11/10/08

Wall Street: Una nueva guerra de Iraq

11-10-2008
Pepe Escobar
Rebelión
/Asia Times
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Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
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Tal como están las cosas en el colegio electoral de EE.UU., Barack Obama ganaría esta elección presidencial. Incluso según el mismísimo Maquiavelo de Texas en persona, Karl Rove, Obama ganaría hasta al otro lado del Potomac, en Virginia del norte, otrora un bastión republicano, ahora “país comunista”, según Joe, hermano de John McCain.

Rojo o azul, los votantes siguen afluyendo en masa al campo de Obama después de su segundo debate presidencial del martes – una masacre total por un Obama frío, calmo y dueño de sí mismo, que relegó a McCain al papel de un reptil confundido, a veces neurótico, adulador, sabelotodo despectivo o simplemente malvado (como cuando se refirió a Obama como “ese sujeto”).

Los votantes también siguen acudiendo al campo de Obama en medio de la mayor intervención estatal en la historia de EE.UU. La mayor, no contamos esa otra monstruosa intervención estatal – la guerra – que pronto será billonaria – en Iraq.

Los 810.000 millones de dólares del rescate de Wall Street – y suma y sigue – son interpretados por millones de estadounidenses enfurecidos como nada menos que un arma de destrucción masiva en la guerra de clases. Podrían costar a los contribuyentes más de 2 billones de dólares después de que se sumen los pagos de intereses. Sí, este rescate es una segunda guerra de Iraq.

Incluso las cifras iniciales de Bush y Paulson – todos recuerdan esos 700.000 millones de dólares – aparecieron de la nada. Como dijo un portavoz del Tesoro de EE.UU.: “No se basan en ningunos datos específicos... Sólo queríamos elegir una cifra realmente grande.”

De modo que pronto los estadounidenses escucharán el sonido, no de música, sino de más de un billón de dólares de sus futuros ingresos como contribuyentes que serán tragados por Goldman Sachs, Citibank, Bank of America y JP Morgan Chase. También cobrará el Bank of China. No hay absolutamente ninguna garantía de que alguno de esos bancos vaya a reintroducir ese dinero en inversiones productivas en EE.UU.

El Tesoro de EE.UU. – es decir, el Secretario del Tesoro y ex presidente de Goldman Sachs, Hank Paulson – imprimirá dinero como loco, como lo hizo durante la crisis latinoamericana de la década de los 80. ¿Y a quién va a contratar el Tesoro para decidir

qué bancos y qué deudas va a comprar? A expertos de Wall Street.

Así que se trata de una nueva guerra de Iraq de más maneras que una sola. En Iraq, Washington subcontrató la guerra a empresas militares privadas, como Blackwater. Ahora le toca a Wall Street sacar a relucir su propia Blackwater.

¿Hizo el Congreso de EE.UU. por lo menos un esfuerzo por nombrar a un grupo de expertos independientes para analizar todo el lío? No. No lo hizo. El ballet del salvataje fue escenificado a la perfección. El representante Marcy Kaptur, demócrata de Ohio, fue uno de los pocos que denunciaron las tácticas de intimidación y la atmósfera de generación de temor en el hemiciclo de la Cámara. El representante Brad Sherman, demócrata de California, advirtió que si el rescate no era aprobado, se impondría la ley marcial en EE.UU.

Supongamos, por ejemplo, que los estadounidenses quisieran votar para expulsar a todos los políticos que apoyaron el rescate. Simplemente no pueden hacerlo. Porque no hay suficientes candidatos que no pertenezcan a los dos principales partidos – o progresistas – para reemplazarlos; estamos en el reino de la política del dinero, y simplemente no pueden competir con las maquinarias de demócratas y republicanos. Para no mencionar que dos tercios del Senado – que también aprobó el salvataje – no se presentan a la reelección.

El hombre de los economistas

La revista The Economist – la voz de la City de Londres – dice que los economistas son en su mayoría animadores de Barack Obama. ¿Pero qué estaba haciendo Obama antes de que el rescate fuera aprobado? Tanto Obama – como McCain – llamaban frenéticamente a los representantes de la Cámara a cambiar su voto por el “no” a otro por el “sí.”

¿Había otras opciones aparte de la mayor redistribución de riqueza – ésta hacia arriba, no hacia abajo – desde la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia? Claro que había. Una de ellas fue presentada en las páginas del Washington Post por dos respetados economistas de Yale. [1] Esencialmente, dice “paguen todas las hipotecas ofensoras.”

