Mirada al mundo
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Paul Krugman
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Pero actualmente ambos aspectos del acuerdo están fracasando
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Pero actualmente ambos aspectos del acuerdo están fracasando
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En las primeras etapas de la crisis financiera se hacía la broma de que, al final, nuestras relaciones comerciales con China habían sido equilibradas y justas: ellos nos vendieron juguetes envenenados y mariscos contaminados y nosotros les vendimos títulos fraudulentos
Pero actualmente ambos aspectos del acuerdo están fracasando. Por un lado, la demanda mundial de artículos chinos ha bajado drásticamente y las exportaciones de ese país disminuyeron 26% con respecto a las del año pasado. Por otro lado, es obvio que los chinos están cada vez más ansiosos por estos títulos y al parecer China aún tiene expectativas poco realistas, lo cual es un problema para todos nosotros.
Una de las principales noticias de la semana pasada fue la petición del gobernador del banco central de China, Zhou Xiaochuan, de crear una nueva “moneda de reserva supersoberana”.
Entonces el ala paranoica del Partido Republicano advirtió de inmediato que se trataba de un despreciable argumento para hacer que Estados Unidos renuncie al dólar. No obstante, el discurso de Zhou fue, en realidad, la aceptación de su debilidad. En efecto, el gobernador dijo que China había caído en una trampa con el dólar y que ahora no puede salirse ni cambiar las políticas que lo pusieron en esa situación.
Menciono algunos antecedentes: a principios de esta década, China comenzó a generar enormes excedentes comerciales y también empezó a atraer sustanciales flujos de capital extranjero. Si China hubiera tenido un tipo de cambio flotante —digamos, como el de Canadá— esto habría provocado que el valor de su moneda aumentara, lo que a su vez habría demorado el crecimiento de las exportaciones chinas. Pero en vez de eso, China eligió mantener el valor del yuan en términos de un dólar más o menos fijado. Para hacer esto, tuvo que comprar los dólares que llegaban a raudales. Conforme transcurrieron los años, esos excedentes comerciales simplemente siguieron creciendo, y lo mismo ocurrió con el cúmulo de activos extranjeros.
Ahora, la broma en torno a los títulos fraudulentos en realidad fue injusta. Aparte de una tardía y precipitada caída de las acciones (que estaban en lo más alto del mercado), los chinos acumularon, principalmente, activos bastante seguros, conformados en su mayoría por bonos del Tesoro (T-bills) estadounidense. Pero debido a que los bonos del Tesoro son considerados de bajo riesgo, generan muy pocas ganancias. ¿Hubo una intrincada estrategia para acumular activos de bajo rendimiento? Probablemente no. China adquirió su ahorro de 2 billones de dólares (convirtiendo a la República Popular China en la República de los Bonos del Tesoro) de la misma manera en que Gran Bretaña construyó su imperio: casi sin darse cuenta. Y al parecer lo que ocurrió el otro día fue que los líderes de China despertaron y se dieron cuenta de que tenían un problema.
Aparentemente, obtener bajos rendimientos no les molesta mucho, pero sí parecen estar preocupados por el hecho de que cerca de 70% de esos activos están denominados en dólares, de modo que cualquier caída futura en el dólar significaría una enorme pérdida de capital para China.
De aquí la propuesta de Zhou de crear una nueva moneda de reserva basada en los derechos especiales de giro (DEG), con los cuales el Fondo Monetario maneja sus cuentas. No obstante, hay cosas que en mayor o menor medida no están a primera vista. Los DEG no es dinero real, representan unidades monetarias cuyo valor está fijado por una canasta de dólares, euros, yenes japoneses y libras esterlinas. Y no hay nada que impida a China diversificar sus reservas en otra moneda que no sea el dólar y tampoco el mantener una canasta de reservas que correspondan a la componentes de los DEG... nada, excepto el hecho de que China tiene ahora tantos dólares que no puede venderlos sin que esto haga bajar el dólar y produzca la pérdida de capital que tanto temen sus líderes.
De modo que la propuesta de Zhou es prácticamente un ruego a que alguien rescate a China de las consecuencias de sus propios errores de inversión. Y eso no va a ocurrir.
El llamado a encontrar una solución mágica al problema del exceso de dólares de China significa algo más: que los líderes chinos no han asumido que las reglas del juego cambiaron de manera fundamental. Hace dos años, vivíamos en un mundo en el que China podía ahorrar mucho más de lo que invertía y disponer de los excedentes de Estados Unidos. Ese mundo ya no existe.
Un día después de que propuso la creación de una nueva moneda de reserva, Zhou ofreció otro discurso en el que al parecer afirmó que la tasa de ahorro extremadamente alta de China es inmutable y es resultado del Confusionismo, que está en contra de la “extravagancia”. Mientras tanto, “no es un momento correcto” para que Estados Unidos ahorre más. En otras palabras: sigamos como estábamos.
Eso tampoco va a suceder. La conclusión es que China aún no acepta el hecho de que para afrontar esta crisis global serán necesarios cambios dolorosos. Por supuesto, lo mismo podría decirse de los japoneses, los europeos y de nosotros mismos.
