Están cayendo como moscas. Me refiero, por supuesto, a los Gobiernos europeos. La crisis comenzó desestabilizando a los bancos y ahora va por los Gobiernos. En muchos países de Europa, tanto del este como del oeste, los Gobiernos se tambalean al borde del precipicio, llevados allí por las furias políticas desencadenadas por la crisis económica. Los Gobiernos de Bélgica, Islandia, Letonia, la República Checa y Hungría se han visto expulsados del poder como consecuencia del crash. Bulgaria, Rumania, Grecia e Irlanda se enfrentan a una terrible situación económica que inevitablemente provocará convulsiones políticas. Y la lista es más larga. Si 2008 marcó el comienzo del crac financiero, 2009 será el inicio de un periodo lleno de terremotos políticos.
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Las cifras que reflejan la debilidad económica europea son espantosas
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Las cifras que reflejan la debilidad económica europea son espantosas: el déficit combinado del presupuesto publico de los cuatro países más grandes de la eurozona (Alemania, Francia, Italia y España) será, el año entrante, tres veces y media mayor de lo que fue el año pasado, y su deuda pública combinada saltará del 71% del PIB hace un año al 83% el año próximo. Y estos enormes volúmenes de deudas y déficits no tienen en cuenta ni la necesidad de un necesario y cada vez más urgente estímulo fiscal que sea mayor que el que ahora contemplan, ni la posibilidad muy real de que van a tener que financiar el rescate de algún país europeo cuya bancarrota puede causar un grave daño a toda la región. Los bancos de Austria, por ejemplo, le han prestado una cantidad equivalente al 70% del tamaño de la economía austriaca a empresas en países de Europa del este que ahora afrontan serias dificultades para pagar sus deudas. El mismo problema tienen los bancos italianos, y ni Italia ni Austria tienen cómo salvar por sí solos a sus bancos si, en efecto, los países de Europa del Este dejan de pagarles. Inevitablemente, el desempleo crece a gran velocidad. Las presiones políticas para conseguir dinero de donde sea para afianzar las maltrechas economías europeas serán enormes.
¿Qué tiene que ver América Latina con todo esto? Mucho.
Sin llegar a los extremos de Europa, los países latinoamericanos también se han visto afectados por la crisis y van a necesitar apoyo financiero de fuera de la región. Mientras se restablecen los flujos de crédito e inversión privados que ahora están colapsados, el financiamiento externo que América Latina necesita para aliviar el impacto de la crisis tendrá que venir de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y entes regionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento.
Uno de los pocos resultados concretos de la reunión en Londres de 20 países ricos y pobres -el Grupo de los 20- será un aumento de los fondos para el FMI con el fin de que éste, a su vez, los preste a países en dificultades. Esta semana el FMI acaba de adoptar una nueva modalidad que le permite hacer aportaciones financieras muy rápidamente y sin condiciones demasiado exigentes a países en crisis. Y en esto radica la amenazadora conexión de los problemas de Europa con los de América Latina. La demanda de fondos para Europa no sólo será inmensa sino que los europeos compiten con ventaja dentro de los entes financieros internacionales que toman las decisiones de cuánto dinero darle a qué país, y cuándo. Los directorios del Banco Mundial y el FMI los integran 24 directores ejecutivos, y cada uno de ellos representa a un subgrupo de los 185 países dueños de estas instituciones. De los 24 directores (que son funcionarios nombrados por sus respectivos Gobiernos), ocho representan a Europa y tres a Latinoamérica. Saque usted la cuenta y adivine adónde irán a parar mayoritariamente los fondos de estas instituciones.
Afortunadamente, existe una alternativa: los entes financieros multilaterales de América Latina y en especial el BID. Este banco, cuyos accionistas son los Gobiernos del hemisferio occidental más algunos otros (España y China, por ejemplo) será una de las pocas fuentes de fondos que podrá compensar la injusta asimetría que existe en los órganos de dirección del Banco Mundial y el FMI. El presidente del BID, Luis Alberto Moreno, se ha impuesto la audaz y nada fácil tarea de tratar de aumentar el capital del banco para así tener cómo hacer frente a las urgentes necesidades financieras de la región; una región que, salvo raras excepciones, en esta década no ha cometido los excesos e imprudencias de Europa o Estados Unidos.
