Carta a mis nietos: Razones para no creer -
Queridos nietos:
Hace un tiempo que quería escribiros, pero ahora que estáis en la edad de que entendéis las respuestas a las preguntas que hacéis, es que me siento más confortable de contaros algo muy fundamental para mí, y por supuesto, para todos vosotros. Tomarlo como una lección más que no siempre en las escuelas acostumbra hacer, aunque hoy día la cosa está un algo más suave pero queriendo imponer otra vez lecciones retrógradas que a nosotros y a vuestros padres nos impusieron. Lo vais a entender conforme sigáis leyendo.
Yo, cuando tuve vuestras edades, aún más joven, las inquietudes que el mundo y los momentos de la vida nos presentaba, no llegué a tener a nadie que me sacara de dudas; tampoco nuestros padres acostumbraban hacerlo, no era aconsejable ni en ellos ni en el conjunto de la sociedad de aquellos tiempos. Vosotros ya habéis venido preguntándome sobre ¿cómo sabemos las cosas que llegamos a saber? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas, que parecen apenas puntos insignificantes allá en el firmamento, son en realidad planetas o grandes bolas de fuego como el Sol y quedan tan lejos? ¿Cómo sabemos que la Tierra es una bola menor, girando alrededor de una de esas estrellas, conocida como el centro de nuestro sistema planetario?
Las respuestas a esas y otras preguntas son: “pruebas”. Muchas veces “pruebas” significan realmente ver, oír, sentir, oler…, para que algo sea verdad. Los cosmonautas han viajaron lo suficientemente lejos de la Tierra para ver con sus propios ojos de que ella es redonda, y nosotros también por medio de las infinidades de películas y fotos. Resulta que muchas veces nuestros sentidos y ojos necesitan de ayuda. La “estrella del alba”, la matutina como la otra vespertina, parecen unos sutiles parpadeos allá arriba, pero con un telescopio se puede apreciar que ellas son unas lindas bolas. Me estoy refiriendo a los planetas que denominamos Venus y Marte. Por lo tanto, una cosa que se aprende directamente viéndolo se llama observación.
Frecuentemente la prueba es eso, la observación por sí sola, pero con una sólida base. Si se comete un asesinato los únicos que han visto los hechos es el asesino y el resultante muerto. Pero los detectives junto con diversas observaciones pueden apuntar en la dirección de un sospechoso. Si las impresiones digitales de una persona coinciden con las encontradas en el puñal, revolver, etc., es una prueba que alguien tocó esos u otros objetos. Pero eso tampoco prueba que sea precisamente el propio asesino, aunque puede ser una información muy útil, junto con otras más. Ahí el detective consigue pensar sobre varias observaciones y posibilidades y entonces de repente percibe que todo encaja y tiene sentido que fulano de tal cometió el crimen, o puede ser inocente.
Los científicos – los especialistas en descubrir la verdad sobre el Mundo y el Universo - frecuentemente trabajan como detectives. Ellos dan una, comúnmente llamada hipótesis, sobre lo que talvez sea una realidad, una verdad. Después piensan pare sí mismos: “Si eso realmente fuese cierto, debemos observar aún tal o cual cosa”. Esto es llamado de previsión. Por ejemplo, si el mundo realmente es redondo, podemos pronosticar que un viajante caminando continuamente en una dirección acabaría en el punto de partida.
Cuando un médico dice que éste paciente está con sarampión, él no miró para el enfermo y vio el sarampión. Su primera observación fue la hipótesis de que talvez tuviese sarampión. Entonces pensó para sus adentro: “si realmente él está con esa enfermedad, debo encontrar…”. Ahí consulta su lista de previsiones y usa sus ojos, (tú tienes pintas por el cuerpo, la frente caliente, etc.…). Entonces él toma la decisión y le dice a los padres: “mi diagnóstico es que el crío está con sarampión”. Aquí tenemos un ejemplo relativamente fácil, pero otras veces los médicos necesitan otras pruebas más sofisticadas y concretas como de sangre, rayos X, biopsias, etc., que ayudan a que sus estudios, ojos, manos y oídos acierten en las observaciones.
