Están cambiando los tiempos
Para bien o para mal
Para mal o para bien
Nada va a quedar igual
(Cielito de los Muchachos, Mario Benedetti-Daniel Viglietti)
América Latina avanza en la profundización de procesos políticos y económicos que parecían, al principio, tímidos y prontos a secarse, destinados al fracaso y a fracasar por el boicot al que nos tenía acostumbrados la intervención –siempre preventiva- del Gran Hermano del norte cuyos tentáculos –se supo, no sólo no pudieron ocultarlo sino que tampoco quisieron evitar darlo a conocer con orgullo: intervinieron en Guatemala contra Jacobo Árbenz tanto como en Chile contra Salvador Allende para derrocarlos y exterminar el paso revolucionario que daban-. Fueron aquellos pasos pioneros como los de Cuba, pero que no tuvieron la suerte con que sí contó la revolución iniciada en 1953 cuando un pequeño grupo acompañó la toma del Cuartel Moncada, paso que se convirtió en el punto de no-retorno para los que, posteriormente, se lanzaron a la Sierra Maestra a derrocar al dictador Batista que contaba con el apoyo norteamericano.
Norteamericanas fueron las tropas que, también, intervinieron el territorio y la Aduana en Haití, el país (posiblemente) mas pobre de nuestra América, exprimido por la acción imperial.
Norteamericanos fueron los que ambicionaron poseer la isla de Cuba, y los que iniciaron la guerra de 1898 contra España para despojarla de las últimas posesiones coloniales americanas bajo el lema de “dar libertad a los cubanos”, aunque después los aplastaron con la imposición de la Enmienda Platt y el nombramiento de los tres primeros gobernadores sin contar con que posteriormente sólo participaron de las elecciones aquellos fácilmente dirigidos por los EE.UU.
Norteamericanos los que se instalaron en territorio mexicano tras los pasos de la Doctrina Monroe (América para ellos), y tras un Destino manifiesto que los impulsó a llevar los beneficios de la libertad y la democracia a todo el mundo. Y descuartizaron a México como el castigo ejemplar de un nuevo Tupac Amaru. Pobrecito México, tan cerca de los EE.UU... que el lobo feroz le devoró la mitad de su territorio. Para colmo, con Porfirio Díaz los norteamericanos contaron con una mano amiga interna.
Norteamericanos fueron los capitales invertidos que acompañaron la aventura de Keith Minor, el “rey sin corona de centroamérica” cuando daba forma a la United Fruit Company y se compraba vidas y haciendas, tierras y trenes, barcos y correos, muelles y comunicaciones en América Central, parte norte de América del Sur y del Caribe, y gobernó a través de la empresa –UFCo- un vasto imperio en tierras americanas, y de manera arbitraria apoyó con sus dólares a dictadores de derechas que arrestaron, torturaron y asesinaron a dirigentes y militantes que denunciaron su accionar.
Norteamericanos fueron quienes apoyaron la secesión del territorio que hoy es Panamá -una escisión de la Gran Colombia- que le reportó el “beneficio” del reconocimiento de la independencia por parte del gobierno imperial pero a costa de una franja de territorio –the Canal Zone- que en la década de 1960 fue reivindicada por un grupo de estudiantes y culminó en una masacre. Y norteamericanos los instructores instalados en Panamá en la Escuela de las Américas, un enclave del imperio en territorio americano, por donde pasaron infinidad de militares latinoamericanos y recibieron instrucción para la detección, persecución, tortura y asesinato de todo militante o simpatizante de organizaciones sociales que despidiera cierto ”tufillo rojo” en plena Guerra Fría. Pretexto norteamericano para justificar la presencia y la intervención, que luego perfeccionaron con el “premio al mérito” con que beneficiaron a militares latinoamericanos que eran instruidos en la mencionada Escuela (de Asesinos) y se constituirían no sólo en potentes difusores sino en gendarmes al servicio del imperio programados para no ver mas que enemigos internos.
Norteamericanos fueron los que invadieron Nicaragua y para quedarse propiciaron con su apoyo el crecimiento de la figura de Anastasio Somoza jefe de la Guardia Nacional funcional para eliminar al general de Hombres Libres, Augusto César Sandino.
