El ‘rally’ bajista de las valoraciones de la banca española por parte de las agencias de ráting es histórico. El precedente es la crisis de 1992, pero entonces había menos sociedades calificadas en el mercado. En las dos últimas semanas, cada día se ha producido, al menos, una revisión a la baja de la calidad crediticia de bancos y cajas a pesar de que los resultados en el tercer trimestre presentados por éstos caminan en sentido contrario.
Pero los analistas tienen el foco fijo en la evolución de la morosidad, el verdadero Talón de Aquiles del sector financiero en España. Desde esta perspectiva, las previsiones no son nada halagüeñas. La escalada imparable del desempleo y el deterioro de la actividad económica están incrementando las dudas sobre la capacidad de pago de los consumidores y de las empresas españolas.
El Banco de España no ha cesado de alertar en este sentido, y volvió a hacerlo esta semana al recomendar a las entidades financieras un incremento de sus provisiones para cubrir los posibles impagos. ¿Hasta dónde pueden llegar éstos? Es difícil de calibrar. La morosidad media de bancos y cajas se ha triplicado, hasta el 2,5%, por lo que ya hay quien la sitúa en el 6%, o incluso en el 7% a finales del año que viene. Un nivel de impagos superior al 4% absorbería todas las provisiones acumuladas, y por encima de esa barrera los incrementos irían en detrimento de los beneficios de las entidades.
Aunque la rebaja de calificaciones es una tendencia generalizada en toda Europa y en EEUU, el castigo de las firmas de análisis a la banca española parece excesivo, pues supone también una rebaja genérica de las previsiones de beneficios. Sus cifras de crecimiento son excelentes en comparación con sus rivales europeos, y la solidez del sistema está fuera de toda duda. Por el contrario, el papel de las agencias de ráting se encuentra en el centro del debate sobre los mecanismos que fallaron a la hora de detectar el colapso del sistema financiero que estamos sufriendo. El caso de Lehman Brothers es uno de los más significativos, ya que el día antes de anunciar su quiebra aún mantenía una calificación favorable por parte de estos analistas.
El exceso de celo en defender la valía de sus análisis podría estar llevando a Moody´s, Standard & Poors y Fitch a ser excesivamente rigurosos con los bancos y cajas de ahorro españolas. Por un lado, se trata de un movimiento reactivo, posterior incluso a que los mercados hayan descontado en bolsa esas debilidades de las entidades a las que apuntan las rebajas de los ráting. Por otro lado, a pesar de que las bajadas de calificación se deban sólo a un porcentaje de la deuda emitida -las cédulas hipotecarias mantienen la calificación de máxima calidad-, el efecto negativo termina por afectar a todas las emisiones, elevando con ello las dificultades de acceso a la financiación de las entidades. A pesar de eso, todo parece indicar que seguirá siendo el criterio de estas firmas el que determine dónde está el suelo de la calidad crediticia de la banca española.
Pero los analistas tienen el foco fijo en la evolución de la morosidad, el verdadero Talón de Aquiles del sector financiero en España. Desde esta perspectiva, las previsiones no son nada halagüeñas. La escalada imparable del desempleo y el deterioro de la actividad económica están incrementando las dudas sobre la capacidad de pago de los consumidores y de las empresas españolas.
El Banco de España no ha cesado de alertar en este sentido, y volvió a hacerlo esta semana al recomendar a las entidades financieras un incremento de sus provisiones para cubrir los posibles impagos. ¿Hasta dónde pueden llegar éstos? Es difícil de calibrar. La morosidad media de bancos y cajas se ha triplicado, hasta el 2,5%, por lo que ya hay quien la sitúa en el 6%, o incluso en el 7% a finales del año que viene. Un nivel de impagos superior al 4% absorbería todas las provisiones acumuladas, y por encima de esa barrera los incrementos irían en detrimento de los beneficios de las entidades.
Aunque la rebaja de calificaciones es una tendencia generalizada en toda Europa y en EEUU, el castigo de las firmas de análisis a la banca española parece excesivo, pues supone también una rebaja genérica de las previsiones de beneficios. Sus cifras de crecimiento son excelentes en comparación con sus rivales europeos, y la solidez del sistema está fuera de toda duda. Por el contrario, el papel de las agencias de ráting se encuentra en el centro del debate sobre los mecanismos que fallaron a la hora de detectar el colapso del sistema financiero que estamos sufriendo. El caso de Lehman Brothers es uno de los más significativos, ya que el día antes de anunciar su quiebra aún mantenía una calificación favorable por parte de estos analistas.
El exceso de celo en defender la valía de sus análisis podría estar llevando a Moody´s, Standard & Poors y Fitch a ser excesivamente rigurosos con los bancos y cajas de ahorro españolas. Por un lado, se trata de un movimiento reactivo, posterior incluso a que los mercados hayan descontado en bolsa esas debilidades de las entidades a las que apuntan las rebajas de los ráting. Por otro lado, a pesar de que las bajadas de calificación se deban sólo a un porcentaje de la deuda emitida -las cédulas hipotecarias mantienen la calificación de máxima calidad-, el efecto negativo termina por afectar a todas las emisiones, elevando con ello las dificultades de acceso a la financiación de las entidades. A pesar de eso, todo parece indicar que seguirá siendo el criterio de estas firmas el que determine dónde está el suelo de la calidad crediticia de la banca española.
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Expansión.com - España/10/11/2008
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Finanzas.com
Europa Press
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