LA DECLARACION FINAL DEL G-20 PONDRA DISTANCIA DE LA ACTUAL POLITICA, DIJO CRISTINA
La presidenta argentina adelantó que se limaron asperezas entre países centrales. Fuerte apoyo al rol del Estado.
-La presidenta argentina adelantó que se limaron asperezas entre países centrales. Fuerte apoyo al rol del Estado.
Por David Cufré
Desde Londres
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Encuentros protocolares y debates previos a la Cumbre del G-20.
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Los presidentes de los países del Grupo de los 20 ya no tienen tiempo para mostrar sus diferencias en público. Lo hicieron hasta minutos antes del inicio de la cumbre en esta ciudad, marcado por una recepción que la reina Isabel II ofreció ayer por la tarde en el Palacio de Buckingham. Hoy están obligados a mostrar que el encuentro fue valioso para empezar a poner orden a una economía mundial desencajada. Ninguno está en posición de arriesgarse a un paso fallido en Londres que podría actuar como efecto boomerang, agravando la crisis. Los mandatarios tuvieron su primera reunión de trabajo luego del saludo a la reina. Fue una cena en Downing Street, en la residencia del primer ministro británico, Gordon Brown. Tras ello, Cristina Fernández de Kirchner contó a la prensa que se habían limado diferencias y que Estados Unidos e Inglaterra, por un lado, Francia, Alemania y el resto de Europa, por el otro, ya no lucían tan antagónicas como antes. La posición argentina es cómoda en ese debate porque impulsa tanto el activismo fiscal de los primeros para sacar a la economía del pozo como el reclamo de nuevas y contundentes regulaciones de los mercados financieros de los segundos. Su mayor interés pasa por otro lado: la reforma del FMI, y según dejó trascender la delegación argentina, la versión final del documento del G-20 habría corregido aspectos que anteayer llevaron al Gobierno a anticipar que así como estaba redactada, la declaración de la cumbre sería rechazada.
“Las medidas que adoptará el G-20 significarán un evidente fracaso del neoliberalismo”, adelantó la Presidenta luego de la cena con sus pares. Reconoció que el documento final no lo expondrá de esa forma, pero lo dejará en evidencia con las acciones que llama a encarar. “Hablar de la expansión del gasto público es hablar del Estado aunque no se lo mencione, hablar de los planes del estímulo es hablar del Estado aunque no se lo mencione, hablar de la necesidad de regulación del sistema financiero mundial es admitir el fracaso de la supremacía del capitalismo financiero, criticar a los paraísos (fiscales) es admitir el fracaso de ese no control”, detalló Cristina el contenido de la declaración.
En el discurso, el G-20 irá más allá de lo que se había animado a plantear en la cumbre anterior de mediados de noviembre en Washington. En aquel momento la crisis lucía muy grave, pero no había alcanzado la profundidad que exhibe ahora y que tiene a los gobiernos centrales muy preocupados por sus consecuencias. Uno de los temores que viene creciendo –según relataron a este diario funcionarios argentinos que participan activamente de las reuniones de trabajo a muy alto nivel– es que Estados Unidos entre en una fase de estancamiento al estilo japonés. Es decir, que demore todo este año en estabilizar el barco –empezando por el sistema financiero– y a partir de 2010 no consiga más que tasas de crecimiento mínimas o cercanas a nulas. Así le ocurrió al país asiático durante una década, y en las deliberaciones del G-20 se empezó a recordar aquella experiencia con escozor. Estados Unidos representa nada menos que el 25 por ciento del PIB mundial, con sólo el 5 por ciento de la población. Si la mayor potencia queda en un pantano, los efectos de la crisis pueden extenderse por varios años.
Los negociadores estadounidenses advirtieron que no podrán superar la aguda situación actual si el resto del mundo no colabora. Necesita que las economías más poderosas se reactiven con fuerza y velocidad para que todos juntos puedan tirar para arriba. De allí que el gobierno de Barack Obama reclama una acción coordinada de estímulo fiscal: que Alemania, Inglaterra, Japón, Francia, Italia y Canadá, todos en declive, vuelquen en sus economías millonarias sumas de dinero para hacerlas reaccionar. Inglaterra acompaña a Estados Unidos en esa posición. Alemania, Francia e Italia –el gobierno de Berlusconi con una posición muy ortodoxa– la rechaza, con el argumento de que ya pusieron demasiado dinero y que si siguen inyectando liquidez sin antes cambiar el sistema financiero de las últimas décadas, lo único que se logrará es caer en un estado de estanflación: la combinación más temida, de estancamiento con inflación. Además, Angela Merkel afirma que su país ya ha alcanzado niveles de endeudamiento demasiado elevadas y que seguir emitiendo títulos bajo estas circunstancias para cubrir mayores gastos no sería sustentable.