Norteamericanos fueron los que comandaron a los marines que de tanto en tanto desembarcaron en Haití. O en Nicaragua.
Y norteamericano el embajador que en 1946 publicó un libro “Blanco” para iniciar una campaña contra Perón. Ese mismo embajador, accionista de la United Fruit que, asociado con las elites locales de Argentina y con el Partido Comunista, el Partido Socialista y algunos sectores del Radicalismo (no el Yrigoyenista) formaron la Unión Democrática con vistas a derrocar en las elecciones al movimiento popular al que, paradójicamente, ayudaron a fortalecer. El movimiento que congregó en su seno a los sectores, hasta entonces ignorados: los trabajadores.
Norteamericanos los hombres de la CIA y los dólares otorgados al gral. René Barrientos por entonces presidente (de facto) Bolivia para ejecutar las órdenes imperiales y que, en octubre de 1967 sirvieron para atrapar y matar al Che Guevara.
Norteamericanos fueron los que invadieron la Bahía de Cochinos para derribar al gobierno de Fidel Castro y debieron salir “como rata por tirante”, derrotados, y como represalia dos años mas tarde condenaron a la isla a lo que se conoce como BLOQUEO, prohibiendo a todo país aliado de EE.UU. todo intercambio con Cuba, y a los países que quisieran gozar de los beneficios de la amistad norteamericana, puestos en conocimiento de cuál debía ser la conducta esperada para poder alcanzar un espacio al lado del imperio, unas migajas. Pero Cuba resistió.
Y el resto de los países de América Latina avanzó, maltrecho, asesinado, torturado, empobrecido, condicionado por alianzas que no significaron progreso, castigado, amenazado, mandoneado por elites cipayas desde adentro pero al servicio de los de afuera. Y América vivió mirando al norte, a ese norte que nos impusieron para decirnos acto seguido, según la impuesta posición del mapa, “el norte es el que ordena”, el que está arriba, y el sur abajo, sujeto verticalmente al orden.
Hasta ahora en que, de a poco, paso a paso, lenta pero profundamente surgió la América profunda, la que estaba oculta y fue creciendo en Bolivia, en Ecuador, en Brasil, en Chile, en Paraguay, en Venezuela, en Argentina, en Cuba… dejando atrás la adolescencia difícil para posicionarse en la adultez a través de instituciones y decisiones. Y hoy, por qué no, poner el metro a las intervenciones y las decisiones impuestas desde el imperio al resto de América, pero más aun con la decisión impostergable y definida de abrir las puertas a la hermana República de Cuba, concretar un cada vez mas sólido bloque que decrete el bloqueo a EE.UU., que nos reúna en nuestras coincidencias para que ya no nos divida, invada, ni frene procesos políticos, sociales, intelectuales y económicos vitales para América Latina la que, no obstante, debe estar atenta y vigilante. Porque en EEUU cambiaron algunas cosas… para que nada cambie.
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LQSomos. Mónica Oporto.
Más artículos de la autora
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Ilustración de Adolfo Payés
Norteamericanas fueron las tropas que, también, intervinieron el territorio y la Aduana en Haití, el país (posiblemente) mas pobre de nuestra América, exprimido por la acción imperial.
Norteamericanos fueron los que ambicionaron poseer la isla de Cuba, y los que iniciaron la guerra de 1898 contra España para despojarla de las últimas posesiones coloniales americanas bajo el lema de “dar libertad a los cubanos”, aunque después los aplastaron con la imposición de la Enmienda Platt y el nombramiento de los tres primeros gobernadores sin contar con que posteriormente sólo participaron de las elecciones aquellos fácilmente dirigidos por los EE.UU.
Norteamericanos los que se instalaron en territorio mexicano tras los pasos de la Doctrina Monroe (América para ellos), y tras un Destino manifiesto que los impulsó a llevar los beneficios de la libertad y la democracia a todo el mundo. Y descuartizaron a México como el castigo ejemplar de un nuevo Tupac Amaru. Pobrecito México, tan cerca de los EE.UU... que el lobo feroz le devoró la mitad de su territorio. Para colmo, con Porfirio Díaz los norteamericanos contaron con una mano amiga interna.
