DERRUMBE GENERAL DE LOS MERCADOS BURSATILES POR EL IMPACTO NEGATIVO EN LA ECONOMIA REAL DEL COLAPSO BANCARIO
El Dow Jones se hundió 7,9 por ciento, mientras que las Bolsas europeas bajaron en promedio 7,5 por ciento.
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Las caídas de las Bolsas volvieron a la realidad a los inversores que pensaban que con los planes de salvatajes se empezaba a superar la crisis. Los indicadores de recesión en Estados Unidos y Europa reflejan la situación desesperante de los bancos.
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Por Cristian Carrillo
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Por Cristian Carrillo
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Y un día volvieron los derrumbes generalizados de las bolsas. La euforia duró poco y la confianza aún menos. Los inversores se olvidaron de las promesas de rescates y pusieron nuevamente su atención sobre el sector real. Los temores a una fuerte recesión de la economía de Estados Unidos y de Europa volvió a teñir de rojo los mercados. El resultado de la rueda fue un desplome de escala planetaria en los principales índice accionarios. En Wall Street, el índice Dow Jones se hundió el 7,9 por ciento en la segunda peor jornada desde su existencia. En Europa, las plazas terminaron en promedio con un retroceso de 7,5 por ciento. La Comisión Europea respondió al pánico con nuevos anuncios; prevé incrementar el respaldo para cada uno de los depósitos del bloque hasta los 100.000 euros. Mientras que, el Banco Central Europeo difundió también una ampliación de la lista de garantías que acepta para sus operaciones de refinanciamiento y confirmó que pondrá todos los préstamos de largo plazo (de seis meses) a disposición de las entidades a una tasa fija y por cantidades ilimitadas. En la región, Argentina y Brasil tuvieron una baja de 12 y 11 por ciento respectivamente .
La respuesta coordinada a la crisis de los jefes de Estado a ambos lados del Atlántico parece haber llegado demasiado tarde para contener la incertidumbre financiera y la corrida de depósitos de los bancos. Las entidades enfrentan serios problemas de liquidez y de solvencia, requiriendo sendas intervenciones de los gobiernos para detener la sangría del sistema. De todos modos, analistas advierten que a pesar de las inyecciones de dinero, la banca tardará un buen tiempo en ser nuevamente rentable y, más importante aún, a ser un canal fluido del crédito. La situación, incluso, recrudece con la baja de las acciones, que deprimen aún más los activos en carteras, lo que empeora aún más la situación patrimonial y, por lo tanto, requiere de planes de salvataje más voluminosos.
Para evitar ese proceso de deterioro, los 27 países europeos reunidos en Bruselas coincidieron en la necesidad de revisar las normas contables para eximir a los bancos de la obligación de ir devaluando sus activos en función de su valor de mercado. Esta modificación las pone en igualdad de condiciones que a las firmas estadounidenses, donde ya se eliminó esa exigencia. La intención es detener con esa ficción contable la espiral devaluatoria de los activos de las firmas, que actualmente están en serios problemas, y reducir el potencial de quiebra y consecuente contagio a todo el sistema. “Es tratar de contener el pánico generalizado, ya que la corrida se hace tanto contra el enfermo como también contra el sano”, dijo a PáginaI12 el economista Marco Rebozov.
En la Bolsa neoyorquina se vio otra jornada negra. La difusión de buenos resultados del JP Morgan, que obtuvo beneficios por 527 millones de dólares en el tercer trimestre, y la aprobación de la fusión entre el Bank of America y el Merril Lynch no alcanzaron para detener el derrape de las acciones. El contrapeso vino por el lado del consumo. Las ventas minoristas en Estados Unidos disminuyeron 1,2 por ciento en septiembre, casi el doble de las estimaciones privadas, según informó el Departamento de Comercio (ver aparte). Al pesimismo también contribuyó el titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quien reconoció que la estabilización de los mercados financieros es necesaria, pero no suficiente para garantizar la recuperación económica. “Hemos tomado medidas extraordinarias, porque estas son circunstancias extraordinarias”, coincidió Bush, tras presagiar “meses difíciles”.