Y esa incapacidad para enfrentar una nueva realidad es la principal justificación para afirmar que a pesar de que se vislumbra un rayo de esperanza —la reunión del G-20 logró más de lo que pensé— esta crisis todavía permanecerá durante varios años. (Traducción: Gabriela Cornejo)
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En las primeras etapas de la crisis financiera se hacía la broma de que, al final, nuestras relaciones comerciales con China habían sido equilibradas y justas: ellos nos vendieron juguetes envenenados y mariscos contaminados y nosotros les vendimos títulos fraudulentos
Pero actualmente ambos aspectos del acuerdo están fracasando. Por un lado, la demanda mundial de artículos chinos ha bajado drásticamente y las exportaciones de ese país disminuyeron 26% con respecto a las del año pasado. Por otro lado, es obvio que los chinos están cada vez más ansiosos por estos títulos y al parecer China aún tiene expectativas poco realistas, lo cual es un problema para todos nosotros.
Una de las principales noticias de la semana pasada fue la petición del gobernador del banco central de China, Zhou Xiaochuan, de crear una nueva “moneda de reserva supersoberana”.
Entonces el ala paranoica del Partido Republicano advirtió de inmediato que se trataba de un despreciable argumento para hacer que Estados Unidos renuncie al dólar. No obstante, el discurso de Zhou fue, en realidad, la aceptación de su debilidad. En efecto, el gobernador dijo que China había caído en una trampa con el dólar y que ahora no puede salirse ni cambiar las políticas que lo pusieron en esa situación.
Menciono algunos antecedentes: a principios de esta década, China comenzó a generar enormes excedentes comerciales y también empezó a atraer sustanciales flujos de capital extranjero. Si China hubiera tenido un tipo de cambio flotante —digamos, como el de Canadá— esto habría provocado que el valor de su moneda aumentara, lo que a su vez habría demorado el crecimiento de las exportaciones chinas. Pero en vez de eso, China eligió mantener el valor del yuan en términos de un dólar más o menos fijado. Para hacer esto, tuvo que comprar los dólares que llegaban a raudales. Conforme transcurrieron los años, esos excedentes comerciales simplemente siguieron creciendo, y lo mismo ocurrió con el cúmulo de activos extranjeros.
Ahora, la broma en torno a los títulos fraudulentos en realidad fue injusta. Aparte de una tardía y precipitada caída de las acciones (que estaban en lo más alto del mercado), los chinos acumularon, principalmente, activos bastante seguros, conformados en su mayoría por bonos del Tesoro (T-bills) estadounidense. Pero debido a que los bonos del Tesoro son considerados de bajo riesgo, generan muy pocas ganancias. ¿Hubo una intrincada estrategia para acumular activos de bajo rendimiento? Probablemente no. China adquirió su ahorro de 2 billones de dólares (convirtiendo a la República Popular China en la República de los Bonos del Tesoro) de la misma manera en que Gran Bretaña construyó su imperio: casi sin darse cuenta. Y al parecer lo que ocurrió el otro día fue que los líderes de China despertaron y se dieron cuenta de que tenían un problema.
Aparentemente, obtener bajos rendimientos no les molesta mucho, pero sí parecen estar preocupados por el hecho de que cerca de 70% de esos activos están denominados en dólares, de modo que cualquier caída futura en el dólar significaría una enorme pérdida de capital para China.
De aquí la propuesta de Zhou de crear una nueva moneda de reserva basada en los derechos especiales de giro (DEG), con los cuales el Fondo Monetario maneja sus cuentas. No obstante, hay cosas que en mayor o menor medida no están a primera vista. Los DEG no es dinero real, representan unidades monetarias cuyo valor está fijado por una canasta de dólares, euros, yenes japoneses y libras esterlinas. Y no hay nada que impida a China diversificar sus reservas en otra moneda que no sea el dólar y tampoco el mantener una canasta de reservas que correspondan a la componentes de los DEG... nada, excepto el hecho de que China tiene ahora tantos dólares que no puede venderlos sin que esto haga bajar el dólar y produzca la pérdida de capital que tanto temen sus líderes.
De modo que la propuesta de Zhou es prácticamente un ruego a que alguien rescate a China de las consecuencias de sus propios errores de inversión. Y eso no va a ocurrir.
El llamado a encontrar una solución mágica al problema del exceso de dólares de China significa algo más: que los líderes chinos no han asumido que las reglas del juego cambiaron de manera fundamental. Hace dos años, vivíamos en un mundo en el que China podía ahorrar mucho más de lo que invertía y disponer de los excedentes de Estados Unidos. Ese mundo ya no existe.
Un día después de que propuso la creación de una nueva moneda de reserva, Zhou ofreció otro discurso en el que al parecer afirmó que la tasa de ahorro extremadamente alta de China es inmutable y es resultado del Confusionismo, que está en contra de la “extravagancia”. Mientras tanto, “no es un momento correcto” para que Estados Unidos ahorre más. En otras palabras: sigamos como estábamos.
Eso tampoco va a suceder. La conclusión es que China aún no acepta el hecho de que para afrontar esta crisis global serán necesarios cambios dolorosos. Por supuesto, lo mismo podría decirse de los japoneses, los europeos y de nosotros mismos.
Y esa incapacidad para enfrentar una nueva realidad es la principal justificación para afirmar que a pesar de que se vislumbra un rayo de esperanza —la reunión del G-20 logró más de lo que pensé— esta crisis todavía permanecerá durante varios años. (Traducción: Gabriela Cornejo)
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El Universal - México/07/04/2009
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