A vueltas con la misoginia
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Cuando se preparaba el tratado constitucional europeo, el grupo Popular Europeo y otros grupos políticos de corte similar insistieron hasta la saciedad para que se incluyera en el tratado una alusión a las raíces cristianas de Europa. Veamos algunas de ellas:
Uno de los que más honda impronta dejó en Europa y en la cristiandad fue San Agustín de Hipona, conocido santo, filósofo, teólogo, padre excelso y brillante predicador de la Iglesia Católica, además de uno de los pilares indiscutibles de su doctrina. San Agustín, nacido en el año 354 y fallecido en el año 430, fue, junto a San Jerónimo, San Gregorio I Magno y San Ambrosio de Milán, todos ellos Padres de la Iglesia Católica y Romana, uno de los más esforzados estilistas de la misoginia eclesiástica; no me cabe duda que dijo algunas cosas extraordinarias –excepcionalmente, claro, todo el mundo tiene lapsus- pero tampoco me cabe duda alguna de su execrable misoginia, ¿Qué no? Pues vean algunos “tesoros escogidos” de su “bondad y ética” hacia la mujer, extraídos de sus obras "Confesiones" y "De civitate Dei":
"Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer... No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños."
"Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones."
"Nada rebaja tanto a la mente varonil de su altura como acariciar mujeres y esos contactos corporales que pertenecen al estado del matrimonio."
"Por el buen orden de la familia humana, unos han de ser gobernados por otros más sabios que ellos; por ende, la mujer, más débil en cuanto a vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por naturaleza al hombre, en quien la razón predomina. El padre tiene que ser más amado que la madre y merece mayor respeto porque su participación en la concepción es activa y la de la madre simplemente pasiva y material."
"Sus caras son como viento abrasador, y sus voces silbidos de serpiente, pero también aplican encantamientos nefastos a incontables hombres y animales. Y cuando se dice que su corazón es una red, se está hablando de la malicia insondable que impera en sus corazones."
“Lo que la diferencia, ya sea esposa o madre, es que es aún Eva la tentadora, de la que nosotros debemos protegernos en cualquier mujer.”
Podría seguir con “perlas de San Agustín” como estas, sin embargo, tengo que admitir que al pobre santo la misoginia le venía –con el patriarcado- religioso-socio-culturalmente de herencia, vamos, una misoginia casi arquetípica; la de él y la de todos los Padres de la Iglesia. Una misoginia que perdura hasta nuestros días tanto en la Institución Católica como fuera de ella. Veamos un poco los antecedentes: (no me referiré aquí a los contenidos misóginos del Antiguo Testamento ni de otras fuentes milenarias, porque merecen mención aparte, pero sí diré que el cristianismo los heredó)
Primera epístola a los Corintios, capítulo undécimo, versículos de 3 a 8:
“Mas quiero que sepáis, que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora ó profetiza cubierta la cabeza, afrenta su cabeza. Mas toda mujer que ora ó profetiza no cubierta su cabeza, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se rayese. Porque si la mujer no se cubre, trasquílese también: y si es deshonesto á la mujer trasquilarse ó raerse, cúbrase. Porque el varón no ha de cubrir la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios: mas la mujer es gloria del varón. Porque el varón no es de la mujer, sino la mujer del varón.”
Y en la primera Epístola a Timoteo, capítulo segundo, versículos de 11 a 15:
“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito á la mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado el primero, después Eva. Y Adán no fue engañado, sino la mujer, siendo seducida, vino á ser envuelta en trasgresión. Empero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en la fe y caridad y santidad, con modestia.”
¡Cosas de San Pablo, si es cierto que él las escribió, o de quien las escribiera... Pero menudas cosas!. ¡Así nos ha ido y nos va!, pero eso sí, las mujeres que hayan sido madres se salvarán. De manera que pobre de las que no hemos parido ni estamos dentro de la fe y la santidad católicas, porque arderemos en las calderas del averno con llanto y crujir de dientes… ¡Qué susto!.
(Los fragmentos de las cartas dirigidas por San Pablo –o eso dicen- a los Corintios y a Timoteo, los he extraído de la versión Reina Valera de La Biblia).
Podría incluir bastantes fragmentos más del Nuevo Testamento, todos ellos en la misma dirección; pero no añadiría nada nuevo al asunto y se haría francamente aburrido, sin embargo, quien esté interesado, puede clicar aquí y leer un artículo mío anterior en el que incluyó algunas más, aunque tampoco todas las que hay, de manera que para satisfacer su curiosidad no le quedará más remedio que leerse el Nuevo Testamento, que ese sí que está plagado. Y si quiere más muestra de la misoginia legendaria de la Iglesia Católica, que revise escritos de Padres de la Iglesia, Santos y Encíclicas Papales; encontrará misoginia para parar un tren.
