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Michel Balivo
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En Venezuela decimos que cuando lo extraordinario se vuelve cotidiano estamos en presencia de una revolución. (Che Guevara citando a Lenin). Y tenemos motivos para decirlo. Es bueno recordar que el presidente Chávez hace diez años que se queja de tantas cumbres inútiles de mandatarios entre abismos de pueblos. Donde no se dispone más que de unos pocos minutos para hablar pese a tener que viajar, reunirse a espacio de amplios intervalos, con tanta problemática candente que tratar y decisiones urgentes que tomar.
Creo que fue en una reunión de la ONU, donde utilizando el recurso de dramatizar dijo “1 2 3, ya murió otro niño”. Aludiendo a que esos eran los temas que exigían tratamiento inaplazable, que la única guerra que merecía luchar aquí y ahora era contra la pobreza, analfabetismo, enfermedad, carencia de alimentos, contra la creciente insensibilidad, inmoralidad, falta de ideas, creatividad, contra la burocracia y corrupción.
Por si eso fuese poco, hay contados países que en esas instituciones tienen veto, es suficiente que uno de ellos se oponga para que lo que votan y acuerdan todos los demás sea invalidado. Y después se pretenden adalides de la democracia y liberadores de los pueblos. Cuando allí se reúnen solo para cumplir con el trámite de publicar una declaración previamente acordada, la usual foto y transmisión de TV, sin el menor debate, intercambio ni decisión significativa.
A esto podemos agregarle que hay quienes financian la mayor parte de esos gastos, y amenazan abiertamente con dejar de hacerlo si no se apoyan sus iniciativas. Para completar el cuadro de los acontecimientos que presenciamos, no podemos dejar de nombrar las excelentes instituciones represivas democráticas representativas con que contamos.
Ni olvidarnos de la iglesia católica, donde los fieles no tienen la menor opinión y los mismos sacerdotes no disponen de libertad de conciencia para creer a su modo, según su sentir en Dios, ya que la palabra del Papa o gran papá, es infalible. Es lógico que así sea, porque los sistemas de creencias son absolutamente incompatibles con el conocimiento de causas y la libertad de una conciencia para reconocer y elegir entre alternativas. Estas son las condiciones dentro de las cuales se incuban discriminaciones, delincuencias, corrupciones y violencias biológicas, personales, familiares y sociales de todo tipo.
Pesimismos, escepticismos, incredulidades en la posibilidad de cambios o mejoras. En medio de ello y también como resultante de la misma condición acumulativa, brota la revolución bolivariana como preocupación sensible de un grupo de personas, impulsada, desbordada por la explosión y masacre social del Caracazo.
Yo insisto en que para mi no tiene sentido tratar estos temas como algo ajeno a lo que uno vive todos los días en su casa, como padre-madre, abuelo-a, hijo-a o hermano-a. O en el trabajo como jefe-a o empleado-a, en la organización social o política como líder-esa natural, como imposición de intereses predominantes o simple subordinado-a.
No tiene sentido seguir insistiendo en posturas abstractas o ideológicas de supuesta imparcialidad, sobretodo cuando está cada vez más claro que la vida impone condiciones para la existencia personal y colectiva que es inevitable respetar. ¿Acaso podemos ser imparciales respecto al hambre, la enfermedad, la miseria, la muerte? ¿O es que ya las borramos del horizonte y no existen más?
Tiranuelos y déspotas que imponen sus condiciones y chantajean para conseguir lo que desean, los habemos en todos lados. Y lógicamente habemos de haber quienes cumplimos el papel de víctimas pasivas que han de aceptarlas y complacerlos temporalmente o no. Idealizar el paisaje externo y suponer que se puede vivir fuera de esta condición es sumamente ingenuo, cuando la heredamos, nacemos y crecemos dentro de ella sin alternativas.
Son justamente esas circunstancias las que nos llevan a desear, a ensoñar, a idealizar otras formas de vida, de organización social superadora de esta condición desagradable. Pero a su vez, no deseamos renunciar a la posibilidad de que otros obedezcan, hagan el sudoroso, sucio y repetitivo trabajo para que nosotros podamos tal vez vivir cómodamente, sin desagradables esfuerzos.
Por lo cual vivimos atrapados dentro de un tropismo de hábitos y creencias que o no reconocemos, o no estamos dispuestos o en capacidad, disponibilidad de cambiar. Mientras ensoñamos o idealizamos cambios que no se sabe muy bien como sucederán, como llegarán a ser ni quien los realizará. Por lo cual solo nos queda rezar y esperar un milagro de los poderosos, ya sea en el cielo o en la tierra.
Esta es la inercia o atmósfera emocional que hemos grabado en memoria, los pensamientos y conductas que cual rituales religiosos hemos heredado, practicado, experimentado, desarrollado y transferido de generación en generación. Tropismos o acumulaciones temporales por repeticiones en una dirección mental y práctica. A lo cual le llamamos historia, evolución, que se supone un flujo temporal desde el pasado o memoria hacia el futuro o imaginación.
Yo me lo imagino como cualquier ingenio o máquina desarrollada y construida, que al llegar a ciertas condiciones de aceleración por ejemplo, desarrolla una inercia que la vuelve incontrolable para su creador, constructor y conductor. Como un vehículo que corre a trescientos km/h que intente frenar veinte metros antes de llegar a un abismo.
En esas circunstancias solo nos queda la alternativa de abandonar la máquina y lanzarnos con la esperanza de dañarnos lo menos posible. La diferencia es que la máquina temporal o histórica, no solo es un apéndice mecánico del que podemos salirnos físicamente. Sino un conjunto de hábitos y creencias con poderosa carga en memoria, que a fuerza de alimentarlos han cobrado fuerza propia, operan sugestionando la conciencia, pasando desapercibidas sus reacciones.
“Salirnos de esa máquina” implica entonces desprogramar, dejar de creer, desidentificarnos de esa inercia némica, sicobiológica. En otras palabras han de acelerarse y cambiar las circunstancias habituales a tal punto, que nos desorienten, nos despierten del sueño del hábito y permitan caer en cuenta de la “normalidad”, ganando entonces alguna alternativa de cambio.
Es justamente a esas circunstancias a las que experimentamos como imposición y resistencia deseando cambiarlas. Pero en lugar de reconocerlas como una cultura y economía viviente, una temporalidad acumulada operante que se alimenta cada día de lo que sentimos, pensamos y hacemos; la consideramos, interpretamos y experimentamos en consecuencia, como una realidad objetiva que nos es impuesta por alguien o algo desde fuera y también ha de ser cambiada desde fuera consecuentemente.
Sin embargo solo se trata de energía, de contenidos sicológicos y corporales cargados por repetición, por hábito. Del mismo modo que nos dicen que tanto se repite una mentira que se convierte en verdad. Es decir, que le das la suficiente carga a un contenido para que tenga poder sugestivo sobre tu siquis y conductas.
Pero aún así, en medio de las reglas externas que se superponen cual delicadas pieles que ya no permiten respirar ni moverse a la intimidad, a la subjetividad, sucede de todos modos la explosión social y despierta una nueva sensibilidad, con la voluntad suficiente para cambiar la dirección del timón institucional nuevamente hacia el ser humano, es decir hacia la subjetividad fuente de todo sentimiento e idea de libertad, de todo elevado ideal y construcción social.
Y por supuesto ese intento de cambio de dirección, encuentra resonancia creciente y multiplicativa entre los que se sienten asfixiados, inmovilizados en un mundo de reglas y automatismos que no deja el menor espacio a la liberad de elegir, de expresar, conductualizar lo que sentimos y pensamos, a la creatividad.
Yo insisto en la similitud con los tiempos de Jesús el Nazareno, cuando decía que la clase social de los fariseos le imponía innecesario e interminable, insoportable yugo de reglas al pueblo, y pintaba en alegorías la posibilidad de dejar a cada día su quehacer, de no vivir preocupados por qué habremos de comer o vestir mañana.
¿Acaso el cuerpo no es más que el alimento y la ropa? ¿No viven de todos modos las aves y los lirios sin preocuparse por el mañana, no los sostiene de todos modos la vida, no comen y visten como uds. y mejor aún? No pueden imitar su espontaneidad por mucho que lo intenten y embellezcan con oro y piedras preciosas sus templos. Solo pueden ser natural y espontáneamente lo que son; uds. mismos.
Y hablando de templos, esta vez la semana santa coincidió con la celebración de la inédita liberación del secuestrado presidente Chávez por pueblo y ejército, en solo tres días. Se celebra también que justamente en esos días se dictó la primera condena de prisión, a algunos de los que participaron premeditadamente en aquella masacre.
Eso sucedió hace ya 7 años, los días 11, 12 y 13 de abril. No deja de ser otra coincidencia que el pueblo reconoce y festeja, diciendo que en tres días Chávez volvió o resucitó de entre los muertos, habiendo además impulsado la reconstrucción del templo moral de las instituciones. Y no es una simple alegoría, estuvo acariciando las manos y sintiendo en su alma el aliento de la que viste de negro. Promulgó la asamblea constituyente y la reforma de la constitución por referendo popular, otro hecho inédito en la democracia venezolana, creo que mundial.
Creo que hasta los gallos están confundidos, anoche entre sueños los escuché cantar. Cuando alboreaba el día y medio adormecido aún salí al jardín, lo primero que vi fue una luna casi transparente suspendida en el cielo. Supongo que en ese estado bastante confuso entre lo que ensueño y lo que creo percibir fuera de mí, en el mundo, vivían nuestros antepasados.
Incontables milenios ha, las imágenes míticas flotaban en un mundo que no era muy claro si eran reflejos de la mente humana, realidades celestiales o cosas en el mundo. Así, para épocas cronológicas que creíamos correspondían a humanoides casi primates, hemos encontrado hermosas pinturas en cavernas, interpretándolas de variados modos pero no pudiendo evitar la sorpresa.
Dos mil años atrás poco más o menos, uno de esos mitos se encarnó en la historia, se personalizó en la vida de un ser humano en Nazaret. Aún hoy no disponemos de datos ciertos para estar seguros si fue o no un hecho histórico ni cuanto de ello sucedió y se experimentó, o cuanto fue alegorizado para completar desde memoria esos milenarios contenidos míticos.
Pero milenio tras milenio, generación tras generación, los mitos se han ido concretando, materializando, encarnando, cobrando formas de pensamiento, creencias, hábitos conductuales. Modelos económicos y culturales, constituciones y leyes que organizan nuestras energías creativas, productivas. Sofisticados y poderosos ingenios tecnológicos, instituciones históricas con y dentro de las cuales vivimos hechizados, atrapados.
Y aquél espacio mental, donde brotaban y fluían las poderosas fuerzas y contenidos míticos, los movimientos de las divinidades y sus hijos los héroes y semidioses, de un modo que hoy desde nuestra mentalidad racional nos resulta casi imposible imaginar, y menos aún creer y experimentar, se ha convertido en una suerte de mundo conocido, reglamentado, pesado, rutinario, aburrido.