El modo como los científicos usan las pruebas para aprendes sobre el mundo son mucho más ingeniosas y complicadas de lo que pudieran deciros aquí, queridos nietos. Pero ahora quiero dejar de lado esas pruebas, que son unas buenas razones para crear algo y alertaros sobre otras tres razones. Se trata de la “tradición”, “autoridad” y “revelación”.
Veamos primeramente la “tradición”. Hace poco tiempo vi un programa de TV en el cual había una animada conversa con posiblemente una cincuentena de niñ@s. Ellos fueron convidados al programa por haber sido criados en diferentes religiones, algunas como cristianos, católicos romanos, judía, musulmana, hindú, sikhs, etc.
El presentador con micrófono en mano iba de niñ@ en niñ@, preguntando en lo que creían. Lo que ellos respondieron demuestra exactamente lo que quiero decir en relación a la “tradición”. Sus creencias no tenían ninguna relación como pruebas. Ellos simplemente cacareaban las creencias de sus padres y abuelos, que por otro lado tampoco estaban basadas en pruebas contundentes. Ell@s dijeron cosas así como: “Nosotr@s, hindúes creemos en tal y tales dioses”. “Nosotr@s, musulmanes creemos en esto y más aquello”. “Nosotr@s, los cristianos creemos en un Dios…”.
Como tod@s ell@s creían en dogmas diferentes, no tod@s podían estar ciertos, o como estamos acostumbrados a escuchar: la verdadera. El locutor, posiblemente ya aleccionado en el asunto, parecía creer que eso no era problema alguno, por lo que ni intentó hacerlas discutir sobre los diferentes pareceres de cada religión, si hubiesen sido adultos, ¿quién sabe?
Pero no es esa precisamente la cuestión que quiero plantear ahora, mis queridos nietos. Simplemente os quiero analizar de dónde vienen las creencias. Vienen de las tradiciones. Tradición significa creencias pasadas de abuelos para padres e hijos así sucesivamente, en los comienzos oralmente, después por medio de la escritura (el que supiera leer), de generación en generación a lo largo de los siglos. Las creencias populares frecuentemente comienzan casi de la nada; tal vez alguien simplemente las inventó, como fueron las historias sobre Zeus, Thor, Isis, el propio Cristo y por supuesto, Papá Noel. Pero después de haber sido ellas transmitidas durante siglos, o simplemente por el hecho de ser tan antiguas las hacen parecer especiales. Las personas creen cosas simplemente porque otras personas creen esas mismas cosas a lo largo de los siglos. Esas son las consecuencias de las tradiciones.
El problema de la tradición consiste en que independientemente del tiempo transcurrido del que haya sido inventada, ella continúa exactamente tan “verdadera” o “falsa” desde que la historia la originó. Queridos nietos, si vosotros inventáis una historia que no es verdadera, al transmitirla a través del tiempo ¡no va a ser verdadera nunca jamás!
En el Reino Unido la mayoría de las personas son adeptas a la iglesia anglicana, pero eso es apenas una entre las muchas ramas que forma la religión cristiana. Existen otras varias divisiones como la ortodoxa rusa y griega, la católica romana, metodista y demás confesiones de origen protestante. A pesar y según ellas de que su principal fundador fuese el supuesto Jesucristo, todas creen en cosas y dogmas diferentes. Las religiones judía y musulmana difieren entre sí, pero así mismo dentro de sus respectivos dogmas, aún existen diferentes tipos de interpretación en cada una de ellas. Pero esas personas en las que creen en cosas y religiones diferentes en un mucho o poco, ellas han provocado e ido a las guerras por causa de esos desentendimientos y discordias en los dogmas. Entonces, queridos nietos, vosotros tal vez imagináis que ellos tienen buenas razones – pruebas contundentes – para creer en aquello que ellos creen. Pero resulta que en la realidad sus diferentes tradiciones y creencias son enteramente paralelas.