Norteamericanos fueron los capitales invertidos que acompañaron la aventura de Keith Minor, el “rey sin corona de centroamérica” cuando daba forma a la United Fruit Company y se compraba vidas y haciendas, tierras y trenes, barcos y correos, muelles y comunicaciones en América Central, parte norte de América del Sur y del Caribe, y gobernó a través de la empresa –UFCo- un vasto imperio en tierras americanas, y de manera arbitraria apoyó con sus dólares a dictadores de derechas que arrestaron, torturaron y asesinaron a dirigentes y militantes que denunciaron su accionar.
Norteamericanos fueron quienes apoyaron la secesión del territorio que hoy es Panamá -una escisión de la Gran Colombia- que le reportó el “beneficio” del reconocimiento de la independencia por parte del gobierno imperial pero a costa de una franja de territorio –the Canal Zone- que en la década de 1960 fue reivindicada por un grupo de estudiantes y culminó en una masacre. Y norteamericanos los instructores instalados en Panamá en la Escuela de las Américas, un enclave del imperio en territorio americano, por donde pasaron infinidad de militares latinoamericanos y recibieron instrucción para la detección, persecución, tortura y asesinato de todo militante o simpatizante de organizaciones sociales que despidiera cierto ”tufillo rojo” en plena Guerra Fría. Pretexto norteamericano para justificar la presencia y la intervención, que luego perfeccionaron con el “premio al mérito” con que beneficiaron a militares latinoamericanos que eran instruidos en la mencionada Escuela (de Asesinos) y se constituirían no sólo en potentes difusores sino en gendarmes al servicio del imperio programados para no ver mas que enemigos internos.
Norteamericanos fueron los que invadieron Nicaragua y para quedarse propiciaron con su apoyo el crecimiento de la figura de Anastasio Somoza jefe de la Guardia Nacional funcional para eliminar al general de Hombres Libres, Augusto César Sandino.
Norteamericanos fueron los que comandaron a los marines que de tanto en tanto desembarcaron en Haití. O en Nicaragua.
Y norteamericano el embajador que en 1946 publicó un libro “Blanco” para iniciar una campaña contra Perón. Ese mismo embajador, accionista de la United Fruit que, asociado con las elites locales de Argentina y con el Partido Comunista, el Partido Socialista y algunos sectores del Radicalismo (no el Yrigoyenista) formaron la Unión Democrática con vistas a derrocar en las elecciones al movimiento popular al que, paradójicamente, ayudaron a fortalecer. El movimiento que congregó en su seno a los sectores, hasta entonces ignorados: los trabajadores.
Norteamericanos los hombres de la CIA y los dólares otorgados al gral. René Barrientos por entonces presidente (de facto) Bolivia para ejecutar las órdenes imperiales y que, en octubre de 1967 sirvieron para atrapar y matar al Che Guevara.
Norteamericanos fueron los que invadieron la Bahía de Cochinos para derribar al gobierno de Fidel Castro y debieron salir “como rata por tirante”, derrotados, y como represalia dos años mas tarde condenaron a la isla a lo que se conoce como BLOQUEO, prohibiendo a todo país aliado de EE.UU. todo intercambio con Cuba, y a los países que quisieran gozar de los beneficios de la amistad norteamericana, puestos en conocimiento de cuál debía ser la conducta esperada para poder alcanzar un espacio al lado del imperio, unas migajas. Pero Cuba resistió.
Y el resto de los países de América Latina avanzó, maltrecho, asesinado, torturado, empobrecido, condicionado por alianzas que no significaron progreso, castigado, amenazado, mandoneado por elites cipayas desde adentro pero al servicio de los de afuera. Y América vivió mirando al norte, a ese norte que nos impusieron para decirnos acto seguido, según la impuesta posición del mapa, “el norte es el que ordena”, el que está arriba, y el sur abajo, sujeto verticalmente al orden.