Recorrido por satélites que informan de lo que sucede “hasta en sus más oscuros rincones”. Donde nuevamente solo nos queda rezar y creer, esperar que de algún modo difícilmente predecible algo suceda o cambie. Claro que para las creencias la difícil predicción y control de factores, no es una preocupación ni un problema.
Justamente, es evadiendo el excesivo control y represión de las estructuras anquilosadas de la historia que soñamos, deseamos creer, y en su defecto nos drogamos o alcoholizamos, perseguimos ensueños sexuales. Erotizamos a ese mundo sin salida convirtiéndolo en el objeto o supermercado de un gran deseo, ya que no encontramos alternativas viables de cambio.
Así pues en un mundo donde nos movemos alternativa y/o cíclicamente entre supuestas subjetividades y objetividades, de todos modos vamos dando pasitos. No olvidemos que todos los días, nos guste o no hemos de soltar y abandonar el nivel de vigilia, para pasando por los ensueños sumergirnos en el sueño y volver a transitar el mismo camino hacia la luminosidad de la “concreta y controlable vigilia”.
Vamos ganando paso a paso en conciencia y conocimiento, en sensibilidad, en organización. Deseando seguridad y control unas veces, y libertad de modelos que se van volviendo demasiados estrechos, que nos asfixian e inmovilizan otras. Los cambios van sucediendo también, aunque no sepamos ni podamos explicar muy bien cómo.
Y poco a poco, pareciera que desesperadamente lentos en estas coyunturas, vamos construyendo colectivamente un modelo mental que conecte y puentee más apropiadamente la gran movilidad, velocidad e intensidad íntima, con las limitaciones que nos impone nuestro cuerpo natural y los modelos económicos y culturales, en torno a cuyas necesidades vamos organizando, construyendo. Interpretando todo ello como “una realidad externa”.
Ahora estamos nuevamente en tiempos de la extinción de los dinosaurios. Las condiciones climáticas, a las que se suman las históricas, se aceleran y alteran fuertemente otra vez, y las superestructuras especializadas, anquilosadas, no pueden dar respuestas adaptativas a la velocidad y complejidad que las nuevas variables que entran en escena lo requieren y exigen.
Se desmoronó la superestructura de la Unión Soviética y ahora le toca a la occidental. Dicen que lo que es bueno para la GM también lo es para los EE.UU., así que lo contrario también debe ser cierto. La simultaneidad de la fuerza de hechos desencadenados nos hace una civilización global, que va de lo regional a lo planetario.
No serán las instituciones nacionales o globales, ni sus hábitos y creencias, sus superestructuras anquilosadas las que tengan la amplitud y flexibilidad de adaptarse a las nuevas condiciones crecientemente imperantes. Por mucho discurso mediático que contamine la atmósfera, ha de ser de los seres vivientes de donde broten esas respuestas simples, sinceras, creativas, que vayan directo al grano sin la intermediación de viejas y excesivas cuentas de intereses, a los que solo les resta aceptar morir.
Allí tenemos al presidente indígena de Bolivia y a muchos grupos sociales haciendo ayuno para influenciar la siquis y sensibilidad colectiva, como en sus tiempos lo hicieron Ghandi y el pueblo indio para influir al otrora imperio inglés o británico. Allí está la gira del presidente de Venezuela haciendo concretos planes anticrisis para diez años, con los países árabes y asiáticos.
Ahora viene la Cumbre del ALBA, y la de las Américas con la asistencia del presidente de EE.UU. también. Pero ya no se trata de expresión de buenos deseos e intenciones para algún momento futuro, sino de adaptación a las exigencias del imperio de las circunstancias. Ya no se trata de más imposición, control y represión de grandes bloques institucionales.
Sino de las mínimas condiciones para realizar en paz, la transición hacia el renacimiento de la llamada subjetividad o alma humana, que no es otra cosa que la fuente de todo impulso libertario y creativo. En mi opinión es en esa dirección que evolucionan e imprimen dirección los eventos. Reconocer o no esa condición será lo que haga la diferencia.
¿Qué es la realidad? ¿En qué mundo vivimos? Esta crisis global, esta coyuntura histórica nos da la posibilidad de una nueva mirada, un nuevo acercamiento. Hasta ahora ha habido conversaciones rudimentarias y sin ningún o muy pobre y lento efecto en las políticas económicas, humanas, sobre la función que la siquis, la conciencia juega en esa realidad.
Como sabemos es la acumulación de experiencia y conocimiento la que va posibilitando cambios. En la experiencia podemos reconocer aciertos y errores. ¿Por qué? Es de suponerse que porque contrastamos los resultados de nuestra creencias e intenciones con como repercuten en nuestro cuerpo y siquis.
Lo que sucede y hacemos, nos duele, nos ocasiona sufrimiento mental, violencia íntima y social, ameritando reconocimiento y cambios de tal error de interpretación y conductas. O nos gratifica, resulta placentero, genera creciente y superador bienestar de condiciones mentales y biológicas. Y por tanto amerita afirmar esas visiones y direcciones de acción.
Vivimos más que nunca entonces en una sociedad del conocimiento, que nos permite intencionar, prevenir dentro de los marcos de conocimiento disponible, corregir eventos generados por errores, afirmar y desarrollar direcciones de aciertos experimentales.
A tal punto vivimos en una sociedad del conocimiento, que los errores de explotación de otros o las concentraciones crecientes en cada vez menos manos de la plusvalía del trabajo, junto con el malestar social que van acumulando y las alteraciones de gobernabilidad que ello provoca, pueden ser hoy provocados intencionalmente para estimular la continuidad del mismo mal opresor, generador de dolor y sufrimiento mental personal y social.
Gracias a la revolución económica y cultural, a la propiedad de los medios de comunicación y la financiación de grupos desestabilizadores, se puede hoy estimular y reproducir el mismo malestar que antes se generaba a ciclos más lentos de acumulación.
Lo cual nos pone ante las circunstancias de que reaccionamos a creencias y hábitos de lo que ya sucedió, pero sin el discernimiento para reconocer quién, como y para qué lo genera. En consecuencia somos fácilmente manipulables. Basta entonces con que nos señalen por el mismo método, el culpable de todos nuestros sufrimientos.
Sin embargo, desde un punto de vista histórico es solo algo situacional, aunque pueda tomar unas décadas más, los niveles de tensión, violencia y sufrimiento personal y social no se resuelven, continúan acumulándose, increscendo al no corregir aquello que los genera, al no desactivar su fuente. Y al llegar a umbrales de tolerancia, inevitablemente estallarán.
Porque no somos seres abstractos, mentales solamente, sino también biológicos que existen en un mundo natural, en un ecosistema de interdependencia estructural, del cual dependemos para satisfacer nuestras necesidades. Y tanto nuestros cuerpos como nuestras mentes tienen umbrales de tolerancia, umbrales que justamente nos señalan el dolor y el sufrimiento mental.
Y más allá de ellos comienza la desintegración sicobiológica y por supuesto la desestructuración social. La existencia entonces, la vida no es algo fijo como nos da la impresión y creemos. Sino un dinámico proceso de adaptación personal y colectiva creciente o decreciente, del cual nuestra historia nos da testimonio de avances y retrocesos.
Ahora bien, hace ya mucho tiempo que sabemos que nuestra forma de vida consumista y derrochadora, no es viable en un ecosistema que no reproduce los ciclos de reciclaje de materias primas necesarias a la existencia, al ritmo que las estamos consumiendo y que continúa creciendo pese a que lo sabemos.
Hubo que esperar que estallara ya en la siquis y los cuerpos la debacle económica global del modelo, para que los hábitos y creencias se dispusieran o dignaran comenzar a hablar de un cambio de modelo, pero continuando la inyección de papeles sin respaldo real al mismo sistema financiero que produjo la catástrofe.
Hace tiempo que sabemos que estamos jugando a la ruleta rusa al imprimir dinero sin respaldo, al desregular los capitales financieros, jugando al libre mercado de comprar y vender paquetes accionarios de aire, que hoy ya superan en diez o veinte veces la producción real que paradójicamente disminuye su ritmo, es decir, se desaceleran las economías.
¿Qué haremos ahora? ¿Esperar a que otros mil, dos o tres mil millones de seres humanos ya no puedan satisfacer sus necesidades, y el delicado equilibrio del ecosistema colapse para comenzar a hablar de que el sistema de explotación, parasitación humana y natural es inviable para la continuidad de la existencia tal cual la experimentamos y conocemos?
Por eso pregunto, ¿cuál es la realidad, en qué mundo vivimos? ¿En uno de experiencias inmediatas, donde el conocimiento solo está al servicio de la continuidad de la inercia de hábitos y creencias acumulados? Si es así entonces reconoceremos el dolor de la desintegración sicobiológica, cuando ya sea demasiado tarde para reaccionar cambiando de dirección los eventos que hacia ello nos conducen. Algo así como un cáncer.
Pero si la siquis y su producto el conocimiento, tienen verdaderas funciones intencionales, si frente a los eventos que hemos generado podemos reconocer los hábitos destructivos. Si tenemos la capacidad de reconocer la vida como un proceso o ejercicio dinámico, como un delicado equilibrio inestable de adaptación-desadaptación creciente.
Entonces tenemos la posibilidad de reconocer esos hábitos destructivos y comenzar un proceso de intento de corrección de su dirección, de ese desvío histórico. Eso claro está implica un despertar de la conciencia del sueño de sus creencias y automatismos, una desidentificación, una activación de su tono vital y velocidad de adaptación creciente a las exigencias de la velocidad y fuerza de los hechos desencadenados.
En Venezuela por ejemplo hace diez años que venimos con mayores o menores aciertos, intentando corregir esa dirección inviable, que reconocemos por experiencia sufrida en carne propia que nos lleva directo al abismo. De hecho, como he dicho varias veces, el Caracazo, una reacción popular a la imposición de un paquete de medidas neoliberales impuestas por el FMI, que fue respondida masacrándola, fue el disparador para la posterior y frustrada rebelión militar que llevó al Hoy presidente Hugo Chávez a la carcel.
Está claro entonces por qué caminos íbamos y cuales hubiesen sido las consecuencias de continuar por ellos. Por lo cual se lanzaron humildes direcciones nacionales e internacionales de entendimiento y colaboración en todos los ámbitos. Iniciativas extrañas para ese momento de hábitos y creencias donde todo se basaba, donde solo se pensaba en la mayor ganancia de cada persona, grupo económico o país.
Extrañas para esa mentalidad, pero sin embargo ajustadas a la experiencia y conocimiento de que disponíamos y las variables o tendencias que nos permitía prever y prevenir. Gracias a ello hoy ya hay direcciones de hechos alternativas en pleno funcionamiento, que permiten ir corrigiendo gradualmente ese desvío histórico de las leyes de la existencia.
