Por NESTOR IKEDA*
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La cumbre financiera de Washington tal vez no obtenga resultados espectaculares. Pero cuando los presidentes se hayan marchado, habrán quedado atrás las huellas de un cambio insólito: los pobres son los ricos del momento.
El cambio es, sin embargo, coincidente con la aureola igualmente inédita que precedió a la cumbre: Estados Unidos, el promotor del enanismo de gobierno y libertades ilimitadas para el capital, ha empezado a "nacionalizar" bancos y pronto puede que también lo haga con gigantescas empresas privadas, como las automotrices.
En la mesa de deliberaciones el sábado, en la cumbre presidencial del G-20, se sentaron ricos y no muy ricos para empezar a resolver la crisis iniciada justamente con el desbordamiento de esas libertades. Pero, a diferencia del pasado, eran los ricos los que tocaban puertas en busca de ayuda.
Aun cuando China ha reducido sus expectativas de crecimiento a 9% el próximo año _por primera vez en el nivel de 1 dígito en varios años_, las economías emergentes aportarán este año el 100% del crecimiento mundial, que se calcula en 4,5%, mientras el índice se contraerá en las naciones ricas a un magro 0,01%.
Pero los nuevos protagonistas del poder económico _China, Rusia, India y Brasil, entre otros_ saben lo que tienen y quieren. Dueños de las mayores reservas extranjeras del mundo, estuvieron frente a economías en recesión como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y Japón, buscando algo que les falta: reconocimiento de su poder.
Un cambio de esa naturaleza implica también nuevas responsabilidades. En la exigencia de los países ricos a China para que contribuya con miles de millones de dólares a un fondo internacional de rescate de países afectados, se puede ver lo que está de por medio.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial, instituciones controladas por los ricos, han anunciado ayuda de emergencia internacional por hasta 200.000 millones. Japón ha dicho que pondrá unos 100.000 más. Pero, cuando la crisis ha causado más de 2 billones en pérdidas en el mundo (2 trillones, en el sistema inglés), esos montos comparativamente empalidecen.
El canciller Jorge Taiana, de Argentina, país miembro del G-20, habló claro el viernes por la noche. Después de una entrevista entre la presidenta de su país, Cristiana Fernández, y Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, dijo que el G-20 debería ampliar sus funciones al campo político.
Esa coincidencia la comparte también el presidente Felipe Calderón, de México, así como los líderes de otras naciones miembros en desarrollo.
En la práctica, lo que las economías emergentes han venido a decir en Washington es que "el G-7 está muerto".
El G-7, el foro de decisión financiera de los ricos, fue creado hace tres décadas cuando Canadá fue admitido al entonces G-6 (de Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos). Era el grupo más activo e influyente en las finanzas globales hasta la crisis actual.
En 1994, el G-7 se transformó en G-8, llamado también G-7+1, con la participación de Rusia. Y en 2005, el G-8 pasó a ser G-8+5 cuando se invitó a algunas deliberaciones a Brasil, México, India, China y Sudáfrica.
Creado en 1998 por una cumbre del G-7, el G-20 cubrió su membresía con los países del G-7 más otros no incluidos en éste pero que son parte de la Unión Europea, así como las principales economías emergentes del mundo, que en el caso de Latinoamérica sólo incluye a México, Brasil y Argentina.
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*Néstor Ikeda es corresponsal de The Associated Press para América Latina en Washington.
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La cumbre financiera de Washington tal vez no obtenga resultados espectaculares. Pero cuando los presidentes se hayan marchado, habrán quedado atrás las huellas de un cambio insólito: los pobres son los ricos del momento.
El cambio es, sin embargo, coincidente con la aureola igualmente inédita que precedió a la cumbre: Estados Unidos, el promotor del enanismo de gobierno y libertades ilimitadas para el capital, ha empezado a "nacionalizar" bancos y pronto puede que también lo haga con gigantescas empresas privadas, como las automotrices.
En la mesa de deliberaciones el sábado, en la cumbre presidencial del G-20, se sentaron ricos y no muy ricos para empezar a resolver la crisis iniciada justamente con el desbordamiento de esas libertades. Pero, a diferencia del pasado, eran los ricos los que tocaban puertas en busca de ayuda.
Aun cuando China ha reducido sus expectativas de crecimiento a 9% el próximo año _por primera vez en el nivel de 1 dígito en varios años_, las economías emergentes aportarán este año el 100% del crecimiento mundial, que se calcula en 4,5%, mientras el índice se contraerá en las naciones ricas a un magro 0,01%.
Pero los nuevos protagonistas del poder económico _China, Rusia, India y Brasil, entre otros_ saben lo que tienen y quieren. Dueños de las mayores reservas extranjeras del mundo, estuvieron frente a economías en recesión como Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y Japón, buscando algo que les falta: reconocimiento de su poder.
Un cambio de esa naturaleza implica también nuevas responsabilidades. En la exigencia de los países ricos a China para que contribuya con miles de millones de dólares a un fondo internacional de rescate de países afectados, se puede ver lo que está de por medio.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Mundial, instituciones controladas por los ricos, han anunciado ayuda de emergencia internacional por hasta 200.000 millones. Japón ha dicho que pondrá unos 100.000 más. Pero, cuando la crisis ha causado más de 2 billones en pérdidas en el mundo (2 trillones, en el sistema inglés), esos montos comparativamente empalidecen.
El canciller Jorge Taiana, de Argentina, país miembro del G-20, habló claro el viernes por la noche. Después de una entrevista entre la presidenta de su país, Cristiana Fernández, y Luiz Inacio Lula da Silva, de Brasil, dijo que el G-20 debería ampliar sus funciones al campo político.
Esa coincidencia la comparte también el presidente Felipe Calderón, de México, así como los líderes de otras naciones miembros en desarrollo.
En la práctica, lo que las economías emergentes han venido a decir en Washington es que "el G-7 está muerto".
El G-7, el foro de decisión financiera de los ricos, fue creado hace tres décadas cuando Canadá fue admitido al entonces G-6 (de Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos). Era el grupo más activo e influyente en las finanzas globales hasta la crisis actual.
En 1994, el G-7 se transformó en G-8, llamado también G-7+1, con la participación de Rusia. Y en 2005, el G-8 pasó a ser G-8+5 cuando se invitó a algunas deliberaciones a Brasil, México, India, China y Sudáfrica.
Creado en 1998 por una cumbre del G-7, el G-20 cubrió su membresía con los países del G-7 más otros no incluidos en éste pero que son parte de la Unión Europea, así como las principales economías emergentes del mundo, que en el caso de Latinoamérica sólo incluye a México, Brasil y Argentina.
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*Néstor Ikeda es corresponsal de The Associated Press para América Latina en Washington.
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Houston Chronicle - USA/15/11/2008
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