El índice fabril Dow Jones, principal termómetro de Nueva York, finalizó con su segunda mayor caída de su historia tras ceder 7,9 por ciento. En lo que va de octubre perdió 21 por ciento. La tendencia arrancó temprano, pero se agudizó con cada enunciado de Bernanke. Tampoco sirvió la confianza que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, intentó compartir con el mercado por la compra multimillonaria de acciones bancarias por parte del Estado. El Nasdaq de empresas tecnológicas derrapó 8,5 por ciento.
Cruzando el océano, la situación europea es igualmente apremiante, tanto para el sector real como para el financiero. El Banco Central inyectó 171.000 millones de dólares a 86 bancos comerciales de la eurozona a siete días y a una tasas de interés relativamente baja. Con esa intervención la autoridad busca aliviar unos de los problemas que enfrentan las entidades, la falta de liquidez, que se acrecienta a medida que continúa la fuga de depósitos. Por el lado de la solvencia, el salvataje diseñado por el Grupo de los Siete países más industrializados logró la adhesión de los 27 países de la Unión Europea. Pero los datos económicos en el Viejo Continente fueron demoledores. Los patentamientos se redujeron en 8,2 por ciento en septiembre respecto de igual mes del año pasado. El desempleo en Gran Bretaña aumentó a 5,7 por ciento, el mayor incremento desde 1991. Y el Banco de Italia estimó que la economía de ese país se estancará a partir del tercer trimestre y hasta fin de año debido a la contracción del consumo y una reducción de las inversiones de las empresas.
Y un día volvieron los derrumbes generalizados de las bolsas. La euforia duró poco y la confianza aún menos. Los inversores se olvidaron de las promesas de rescates y pusieron nuevamente su atención sobre el sector real. Los temores a una fuerte recesión de la economía de Estados Unidos y de Europa volvió a teñir de rojo los mercados. El resultado de la rueda fue un desplome de escala planetaria en los principales índice accionarios. En Wall Street, el índice Dow Jones se hundió el 7,9 por ciento en la segunda peor jornada desde su existencia. En Europa, las plazas terminaron en promedio con un retroceso de 7,5 por ciento. La Comisión Europea respondió al pánico con nuevos anuncios; prevé incrementar el respaldo para cada uno de los depósitos del bloque hasta los 100.000 euros. Mientras que, el Banco Central Europeo difundió también una ampliación de la lista de garantías que acepta para sus operaciones de refinanciamiento y confirmó que pondrá todos los préstamos de largo plazo (de seis meses) a disposición de las entidades a una tasa fija y por cantidades ilimitadas. En la región, Argentina y Brasil tuvieron una baja de 12 y 11 por ciento respectivamente .
La respuesta coordinada a la crisis de los jefes de Estado a ambos lados del Atlántico parece haber llegado demasiado tarde para contener la incertidumbre financiera y la corrida de depósitos de los bancos. Las entidades enfrentan serios problemas de liquidez y de solvencia, requiriendo sendas intervenciones de los gobiernos para detener la sangría del sistema. De todos modos, analistas advierten que a pesar de las inyecciones de dinero, la banca tardará un buen tiempo en ser nuevamente rentable y, más importante aún, a ser un canal fluido del crédito. La situación, incluso, recrudece con la baja de las acciones, que deprimen aún más los activos en carteras, lo que empeora aún más la situación patrimonial y, por lo tanto, requiere de planes de salvataje más voluminosos.
Para evitar ese proceso de deterioro, los 27 países europeos reunidos en Bruselas coincidieron en la necesidad de revisar las normas contables para eximir a los bancos de la obligación de ir devaluando sus activos en función de su valor de mercado. Esta modificación las pone en igualdad de condiciones que a las firmas estadounidenses, donde ya se eliminó esa exigencia. La intención es detener con esa ficción contable la espiral devaluatoria de los activos de las firmas, que actualmente están en serios problemas, y reducir el potencial de quiebra y consecuente contagio a todo el sistema. “Es tratar de contener el pánico generalizado, ya que la corrida se hace tanto contra el enfermo como también contra el sano”, dijo a PáginaI12 el economista Marco Rebozov.