Ya sabemos que lo que tienda a la complementación, al intercambio recíproco, justo, al uso moderado y eficiente de fuerzas, recursos, materias primas, al respeto de las leyes del ecosistema, es decir lo que propicie el crecimiento simultáneo de todas las funciones interdependientes del organismo mayor que posibilita la existencia, será lo que pueda adaptarse a las condiciones y exigencias de este momento, dando un nuevo paso evolutivo.
En ese sentido las leyes físicas y morales, son y actúan como una sola en este momento. No son principios que puedas elegir respetar o no, sino reglas ineludibles para la continuidad de la existencia. Eso es así porque vivimos ya en una civilización global, planetaria, donde todo interactúa o reacciona en simultaneidad, en cadena.
Estas circunstancias coyunturales que exigen una ruptura con la lenta y difusa vitalidad, velocidad de respuesta del momento anterior, con la inercia de tal tropismo histórico, hace que lo que en ese entonces fuera considerado subversivo, reprimido, combatido, hoy entre por las puertas de lo crecientemente aceptado y se convierta en la solución disponible.
De hecho en Latino América, se multiplican como “mala hierba” los gobiernos democráticos que en diferentes grados y según sus circunstancias particulares, tienden a corregir las direcciones de explotación y parasitismo social nacional e internacional, que nos han traído hasta esta encrucijada vital.
Indios, mujeres, sacerdotes, militares, guerrilleros, etc., son variada representación de lo que hasta ayer se consideró y trató como respuestas populares antisociales, reprimiéndolas sin la menor consideración ni sensibilidad. La burbuja mental, sicológica dentro de la cual hemos vivido choca con las condiciones reales, vivenciales de la existencia, estallando y dejándonos sorprendidos ante la fuerza y velocidad de los eventos que presenciamos y sufrimos.
Este es el contexto que es necesario reconocer, como la condición del proceso cotidiano inevitable de transición o cambio que nos toca intentar. Inútil y fuera de tema resulta el seguir preguntando y dando respuestas puramente teóricas, intelectuales. Porque ahora se trata y es la estructuralidad, intensidad y velocidad de la vida la que está en juego.
Y por tanto la exigencia se amplía a las emociones, vísceras cuerpos, conductas, que son seriamente afectados por los acontecimientos. Antes o después, revolucionarios y contrarrevolucionarios, gobiernos u oposición, habrán de entender que no son ya conflictos, predominios o privilegios grupales a resolver, sino exigencias de continuidad de vida, dentro de las cuales estamos todos, nos guste o no incluidos.
Creo que en “Crisis es el nombre del cambio” introduje nuevos conceptos que acercan lo intelectual, la mirada, a la sustancia de los eventos que nos toca vivir. Cuando menos eso es lo que siento, la sensación que me queda. Se trata básicamente de eventos desarrollados, extendidos, cuantitativos, de difusa movilidad y vitalidad.
De una imagen ingenua u poco desarrollada del mundo, que se va ampliando, enriqueciendo, asociando, cargando, hasta formar una visión de gran complejidad, que es una construcción histórica, una acumulación generacional, una inercia temporal. En ese sentido hemos traído a ser visualmente al mundo, lo hemos sacado de la simple naturalidad de los sentidos.
Hemos revelado su negativo, hemos tejido un horizonte temporal donde los eventos se encadenan linealmente en memoria, un acontecer que se supone viene de un pasado y marcha hacia un futuro. Nada de eso sucede ni es perceptible a nivel de sentidos, solo es un encadenamiento mental, una inercia némica acumulada y construida, una interpretación con cierto grado de operatividad demostrado.
Pero la sensación esencial de todo el desarrollo, es que eso acumula y dispone la carga y la imaginería, las conectivas para que los eventos que otrora requerían muchas generaciones y siglos para manifestarse, experimentarse, ahora pueden suceder y vivirse en una vida personal, en una generación. Eso es una revolución, una aceleración del tiempo, del ritmo de eventos históricos, concebido como evolución.
Si esto es así, entonces la revolución sicológica es condición necesaria para que esto suceda y ha de ser estructural con la económica y cultural, aunque sea el último elemento que se manifieste y/o reconozca. Hasta aquí la cosa puede ser ingenua y desapercibida, en el mismo sentido que los golpes de estado y los desórdenes, la ingobernabilidad, sucedían sin necesidad de conocimiento.
Sin embargo hoy se los reproduce y exporta intencionalmente, virtualmente podríamos decir. Pero, ¿es apropiado ese término de virtualidad? Porque reconocer y estimular el componente sicológico de todo acontecer no es agregar nada virtual, sino simplemente usar intencionalmente, con conocimiento de causa los elementos existentes pero desapercibidos.
Es dar un paso más allá de lo ingenuo y operar intencionalmente. Eso es exactamente lo que hacemos cuando planificamos a mediano y largo plazo. Disponemos de los datos necesarios para poder reproducir condiciones, dentro de cuyo marco hacer suceder eventos cuyas conectivas hemos reconocido.
Eso es lo que hemos hecho desarrollando un horizonte temporal, organizando una compleja imagen del mundo, que obviamente no percibimos a nivel de sentidos, sino que es una construcción y representación mental, imaginaria, apoyada en memoria, cargada generación tras generación, con cierto grado de operatividad comprobada. Es decir, una visión conductualizada. Un modo de relacionarnos con o estar en el mundo.
Yo digo que es esa construcción histórica, esa acumulación de carga generacional, la que hoy propicia y posibilita la aceleración, velocidad e intensidad de los eventos. Del mismo modo que los medios de comunicación, Internet, propician y posibilitan que lo que sentimos y pensamos fluya a gran velocidad sin limitaciones de espacio ni de tiempo, es decir, comunicarnos en lo que llamamos tiempo real. (espacio virtual).
Para ello hace falta un vehículo que ponga en movimiento lo que escribimos, lo que decimos, lo que vemos, lo que cantamos, dibujamos. Ese vehículo es Internet, del mismo modo que el cuerpo, sus funciones, órganos y sentidos, son el vehículo para que la siquis, la mente perciba y se exprese en el mundo.
Estos vehículos son entonces conectivas posibilitadoras, que superan las dificultades iniciales de comunicación, las limitaciones de sentidos y movimiento que organizamos y experimentamos cual espacio-tiempo, cual resistencias a la velocidad e intensidad de la intimidad. Cual deseo de superar esa ausencia física del otro que en un momento está y luego ya no nos resulta perceptible.
He ahí la íntima y desapercibida, ingenua conectiva entre lo que sentimos, tememos, deseamos y hacemos. El tácito móvil de nuestras creaciones e ingenios tecnológicos. El abismo diferencial de velocidades entre los sentidos internos, íntimos, que nos informan del movimiento o motilidad de la siquis o intracorporal.
Y los sentidos externos que lo hacen de la movilidad de las formas perceptuales visuales y táctiles, de la materia física, de las cosas medibles y contables, de las cantidades del mundo para las cuales organizamos el C.G.S., (Centímetros, gramos y segundos). Del movimiento del cuerpo en el mundo.
Y del horizonte temporal que es el vehículo organizado para intermediar ambos ámbitos, cual conectiva entre ese diferencial de velocidades o respuestas al mundo interno y externo. A ese vehículo o conectiva operativa, a ese intento o superestructura intelectual, ideológica, teológica, filosófica, algunos le llaman doble energético, otros copia.
Pero lo interesante es su posibilitación operativa, coherente o desfasada, entre el adentro sicológico, intangible, y el afuera físico, medible, objetivo, organizado en formas de conciencia y reproducible voluntariamente cual operativa controlada de elementos y variables. Ese vehículo y/o conectiva es el que posibilita la aceleración o desaceleración de eventos.
En otras palabras la concentración o difusión de energía síquica, vitalidad. Es como dije mentación, ritmo, coherencia o desencaje entre lo pensado y visto y lo hecho, es decir acierto o error, frustración del intento, de la desproporcionada expectativa. Y ese sistema de tensiones e imaginería es sintetizado emocionalmente como clima o atmósfera global, estructural.
A lo cual podemos llamar acción de forma del ámbito, y establece un tono de trabajo de las funciones, una economía sicológica unitiva y creciente o contradictoria y desintegradora, mortal. Este doble y su estado alterado o equilibrado, tiene armónicas musicales, poéticas, religiosas. Por eso se dice que estamos colectivamente en una etapa sicológica pre-religiosa.
Necesariamente ha de haber una relación entre lo cuantitativo, acumulativo, colectivo, los grandes números, lo ingenuo, lo que me o nos sucede. Y lo cualitativo, intencional, lo que puedo prever y reproducir a voluntad, lo personalizable y manejable.
Hoy que vivimos en un mundo de información y que reproducimos los hechos de la revolución económica y tecnológica, que acumulamos experiencia e información para acelerar los lentos tiempos cíclicos. No es extraño que también podamos reproducir, estimular, inducir los descontentos necesarios para alterar el equilibrio social y la gobernabilidad.
Todo es parte de la intencionalidad que nos ha llevado a tecnologizar todos los deportes y eventos culturales y volverlos materia comercializable, medible, intercambiable. Es justamente ese logro, lo que hoy nos permite reconocer todo ese trasfondo cosificante que superpone reglas, que pretende regular todo lo existente y aviva la llama de nuestro deseo de libertad sacrificado en nombre del manejo, la previsión, la seguridad.
Hoy nos toca encontrar un equilibrio entre ambas funciones, entre lo conocido y lo por conocer, entre la libertad y lo regulado. Yo no creo que haya problema en poder manejar las cosas del mundo y simplificar las tareas que exigen esfuerzo, inclusive automatizarlas totalmente, como hicimos con las calculadoras, computadoras y robots de producción en cadena.
El problema está en hipnotizarnos con ello, sacrificando nuestra subjetividad que es pura libertad y capacidad creadora, de la cual todo este mundo moderno ha surgido, ha sido organizado, ha sido parido, ha venido a ser. Esa es la atmósfera supersticiosa y prehistórica que ahora nos toca superar.
La esclavitud se representa arrodillada y cabeza mirando al piso, con servil temor y resignación, mientras que la libertad indómita y erguida mira hacia arriba, hacia el inmenso cielo, se expande en el infinito espacio, y mira a los ojos de quien se relaciona, de frente, con firmeza o amabilidad, solidaridad, calidez.
En la religión se combinan y sintetizan ambas posturas, y el conocimiento objetivo termina también siendo una cárcel de la subjetividad, del espacio manifestado en formas y regulaciones. En la magia se expresa la primitiva rebeldía al sometimiento, al dogma, al resignado y servil temor, que desembocará en el pensamiento científico, en los mecanismos de vigílica reversibilidad.