Propongo hablaros de una tradición en particular, debido a que fuimos criados en ese ambiente, principalmente los que tenemos ciertas edades, vosotros tuvisteis la suerte de no llegar a ser tan coaccionados. Se trata del catecismo católico romano. Ellos creen que la denominada Virgen María, supuesta madre de Jesucristo, era tan especial que ella no murió, subió a los cielos directamente. Otras tradiciones cristianas desacuerdan diciendo que María murió, como cualquier persona. Otras ramas del mismo cristianismo no dicen nada de ella, ni tampoco la consideran la “Reina de los Cielos”, según versión católica.
La tradición en la cual testifican como dogma que el cuerpo de María fue llevado al cielo por medio de los ángeles, no es muy antigua. En la Biblia no consta nada de cómo ella nació, vivió, murió; la pobre mujer ahora tan famosa y adorada pocas veces es mencionada en los Evangelios. La creencia, dogmática por supuesto, de que su cuerpo fuese llevado al cielo no fue inventado hasta cerca de seis siglos después del supuesto asesinato de Jesús. Todo ha sido un fraude, de la misma manera que en su momento lo fue “Blanca Nieves”, “Pulgarcito”, etc. Pero en el transcurso de los siglos hicieron que ella se transformase en una tradición y las personas crédulas empezaron a llevarlo en serio simplemente porque la historia había sido transmitida a lo largo de generaciones. Cuanta más vieja es la tradición, mas personas la toman en serio. La historia de María por fin fue escrita oficialmente como una creencia católica romana hace relativamente poco tiempo, en 1950, fue cuando yo tenía vuestras edades, queridos nietos. Obviamente, la historia no era más verdadera en 1950 de aquella otra en la que fue inventada, es decir, 600 años posteriores a la muerte de María.
La segunda, “autoridad” desarrolla unas “razones” para que creamos que alguien o algo sean importantes. En la iglesia católica romana, el papa es la persona más importante, y es pues que los creyentes, dentro de su inquebrantable fe, dan por cierto lo que él decreta. En el Islam, son más importantes las personas viejas, barbudas llamadas de ayatolá. Muchos musulmanes están dispuestos a cometer asesinatos simplemente porque un líder religioso de un país distante así lo cree oportuno, dentro de su fanática fe. En esos puntos poco o nada ha cambiado de cuando las persecuciones eran protagonizadas en nombre de la Santa Inquisición.
Queridos nietos, quiero hacer hincapié que en 1950 los católicos romanos practicantes y no practicantes pero sí por conveniencia, fueron informados que había que creer ciegamente en que el cuerpo de María había subido a los cielos, lo dijo el papa, concretamente Pío XII, y como él lo decretó, ¡se lo sacó de la manga!, tenía que ser verdad, pues resulta que el papado es infalible… Por tanto, no hay razón alguna para que creáis todo lo que dice la curia romana.
Hay un asunto muy en día y a la ve peligrosa por lo que está comportando, a empezar por las enfermedades de transmisión sexual. Este último papa y el actual dicen NO al control de natalidad, y los medios para evitar los contagios, etc., es una obsesión. Si su mensaje es seguido con la obediencia que la iglesia desea, los resultados podrían ser calamitosos. Habrá terribles escasez de alimentos, enfermedades infecciosas, guerras causadas por el desequilibrio de la súper población, etc. En realidad ya ha comenzado hace algún tiempo…
Veamos la otra cara de la misma moneda, la ciencia. En ella muchas veces no vemos las pruebas y así mismo las creemos porque los científicos la han divulgados. Nosotros no vemos que la luz viaja a la velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. Pero lo creemos porque están en los libros especializados. Eso parece ser autoritario. En realidad es mucho mejor que lo “autoritario”; las personas que escribieron esos libros confirmaron las pruebas realizadas sin errores algunos y cualquiera puede examinarlas con la debida atención y técnica comprensiva. Eso es una realidad y prueba concluyente. Pero ni aquel papa de 1950 hasta el actual puede confirmar, con pruebas contundentes de que el cuerpo del personaje de María haya subido al cielo.