En la Bolsa neoyorquina se vio otra jornada negra. La difusión de buenos resultados del JP Morgan, que obtuvo beneficios por 527 millones de dólares en el tercer trimestre, y la aprobación de la fusión entre el Bank of America y el Merril Lynch no alcanzaron para detener el derrape de las acciones. El contrapeso vino por el lado del consumo. Las ventas minoristas en Estados Unidos disminuyeron 1,2 por ciento en septiembre, casi el doble de las estimaciones privadas, según informó el Departamento de Comercio (ver aparte). Al pesimismo también contribuyó el titular de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quien reconoció que la estabilización de los mercados financieros es necesaria, pero no suficiente para garantizar la recuperación económica. “Hemos tomado medidas extraordinarias, porque estas son circunstancias extraordinarias”, coincidió Bush, tras presagiar “meses difíciles”.
El índice fabril Dow Jones, principal termómetro de Nueva York, finalizó con su segunda mayor caída de su historia tras ceder 7,9 por ciento. En lo que va de octubre perdió 21 por ciento. La tendencia arrancó temprano, pero se agudizó con cada enunciado de Bernanke. Tampoco sirvió la confianza que el secretario del Tesoro, Henry Paulson, intentó compartir con el mercado por la compra multimillonaria de acciones bancarias por parte del Estado. El Nasdaq de empresas tecnológicas derrapó 8,5 por ciento.
Cruzando el océano, la situación europea es igualmente apremiante, tanto para el sector real como para el financiero. El Banco Central inyectó 171.000 millones de dólares a 86 bancos comerciales de la eurozona a siete días y a una tasas de interés relativamente baja. Con esa intervención la autoridad busca aliviar unos de los problemas que enfrentan las entidades, la falta de liquidez, que se acrecienta a medida que continúa la fuga de depósitos. Por el lado de la solvencia, el salvataje diseñado por el Grupo de los Siete países más industrializados logró la adhesión de los 27 países de la Unión Europea. Pero los datos económicos en el Viejo Continente fueron demoledores. Los patentamientos se redujeron en 8,2 por ciento en septiembre respecto de igual mes del año pasado. El desempleo en Gran Bretaña aumentó a 5,7 por ciento, el mayor incremento desde 1991. Y el Banco de Italia estimó que la economía de ese país se estancará a partir del tercer trimestre y hasta fin de año debido a la contracción del consumo y una reducción de las inversiones de las empresas.
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En EE.UU. hay más indigentes
La crisis elevó a un número record la cantidad de cupones de alimentación que el gobierno estadounidense distribuye a los más pobres. En julio último, unos 29 millones de personas recibieron estos cupones, con lo que alcanzó un máximo para el actual verano. La cifra representa un alza cercana a un millón de “nuevos indigentes” en tres meses, según datos del Ministerio de Agricultura. El organismo suele distribuir esos tickets bajo la forma de tarjetas de débito a las personas de muy bajos ingresos que las solicitan. Es el nivel más alto desde fines de 2005. Durante los tres meses que siguieron al huracán Katrina, cuatro millones de personas adicionales habían pedido tickets para alimentarse, alcanzándose el nivel histórico de 29,9 millones. De todos modos, las estadísticas de esa cartera no cuentan aún los pedidos de ayuda alimentaria realizados en septiembre, luego de la debacle de los mercados financieros que provocó desempleo, redujo las posibilidades de crédito y aceleró los embargos inmobiliarios. La conjunción de alza en el precio de los alimentos y de la energía y el paso del huracán Ike será de gran peso para las cifras del mes pasado. El programa de cupones comenzó en 1943 y representa 30.000 millones de dólares por año.
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