No está demás preguntar de donde sale la grandeza, la eternidad, la belleza, el éxtasis. Porque con decir que es un sentimiento infantil o supersticioso, no se explica ni reconoce su origen, no se resalta que la mente humana es su fuente y que nada de eso existe en el paisaje externo, sino que viene a ser y es proyectado por los anhelos de la intimidad, que da testimonio de si en las formas que la conciencia humana organiza, con la información de sentidos externos e internos.
También se me ocurre preguntar que pasaría, si cultiváramos la alegría y la risa, o la tristeza y el llanto independiente de las circunstancias. Tal vez entonces creciera la risa o el llanto y podríamos reír a carcajadas de la muerte o lo que fuere que sucediera, o llorar porque alguien nos convida con un jugo de alguna cosa, es decir, por cualquier cosa. Porque no serían las cosas los motivos, sino los estados de ánimo cultivados.
Es una lógica diferente a considerar, la inercia anímica o emocional que sintetiza las respuestas intelectuales y motrices, al adentro y al afuera, la dinámica global de la economía síquica, su tono de trabajo de las funciones que es independiente de circunstancias situacionales, en otras palabras su inercia, su tropismo, su continuidad, que es la verdadera medida e impulso de la conciencia para intentar mantener el equilibrio.
En ese sentido pensaba en relaciones íntimas, sin normas externas, con libertad y espacio para que algo nuevo suceda. Y se me ocurría la del picaflor, que ha ido ocupando lugar en nuestra conciencia, intención, vida. ¿Cómo ocurre ese incremento, esa intensificación? ¿Por simple aumento de interés, atención? ¿Es entonces el interés, la intención y/o dirección atencional, energética, imaginativa, creativa, pura fuerza magnética que atraviesa ese abismo diferenciador adentro-afuera o sentir-ver-mirada?
Uno diría que si, porque en todo aquello que uno pone su interés y atención surge un vínculo muy particular, como cultivar flores o tener animalitos. De otro modo no sientes nada al respecto. Otro ejemplo es la especialización sutil y precisa de sentidos al estudiar y practicar enología. De otro modo no tienes aparatos desarrollados para esas actividades.
Claro que no es lo mismo que se aparezca un colibrí con solo pensarlo y sentirlo, escribir sobre él, que te enfrente y baile ante ti, que haga su nido y empolle en tu mango, que comience a ocupar cada vez más lugar en tu jardín y huerto. Está claro que desarrollas y especializas herramientas para aquello que te interesa, atiendes, disfrutas. Que lo vas incorporando y se convierte en parte de ti, de tu ser, de tu conciencia-mundo.
Supongo que entonces se trata de reconocerlo y desarrollarlo concientemente, de elegir qué y como quieres que crezca. De que lo que parece que simplemente sucede, como las emociones o las pasiones, se reconozcan armónicas cultivadas, inercias acumuladas, que también se desarrollan, crecen, se especializan como concomitancias estructurales de aquello en que ponemos o sugestiona, toma, direcciona nuestra energía-atención.
En principio sin duda es la sensibilidad, los gustos-disgustos los que orientan la conciencia y sus reacciones hacia los objetos del mundo, y sin duda rigen las asociaciones entre objetos y van configurando un mundo selectivo, donde unas cosas entran y las otras están presentes por el rechazo y la defensa preventiva.
Pero vamos perdiendo movilidad y alternativas de elección, vamos ganando fijeza y la mirada se va puntualizando, cosificando, objetivando, conociendo tensamente, se siente y piensa de modos fijos y desapercibidos, sin mayor movilidad ni alternativas de que algo nuevo entre en escena. En ese punto es que hay que enfocar los tonos o atmósferas, climas emocionales.
Que son los condicionadores globales, los que propician apertura, movilidad, espacio, ampliación, vuelo, o lo van reduciendo, determinando. Desde la conciencia son las funciones las que tienes tendencias, preferencias, limitaciones, resistencias, prioridades. Las que se desarrollan, especializan o son sustituidas por otras con mayor inercia.
Pero en general todo funciona igual, y es la estructuralidad la que nos libera de las aparentes contradicciones y dilemas insuperables entre el espíritu y la materia por ejemplo, entre si fue primero la gallina o el huevo, si es más importante la acción o el pensamiento. El tema parece ser más bien el recuperar la capacidad de dar dirección elegida a la atención-energía.
Y eso parece tener que ver con un tono emocional de movilidad, de alegría, de equilibrio, de apertura, como propone Silo el tono poético como trasfondo posibilitador de lo paranormal, de fluidez del movimiento, relación, interconexión. Desde allí uno se puede mover con libertad o facilidad en cualquier dirección, no experimenta fuertes fijaciones no resistencias.
La carga está bien distribuida, los contenidos interconectados sin abismos de apego-rechazo, no hay fundamentalismos, dogmatismos a la base de la construcción de imágenes, no hay alteración del estado de la conciencia, fuertes sobre tensiones o temores-deseos que exacerben a catarsear. Y por tanto el mundo no se convierte en sus objetos.
Es importante entonces comprender ese estado de movilidad, amabilidad, como centro de gravedad de la educación que se reproduce desapercibidamente y opera cual condición de todo aprendizaje. Desde allí se aprende más y mejor, se maneja estructuralmente la información. Y por tanto la educación ha de atender a propiciarlo, mantenerlo, en el mismo grado que propicia la absorción de conocimiento.
Porque en última instancia uno u otro tono son los que se reproducen, y de allí eso de que “la solución es el problema”, es decir en la inercia de memoria, en el tono global está el encadenamiento. De allí también las asociaciones entre emociones y olfato, así como las armónicas musicales.
Faltaría agregar entonces, que así como se asocian y traducen el aleteo de una mariposa con la respiración, también puede asociarse un tono emocional alegre, sutil, con un picaflor y sus movimientos, vuelo, colores. A ese tipo de asociaciones y traducciones de tono, movilidad, espacio bajo, medio o alto, se le podría llamar perfectamente sincronicidades.
Entonces las sincronicidades podrían cultivarse, desarrollarse, especializarse como cualquier otra función, estado mental, clima o tono. Y por supuesto sus objetos estarían asociados de modos muy diferentes. Pero lo que realmente importa es que cada nivel pone su condición o acción de forma, y por tanto sus objetos. Todo eso es estructural.
Estamos fijados en un momento o instancia síquica y se trata de dinamizarlo, de darle movilidad y soltura como un todo, de darle fluidez, y no de querer esto o lo otro. Lo que importa es el tono o dirección sentida creciente o decreciente.
Ese es el verdadero centro de gravedad, lo único que realmente merece y ha de atrapar la atención, es una fragancia, un sutil y volátil aroma, una nota o armónica musical que constela todo el resto, un mundo completo a manifestar como su objeto. Ese es el reino de los cielos a buscar, que trae todo por añadidura. Es espacio y su movimiento.
Mito, historia, colectivo y personal, realidad plástica, mental, la materia prima de la realidad. Eclipse mental.
El gallo confundido canta en la noche. Me despierta la claridad, me asomo al jardín y veo la luna suspendida en el cielo, casi transparente. Mis sueños se mezclan con los casilleros de realidad diurna, vigílica, no estoy muy seguro de donde comienza o termina una y la otra. ¿Duermo, estoy despierto? ¿Es hoy, ayer o mañana?
Hay quienes piensan que, tal vez porque la realidad es o la volvemos lo suficientemente anodina, es necesario tejer con nubes y arco iris, con amaneceres pasteles y auroras boreales una realidad de mayor elevación y luminosidad. Por eso hay momentos particulares donde una realidad mítica se encarna o personaliza históricamente y surge un Jesús que implesiona un mito o historia divina en una conciencia o personalidad humana.
Eso requiere condiciones muy particulares, amplias y difusas, donde lo aparentemente concreto de todos y cada día se desdibuje al punto de aceptar esta particular fusión entre lo de arriba y lo de abajo, normalmente muy bien definido e irreconciliable. Así sucede en estas fechas donde lo inédito históricamente se fusiona con lo mítico de la semana santa y Chávez resucita de entre los muertos al tercer día, destruye y reconstruye el templo político, democrático, constitucional.
“El pueblo”, un personaje casi tan amplio y difuso como “la vida”, que por sus características pueden ser sujetos de cualquier verbo y significar casi todo y nada, protagoniza la inédita liberación de su presidente y restauración democrática tras el golpe de estado. Y por esa misma llegada de un golpista a la presidencia democrática, lo prohibido y antisocial se convierte en heroico.
Se abre la puerta entre lo antisocial y lo heroico, y todo lo oscuro pasa por ellas iluminándose, coleándose en la normalidad, mezclándose los hijos de dios con los del diablo. Es así como llega a ser de repente posible que surja una voluntad para traer el sueño de los pobres a la vida, de hacer que los que lloran encuentren consuelo, vean y experimenten al escurridizo e impersonal dios de sus antepasados y sueños.
También hacen posible así, que se desenmascaren, muestren y sean vistos los intereses que por siglos lo hicieron imposible. ¿Qué puede suceder en estos momentos tan particulares donde lo mítico se confunde, se desdibuja al punto de tocarse con lo carnal e histórico, lo supuestamente concreto, objetivo y público, colectivo, personal? ¿Qué sucede cuando unos mitos y creencias se tocan con otros y se crea un particular pasaje entre realidades?
Esto lo comparo con la realidades simultáneas que vivo del pan, la moto, jefe de seguridad, la lechoza, el reparto a domicilio, la liquidación de Rosi, etc. ¿Qué es lo real y posible?
Bueno, a veces uno quiere hacer gracias y le salen morisquetas. Como dije aumenta el conflicto y como no se hace nada nuevo no queda sino reprimir. Las superestructuras inhumanas como Rusia y GM ahora, no pueden sino desmoronarse como viejos dinosaurios incapaces de adaptarse a la nueva dinámica global y simultánea.
Hablamos de lo inhumano, de lo objetivo superpuesto hasta que no deja el más mínimo espacio para lo humano, libre, subjetivo. Eso no puede sino desmoronarse, desestructurarse, entrar en indeterminación, morir, No hay alternativa. Por otro lado tenemos que el 11, 12 y 13 renace de entre los muertos el presidente Chávez, uno más de tantos eventos inesperados e inéditos, sin explicación posible.
¿Cuándo suceden y por qué lo hacen? ¡Vaya ud. a saber! El hecho es que son símbolos de nuevos momentos como lo son las tiendas en Santa Bárbara. California y el desmoronamiento de la GM del final de lo viejo, de lo que no puede ya continuar, por mucho que hablen y prometan. (lo que es bueno para GM también lo es para EE.UU. Lo contrario también debe ser verdadero).
No son los sistemas los que viven, por mucho que hayamos llegado a creer que no podemos existir sin ellos, sin soluciones de continuidad económica. Son los seres vivientes, ellos son lo esencial y lo único que puede dar un nuevo paso, del resto solo hay automatismos, tropismos que solo saben repetir y continuar. Y eso se terminó, ya no es viable, no hay como seguir, ya llegamos a umbrales de tolerancia.