La tercera mala razón para creer en algo es la “revelación”. Si nosotros, de haber habido libertad, hubiésemos preguntado al papa, en 1950, como él sabía que el cuerpo de María había subido al cielo, probablemente dijera que eso fue una “revelación”. Él y sus allegados del colegio de cardenales encerrados en la capilla Sextina, allí rezaron, rezaron y pidieron la “revelación”. Posteriormente, él, ya solo en la capilla de sus dependencias e intimidad, pensó y pensó en la idea con más ahínco. Ocurre que cuando personas tan religiosas (aunque únicamente sea de cara al publico) tienen una simple sensación de que algo debe ser verdad, mismo que no hayan pruebas específicas que lo atestigüen, ellas llaman a esas sensaciones de “revelación”. No solamente los papas afirman tener revelaciones; eso también les ocurre a muchas otras personas del ámbito religioso, político, militar, etc. Es pues la principal razón para creer en aquello que quieren creer. ¿Eso es bueno o malo? Según el grado de fanatismo que las personas puedan tener, es muy peligroso. La historia está llena de fanáticos que han llevado a la humanidad al holocausto, y hoy así aún continúan, tenemos los ejemplos de Hitler, Bush, Bin Laden y otros muchos que registra la historia.
Supongamos que a ti, Manolito, te dijeran que tu pero está muerto. Quedarás muy afectado y dirás: “¿Abuelo, tienes certeza? ¿Cómo lo sabes tú? ¿Cómo ha ocurrido?” Supón que yo te respondo: “En realidad no sé si ‘Nerón’ está murto. No tengo pruebas. Solamente tengo una sensación algo extraña, muy dentro de mí de que él está muerto”. Tu quedarás muy azarado conmigo por haberte asustado, porque sabes que una “sensación” por sí sola no es una buena razón para creer que un perro (o persona) pueda estar muerto.
Tú necesitas de pruebas. Todos tenemos sensaciones y presentimientos algunas veces, y descubrimos que acertamos, pero otras muchas, no. De cualquier forma, personas diferentes pueden tener sensaciones opuestas, entonces, ¿cómo puede decirse que tiene intuiciones correctas? La única certeza de saber que el perro está muerto es verlo, escuchar al latido de su corazón si es que éste se paró, etc.
Nos dicen que debemos creer en sensaciones íntimas, sino no sabremos nunca con seguridad de cosas como por ejemplo: ¿mi esposa me ama? Pero eso puede ser un mal argumento. Puede haber muchas personas que te amen. Durante el día vemos que alguien nos ama, sentimos la sensación y las pruebas. En realidad no es una sensación interior, como la que manifiestan los sacerdotes cristianos a la que llaman de “revelación”. Existen otras cosas para apoyar la intuición: miradas, un tono cariñoso, pequeños favores, todo eso puede servir de pruebas.
Queridos nietos, os prometí que volvería a insistir en la tradición para examinarla desde otro punto y comentar como ella es importante para nosotros. Todos los animales fueron construidos por el proceso denominado: evolución. Así sobrevivieron en los lugares que sus semejantes antepasados vivieron. Los leones sobreviven en las planicies de África; los peces en los mares y ríos, etc. Las personas también son animales y somos comidas como lo hacemos en relación con los pollos, cerdos, terneras, etc.; las compramos de unas personas que a su vez las compraron de otras que las criaron. Nosotros “nadamos” en un “mar de personas”. De la misma manera que los peces necesitan de branquias para sobrevivir en el agua, las personas necesitan del cerebro que las hacen capaces de relacionarse unas con las otras. De la manera que el mar está lleno de agua salada, en el “mar” de las personas está lleno de cosas difíciles de aceptar y aprender como el lenguaje.
Vosotros, queridos nietos, habláis castellano, pero alguno de vuestros amigos hablan alemán. Eso quiere decir que cada uno de nosotros habla la lengua que nos permite “nadar” en el “mar de las personas”. El lenguaje es transmitido por la tradición. No ha habido otra alternativa. En Inglaterra el perro de Manolito es un dog. En Alemania es un hund. Ningunas de esas palabras es más correcta o verdadera la una de la otra como es perro. Las 3 fueron transmitidas a lo largo de los tiempos, solamente eso. Para que sea bueno el “nadar en el mar de las personas”, l@s muchach@s tienen que aprender la legua de su propio país y muchas otras cosas sobre su pueblo; eso solamente quiere decir que ellas necesitan absorber, como esponjas, una enorme cantidad de informaciones sobre tradiciones. Pero recuerden que esas informaciones son aquellas pasadas de abuelos para padres y éstas a los hijos. El cerebro del niñ@ tiene que absorber informaciones sobre tradiciones. No se puede esperar que los niñ@s consigan separar las informaciones buenas y útiles como las palabras de una determinada lengua, de las informaciones malas y embrutecedoras como creer en brujas, demonios, ángeles y vírgenes inmortales.
