El Gobierno debió estatizar las AFJP frente a las crecientes dificultades de financiamiento. La medida era inevitable, pero no parece suficiente ante la magnitud sus problemas fiscales.
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Por Sergio Crivelli
Por Sergio Crivelli
"Todo lo que no es inmediato es nada."
Emile Cioran
Hace dos semanas en este espacio se consignó que el ministro de Economía, Carlos Fernández, admitía en privado que el superávit fiscal para 2009 sería, en el mejor de los casos, del 2% del PBI, versión tan verosímil como grave en términos económicos y más grave aún en términos políticos. Con su decisión de apropiarse de los fondos de jubilaciones y pensiones el Gobierno ratificó de manera tácita aquel trascendido.
No hay otra explicación satisfactoria para la decisión que tomó el fin de semana pasado intempestivamente la presidenta Cristina Fernández y que tuvo una fuerte repercusión negativa local e internacional.
Además de una inconducente polémica pública, la estatización de las AFJP provocó un terremoto en los mercados, mientras que su costo electoral sólo se sabrá a ciencia cierta el año próximo. La medida tuvo tres características básicas. Fue producto de la imprevisión y de la improvisación. Resultó también prácticamente inevitable para la lógica del kirchnerismo.
Cuando comenzó el colapso de las bolsas y los sistemas bancarios en el mundo desarrollado era razonable imaginar que la onda expansiva llegaría a la Argentina, aunque el país esté fuera del sistema financiero internacional desde fines de 2001. Por algún mecanismo mental inexplicable el Gobierno creyó o fingió creer que eso no ocurriría o que si ocurría podría ser ocultado a la opinión pública. Después de afirmar con aire de suficiencia que la situación interna era sólida, debió expropiarle la recaudación previsional a los bancos, una medida extrema y sólo comparable con el "corralito" en 2001.
Esa imprevisión llevó a la improvisación. Ante sus problemas de solvencia el Gobierno había intentado llegar a un entendimiento con el Club de París y los "holdouts". La idea era plausible en vista de que la opción Chávez había desaparecido o resultaba exageradamente onerosa. Pero la crisis impidió que ese intento de volver a la "normalidad" prosperase, porque en medio de la turbulencia mundial nadie iba a prestarle un centavo a la Argentina. Conclusión: había que buscar el dinero en otra parte y las opciones disponibles no eran demasiadas.
Pero no todo es culpa de los Kirchner. Cuando se puso en marcha en los "90 el sistema de capitalización provocó un fuerte desfinanciamiento del Estado. Bajo el gobierno de Carlos Menem el déficit fiscal se cubrió con endeudamiento internacional. Después hubo que obligar a las AFJP a comprar bonos argentinos y cuando ya no se pudo sostener el demencial déficit público se declaró el "default", obligando a las AFJP a aceptar un canje ruinoso de los títulos que les habían "encajado" a sus clientes -los futuros jubilados- para licuar pasivos públicos que habían crecido más allá de toda posibilidad de pago.
Pero esto tampoco fue suficiente. Después del default y el canje ruinoso se las obligó a seguir comprando más títulos de la deuda pública y hasta a traer sus inversiones desde el exterior para expoliarlas más a gusto. Los bancos que manejaban esos fondos no se quejaron nunca porque seguían cobrando las correspondientes comisiones.
Pero tampoco esto alcanzó y el Gobierno resolvió sacar directamente del negocio a los bancos, que ahora sí se quejan, aunque era el paso lógico y forzoso de un proceso que se movía desde hacía años en una dirección única: el desborde del gasto público y su financiamiento de prepo por parte de los futuros jubilados.
El Gobierno intentó justificar su decisión con argumentos pueriles, como el de una puesta "defensa" de los jubilados futuros, o ideológicos de un muy bajo nivel de elaboración intelectual del tipo estatismo versus libremercadismo. La controversia mantuvo entretenidos a los medios, porque en el debate público hace rato que ya no cuentan los hechos.
Esta absurda polémica no pudo, sin embargo, ocultar que se avecinan dificultades reales: una fuerte baja en la actividad, desempleo y problemas fiscales para los que ya no habrá más "cajas" disponibles. ¿Qué improvisará en ese momento el kirchnerismo? Nadie siquiera lo imagina. Tampoco se sabe cuánto le durarán los recursos obtenidos con un expediente tan extraordinario. Lo central era evitar otro default y contar con fondos para mantener un nivel mínimo de actividad en los próximos meses, evitando de esa manera una recesión fuerte en plena campaña electoral. Esta es la única preocupación de los Kirchner. La oposición, en cambio, no los inquieta porque no existe.