Michel Balivo
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En Venezuela decimos que cuando lo extraordinario se vuelve cotidiano estamos en presencia de una revolución. (Che Guevara citando a Lenin). Y tenemos motivos para decirlo. Es bueno recordar que el presidente Chávez hace diez años que se queja de tantas cumbres inútiles de mandatarios entre abismos de pueblos. Donde no se dispone más que de unos pocos minutos para hablar pese a tener que viajar, reunirse a espacio de amplios intervalos, con tanta problemática candente que tratar y decisiones urgentes que tomar.
Creo que fue en una reunión de la ONU, donde utilizando el recurso de dramatizar dijo “1 2 3, ya murió otro niño”. Aludiendo a que esos eran los temas que exigían tratamiento inaplazable, que la única guerra que merecía luchar aquí y ahora era contra la pobreza, analfabetismo, enfermedad, carencia de alimentos, contra la creciente insensibilidad, inmoralidad, falta de ideas, creatividad, contra la burocracia y corrupción.
Por si eso fuese poco, hay contados países que en esas instituciones tienen veto, es suficiente que uno de ellos se oponga para que lo que votan y acuerdan todos los demás sea invalidado. Y después se pretenden adalides de la democracia y liberadores de los pueblos. Cuando allí se reúnen solo para cumplir con el trámite de publicar una declaración previamente acordada, la usual foto y transmisión de TV, sin el menor debate, intercambio ni decisión significativa.
A esto podemos agregarle que hay quienes financian la mayor parte de esos gastos, y amenazan abiertamente con dejar de hacerlo si no se apoyan sus iniciativas. Para completar el cuadro de los acontecimientos que presenciamos, no podemos dejar de nombrar las excelentes instituciones represivas democráticas representativas con que contamos.
Ni olvidarnos de la iglesia católica, donde los fieles no tienen la menor opinión y los mismos sacerdotes no disponen de libertad de conciencia para creer a su modo, según su sentir en Dios, ya que la palabra del Papa o gran papá, es infalible. Es lógico que así sea, porque los sistemas de creencias son absolutamente incompatibles con el conocimiento de causas y la libertad de una conciencia para reconocer y elegir entre alternativas. Estas son las condiciones dentro de las cuales se incuban discriminaciones, delincuencias, corrupciones y violencias biológicas, personales, familiares y sociales de todo tipo.
Pesimismos, escepticismos, incredulidades en la posibilidad de cambios o mejoras. En medio de ello y también como resultante de la misma condición acumulativa, brota la revolución bolivariana como preocupación sensible de un grupo de personas, impulsada, desbordada por la explosión y masacre social del Caracazo.
Yo insisto en que para mi no tiene sentido tratar estos temas como algo ajeno a lo que uno vive todos los días en su casa, como padre-madre, abuelo-a, hijo-a o hermano-a. O en el trabajo como jefe-a o empleado-a, en la organización social o política como líder-esa natural, como imposición de intereses predominantes o simple subordinado-a.
No tiene sentido seguir insistiendo en posturas abstractas o ideológicas de supuesta imparcialidad, sobretodo cuando está cada vez más claro que la vida impone condiciones para la existencia personal y colectiva que es inevitable respetar. ¿Acaso podemos ser imparciales respecto al hambre, la enfermedad, la miseria, la muerte? ¿O es que ya las borramos del horizonte y no existen más?
Tiranuelos y déspotas que imponen sus condiciones y chantajean para conseguir lo que desean, los habemos en todos lados. Y lógicamente habemos de haber quienes cumplimos el papel de víctimas pasivas que han de aceptarlas y complacerlos temporalmente o no. Idealizar el paisaje externo y suponer que se puede vivir fuera de esta condición es sumamente ingenuo, cuando la heredamos, nacemos y crecemos dentro de ella sin alternativas.
Son justamente esas circunstancias las que nos llevan a desear, a ensoñar, a idealizar otras formas de vida, de organización social superadora de esta condición desagradable. Pero a su vez, no deseamos renunciar a la posibilidad de que otros obedezcan, hagan el sudoroso, sucio y repetitivo trabajo para que nosotros podamos tal vez vivir cómodamente, sin desagradables esfuerzos.
Por lo cual vivimos atrapados dentro de un tropismo de hábitos y creencias que o no reconocemos, o no estamos dispuestos o en capacidad, disponibilidad de cambiar. Mientras ensoñamos o idealizamos cambios que no se sabe muy bien como sucederán, como llegarán a ser ni quien los realizará. Por lo cual solo nos queda rezar y esperar un milagro de los poderosos, ya sea en el cielo o en la tierra.
Esta es la inercia o atmósfera emocional que hemos grabado en memoria, los pensamientos y conductas que cual rituales religiosos hemos heredado, practicado, experimentado, desarrollado y transferido de generación en generación. Tropismos o acumulaciones temporales por repeticiones en una dirección mental y práctica. A lo cual le llamamos historia, evolución, que se supone un flujo temporal desde el pasado o memoria hacia el futuro o imaginación.
Yo me lo imagino como cualquier ingenio o máquina desarrollada y construida, que al llegar a ciertas condiciones de aceleración por ejemplo, desarrolla una inercia que la vuelve incontrolable para su creador, constructor y conductor. Como un vehículo que corre a trescientos km/h que intente frenar veinte metros antes de llegar a un abismo.
En esas circunstancias solo nos queda la alternativa de abandonar la máquina y lanzarnos con la esperanza de dañarnos lo menos posible. La diferencia es que la máquina temporal o histórica, no solo es un apéndice mecánico del que podemos salirnos físicamente. Sino un conjunto de hábitos y creencias con poderosa carga en memoria, que a fuerza de alimentarlos han cobrado fuerza propia, operan sugestionando la conciencia, pasando desapercibidas sus reacciones.
“Salirnos de esa máquina” implica entonces desprogramar, dejar de creer, desidentificarnos de esa inercia némica, sicobiológica. En otras palabras han de acelerarse y cambiar las circunstancias habituales a tal punto, que nos desorienten, nos despierten del sueño del hábito y permitan caer en cuenta de la “normalidad”, ganando entonces alguna alternativa de cambio.
Es justamente a esas circunstancias a las que experimentamos como imposición y resistencia deseando cambiarlas. Pero en lugar de reconocerlas como una cultura y economía viviente, una temporalidad acumulada operante que se alimenta cada día de lo que sentimos, pensamos y hacemos; la consideramos, interpretamos y experimentamos en consecuencia, como una realidad objetiva que nos es impuesta por alguien o algo desde fuera y también ha de ser cambiada desde fuera consecuentemente.
Sin embargo solo se trata de energía, de contenidos sicológicos y corporales cargados por repetición, por hábito. Del mismo modo que nos dicen que tanto se repite una mentira que se convierte en verdad. Es decir, que le das la suficiente carga a un contenido para que tenga poder sugestivo sobre tu siquis y conductas.
Pero aún así, en medio de las reglas externas que se superponen cual delicadas pieles que ya no permiten respirar ni moverse a la intimidad, a la subjetividad, sucede de todos modos la explosión social y despierta una nueva sensibilidad, con la voluntad suficiente para cambiar la dirección del timón institucional nuevamente hacia el ser humano, es decir hacia la subjetividad fuente de todo sentimiento e idea de libertad, de todo elevado ideal y construcción social.
Y por supuesto ese intento de cambio de dirección, encuentra resonancia creciente y multiplicativa entre los que se sienten asfixiados, inmovilizados en un mundo de reglas y automatismos que no deja el menor espacio a la liberad de elegir, de expresar, conductualizar lo que sentimos y pensamos, a la creatividad.
Yo insisto en la similitud con los tiempos de Jesús el Nazareno, cuando decía que la clase social de los fariseos le imponía innecesario e interminable, insoportable yugo de reglas al pueblo, y pintaba en alegorías la posibilidad de dejar a cada día su quehacer, de no vivir preocupados por qué habremos de comer o vestir mañana.
¿Acaso el cuerpo no es más que el alimento y la ropa? ¿No viven de todos modos las aves y los lirios sin preocuparse por el mañana, no los sostiene de todos modos la vida, no comen y visten como uds. y mejor aún? No pueden imitar su espontaneidad por mucho que lo intenten y embellezcan con oro y piedras preciosas sus templos. Solo pueden ser natural y espontáneamente lo que son; uds. mismos.
Y hablando de templos, esta vez la semana santa coincidió con la celebración de la inédita liberación del secuestrado presidente Chávez por pueblo y ejército, en solo tres días. Se celebra también que justamente en esos días se dictó la primera condena de prisión, a algunos de los que participaron premeditadamente en aquella masacre.
Eso sucedió hace ya 7 años, los días 11, 12 y 13 de abril. No deja de ser otra coincidencia que el pueblo reconoce y festeja, diciendo que en tres días Chávez volvió o resucitó de entre los muertos, habiendo además impulsado la reconstrucción del templo moral de las instituciones. Y no es una simple alegoría, estuvo acariciando las manos y sintiendo en su alma el aliento de la que viste de negro. Promulgó la asamblea constituyente y la reforma de la constitución por referendo popular, otro hecho inédito en la democracia venezolana, creo que mundial.
Creo que hasta los gallos están confundidos, anoche entre sueños los escuché cantar. Cuando alboreaba el día y medio adormecido aún salí al jardín, lo primero que vi fue una luna casi transparente suspendida en el cielo. Supongo que en ese estado bastante confuso entre lo que ensueño y lo que creo percibir fuera de mí, en el mundo, vivían nuestros antepasados.
Incontables milenios ha, las imágenes míticas flotaban en un mundo que no era muy claro si eran reflejos de la mente humana, realidades celestiales o cosas en el mundo. Así, para épocas cronológicas que creíamos correspondían a humanoides casi primates, hemos encontrado hermosas pinturas en cavernas, interpretándolas de variados modos pero no pudiendo evitar la sorpresa.
Dos mil años atrás poco más o menos, uno de esos mitos se encarnó en la historia, se personalizó en la vida de un ser humano en Nazaret. Aún hoy no disponemos de datos ciertos para estar seguros si fue o no un hecho histórico ni cuanto de ello sucedió y se experimentó, o cuanto fue alegorizado para completar desde memoria esos milenarios contenidos míticos.
Pero milenio tras milenio, generación tras generación, los mitos se han ido concretando, materializando, encarnando, cobrando formas de pensamiento, creencias, hábitos conductuales. Modelos económicos y culturales, constituciones y leyes que organizan nuestras energías creativas, productivas. Sofisticados y poderosos ingenios tecnológicos, instituciones históricas con y dentro de las cuales vivimos hechizados, atrapados.
Y aquél espacio mental, donde brotaban y fluían las poderosas fuerzas y contenidos míticos, los movimientos de las divinidades y sus hijos los héroes y semidioses, de un modo que hoy desde nuestra mentalidad racional nos resulta casi imposible imaginar, y menos aún creer y experimentar, se ha convertido en una suerte de mundo conocido, reglamentado, pesado, rutinario, aburrido.