Hasta ahora en que, de a poco, paso a paso, lenta pero profundamente surgió la América profunda, la que estaba oculta y fue creciendo en Bolivia, en Ecuador, en Brasil, en Chile, en Paraguay, en Venezuela, en Argentina, en Cuba… dejando atrás la adolescencia difícil para posicionarse en la adultez a través de instituciones y decisiones. Y hoy, por qué no, poner el metro a las intervenciones y las decisiones impuestas desde el imperio al resto de América, pero más aun con la decisión impostergable y definida de abrir las puertas a la hermana República de Cuba, concretar un cada vez mas sólido bloque que decrete el bloqueo a EE.UU., que nos reúna en nuestras coincidencias para que ya no nos divida, invada, ni frene procesos políticos, sociales, intelectuales y económicos vitales para América Latina la que, no obstante, debe estar atenta y vigilante. Porque en EEUU cambiaron algunas cosas… para que nada cambie.
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LQSomos. Mónica Oporto.
Más artículos de la autora
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Ilustración de Adolfo Payés
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Los Americanos
Los Americanos
(Piero)
Ellos nacen ancianos
Y van envejeciendo
A través de la vida
Los americanos
Y nacen convencidos
Que no hay nadie en el mundo
Que sea más importante
Que los americanos
Napoleón para ellos
Fue un señor italiano
Que organizó la cosa
Sin americanos
Y están más que seguros
Que no hubiera perdido
Waterloo con la ayuda
De los americanos
Si conocen historia
No es por haber leído
Si no de haberla visto
En el cine americano
Con grandes escenarios
Y música grandiosa
En el sutil estilo
de los americanos
De mandíbulas grandes
De tanto mascar chicles
Es muy común el verlos
A los americanos
Luciendo mil colores
Todos menos el negro
Al que no consideran
Del gusto americano
Cuando son mayorcitos
Se visten de turistas
Y salen por el mundo
Los americanos
En viaje organizado
Con romance incluido
A lo largo pagado
Por americanos
Si hay algo que se admire
Donde quiera que vayan
Es la gran elegancia
De los americanos
Con típicos atuendos
Se mezclan con la gente
Y nadie se da cuenta
Que son americanos
Y además siempre compran
Valiosas cosas viejas
Recién envejecidas
Para americanos
Y después en sus casas
Reciben amistades
Que alaban el buen gusto
De los americanos
Y en los clubes nocturnos
Se sienten inspirados
Los americanos
Y es muy común hallarlos
Bailando sin descanso
Derrochando la gracia
De los americanos
Y bien amigos míos
Ya basta por ahora
Les dije lo que pude
De los americanos
Y si los ven...
Si los ven les dan mis respetuosos saludos
A los americanos
Ellos nacen ancianos
Y van envejeciendo
A través de la vida
Los americanos
Y nacen convencidos
Que no hay nadie en el mundo
Que sea más importante
Que los americanos
Napoleón para ellos
Fue un señor italiano
Que organizó la cosa
Sin americanos
Y están más que seguros
Que no hubiera perdido
Waterloo con la ayuda
De los americanos
Si conocen historia
No es por haber leído
Si no de haberla visto
En el cine americano
Con grandes escenarios
Y música grandiosa
En el sutil estilo
de los americanos
De mandíbulas grandes
De tanto mascar chicles
Es muy común el verlos
A los americanos
Luciendo mil colores
Todos menos el negro
Al que no consideran
Del gusto americano
Cuando son mayorcitos
Se visten de turistas
Y salen por el mundo
Los americanos
En viaje organizado
Con romance incluido
A lo largo pagado
Por americanos
Si hay algo que se admire
Donde quiera que vayan
Es la gran elegancia
De los americanos
Con típicos atuendos
Se mezclan con la gente
Y nadie se da cuenta
Que son americanos
Y además siempre compran
Valiosas cosas viejas
Recién envejecidas
Para americanos
Y después en sus casas
Reciben amistades
Que alaban el buen gusto
De los americanos
Y en los clubes nocturnos
Se sienten inspirados
Los americanos
Y es muy común hallarlos
Bailando sin descanso
Derrochando la gracia
De los americanos
Y bien amigos míos
Ya basta por ahora
Les dije lo que pude
De los americanos
Y si los ven...
Si los ven les dan mis respetuosos saludos
A los americanos
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LQSomos/06/02/2009
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