Lograr el aumento del capital del BID es prioritario para América Latina, y para otros países que se verán afectados si la región se contagia del caos político europeo. Los obstáculos para lograr este aumento son muchos, y además el BID está lejos de ser una organización sin defectos. Pero un defecto que no tiene es un directorio sesgado en contra de América Latina.
mnaim@elpais.es
Las cifras que reflejan la debilidad económica europea son espantosas: el déficit combinado del presupuesto publico de los cuatro países más grandes de la eurozona (Alemania, Francia, Italia y España) será, el año entrante, tres veces y media mayor de lo que fue el año pasado, y su deuda pública combinada saltará del 71% del PIB hace un año al 83% el año próximo. Y estos enormes volúmenes de deudas y déficits no tienen en cuenta ni la necesidad de un necesario y cada vez más urgente estímulo fiscal que sea mayor que el que ahora contemplan, ni la posibilidad muy real de que van a tener que financiar el rescate de algún país europeo cuya bancarrota puede causar un grave daño a toda la región. Los bancos de Austria, por ejemplo, le han prestado una cantidad equivalente al 70% del tamaño de la economía austriaca a empresas en países de Europa del este que ahora afrontan serias dificultades para pagar sus deudas. El mismo problema tienen los bancos italianos, y ni Italia ni Austria tienen cómo salvar por sí solos a sus bancos si, en efecto, los países de Europa del Este dejan de pagarles. Inevitablemente, el desempleo crece a gran velocidad. Las presiones políticas para conseguir dinero de donde sea para afianzar las maltrechas economías europeas serán enormes.
¿Qué tiene que ver América Latina con todo esto? Mucho.
Sin llegar a los extremos de Europa, los países latinoamericanos también se han visto afectados por la crisis y van a necesitar apoyo financiero de fuera de la región. Mientras se restablecen los flujos de crédito e inversión privados que ahora están colapsados, el financiamiento externo que América Latina necesita para aliviar el impacto de la crisis tendrá que venir de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y entes regionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento.
Uno de los pocos resultados concretos de la reunión en Londres de 20 países ricos y pobres -el Grupo de los 20- será un aumento de los fondos para el FMI con el fin de que éste, a su vez, los preste a países en dificultades. Esta semana el FMI acaba de adoptar una nueva modalidad que le permite hacer aportaciones financieras muy rápidamente y sin condiciones demasiado exigentes a países en crisis. Y en esto radica la amenazadora conexión de los problemas de Europa con los de América Latina. La demanda de fondos para Europa no sólo será inmensa sino que los europeos compiten con ventaja dentro de los entes financieros internacionales que toman las decisiones de cuánto dinero darle a qué país, y cuándo. Los directorios del Banco Mundial y el FMI los integran 24 directores ejecutivos, y cada uno de ellos representa a un subgrupo de los 185 países dueños de estas instituciones. De los 24 directores (que son funcionarios nombrados por sus respectivos Gobiernos), ocho representan a Europa y tres a Latinoamérica. Saque usted la cuenta y adivine adónde irán a parar mayoritariamente los fondos de estas instituciones.
Afortunadamente, existe una alternativa: los entes financieros multilaterales de América Latina y en especial el BID. Este banco, cuyos accionistas son los Gobiernos del hemisferio occidental más algunos otros (España y China, por ejemplo) será una de las pocas fuentes de fondos que podrá compensar la injusta asimetría que existe en los órganos de dirección del Banco Mundial y el FMI. El presidente del BID, Luis Alberto Moreno, se ha impuesto la audaz y nada fácil tarea de tratar de aumentar el capital del banco para así tener cómo hacer frente a las urgentes necesidades financieras de la región; una región que, salvo raras excepciones, en esta década no ha cometido los excesos e imprudencias de Europa o Estados Unidos.
Lograr el aumento del capital del BID es prioritario para América Latina, y para otros países que se verán afectados si la región se contagia del caos político europeo. Los obstáculos para lograr este aumento son muchos, y además el BID está lejos de ser una organización sin defectos. Pero un defecto que no tiene es un directorio sesgado en contra de América Latina.
mnaim@elpais.es
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El Pais - España/30/03/2009
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