Recorrido por satélites que informan de lo que sucede “hasta en sus más oscuros rincones”. Donde nuevamente solo nos queda rezar y creer, esperar que de algún modo difícilmente predecible algo suceda o cambie. Claro que para las creencias la difícil predicción y control de factores, no es una preocupación ni un problema.
Justamente, es evadiendo el excesivo control y represión de las estructuras anquilosadas de la historia que soñamos, deseamos creer, y en su defecto nos drogamos o alcoholizamos, perseguimos ensueños sexuales. Erotizamos a ese mundo sin salida convirtiéndolo en el objeto o supermercado de un gran deseo, ya que no encontramos alternativas viables de cambio.
Así pues en un mundo donde nos movemos alternativa y/o cíclicamente entre supuestas subjetividades y objetividades, de todos modos vamos dando pasitos. No olvidemos que todos los días, nos guste o no hemos de soltar y abandonar el nivel de vigilia, para pasando por los ensueños sumergirnos en el sueño y volver a transitar el mismo camino hacia la luminosidad de la “concreta y controlable vigilia”.
Vamos ganando paso a paso en conciencia y conocimiento, en sensibilidad, en organización. Deseando seguridad y control unas veces, y libertad de modelos que se van volviendo demasiados estrechos, que nos asfixian e inmovilizan otras. Los cambios van sucediendo también, aunque no sepamos ni podamos explicar muy bien cómo.
Y poco a poco, pareciera que desesperadamente lentos en estas coyunturas, vamos construyendo colectivamente un modelo mental que conecte y puentee más apropiadamente la gran movilidad, velocidad e intensidad íntima, con las limitaciones que nos impone nuestro cuerpo natural y los modelos económicos y culturales, en torno a cuyas necesidades vamos organizando, construyendo. Interpretando todo ello como “una realidad externa”.
Ahora estamos nuevamente en tiempos de la extinción de los dinosaurios. Las condiciones climáticas, a las que se suman las históricas, se aceleran y alteran fuertemente otra vez, y las superestructuras especializadas, anquilosadas, no pueden dar respuestas adaptativas a la velocidad y complejidad que las nuevas variables que entran en escena lo requieren y exigen.
Se desmoronó la superestructura de la Unión Soviética y ahora le toca a la occidental. Dicen que lo que es bueno para la GM también lo es para los EE.UU., así que lo contrario también debe ser cierto. La simultaneidad de la fuerza de hechos desencadenados nos hace una civilización global, que va de lo regional a lo planetario.
No serán las instituciones nacionales o globales, ni sus hábitos y creencias, sus superestructuras anquilosadas las que tengan la amplitud y flexibilidad de adaptarse a las nuevas condiciones crecientemente imperantes. Por mucho discurso mediático que contamine la atmósfera, ha de ser de los seres vivientes de donde broten esas respuestas simples, sinceras, creativas, que vayan directo al grano sin la intermediación de viejas y excesivas cuentas de intereses, a los que solo les resta aceptar morir.
Allí tenemos al presidente indígena de Bolivia y a muchos grupos sociales haciendo ayuno para influenciar la siquis y sensibilidad colectiva, como en sus tiempos lo hicieron Ghandi y el pueblo indio para influir al otrora imperio inglés o británico. Allí está la gira del presidente de Venezuela haciendo concretos planes anticrisis para diez años, con los países árabes y asiáticos.
Ahora viene la Cumbre del ALBA, y la de las Américas con la asistencia del presidente de EE.UU. también. Pero ya no se trata de expresión de buenos deseos e intenciones para algún momento futuro, sino de adaptación a las exigencias del imperio de las circunstancias. Ya no se trata de más imposición, control y represión de grandes bloques institucionales.
Sino de las mínimas condiciones para realizar en paz, la transición hacia el renacimiento de la llamada subjetividad o alma humana, que no es otra cosa que la fuente de todo impulso libertario y creativo. En mi opinión es en esa dirección que evolucionan e imprimen dirección los eventos. Reconocer o no esa condición será lo que haga la diferencia.
¿Qué es la realidad? ¿En qué mundo vivimos? Esta crisis global, esta coyuntura histórica nos da la posibilidad de una nueva mirada, un nuevo acercamiento. Hasta ahora ha habido conversaciones rudimentarias y sin ningún o muy pobre y lento efecto en las políticas económicas, humanas, sobre la función que la siquis, la conciencia juega en esa realidad.
Como sabemos es la acumulación de experiencia y conocimiento la que va posibilitando cambios. En la experiencia podemos reconocer aciertos y errores. ¿Por qué? Es de suponerse que porque contrastamos los resultados de nuestra creencias e intenciones con como repercuten en nuestro cuerpo y siquis.
Lo que sucede y hacemos, nos duele, nos ocasiona sufrimiento mental, violencia íntima y social, ameritando reconocimiento y cambios de tal error de interpretación y conductas. O nos gratifica, resulta placentero, genera creciente y superador bienestar de condiciones mentales y biológicas. Y por tanto amerita afirmar esas visiones y direcciones de acción.
Vivimos más que nunca entonces en una sociedad del conocimiento, que nos permite intencionar, prevenir dentro de los marcos de conocimiento disponible, corregir eventos generados por errores, afirmar y desarrollar direcciones de aciertos experimentales.
A tal punto vivimos en una sociedad del conocimiento, que los errores de explotación de otros o las concentraciones crecientes en cada vez menos manos de la plusvalía del trabajo, junto con el malestar social que van acumulando y las alteraciones de gobernabilidad que ello provoca, pueden ser hoy provocados intencionalmente para estimular la continuidad del mismo mal opresor, generador de dolor y sufrimiento mental personal y social.
Gracias a la revolución económica y cultural, a la propiedad de los medios de comunicación y la financiación de grupos desestabilizadores, se puede hoy estimular y reproducir el mismo malestar que antes se generaba a ciclos más lentos de acumulación.
Lo cual nos pone ante las circunstancias de que reaccionamos a creencias y hábitos de lo que ya sucedió, pero sin el discernimiento para reconocer quién, como y para qué lo genera. En consecuencia somos fácilmente manipulables. Basta entonces con que nos señalen por el mismo método, el culpable de todos nuestros sufrimientos.
Sin embargo, desde un punto de vista histórico es solo algo situacional, aunque pueda tomar unas décadas más, los niveles de tensión, violencia y sufrimiento personal y social no se resuelven, continúan acumulándose, increscendo al no corregir aquello que los genera, al no desactivar su fuente. Y al llegar a umbrales de tolerancia, inevitablemente estallarán.
Porque no somos seres abstractos, mentales solamente, sino también biológicos que existen en un mundo natural, en un ecosistema de interdependencia estructural, del cual dependemos para satisfacer nuestras necesidades. Y tanto nuestros cuerpos como nuestras mentes tienen umbrales de tolerancia, umbrales que justamente nos señalan el dolor y el sufrimiento mental.
Y más allá de ellos comienza la desintegración sicobiológica y por supuesto la desestructuración social. La existencia entonces, la vida no es algo fijo como nos da la impresión y creemos. Sino un dinámico proceso de adaptación personal y colectiva creciente o decreciente, del cual nuestra historia nos da testimonio de avances y retrocesos.
Ahora bien, hace ya mucho tiempo que sabemos que nuestra forma de vida consumista y derrochadora, no es viable en un ecosistema que no reproduce los ciclos de reciclaje de materias primas necesarias a la existencia, al ritmo que las estamos consumiendo y que continúa creciendo pese a que lo sabemos.
Hubo que esperar que estallara ya en la siquis y los cuerpos la debacle económica global del modelo, para que los hábitos y creencias se dispusieran o dignaran comenzar a hablar de un cambio de modelo, pero continuando la inyección de papeles sin respaldo real al mismo sistema financiero que produjo la catástrofe.
Hace tiempo que sabemos que estamos jugando a la ruleta rusa al imprimir dinero sin respaldo, al desregular los capitales financieros, jugando al libre mercado de comprar y vender paquetes accionarios de aire, que hoy ya superan en diez o veinte veces la producción real que paradójicamente disminuye su ritmo, es decir, se desaceleran las economías.
¿Qué haremos ahora? ¿Esperar a que otros mil, dos o tres mil millones de seres humanos ya no puedan satisfacer sus necesidades, y el delicado equilibrio del ecosistema colapse para comenzar a hablar de que el sistema de explotación, parasitación humana y natural es inviable para la continuidad de la existencia tal cual la experimentamos y conocemos?
Por eso pregunto, ¿cuál es la realidad, en qué mundo vivimos? ¿En uno de experiencias inmediatas, donde el conocimiento solo está al servicio de la continuidad de la inercia de hábitos y creencias acumulados? Si es así entonces reconoceremos el dolor de la desintegración sicobiológica, cuando ya sea demasiado tarde para reaccionar cambiando de dirección los eventos que hacia ello nos conducen. Algo así como un cáncer.
Pero si la siquis y su producto el conocimiento, tienen verdaderas funciones intencionales, si frente a los eventos que hemos generado podemos reconocer los hábitos destructivos. Si tenemos la capacidad de reconocer la vida como un proceso o ejercicio dinámico, como un delicado equilibrio inestable de adaptación-desadaptación creciente.
Entonces tenemos la posibilidad de reconocer esos hábitos destructivos y comenzar un proceso de intento de corrección de su dirección, de ese desvío histórico. Eso claro está implica un despertar de la conciencia del sueño de sus creencias y automatismos, una desidentificación, una activación de su tono vital y velocidad de adaptación creciente a las exigencias de la velocidad y fuerza de los hechos desencadenados.
En Venezuela por ejemplo hace diez años que venimos con mayores o menores aciertos, intentando corregir esa dirección inviable, que reconocemos por experiencia sufrida en carne propia que nos lleva directo al abismo. De hecho, como he dicho varias veces, el Caracazo, una reacción popular a la imposición de un paquete de medidas neoliberales impuestas por el FMI, que fue respondida masacrándola, fue el disparador para la posterior y frustrada rebelión militar que llevó al Hoy presidente Hugo Chávez a la carcel.
Está claro entonces por qué caminos íbamos y cuales hubiesen sido las consecuencias de continuar por ellos. Por lo cual se lanzaron humildes direcciones nacionales e internacionales de entendimiento y colaboración en todos los ámbitos. Iniciativas extrañas para ese momento de hábitos y creencias donde todo se basaba, donde solo se pensaba en la mayor ganancia de cada persona, grupo económico o país.
Extrañas para esa mentalidad, pero sin embargo ajustadas a la experiencia y conocimiento de que disponíamos y las variables o tendencias que nos permitía prever y prevenir. Gracias a ello hoy ya hay direcciones de hechos alternativas en pleno funcionamiento, que permiten ir corrigiendo gradualmente ese desvío histórico de las leyes de la existencia.