El primer ministro japonés, Taro Aso, se sumó al debate acercándose a la posición anglosajona. “Creo que hay países que comprenden la importancia de la movilización fiscal y otros que no”, reprochó. Del otro lado, alemanes y franceses acusan a Estados Unidos e Inglaterra de querer eludir la tarea de construcción de una nueva arquitectura financiera internacional, defendiendo los intereses de Wall Street y el desarrollado circuito financiero londinense.
Bajo ese clima de tensión empezó la cumbre que finalizará hoy. Sin embargo, tras la cena de los presidentes, Cristina Fernández describió un escenario menos alarmante. Dijo que en el encuentro de los mandatarios se reflejaron acuerdos que se habrían alcanzado sobre el tramo final de las negociaciones. “No hubo tanta antinomia entre estímulo fiscal y regulación como había trascendido en los medios”, reveló. “Todos plantean el financiamiento y la demanda global y el cuidado del empleo”, agregó. También reveló que el documento final de la cumbre incluirá un capítulo dedicado a los paraísos fiscales –se espera la publicación de una lista condenatoria de países que no colaboran en materia fiscal–, se impulsará la financiación del comercio exterior para reactivar las economías y habría un compromiso de reactivar la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que fijen nuevas reglas para el comercio internacional.
Con la mirada puesta en Argentina, Cristina adelantó que se capitalizará al FMI y se avanzaría con la emisión de Derechos Especiales de Giro (DEG) para elevar las cuotas de los miembros. Eso favorecería al país de manera directa porque le permitiría elevar su nivel de reservas internacionales, ya que el Banco Central contabiliza las tenencias en DEG. Otros funcionarios argentinos dejaron trascender que los capítulos referidos a las reformas del FMI y de nueva regulación de las calificadoras de riesgo tendrían ahora una redacción más a gusto con la posición del gobierno. “No es lo ideal, pero en relación a cómo estábamos es un avance”, indicaron.
Más allá de que el peso de las decisiones recaiga sobre las grandes potencias y que los emergentes más escuchados sean Brasil, Rusia, India y China (los BRIC), la participación de Argentina en la cumbre del G-20 es para el Gobierno “un éxito en sí mismo”. Es la posibilidad de recuperar prestigio después de haberse visto arrastrado por la crisis de 2001. Cristina relató que expuso ante los presidentes que la situación internacional le recuerda a la del país en aquel momento. Y dijo que así como Argentina a partir de aquella crisis empezó a recorrer un camino distinto al del discurso único neoliberal, ahora a los países centrales les tocaría hacer lo mismo.
Los presidentes de los países del Grupo de los 20 ya no tienen tiempo para mostrar sus diferencias en público. Lo hicieron hasta minutos antes del inicio de la cumbre en esta ciudad, marcado por una recepción que la reina Isabel II ofreció ayer por la tarde en el Palacio de Buckingham. Hoy están obligados a mostrar que el encuentro fue valioso para empezar a poner orden a una economía mundial desencajada. Ninguno está en posición de arriesgarse a un paso fallido en Londres que podría actuar como efecto boomerang, agravando la crisis. Los mandatarios tuvieron su primera reunión de trabajo luego del saludo a la reina. Fue una cena en Downing Street, en la residencia del primer ministro británico, Gordon Brown. Tras ello, Cristina Fernández de Kirchner contó a la prensa que se habían limado diferencias y que Estados Unidos e Inglaterra, por un lado, Francia, Alemania y el resto de Europa, por el otro, ya no lucían tan antagónicas como antes. La posición argentina es cómoda en ese debate porque impulsa tanto el activismo fiscal de los primeros para sacar a la economía del pozo como el reclamo de nuevas y contundentes regulaciones de los mercados financieros de los segundos. Su mayor interés pasa por otro lado: la reforma del FMI, y según dejó trascender la delegación argentina, la versión final del documento del G-20 habría corregido aspectos que anteayer llevaron al Gobierno a anticipar que así como estaba redactada, la declaración de la cumbre sería rechazada.
“Las medidas que adoptará el G-20 significarán un evidente fracaso del neoliberalismo”, adelantó la Presidenta luego de la cena con sus pares. Reconoció que el documento final no lo expondrá de esa forma, pero lo dejará en evidencia con las acciones que llama a encarar. “Hablar de la expansión del gasto público es hablar del Estado aunque no se lo mencione, hablar de los planes del estímulo es hablar del Estado aunque no se lo mencione, hablar de la necesidad de regulación del sistema financiero mundial es admitir el fracaso de la supremacía del capitalismo financiero, criticar a los paraísos (fiscales) es admitir el fracaso de ese no control”, detalló Cristina el contenido de la declaración.