John McCain, en un pase a la desesperada para tratar de detener la hemorragia en su campaña, apareció con más o menos la misma propuesta (“Es mi idea, no la del senador Obama”) en el debate presidencial – sorprendiendo a toda la expertocracia.

Pero no supo venderla. No explicó de dónde saldrían los fondos – que se esperaba serían más de 300.000 millones de dólares – no dijo que los bancos rescatados bajo Bush/Paulson podrían de hecho comprar hipotecas, y para colmo, incurrió en la ira de amplios sectores de su ya contrariada “base.”

La campaña de Obama, sorprendida, reaccionó al día siguiente a través del asesor económico de Obama, Jason Furman: “Los mayores beneficiarios de ese plan serán las mismas instituciones financieras que nos metieron en este lío, algunas de las cuales incluso cometieron fraude.”

Obama, por su parte, se tragó como angelito el anzuelo del rescate, - y ha estado ocupado tratando de justificarlo en la campaña electoral. Podrá estar arriba en los sondeos – incluso antes del debate – pero esto tiene más que ver, según el Washington Post, con “una actitud negativa ante las perspectivas financieras del país” que con un plan B de Obama para encarar la crisis financiera. Obama nunca tomó la iniciativa – reaccionó ante el plan Bush/Paulson, que entonces se convirtió en el plan de rescate Bush/Paulson/Pelosi/McCain/Obama.

Obama podría haber convocado a docenas de economistas para que lo educaran respecto a la crisis financiera en México en 1997, Brasil en 1999 y Argentina en 2001. Podría haber aprendido como Suecia enfrentó su propia crisis en 1989; sí, pagan más impuestos pero tienen uno de los mejores niveles de vida del mundo.

Todo esto cuando Paulson – Mister Goldman Sachs en persona – reveló que las primeras deudas malas recién serían compradas después de las elecciones del 4 de noviembre. De modo que los votantes estadounidenses ni siquiera evaluarán si el rescate funcionó (los mercados, por su parte, ya han dicho que “no”) antes de que elijan a Obama o a McCain y a sus nuevos representantes en la Cámara.

De modo que no hubo un debate nacional en EE.UU. ¿Podrá ser que fue porque, según el no-partidario Center for Responsive Politics, los que votaron “sí” habían recibido un 41% más de dinero del sector financiero durante sus carreras parlamentarias que los que votaron “no”? Como señala el Center: “elección tras elección, el sector de las finanzas, de los seguros y de los bienes raíces ha estado entre los principales donantes para las campañas electorales en la política federal, donando más de 2.000 millones de dólares a candidatos y partidos políticos federales desde 1989.”

Quienquiera sea elegido, Obama o McCain, heredará este supremo lío tóxico del gobierno de Bush – lo que incluye los mayores déficit fiscales y extranjeros de la historia de EE.UU., una deuda fiscal que actualmente asciende a un 70% pero que está destinada a estallar hasta cerca de un 90% del PIB de EE.UU., y ningún control de la política monetaria.

Tanto Obama como McCain, durante el debate, se negaron obstinadamente a admitir que la economía de EE.UU. empeorará mucho antes de que mejore. McCain ya ha admitido, públicamente, que no sabe virtualmente nada sobre economía – su máximo asesor económico fue el súper-desregulador Phil Gramm, la eminencia gris que dijo que EE.UU. es una “nación de llorones.”

En cuanto a Obama, hay algunas preguntas a las que no está respondiendo actualmente:

¿Cuán profunda será la recesión?
¿Inventará EE.UU. otra burbuja para tratar de driblar la recesión?
Y si fuera así, ¿será una burbuja del completo militar-industrial? ¿O una burbuja del capitalismo del desastre?

“Surge un nuevo mundo”

La estrategia de la campaña de McCain ante todo esto es simple: más sordidez, en la forma de una andanada de ataques no fundamentados contra Obama en la campaña electoral (es un negro peligroso, tal vez musulmán, y tal vez terrorista) de parte de la pitbull con lápiz labial de Alaska, la madraza creacionista Sarah Palin, quien parece tener algo mejor que hacer que leer la Constitución, o tomar un diccionario, o dejar de guiñar el ojo, o abandonar su hábito de citar incorrectamente a la gente. En boca de un estratega de McCain: “Si seguimos hablando de la crisis económica, vamos a perder.”

¿Y por qué no quieren seguir hablando de la economía? Referirse, por ejemplo, a la nueva estrategia de la campaña de Obama – un documental de 13 minutos colocado en la Red sobre el escándalo de ahorros y préstamos de fines de los años ochenta de los Cinco de Keating, un fiasco de desregulación en el que McCain tuvo un papel estelar.