Pero sigamos viendo lo que decían siglos después y no sólo Agustín de Hipona:
"¿No sabéis que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia de Dios sobre nuestro sexo persiste en esta época, la culpa, por necesidad, persiste también. Vosotras sois la puerta del infierno. Tú eres la que empezaste el árbol prohibido. Tú eres la primera que desertaste de la Ley divina. Tú eres la que le convenció a él, a quien el diablo no se atrevió a atacar. Por causa de tu mérito, que es la muerte, incluso el hijo de Dios tuvo que morir."
"¿Qué ocurre con las demás mujeres, si (corromper a Adán) fue un acto de Eva? Sí, en verdad, son débiles y frívolas... Pues aquí se nos dijo que no sólo Eva sufrió el engaño, sino que "la Mujer" fue engañada. La palabra "Mujer" no debe aplicarse a una, sino a todas las mujeres. Por tanto toda la naturaleza femenina ha caído en el error."
Estos dos últimos párrafos se atribuyen a San Juan Crisóstomo (347 – 407) uno de los más acérrimos defensores de prohibir la lectura de la Biblia al vulgo y preservarla exclusivamente para las autoridades de la iglesia, y que en esto de la misoginia tampoco se quedó atrás.
Lo cierto es que cada siglo que pasaba, tenía su propio afán misógino en la Iglesia. En el siglo lV destacaron, como hemos visto, San Agustín y San Juan Crisóstomo, quienes con su gran elocuencia actualizaron bien el tema tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento –añadiendo su buena dosis de misoginia de corte grecorromano- por si se le olvidaba a alguien.
Tanto San Agustín, como su cohetano “boca de oro”, que así llamaban al obispo de Constantinopla, esto es, a San Juan Crisóstomo, recogieron las raíces de la misoginia muy bien, para nota, diría yo, cómo ya hemos podido ver, y los demás que lo siguieron tampoco se quedaron a la saga.
De modo que, con todo el patriarcado que mamaron, y sí, las madres eran también dignos frutos de ese patriarcado y lo transmitieron perfectamente -tan perfectamente como aún muchas mujeres lo siguen transmitiendo hoy- no es insensato pensar que llevaban la misoginia en la sangre, en los genes y, sobretodo, en las neuronas; pero eso sí, los santos varones supieron muy bien -saben aún- gozar y abusar de ellas. Hoy como ayer lo siguen haciendo.
Ocho siglos después, con Santo Tomás de Aquino, no sólo se actualizaron las enseñanzas misóginas de la Biblia y de los Santos Padres anteriores de la Iglesia, si no que se perfeccionó con el añadido del pensamiento aristotélico que también se las traía. Veamos una perlita -y no más, que con una basta- de Santo Tomás:
"A lo que se refiere a la naturaleza individual, la mujer es defectuosa y mal parida, desde el momento que la fuerza activa de la semilla masculina tiende a la producción de una similitud perfecta en el sexo masculino; mientras que la producción de una mujer deriva de un defecto en la fuerza activa o de alguna indisposición material, o de alguna influencia externa."
La misoginia siguió progresando y perpetuándose, dejando una buena muestra de lo que eran sus raíces, y habitando entre nosotros; ¿habitando? ¡Mejor dicho: sometiéndonos y machacándonos! En 1930, cuatrocientos años después del “Doctor Angélico” (qué así llamaban a Santo Tomás de Aquino), el Papa Pío Xl, escribía en su encíclica sobre el matrimonio cristiano lo siguiente:
"La sociedad doméstica que es el matrimonio debe ser reforzada por el orden del amor que implica la primacía del marido sobre la mujer y los hijos y la sumisión solícita de la mujer así como su obediencia espontánea."
Pues eso, que si no hay obediencia y sometimiento de la mujer, “el amor cristiano” no es nada de nada -ni Europa tampoco-. Y lo peor es que de 1930 a hoy, en las directrices de esa Institución llamada Iglesia Católica, ha permanecido el tema significativamente igual.
Cosas como esta son las llamadas “raíces cristianas”. Como éstas y como otras tan demoledoras para la humanidad o más... Raíces que algunos tanto se empeñaron en hacer constar en la Constitución Europea, esas raíces de las que “tan orgullosos” debemos sentirnos todos, incluidas las mujeres, nosotras, estos diabólicos seres objetos de perdición de los santos varones… ¿Todos debemos sentirnos orgullosos de tales raíces? Pues que no cuenten ni conmigo ni con mi orgullo.