En el discurso, el G-20 irá más allá de lo que se había animado a plantear en la cumbre anterior de mediados de noviembre en Washington. En aquel momento la crisis lucía muy grave, pero no había alcanzado la profundidad que exhibe ahora y que tiene a los gobiernos centrales muy preocupados por sus consecuencias. Uno de los temores que viene creciendo –según relataron a este diario funcionarios argentinos que participan activamente de las reuniones de trabajo a muy alto nivel– es que Estados Unidos entre en una fase de estancamiento al estilo japonés. Es decir, que demore todo este año en estabilizar el barco –empezando por el sistema financiero– y a partir de 2010 no consiga más que tasas de crecimiento mínimas o cercanas a nulas. Así le ocurrió al país asiático durante una década, y en las deliberaciones del G-20 se empezó a recordar aquella experiencia con escozor. Estados Unidos representa nada menos que el 25 por ciento del PIB mundial, con sólo el 5 por ciento de la población. Si la mayor potencia queda en un pantano, los efectos de la crisis pueden extenderse por varios años.
Los negociadores estadounidenses advirtieron que no podrán superar la aguda situación actual si el resto del mundo no colabora. Necesita que las economías más poderosas se reactiven con fuerza y velocidad para que todos juntos puedan tirar para arriba. De allí que el gobierno de Barack Obama reclama una acción coordinada de estímulo fiscal: que Alemania, Inglaterra, Japón, Francia, Italia y Canadá, todos en declive, vuelquen en sus economías millonarias sumas de dinero para hacerlas reaccionar. Inglaterra acompaña a Estados Unidos en esa posición. Alemania, Francia e Italia –el gobierno de Berlusconi con una posición muy ortodoxa– la rechaza, con el argumento de que ya pusieron demasiado dinero y que si siguen inyectando liquidez sin antes cambiar el sistema financiero de las últimas décadas, lo único que se logrará es caer en un estado de estanflación: la combinación más temida, de estancamiento con inflación. Además, Angela Merkel afirma que su país ya ha alcanzado niveles de endeudamiento demasiado elevadas y que seguir emitiendo títulos bajo estas circunstancias para cubrir mayores gastos no sería sustentable.
El primer ministro japonés, Taro Aso, se sumó al debate acercándose a la posición anglosajona. “Creo que hay países que comprenden la importancia de la movilización fiscal y otros que no”, reprochó. Del otro lado, alemanes y franceses acusan a Estados Unidos e Inglaterra de querer eludir la tarea de construcción de una nueva arquitectura financiera internacional, defendiendo los intereses de Wall Street y el desarrollado circuito financiero londinense.
Bajo ese clima de tensión empezó la cumbre que finalizará hoy. Sin embargo, tras la cena de los presidentes, Cristina Fernández describió un escenario menos alarmante. Dijo que en el encuentro de los mandatarios se reflejaron acuerdos que se habrían alcanzado sobre el tramo final de las negociaciones. “No hubo tanta antinomia entre estímulo fiscal y regulación como había trascendido en los medios”, reveló. “Todos plantean el financiamiento y la demanda global y el cuidado del empleo”, agregó. También reveló que el documento final de la cumbre incluirá un capítulo dedicado a los paraísos fiscales –se espera la publicación de una lista condenatoria de países que no colaboran en materia fiscal–, se impulsará la financiación del comercio exterior para reactivar las economías y habría un compromiso de reactivar la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que fijen nuevas reglas para el comercio internacional.
Con la mirada puesta en Argentina, Cristina adelantó que se capitalizará al FMI y se avanzaría con la emisión de Derechos Especiales de Giro (DEG) para elevar las cuotas de los miembros. Eso favorecería al país de manera directa porque le permitiría elevar su nivel de reservas internacionales, ya que el Banco Central contabiliza las tenencias en DEG. Otros funcionarios argentinos dejaron trascender que los capítulos referidos a las reformas del FMI y de nueva regulación de las calificadoras de riesgo tendrían ahora una redacción más a gusto con la posición del gobierno. “No es lo ideal, pero en relación a cómo estábamos es un avance”, indicaron.
Más allá de que el peso de las decisiones recaiga sobre las grandes potencias y que los emergentes más escuchados sean Brasil, Rusia, India y China (los BRIC), la participación de Argentina en la cumbre del G-20 es para el Gobierno “un éxito en sí mismo”. Es la posibilidad de recuperar prestigio después de haberse visto arrastrado por la crisis de 2001. Cristina relató que expuso ante los presidentes que la situación internacional le recuerda a la del país en aquel momento. Y dijo que así como Argentina a partir de aquella crisis empezó a recorrer un camino distinto al del discurso único neoliberal, ahora a los países centrales les tocaría hacer lo mismo.
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