Ambas campañas no tratan siquiera de discutir realmente los escollos y la seriedad de todo el asunto. ¿Recordáis al funcionario de bajo nivel que llegó con ese concepto sub-hegeliano del “fin de la historia” después de la caída de la Unión Soviética – un cierto Francis Fukuyama? Hasta él está alarmado.

Una vez más, tienen que ser esos molestosos europeos los que dicen las cosas como son. Jean-Claude Milner, ex presidente del Colegio Internacional de Filosofía, lo dice en términos sombríos. La burguesía europea se preocupa por la seguridad de los ahorros. La burguesía estadounidense se preocupa por la seguridad del crédito. En Europa Occidental, el crédito es un medio para adquirir activos. En EE.UU., es todo lo contrario: un activo es un medio para obtener crédito. Todo el asunto funciona, mientras no haya depresión.

Y luego existen los inmensos presupuestos del Pentágono. No están dedicados solamente a facilitar “guerras preventivas”; son sobre todo un medio para apoyar permanentemente la economía. Por lo tanto, el capitalismo estadounidense es en los hechos un capitalismo de Estado, donde el Estado no es un empresario, ni un propietario, sino un cliente descomunal. Por ello, ese cliente debe intervenir en tiempos de crisis. En la adorable formulación de Milner, el Estado EE.UU. es “la mano invisible tras el crédito visible.”

Milner va más allá del complejo militar-industrial. Identifica un “complejo militar-financiero.” Así, la serpiente muerde su propia cola: “Wall Street depende del crédito. El crédito depende de la ausencia de depresión. El presupuesto militar imposibilita una depresión.” Es esa idea del capitalismo, basada en el crédito y desconectada de recursos naturales, la que arde actualmente. Y no sólo por la crisis subprime. Milner subraya como el Ejército de EE.UU. es sobre todo un instrumento económico, y mucho menos un ejército tradicional (al que los neoconservadores, ebrios de poder, imbuyeron con la misión de llevar la democracia a Oriente Próximo).

El otro factor clave es que los propietarios de recursos naturales ya no aceptan esa desconexión del capitalismo financiero. El mejor ejemplo es Rusia. Es también donde entra en juego la lógica de al-Qaeda. Al-Qaeda razonó que lo que causa la desconexión es el capital financiero. El símbolo del capital financiero son las Torres Gemelas. Así que había que destruir las torres. Si al-Qaeda es, o no, un código controlado por EE.UU. es irrelevante; el hecho es que bin Laden y al-Zawahiri, en sus escritos, siempre han subrayado su estrategia de desangrar al imperio a través de su talón de Aquiles sobre-extendido.

Milner es algo apocalíptico. Para él, si el capitalismo financiero estadounidense colapsara, se llevaría consigo a la mayoría de los mercados desarrollados y emergentes. El otro protagonista principal que queda en escena sería el capitalismo ruso – que sigue una lógica completamente diferente: exceso de recursos naturales, y control estatal sobre como llegan al mercado.

Otro molestoso europeo, John Gray, profesor de Pensamiento Europeo en la London School of Economics, autor de libros cruciales como “Straw Dogs and Black Mass,” y uno de los intelectuales más brillantes de Europa – claro está, Bush, McCain, los neoconservadores, todos odian a los intelectuales – dice que la crisis financiera es el equivalente estadounidense de la caída de la Unión Soviética. Como escribiera en el London Observer:

“Habiendo creado las condiciones que produjeron la mayor burbuja de la historia, los dirigentes políticos de EE.UU. parecen incapaces de comprender la magnitud de los peligros que el país enfrenta actualmente. Enzarzados en sus rencorosas guerras de culturas y riñéndose entre ellos, parecen ignorar el hecho de que el liderazgo global de EE.UU. está decayendo rápidamente. Está apareciendo un nuevo mundo sin que apenas se note, en el que EE.UU. es sólo una de varias grandes potencias, enfrentando un futuro incierto que ya no puede conformar.”

Un nuevo mundo, que aparece sin que apenas se note. Apuesto a que es así.

1. The Trickle-Up Bailout, de Jonathan G S Koppell y William N Goetzmann , Miércoles 1 de octubre de 2008, Washington Post
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Pepe Escobar es autor de “Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War” (Nimble Books, 2008). Para contactos, diríjase a:
pepeasia@yahoo.com.
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