Pedro Reques Velasco*
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Los países de América Latina comienzan a celebrar los 200 años de su independencia. Es momento para la reflexión y el balance de un subcontinente que comparte territorio e historia pero está lejos de conformar en el plano demográfico, social, político y económico, un conjunto homogéneo.
Territorialmente la distribución de la población es muy desequilibrada y presenta una marcada litoralización. La región se presenta como un espacio muy urbanizado si bien con una acusada tendencia a la macrocefalia en la mayor parte de sus países, sostenido en un sistema urbano poco equilibrado de tipo dendrítico, heredero del viejo sistema colonial, plasmado en un modelo socialmente dual, una fuerte segregación residencial y una urbanización no controlada en el que los asentamientos informales, carentes un alto porcentajes de ellos de servicios básicos, adquieren importancia creciente.
La tasa de crecimiento demográfico de Latinoamérica a lo largo de los últimos dos siglos ha sido superior siempre al promedio del conjunto de mundo, lo que la ha permitido pasar de 24 millones de habitantes en 1800 - (1) se calcula contaban con unos 60 millones de habitantes en el momento de la conquista - a unos 577 millones en la actualidad, por lo que su peso relativo en el mundo que era tan sólo del 2% en 1800 alcanza casi el 8,6% en la actualidad.
La población del subcontinente ha experimentado en las últimas décadas cambios, sin duda positivos, que no deben hacernos olvidar diversos factores de vulnerabilidad socio-demográfica que marcarán su futuro. El principal cambio es el incontestable -aunque desigual- proceso de modernización demográfica, traducido en una reducción de la fecundidad.
Por lo que respecta a la mortalidad (que presenta una fuerte heterogeneidad en los países de la región), ésta ha experimentado en la segunda mitad del siglo XX una fuerte caída que se ha traducido en una alta esperanza de vida (73 años). El descenso de la mortalidad ha favorecido fundamentalmente a las edades tempranas: la tasa de mortalidad infantil ha descendido fuertemente en todos los países si bien, de nuevo, con grandes diferencias por países (los extremos van del 5,7 por mil de Cuba al 58 por mil de Haití)
Entre los factores de vulnerabilidad ligados a la dinámica demográfica han de ser señalados el joven y muy diferenciado socialmente patrón de la fecundidad, la importancia creciente del aborto inducido, la reproducción de la población en edades tempranas, la fecundidad no deseada y la importancia creciente del aborto a ella ligada.
Los factores de vulnerabilidad socio-demográfica que aparecen el horizonte próximo en relación con la mortalidad son la importancia notable de las muertes asociadas a la maternidad (en Latinoamérica 190 por cada 100.000 nacidos vivos, en Norteamérica, tan sólo 11) o el rebrote de enfermedades por causas transmisibles como el VIH/sida, el cólera, el dengue, el hantavirus o la tuberculosis, consecuencias última de la pobreza y el hacinamiento urbanos.
Desde el punto de vista de la estructura demográfica, América Latina está experimentando un envejecimiento gradual de la estructura por edades, que se acentuará en el futuro próximo: del miedo a la explosión demográfica en los años sesenta del siglo XX el subcontinente ha pasado al miedo al envejecimiento en la actualidad en un contexto de debilidad de sus Estados de bienestar y de sus sistemas de protección social.
Finalmente las migraciones, muy diferenciada por género y por países, juegan en el subcontinente latinoamericano un importante papel: la región, espacio histórico de acogida, se ha convertido, en las últimas décadas, en uno de los principales focos de emigración, y se convertirá, si la crisis económica profundiza sus efectos, en espacios de refugio y supervivencia para millones de personas que un día decidieron emigrar, fundamentalmente a América del Norte o a Europa.
Si en el económico la década de los ochenta ha sido una década perdida para el crecimiento del subcontinente, la década de los noventa ha sido la década perdida para la equidad. América Latina no debe convertir los años que llevamos de siglo XXI en la década perdida de la globalización y de la internacionalización de su economía, debe aprovechar la ventana de oportunidad que el dividendo demográfico todavía le ofrece, siempre que la economía global y regional tenga capacidad suficiente para, superada la actual crisis económica, generar empleo productivo al ritmo que el crecimiento de la mano de obra está exigiendo.
