en sus años dorados. El presidente del comité, Henry Waxman, de California, le recordó que él era el máximo responsable de la desregulación de los mercados que llevaron a la actual hecatombe financiera. Pero el viejo zorro lo adjudicó a una falla en el sistema. "Sí, constaté una falla. No sé hasta qué punto es significativa o durable, pero me sumió en un gran desconcierto", admitió en el análisis.
Otros legisladores le recordaron que economistas muy destacados como Joseph Stiglitz y el reciente Nobel, Paul Krugman, lo señalaron como el hombre que había dado rienda suelta a todos los excesos del mercado y había permitido operaciones financieras de altísimo riesgo. En un discurso en mayo de 2005, Greenspan afirmó en su estilo característico que "la regulación privada ha demostrado que es mucho más adecuada que la regulación gubernamental para constreñir la excesiva toma de riesgos". Ayer admitió: "Quienes confiamos en el interés de las instituciones prestamistas en proteger el patrimonio del accionista, incluido yo, estamos atónitos y no podemos creerlo." Pero después de eso volvió a ponerse a la defensiva y se dedicó a elogiar la actual política fiscal de este fin de la era Bush y el paquete de ayuda de 700.000 millones de dólares.
Greenspan fue el sucesor de Paul Volcker -hoy asesor de Barack Obama- como presidente de la Reserva Federal cuando lo nombró Reagan en junio de 1987. Sus gestos siempre fueron tomados como los de un Dios por parte de los operadores de Wall Street y en febrero del 2007 provocó una hecatombe cuando predijo que habría una recesión en EE.UU. antes de fines del 2008. Ayer volvió a hablar. Según el ex hombre fuerte de las finanzas del mundo, la caída del mercado inmobiliario, que es el corazón de la crisis crediticia, no se estabilizará de acá a "muchos meses". Y siguió: "Dado el daño financiero causado hasta la fecha, no puedo ver cómo podemos evitar el significativo aumento en los despidos y en el desempleo.SDRq
Pero los legisladores demócratas no le podían dejar pasar esta situación con la misma comodidad con la que se presentaba en estos escenarios en sus años dorados. El presidente del comité, Henry Waxman, de California, le recordó que él era el máximo responsable de la desregulación de los mercados que llevaron a la actual hecatombe financiera. Pero el viejo zorro lo adjudicó a una falla en el sistema. "Sí, constaté una falla. No sé hasta qué punto es significativa o durable, pero me sumió en un gran desconcierto", admitió en el análisis.
Otros legisladores le recordaron que economistas muy destacados como Joseph Stiglitz y el reciente Nobel, Paul Krugman, lo señalaron como el hombre que había dado rienda suelta a todos los excesos del mercado y había permitido operaciones financieras de altísimo riesgo. En un discurso en mayo de 2005, Greenspan afirmó en su estilo característico que "la regulación privada ha demostrado que es mucho más adecuada que la regulación gubernamental para constreñir la excesiva toma de riesgos". Ayer admitió: "Quienes confiamos en el interés de las instituciones prestamistas en proteger el patrimonio del accionista, incluido yo, estamos atónitos y no podemos creerlo." Pero después de eso volvió a ponerse a la defensiva y se dedicó a elogiar la actual política fiscal de este fin de la era Bush y el paquete de ayuda de 700.000 millones de dólares.
Greenspan fue el sucesor de Paul Volcker -hoy asesor de Barack Obama- como presidente de la Reserva Federal cuando lo nombró Reagan en junio de 1987. Sus gestos siempre fueron tomados como los de un Dios por parte de los operadores de Wall Street y en febrero del 2007 provocó una hecatombe cuando predijo que habría una recesión en EE.UU. antes de fines del 2008. Ayer volvió a hablar. Según el ex hombre fuerte de las finanzas del mundo, la caída del mercado inmobiliario, que es el corazón de la crisis crediticia, no se estabilizará de acá a "muchos meses". Y siguió: "Dado el daño financiero causado hasta la fecha, no puedo ver cómo podemos evitar el significativo aumento en los despidos y en el desempleo.SDRq
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Conjeturas
Claudio Mario Aliscioni
Claudio Mario Aliscioni
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Un mismo tono parece unir la postura de Alan Greenspan con la demora de su amigo, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, en ordenar el rescate bancario: la de ignorar el peso de la evidencia. Lo que en esencia el ex jefe de la Fed confesó ayer es no entender aún cómo el sistema financiero pensó en sí mismo antes que en quienes le confiaron su dinero. Y rechazó así el reclamo de muchos por una regulación. Es claro que ambos representan intereses materiales definidos. Pero acaso también lo suyo revele algo más íntimo: la impotencia de un viejo principista liberal que insiste en identificar al Estado con el demonio y sigue empecinado, aún hoy, en tapar el sol con un dedo.
Un mismo tono parece unir la postura de Alan Greenspan con la demora de su amigo, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, en ordenar el rescate bancario: la de ignorar el peso de la evidencia. Lo que en esencia el ex jefe de la Fed confesó ayer es no entender aún cómo el sistema financiero pensó en sí mismo antes que en quienes le confiaron su dinero. Y rechazó así el reclamo de muchos por una regulación. Es claro que ambos representan intereses materiales definidos. Pero acaso también lo suyo revele algo más íntimo: la impotencia de un viejo principista liberal que insiste en identificar al Estado con el demonio y sigue empecinado, aún hoy, en tapar el sol con un dedo.
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Más>
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Clarin.com - Argentina/24/10/2008
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