Es una pena – pero no deja de ser así – que por ser absorbidas por las informaciones sobre tradiciones, l@s muchach@s puedan creer en cualquier cosa que los adultos les digan. No importa si es falso o verdadero, cierto o errado. Mucho de lo que los adultos dicen es verdadero y basado en pruebas, o por lo menos sensatas. Pero si una parte de lo que dicen es falso, bobona y hasta malvada, no hay nada para impedir que l@s muchach@s den credibilidad a aquellas también. ¿Y cuando ell@s crezcan qué van hacer? Por lógica ell@s volverán a contar las historias a la próxima generación. Entonces, una vez que las ideas se vuelven creencias esas arraigan – mismo que sea completamente falsa y que nunca haya habido una razón para creer en ella – puede durar para siempre.
¿Será eso lo que ha ocurrido con las religiones? La creencia de que un Dios o muchos dioses; el creer en el cielo; creer en que María nunca murió; de que Jesús nunca tuvo un padre humano; que él murió y resucitó; que el rezar es positivo y respondido; que el vino se torne sangre a las simples palabras de un hombre investido de sacerdote… Ningunas de esas creencias son apoyadas en pruebas concluyentes. Sin embargo, millones de personas creen ciegamente en ellas. Viene a colación decir que si un gran absurdo tiene millones de personas que así lo creen, no por eso deja de ser un gran absurdo. Talvez eso viene ocurriendo porque ellas fueron llevadas a creerlas cuando aún eran muy jóvenes, por lo que en esas edades se puede creer en cualquier cosa. El quid de la cuestión es que al llegar a adultos, en ese punto concreto, continúan siendo unos niñ@s.
Cosas diferentes son inculcadas en niñ@s cristianos, musulmanes, judíos, etc., y tod@s ell@s creen, están totalmente convencidas de que lo suyo es lo cierto y las otras equivocadas. Eso ocurre también entre los propios cristianos católicos romanos, creen en unos dogmazas diferentes de los anglicanos, ortodoxos, cuáqueros, mormones, etc. Todos están en lo cierto de que siguen los mandamientos de Jesús, son los otros (mismos cristianos) los que están equivocados. Ellos creen en cosas diferentes exactamente por la misma razón de que vosotros habláis castellano y Ann Katharin habla alemán. Ambas lenguas son, en sus respectivos países, las lenguas ciertas para ser allí habladas. Pero no es verdad que religiones diferentes estén correctamente en sus propios países, pues ellas afirman que cosas opuestas son verdades…, reveladas. María no puede estar viva en España (país católico, aunque ya no tanto), y muerta y sepultada en los que sus habitantes sean mayoritariamente protestantes.
Queridos nietos, ¿qué podemos hacer sobre todo esto? No es fácil para vosotros hacer alguna cosa, sois aún algo jóvenes. Pero vosotros podéis empezar por lo siguiente. La próxima vez que alguien os diga algo que pueda parecer importante, pensad: “¿Será que eso es del tipo de cosas que esas personas llegan a saber por cusa de la “tradición”, “autoridad” o “revelación”? O aquellas otras que os digan que esto o aquello otro son verdades eternas, preguntarles: “¿Qué tipo de pruebas tenéis para confirmar eso?”. No pudiendo daros una buena respuesta, yo espero que vosotros penséis con suspicacias y razonamientos antes de caer en cualesquiera palabras que estén relacionadas con todo lo aquí expuesto. Es decir, el no dejaros engañar como borregos, queridos nietos.
Con todo mi cariño, vuestro abuelo.
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LQSomos. Zerimar Ilosit. Junio de 2008
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LQSomos/18/06/2008