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No hay otra explicación satisfactoria para la decisión que tomó el fin de semana pasado intempestivamente la presidenta Cristina Fernández y que tuvo una fuerte repercusión negativa local e internacional.
Además de una inconducente polémica pública, la estatización de las AFJP provocó un terremoto en los mercados, mientras que su costo electoral sólo se sabrá a ciencia cierta el año próximo. La medida tuvo tres características básicas. Fue producto de la imprevisión y de la improvisación. Resultó también prácticamente inevitable para la lógica del kirchnerismo.
Cuando comenzó el colapso de las bolsas y los sistemas bancarios en el mundo desarrollado era razonable imaginar que la onda expansiva llegaría a la Argentina, aunque el país esté fuera del sistema financiero internacional desde fines de 2001. Por algún mecanismo mental inexplicable el Gobierno creyó o fingió creer que eso no ocurriría o que si ocurría podría ser ocultado a la opinión pública. Después de afirmar con aire de suficiencia que la situación interna era sólida, debió expropiarle la recaudación previsional a los bancos, una medida extrema y sólo comparable con el "corralito" en 2001.
Esa imprevisión llevó a la improvisación. Ante sus problemas de solvencia el Gobierno había intentado llegar a un entendimiento con el Club de París y los "holdouts". La idea era plausible en vista de que la opción Chávez había desaparecido o resultaba exageradamente onerosa. Pero la crisis impidió que ese intento de volver a la "normalidad" prosperase, porque en medio de la turbulencia mundial nadie iba a prestarle un centavo a la Argentina. Conclusión: había que buscar el dinero en otra parte y las opciones disponibles no eran demasiadas.
Pero no todo es culpa de los Kirchner. Cuando se puso en marcha en los "90 el sistema de capitalización provocó un fuerte desfinanciamiento del Estado. Bajo el gobierno de Carlos Menem el déficit fiscal se cubrió con endeudamiento internacional. Después hubo que obligar a las AFJP a comprar bonos argentinos y cuando ya no se pudo sostener el demencial déficit público se declaró el "default", obligando a las AFJP a aceptar un canje ruinoso de los títulos que les habían "encajado" a sus clientes -los futuros jubilados- para licuar pasivos públicos que habían crecido más allá de toda posibilidad de pago.
Pero esto tampoco fue suficiente. Después del default y el canje ruinoso se las obligó a seguir comprando más títulos de la deuda pública y hasta a traer sus inversiones desde el exterior para expoliarlas más a gusto. Los bancos que manejaban esos fondos no se quejaron nunca porque seguían cobrando las correspondientes comisiones.
Pero tampoco esto alcanzó y el Gobierno resolvió sacar directamente del negocio a los bancos, que ahora sí se quejan, aunque era el paso lógico y forzoso de un proceso que se movía desde hacía años en una dirección única: el desborde del gasto público y su financiamiento de prepo por parte de los futuros jubilados.
El Gobierno intentó justificar su decisión con argumentos pueriles, como el de una puesta "defensa" de los jubilados futuros, o ideológicos de un muy bajo nivel de elaboración intelectual del tipo estatismo versus libremercadismo. La controversia mantuvo entretenidos a los medios, porque en el debate público hace rato que ya no cuentan los hechos.
Esta absurda polémica no pudo, sin embargo, ocultar que se avecinan dificultades reales: una fuerte baja en la actividad, desempleo y problemas fiscales para los que ya no habrá más "cajas" disponibles. ¿Qué improvisará en ese momento el kirchnerismo? Nadie siquiera lo imagina. Tampoco se sabe cuánto le durarán los recursos obtenidos con un expediente tan extraordinario. Lo central era evitar otro default y contar con fondos para mantener un nivel mínimo de actividad en los próximos meses, evitando de esa manera una recesión fuerte en plena campaña electoral. Esta es la única preocupación de los Kirchner. La oposición, en cambio, no los inquieta porque no existe.
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La Prensa - Argentina/27/10/2008
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