De otros aspectos de las "raíces cristianas" tales como las torturas, persecuciones y masacres de la inquisición, las santas cruzadas y otras "perlas" tales, me ocuparé otro día
Cuando se preparaba el tratado constitucional europeo, el grupo Popular Europeo y otros grupos políticos de corte similar insistieron hasta la saciedad para que se incluyera en el tratado una alusión a las raíces cristianas de Europa. Veamos algunas de ellas:
Uno de los que más honda impronta dejó en Europa y en la cristiandad fue San Agustín de Hipona, conocido santo, filósofo, teólogo, padre excelso y brillante predicador de la Iglesia Católica, además de uno de los pilares indiscutibles de su doctrina. San Agustín, nacido en el año 354 y fallecido en el año 430, fue, junto a San Jerónimo, San Gregorio I Magno y San Ambrosio de Milán, todos ellos Padres de la Iglesia Católica y Romana, uno de los más esforzados estilistas de la misoginia eclesiástica; no me cabe duda que dijo algunas cosas extraordinarias –excepcionalmente, claro, todo el mundo tiene lapsus- pero tampoco me cabe duda alguna de su execrable misoginia, ¿Qué no? Pues vean algunos “tesoros escogidos” de su “bondad y ética” hacia la mujer, extraídos de sus obras "Confesiones" y "De civitate Dei":
"Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer... No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños."
"Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones."
"Nada rebaja tanto a la mente varonil de su altura como acariciar mujeres y esos contactos corporales que pertenecen al estado del matrimonio."
"Por el buen orden de la familia humana, unos han de ser gobernados por otros más sabios que ellos; por ende, la mujer, más débil en cuanto a vigor de alma y fuerza corporal, está sujeta por naturaleza al hombre, en quien la razón predomina. El padre tiene que ser más amado que la madre y merece mayor respeto porque su participación en la concepción es activa y la de la madre simplemente pasiva y material."
"Sus caras son como viento abrasador, y sus voces silbidos de serpiente, pero también aplican encantamientos nefastos a incontables hombres y animales. Y cuando se dice que su corazón es una red, se está hablando de la malicia insondable que impera en sus corazones."
“Lo que la diferencia, ya sea esposa o madre, es que es aún Eva la tentadora, de la que nosotros debemos protegernos en cualquier mujer.”
Podría seguir con “perlas de San Agustín” como estas, sin embargo, tengo que admitir que al pobre santo la misoginia le venía –con el patriarcado- religioso-socio-culturalmente de herencia, vamos, una misoginia casi arquetípica; la de él y la de todos los Padres de la Iglesia. Una misoginia que perdura hasta nuestros días tanto en la Institución Católica como fuera de ella. Veamos un poco los antecedentes: (no me referiré aquí a los contenidos misóginos del Antiguo Testamento ni de otras fuentes milenarias, porque merecen mención aparte, pero sí diré que el cristianismo los heredó)
Primera epístola a los Corintios, capítulo undécimo, versículos de 3 a 8:
“Mas quiero que sepáis, que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón es la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo. Todo varón que ora ó profetiza cubierta la cabeza, afrenta su cabeza. Mas toda mujer que ora ó profetiza no cubierta su cabeza, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se rayese. Porque si la mujer no se cubre, trasquílese también: y si es deshonesto á la mujer trasquilarse ó raerse, cúbrase. Porque el varón no ha de cubrir la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios: mas la mujer es gloria del varón. Porque el varón no es de la mujer, sino la mujer del varón.”
Y en la primera Epístola a Timoteo, capítulo segundo, versículos de 11 a 15:
“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito á la mujer enseñar, ni tomar autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado el primero, después Eva. Y Adán no fue engañado, sino la mujer, siendo seducida, vino á ser envuelta en trasgresión. Empero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en la fe y caridad y santidad, con modestia.”
¡Cosas de San Pablo, si es cierto que él las escribió, o de quien las escribiera... Pero menudas cosas!. ¡Así nos ha ido y nos va!, pero eso sí, las mujeres que hayan sido madres se salvarán. De manera que pobre de las que no hemos parido ni estamos dentro de la fe y la santidad católicas, porque arderemos en las calderas del averno con llanto y crujir de dientes… ¡Qué susto!.
(Los fragmentos de las cartas dirigidas por San Pablo –o eso dicen- a los Corintios y a Timoteo, los he extraído de la versión Reina Valera de La Biblia).
Podría incluir bastantes fragmentos más del Nuevo Testamento, todos ellos en la misma dirección; pero no añadiría nada nuevo al asunto y se haría francamente aburrido, sin embargo, quien esté interesado, puede clicar aquí y leer un artículo mío anterior en el que incluyó algunas más, aunque tampoco todas las que hay, de manera que para satisfacer su curiosidad no le quedará más remedio que leerse el Nuevo Testamento, que ese sí que está plagado. Y si quiere más muestra de la misoginia legendaria de la Iglesia Católica, que revise escritos de Padres de la Iglesia, Santos y Encíclicas Papales; encontrará misoginia para parar un tren.