*Pedro Reques Velasco. Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria
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Los países de América Latina comienzan a celebrar los 200 años de su independencia. Es momento para la reflexión y el balance de un subcontinente que comparte territorio e historia pero está lejos de conformar en el plano demográfico, social, político y económico, un conjunto homogéneo.
Territorialmente la distribución de la población es muy desequilibrada y presenta una marcada litoralización. La región se presenta como un espacio muy urbanizado si bien con una acusada tendencia a la macrocefalia en la mayor parte de sus países, sostenido en un sistema urbano poco equilibrado de tipo dendrítico, heredero del viejo sistema colonial, plasmado en un modelo socialmente dual, una fuerte segregación residencial y una urbanización no controlada en el que los asentamientos informales, carentes un alto porcentajes de ellos de servicios básicos, adquieren importancia creciente.
La tasa de crecimiento demográfico de Latinoamérica a lo largo de los últimos dos siglos ha sido superior siempre al promedio del conjunto de mundo, lo que la ha permitido pasar de 24 millones de habitantes en 1800 - (1) se calcula contaban con unos 60 millones de habitantes en el momento de la conquista - a unos 577 millones en la actualidad, por lo que su peso relativo en el mundo que era tan sólo del 2% en 1800 alcanza casi el 8,6% en la actualidad.
La población del subcontinente ha experimentado en las últimas décadas cambios, sin duda positivos, que no deben hacernos olvidar diversos factores de vulnerabilidad socio-demográfica que marcarán su futuro. El principal cambio es el incontestable -aunque desigual- proceso de modernización demográfica, traducido en una reducción de la fecundidad.
Por lo que respecta a la mortalidad (que presenta una fuerte heterogeneidad en los países de la región), ésta ha experimentado en la segunda mitad del siglo XX una fuerte caída que se ha traducido en una alta esperanza de vida (73 años). El descenso de la mortalidad ha favorecido fundamentalmente a las edades tempranas: la tasa de mortalidad infantil ha descendido fuertemente en todos los países si bien, de nuevo, con grandes diferencias por países (los extremos van del 5,7 por mil de Cuba al 58 por mil de Haití)
Entre los factores de vulnerabilidad ligados a la dinámica demográfica han de ser señalados el joven y muy diferenciado socialmente patrón de la fecundidad, la importancia creciente del aborto inducido, la reproducción de la población en edades tempranas, la fecundidad no deseada y la importancia creciente del aborto a ella ligada.
Los factores de vulnerabilidad socio-demográfica que aparecen el horizonte próximo en relación con la mortalidad son la importancia notable de las muertes asociadas a la maternidad (en Latinoamérica 190 por cada 100.000 nacidos vivos, en Norteamérica, tan sólo 11) o el rebrote de enfermedades por causas transmisibles como el VIH/sida, el cólera, el dengue, el hantavirus o la tuberculosis, consecuencias última de la pobreza y el hacinamiento urbanos.
Desde el punto de vista de la estructura demográfica, América Latina está experimentando un envejecimiento gradual de la estructura por edades, que se acentuará en el futuro próximo: del miedo a la explosión demográfica en los años sesenta del siglo XX el subcontinente ha pasado al miedo al envejecimiento en la actualidad en un contexto de debilidad de sus Estados de bienestar y de sus sistemas de protección social.
Finalmente las migraciones, muy diferenciada por género y por países, juegan en el subcontinente latinoamericano un importante papel: la región, espacio histórico de acogida, se ha convertido, en las últimas décadas, en uno de los principales focos de emigración, y se convertirá, si la crisis económica profundiza sus efectos, en espacios de refugio y supervivencia para millones de personas que un día decidieron emigrar, fundamentalmente a América del Norte o a Europa.
Si en el económico la década de los ochenta ha sido una década perdida para el crecimiento del subcontinente, la década de los noventa ha sido la década perdida para la equidad. América Latina no debe convertir los años que llevamos de siglo XXI en la década perdida de la globalización y de la internacionalización de su economía, debe aprovechar la ventana de oportunidad que el dividendo demográfico todavía le ofrece, siempre que la economía global y regional tenga capacidad suficiente para, superada la actual crisis económica, generar empleo productivo al ritmo que el crecimiento de la mano de obra está exigiendo.
*Pedro Reques Velasco. Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria
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(1) Que ocurrio con los 36 mllones restantes
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Cinco Días - España/01/06/2009
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