Ya sabemos que lo que tienda a la complementación, al intercambio recíproco, justo, al uso moderado y eficiente de fuerzas, recursos, materias primas, al respeto de las leyes del ecosistema, es decir lo que propicie el crecimiento simultáneo de todas las funciones interdependientes del organismo mayor que posibilita la existencia, será lo que pueda adaptarse a las condiciones y exigencias de este momento, dando un nuevo paso evolutivo.
En ese sentido las leyes físicas y morales, son y actúan como una sola en este momento. No son principios que puedas elegir respetar o no, sino reglas ineludibles para la continuidad de la existencia. Eso es así porque vivimos ya en una civilización global, planetaria, donde todo interactúa o reacciona en simultaneidad, en cadena.
Estas circunstancias coyunturales que exigen una ruptura con la lenta y difusa vitalidad, velocidad de respuesta del momento anterior, con la inercia de tal tropismo histórico, hace que lo que en ese entonces fuera considerado subversivo, reprimido, combatido, hoy entre por las puertas de lo crecientemente aceptado y se convierta en la solución disponible.
De hecho en Latino América, se multiplican como “mala hierba” los gobiernos democráticos que en diferentes grados y según sus circunstancias particulares, tienden a corregir las direcciones de explotación y parasitismo social nacional e internacional, que nos han traído hasta esta encrucijada vital.
Indios, mujeres, sacerdotes, militares, guerrilleros, etc., son variada representación de lo que hasta ayer se consideró y trató como respuestas populares antisociales, reprimiéndolas sin la menor consideración ni sensibilidad. La burbuja mental, sicológica dentro de la cual hemos vivido choca con las condiciones reales, vivenciales de la existencia, estallando y dejándonos sorprendidos ante la fuerza y velocidad de los eventos que presenciamos y sufrimos.
Este es el contexto que es necesario reconocer, como la condición del proceso cotidiano inevitable de transición o cambio que nos toca intentar. Inútil y fuera de tema resulta el seguir preguntando y dando respuestas puramente teóricas, intelectuales. Porque ahora se trata y es la estructuralidad, intensidad y velocidad de la vida la que está en juego.
Y por tanto la exigencia se amplía a las emociones, vísceras cuerpos, conductas, que son seriamente afectados por los acontecimientos. Antes o después, revolucionarios y contrarrevolucionarios, gobiernos u oposición, habrán de entender que no son ya conflictos, predominios o privilegios grupales a resolver, sino exigencias de continuidad de vida, dentro de las cuales estamos todos, nos guste o no incluidos.
Creo que en “Crisis es el nombre del cambio” introduje nuevos conceptos que acercan lo intelectual, la mirada, a la sustancia de los eventos que nos toca vivir. Cuando menos eso es lo que siento, la sensación que me queda. Se trata básicamente de eventos desarrollados, extendidos, cuantitativos, de difusa movilidad y vitalidad.
De una imagen ingenua u poco desarrollada del mundo, que se va ampliando, enriqueciendo, asociando, cargando, hasta formar una visión de gran complejidad, que es una construcción histórica, una acumulación generacional, una inercia temporal. En ese sentido hemos traído a ser visualmente al mundo, lo hemos sacado de la simple naturalidad de los sentidos.
Hemos revelado su negativo, hemos tejido un horizonte temporal donde los eventos se encadenan linealmente en memoria, un acontecer que se supone viene de un pasado y marcha hacia un futuro. Nada de eso sucede ni es perceptible a nivel de sentidos, solo es un encadenamiento mental, una inercia némica acumulada y construida, una interpretación con cierto grado de operatividad demostrado.
Pero la sensación esencial de todo el desarrollo, es que eso acumula y dispone la carga y la imaginería, las conectivas para que los eventos que otrora requerían muchas generaciones y siglos para manifestarse, experimentarse, ahora pueden suceder y vivirse en una vida personal, en una generación. Eso es una revolución, una aceleración del tiempo, del ritmo de eventos históricos, concebido como evolución.
Si esto es así, entonces la revolución sicológica es condición necesaria para que esto suceda y ha de ser estructural con la económica y cultural, aunque sea el último elemento que se manifieste y/o reconozca. Hasta aquí la cosa puede ser ingenua y desapercibida, en el mismo sentido que los golpes de estado y los desórdenes, la ingobernabilidad, sucedían sin necesidad de conocimiento.
Sin embargo hoy se los reproduce y exporta intencionalmente, virtualmente podríamos decir. Pero, ¿es apropiado ese término de virtualidad? Porque reconocer y estimular el componente sicológico de todo acontecer no es agregar nada virtual, sino simplemente usar intencionalmente, con conocimiento de causa los elementos existentes pero desapercibidos.
Es dar un paso más allá de lo ingenuo y operar intencionalmente. Eso es exactamente lo que hacemos cuando planificamos a mediano y largo plazo. Disponemos de los datos necesarios para poder reproducir condiciones, dentro de cuyo marco hacer suceder eventos cuyas conectivas hemos reconocido.
Eso es lo que hemos hecho desarrollando un horizonte temporal, organizando una compleja imagen del mundo, que obviamente no percibimos a nivel de sentidos, sino que es una construcción y representación mental, imaginaria, apoyada en memoria, cargada generación tras generación, con cierto grado de operatividad comprobada. Es decir, una visión conductualizada. Un modo de relacionarnos con o estar en el mundo.
Yo digo que es esa construcción histórica, esa acumulación de carga generacional, la que hoy propicia y posibilita la aceleración, velocidad e intensidad de los eventos. Del mismo modo que los medios de comunicación, Internet, propician y posibilitan que lo que sentimos y pensamos fluya a gran velocidad sin limitaciones de espacio ni de tiempo, es decir, comunicarnos en lo que llamamos tiempo real. (espacio virtual).
Para ello hace falta un vehículo que ponga en movimiento lo que escribimos, lo que decimos, lo que vemos, lo que cantamos, dibujamos. Ese vehículo es Internet, del mismo modo que el cuerpo, sus funciones, órganos y sentidos, son el vehículo para que la siquis, la mente perciba y se exprese en el mundo.
Estos vehículos son entonces conectivas posibilitadoras, que superan las dificultades iniciales de comunicación, las limitaciones de sentidos y movimiento que organizamos y experimentamos cual espacio-tiempo, cual resistencias a la velocidad e intensidad de la intimidad. Cual deseo de superar esa ausencia física del otro que en un momento está y luego ya no nos resulta perceptible.
He ahí la íntima y desapercibida, ingenua conectiva entre lo que sentimos, tememos, deseamos y hacemos. El tácito móvil de nuestras creaciones e ingenios tecnológicos. El abismo diferencial de velocidades entre los sentidos internos, íntimos, que nos informan del movimiento o motilidad de la siquis o intracorporal.
Y los sentidos externos que lo hacen de la movilidad de las formas perceptuales visuales y táctiles, de la materia física, de las cosas medibles y contables, de las cantidades del mundo para las cuales organizamos el C.G.S., (Centímetros, gramos y segundos). Del movimiento del cuerpo en el mundo.
Y del horizonte temporal que es el vehículo organizado para intermediar ambos ámbitos, cual conectiva entre ese diferencial de velocidades o respuestas al mundo interno y externo. A ese vehículo o conectiva operativa, a ese intento o superestructura intelectual, ideológica, teológica, filosófica, algunos le llaman doble energético, otros copia.
Pero lo interesante es su posibilitación operativa, coherente o desfasada, entre el adentro sicológico, intangible, y el afuera físico, medible, objetivo, organizado en formas de conciencia y reproducible voluntariamente cual operativa controlada de elementos y variables. Ese vehículo y/o conectiva es el que posibilita la aceleración o desaceleración de eventos.
En otras palabras la concentración o difusión de energía síquica, vitalidad. Es como dije mentación, ritmo, coherencia o desencaje entre lo pensado y visto y lo hecho, es decir acierto o error, frustración del intento, de la desproporcionada expectativa. Y ese sistema de tensiones e imaginería es sintetizado emocionalmente como clima o atmósfera global, estructural.
A lo cual podemos llamar acción de forma del ámbito, y establece un tono de trabajo de las funciones, una economía sicológica unitiva y creciente o contradictoria y desintegradora, mortal. Este doble y su estado alterado o equilibrado, tiene armónicas musicales, poéticas, religiosas. Por eso se dice que estamos colectivamente en una etapa sicológica pre-religiosa.
Necesariamente ha de haber una relación entre lo cuantitativo, acumulativo, colectivo, los grandes números, lo ingenuo, lo que me o nos sucede. Y lo cualitativo, intencional, lo que puedo prever y reproducir a voluntad, lo personalizable y manejable.
Hoy que vivimos en un mundo de información y que reproducimos los hechos de la revolución económica y tecnológica, que acumulamos experiencia e información para acelerar los lentos tiempos cíclicos. No es extraño que también podamos reproducir, estimular, inducir los descontentos necesarios para alterar el equilibrio social y la gobernabilidad.
Todo es parte de la intencionalidad que nos ha llevado a tecnologizar todos los deportes y eventos culturales y volverlos materia comercializable, medible, intercambiable. Es justamente ese logro, lo que hoy nos permite reconocer todo ese trasfondo cosificante que superpone reglas, que pretende regular todo lo existente y aviva la llama de nuestro deseo de libertad sacrificado en nombre del manejo, la previsión, la seguridad.
Hoy nos toca encontrar un equilibrio entre ambas funciones, entre lo conocido y lo por conocer, entre la libertad y lo regulado. Yo no creo que haya problema en poder manejar las cosas del mundo y simplificar las tareas que exigen esfuerzo, inclusive automatizarlas totalmente, como hicimos con las calculadoras, computadoras y robots de producción en cadena.
El problema está en hipnotizarnos con ello, sacrificando nuestra subjetividad que es pura libertad y capacidad creadora, de la cual todo este mundo moderno ha surgido, ha sido organizado, ha sido parido, ha venido a ser. Esa es la atmósfera supersticiosa y prehistórica que ahora nos toca superar.
La esclavitud se representa arrodillada y cabeza mirando al piso, con servil temor y resignación, mientras que la libertad indómita y erguida mira hacia arriba, hacia el inmenso cielo, se expande en el infinito espacio, y mira a los ojos de quien se relaciona, de frente, con firmeza o amabilidad, solidaridad, calidez.
En la religión se combinan y sintetizan ambas posturas, y el conocimiento objetivo termina también siendo una cárcel de la subjetividad, del espacio manifestado en formas y regulaciones. En la magia se expresa la primitiva rebeldía al sometimiento, al dogma, al resignado y servil temor, que desembocará en el pensamiento científico, en los mecanismos de vigílica reversibilidad.