Pero sigamos viendo lo que decían siglos después y no sólo Agustín de Hipona:
"¿No sabéis que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia de Dios sobre nuestro sexo persiste en esta época, la culpa, por necesidad, persiste también. Vosotras sois la puerta del infierno. Tú eres la que empezaste el árbol prohibido. Tú eres la primera que desertaste de la Ley divina. Tú eres la que le convenció a él, a quien el diablo no se atrevió a atacar. Por causa de tu mérito, que es la muerte, incluso el hijo de Dios tuvo que morir."
"¿Qué ocurre con las demás mujeres, si (corromper a Adán) fue un acto de Eva? Sí, en verdad, son débiles y frívolas... Pues aquí se nos dijo que no sólo Eva sufrió el engaño, sino que "la Mujer" fue engañada. La palabra "Mujer" no debe aplicarse a una, sino a todas las mujeres. Por tanto toda la naturaleza femenina ha caído en el error."
Estos dos últimos párrafos se atribuyen a San Juan Crisóstomo (347 – 407) uno de los más acérrimos defensores de prohibir la lectura de la Biblia al vulgo y preservarla exclusivamente para las autoridades de la iglesia, y que en esto de la misoginia tampoco se quedó atrás.
Lo cierto es que cada siglo que pasaba, tenía su propio afán misógino en la Iglesia. En el siglo lV destacaron, como hemos visto, San Agustín y San Juan Crisóstomo, quienes con su gran elocuencia actualizaron bien el tema tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento –añadiendo su buena dosis de misoginia de corte grecorromano- por si se le olvidaba a alguien.
Tanto San Agustín, como su cohetano “boca de oro”, que así llamaban al obispo de Constantinopla, esto es, a San Juan Crisóstomo, recogieron las raíces de la misoginia muy bien, para nota, diría yo, cómo ya hemos podido ver, y los demás que lo siguieron tampoco se quedaron a la saga.
De modo que, con todo el patriarcado que mamaron, y sí, las madres eran también dignos frutos de ese patriarcado y lo transmitieron perfectamente -tan perfectamente como aún muchas mujeres lo siguen transmitiendo hoy- no es insensato pensar que llevaban la misoginia en la sangre, en los genes y, sobretodo, en las neuronas; pero eso sí, los santos varones supieron muy bien -saben aún- gozar y abusar de ellas. Hoy como ayer lo siguen haciendo.
Ocho siglos después, con Santo Tomás de Aquino, no sólo se actualizaron las enseñanzas misóginas de la Biblia y de los Santos Padres anteriores de la Iglesia, si no que se perfeccionó con el añadido del pensamiento aristotélico que también se las traía. Veamos una perlita -y no más, que con una basta- de Santo Tomás:
"A lo que se refiere a la naturaleza individual, la mujer es defectuosa y mal parida, desde el momento que la fuerza activa de la semilla masculina tiende a la producción de una similitud perfecta en el sexo masculino; mientras que la producción de una mujer deriva de un defecto en la fuerza activa o de alguna indisposición material, o de alguna influencia externa."
La misoginia siguió progresando y perpetuándose, dejando una buena muestra de lo que eran sus raíces, y habitando entre nosotros; ¿habitando? ¡Mejor dicho: sometiéndonos y machacándonos! En 1930, cuatrocientos años después del “Doctor Angélico” (qué así llamaban a Santo Tomás de Aquino), el Papa Pío Xl, escribía en su encíclica sobre el matrimonio cristiano lo siguiente:
"La sociedad doméstica que es el matrimonio debe ser reforzada por el orden del amor que implica la primacía del marido sobre la mujer y los hijos y la sumisión solícita de la mujer así como su obediencia espontánea."
Pues eso, que si no hay obediencia y sometimiento de la mujer, “el amor cristiano” no es nada de nada -ni Europa tampoco-. Y lo peor es que de 1930 a hoy, en las directrices de esa Institución llamada Iglesia Católica, ha permanecido el tema significativamente igual.
Cosas como esta son las llamadas “raíces cristianas”. Como éstas y como otras tan demoledoras para la humanidad o más... Raíces que algunos tanto se empeñaron en hacer constar en la Constitución Europea, esas raíces de las que “tan orgullosos” debemos sentirnos todos, incluidas las mujeres, nosotras, estos diabólicos seres objetos de perdición de los santos varones… ¿Todos debemos sentirnos orgullosos de tales raíces? Pues que no cuenten ni conmigo ni con mi orgullo.
De otros aspectos de las "raíces cristianas" tales como las torturas, persecuciones y masacres de la inquisición, las santas cruzadas y otras "perlas" tales, me ocuparé otro día
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LQSomos. Hannah. Noviembre de 2008
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LQSomos/15/11/2008
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