No está demás preguntar de donde sale la grandeza, la eternidad, la belleza, el éxtasis. Porque con decir que es un sentimiento infantil o supersticioso, no se explica ni reconoce su origen, no se resalta que la mente humana es su fuente y que nada de eso existe en el paisaje externo, sino que viene a ser y es proyectado por los anhelos de la intimidad, que da testimonio de si en las formas que la conciencia humana organiza, con la información de sentidos externos e internos.
También se me ocurre preguntar que pasaría, si cultiváramos la alegría y la risa, o la tristeza y el llanto independiente de las circunstancias. Tal vez entonces creciera la risa o el llanto y podríamos reír a carcajadas de la muerte o lo que fuere que sucediera, o llorar porque alguien nos convida con un jugo de alguna cosa, es decir, por cualquier cosa. Porque no serían las cosas los motivos, sino los estados de ánimo cultivados.
Es una lógica diferente a considerar, la inercia anímica o emocional que sintetiza las respuestas intelectuales y motrices, al adentro y al afuera, la dinámica global de la economía síquica, su tono de trabajo de las funciones que es independiente de circunstancias situacionales, en otras palabras su inercia, su tropismo, su continuidad, que es la verdadera medida e impulso de la conciencia para intentar mantener el equilibrio.
En ese sentido pensaba en relaciones íntimas, sin normas externas, con libertad y espacio para que algo nuevo suceda. Y se me ocurría la del picaflor, que ha ido ocupando lugar en nuestra conciencia, intención, vida. ¿Cómo ocurre ese incremento, esa intensificación? ¿Por simple aumento de interés, atención? ¿Es entonces el interés, la intención y/o dirección atencional, energética, imaginativa, creativa, pura fuerza magnética que atraviesa ese abismo diferenciador adentro-afuera o sentir-ver-mirada?
Uno diría que si, porque en todo aquello que uno pone su interés y atención surge un vínculo muy particular, como cultivar flores o tener animalitos. De otro modo no sientes nada al respecto. Otro ejemplo es la especialización sutil y precisa de sentidos al estudiar y practicar enología. De otro modo no tienes aparatos desarrollados para esas actividades.
Claro que no es lo mismo que se aparezca un colibrí con solo pensarlo y sentirlo, escribir sobre él, que te enfrente y baile ante ti, que haga su nido y empolle en tu mango, que comience a ocupar cada vez más lugar en tu jardín y huerto. Está claro que desarrollas y especializas herramientas para aquello que te interesa, atiendes, disfrutas. Que lo vas incorporando y se convierte en parte de ti, de tu ser, de tu conciencia-mundo.
Supongo que entonces se trata de reconocerlo y desarrollarlo concientemente, de elegir qué y como quieres que crezca. De que lo que parece que simplemente sucede, como las emociones o las pasiones, se reconozcan armónicas cultivadas, inercias acumuladas, que también se desarrollan, crecen, se especializan como concomitancias estructurales de aquello en que ponemos o sugestiona, toma, direcciona nuestra energía-atención.
En principio sin duda es la sensibilidad, los gustos-disgustos los que orientan la conciencia y sus reacciones hacia los objetos del mundo, y sin duda rigen las asociaciones entre objetos y van configurando un mundo selectivo, donde unas cosas entran y las otras están presentes por el rechazo y la defensa preventiva.
Pero vamos perdiendo movilidad y alternativas de elección, vamos ganando fijeza y la mirada se va puntualizando, cosificando, objetivando, conociendo tensamente, se siente y piensa de modos fijos y desapercibidos, sin mayor movilidad ni alternativas de que algo nuevo entre en escena. En ese punto es que hay que enfocar los tonos o atmósferas, climas emocionales.
Que son los condicionadores globales, los que propician apertura, movilidad, espacio, ampliación, vuelo, o lo van reduciendo, determinando. Desde la conciencia son las funciones las que tienes tendencias, preferencias, limitaciones, resistencias, prioridades. Las que se desarrollan, especializan o son sustituidas por otras con mayor inercia.
Pero en general todo funciona igual, y es la estructuralidad la que nos libera de las aparentes contradicciones y dilemas insuperables entre el espíritu y la materia por ejemplo, entre si fue primero la gallina o el huevo, si es más importante la acción o el pensamiento. El tema parece ser más bien el recuperar la capacidad de dar dirección elegida a la atención-energía.
Y eso parece tener que ver con un tono emocional de movilidad, de alegría, de equilibrio, de apertura, como propone Silo el tono poético como trasfondo posibilitador de lo paranormal, de fluidez del movimiento, relación, interconexión. Desde allí uno se puede mover con libertad o facilidad en cualquier dirección, no experimenta fuertes fijaciones no resistencias.
La carga está bien distribuida, los contenidos interconectados sin abismos de apego-rechazo, no hay fundamentalismos, dogmatismos a la base de la construcción de imágenes, no hay alteración del estado de la conciencia, fuertes sobre tensiones o temores-deseos que exacerben a catarsear. Y por tanto el mundo no se convierte en sus objetos.
Es importante entonces comprender ese estado de movilidad, amabilidad, como centro de gravedad de la educación que se reproduce desapercibidamente y opera cual condición de todo aprendizaje. Desde allí se aprende más y mejor, se maneja estructuralmente la información. Y por tanto la educación ha de atender a propiciarlo, mantenerlo, en el mismo grado que propicia la absorción de conocimiento.
Porque en última instancia uno u otro tono son los que se reproducen, y de allí eso de que “la solución es el problema”, es decir en la inercia de memoria, en el tono global está el encadenamiento. De allí también las asociaciones entre emociones y olfato, así como las armónicas musicales.
Faltaría agregar entonces, que así como se asocian y traducen el aleteo de una mariposa con la respiración, también puede asociarse un tono emocional alegre, sutil, con un picaflor y sus movimientos, vuelo, colores. A ese tipo de asociaciones y traducciones de tono, movilidad, espacio bajo, medio o alto, se le podría llamar perfectamente sincronicidades.
Entonces las sincronicidades podrían cultivarse, desarrollarse, especializarse como cualquier otra función, estado mental, clima o tono. Y por supuesto sus objetos estarían asociados de modos muy diferentes. Pero lo que realmente importa es que cada nivel pone su condición o acción de forma, y por tanto sus objetos. Todo eso es estructural.
Estamos fijados en un momento o instancia síquica y se trata de dinamizarlo, de darle movilidad y soltura como un todo, de darle fluidez, y no de querer esto o lo otro. Lo que importa es el tono o dirección sentida creciente o decreciente.
Ese es el verdadero centro de gravedad, lo único que realmente merece y ha de atrapar la atención, es una fragancia, un sutil y volátil aroma, una nota o armónica musical que constela todo el resto, un mundo completo a manifestar como su objeto. Ese es el reino de los cielos a buscar, que trae todo por añadidura. Es espacio y su movimiento.
Mito, historia, colectivo y personal, realidad plástica, mental, la materia prima de la realidad. Eclipse mental.
El gallo confundido canta en la noche. Me despierta la claridad, me asomo al jardín y veo la luna suspendida en el cielo, casi transparente. Mis sueños se mezclan con los casilleros de realidad diurna, vigílica, no estoy muy seguro de donde comienza o termina una y la otra. ¿Duermo, estoy despierto? ¿Es hoy, ayer o mañana?
Hay quienes piensan que, tal vez porque la realidad es o la volvemos lo suficientemente anodina, es necesario tejer con nubes y arco iris, con amaneceres pasteles y auroras boreales una realidad de mayor elevación y luminosidad. Por eso hay momentos particulares donde una realidad mítica se encarna o personaliza históricamente y surge un Jesús que implesiona un mito o historia divina en una conciencia o personalidad humana.
Eso requiere condiciones muy particulares, amplias y difusas, donde lo aparentemente concreto de todos y cada día se desdibuje al punto de aceptar esta particular fusión entre lo de arriba y lo de abajo, normalmente muy bien definido e irreconciliable. Así sucede en estas fechas donde lo inédito históricamente se fusiona con lo mítico de la semana santa y Chávez resucita de entre los muertos al tercer día, destruye y reconstruye el templo político, democrático, constitucional.
“El pueblo”, un personaje casi tan amplio y difuso como “la vida”, que por sus características pueden ser sujetos de cualquier verbo y significar casi todo y nada, protagoniza la inédita liberación de su presidente y restauración democrática tras el golpe de estado. Y por esa misma llegada de un golpista a la presidencia democrática, lo prohibido y antisocial se convierte en heroico.
Se abre la puerta entre lo antisocial y lo heroico, y todo lo oscuro pasa por ellas iluminándose, coleándose en la normalidad, mezclándose los hijos de dios con los del diablo. Es así como llega a ser de repente posible que surja una voluntad para traer el sueño de los pobres a la vida, de hacer que los que lloran encuentren consuelo, vean y experimenten al escurridizo e impersonal dios de sus antepasados y sueños.
También hacen posible así, que se desenmascaren, muestren y sean vistos los intereses que por siglos lo hicieron imposible. ¿Qué puede suceder en estos momentos tan particulares donde lo mítico se confunde, se desdibuja al punto de tocarse con lo carnal e histórico, lo supuestamente concreto, objetivo y público, colectivo, personal? ¿Qué sucede cuando unos mitos y creencias se tocan con otros y se crea un particular pasaje entre realidades?
Esto lo comparo con la realidades simultáneas que vivo del pan, la moto, jefe de seguridad, la lechoza, el reparto a domicilio, la liquidación de Rosi, etc. ¿Qué es lo real y posible?
Bueno, a veces uno quiere hacer gracias y le salen morisquetas. Como dije aumenta el conflicto y como no se hace nada nuevo no queda sino reprimir. Las superestructuras inhumanas como Rusia y GM ahora, no pueden sino desmoronarse como viejos dinosaurios incapaces de adaptarse a la nueva dinámica global y simultánea.
Hablamos de lo inhumano, de lo objetivo superpuesto hasta que no deja el más mínimo espacio para lo humano, libre, subjetivo. Eso no puede sino desmoronarse, desestructurarse, entrar en indeterminación, morir, No hay alternativa. Por otro lado tenemos que el 11, 12 y 13 renace de entre los muertos el presidente Chávez, uno más de tantos eventos inesperados e inéditos, sin explicación posible.
¿Cuándo suceden y por qué lo hacen? ¡Vaya ud. a saber! El hecho es que son símbolos de nuevos momentos como lo son las tiendas en Santa Bárbara. California y el desmoronamiento de la GM del final de lo viejo, de lo que no puede ya continuar, por mucho que hablen y prometan. (lo que es bueno para GM también lo es para EE.UU. Lo contrario también debe ser verdadero).
No son los sistemas los que viven, por mucho que hayamos llegado a creer que no podemos existir sin ellos, sin soluciones de continuidad económica. Son los seres vivientes, ellos son lo esencial y lo único que puede dar un nuevo paso, del resto solo hay automatismos, tropismos que solo saben repetir y continuar. Y eso se terminó, ya no es viable, no hay como seguir, ya llegamos a umbrales de tolerancia.
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LPyC/23/04/2009
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