Esther Vivas, Josep Maria Antentas*
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La cumbre del G8 en L’Aquila marca su regreso a territorio berlusconiano siete años después de la cumbre de Génova en julio de 2001, donde se escribió una de las páginas más significativas en la trayectoria del movimiento altermundialista. Hoy, fruto de las nuevas configuraciones económicas y geopolíticas, el G8 ha cedido protagonismo al G20 en los intentos de gestión de la crisis sistémica global por parte de los principales Estados. Pero no por ello deja de ser importante continuar denunciando sus políticas como están haciendo ya miles de personas en Italia.
Las jornadas de Génova fueron el momento cumbre de la fase de crecimiento lineal del movimiento altermundialista después del Encuentro Ministerial de la OMC en noviembre de 1999 en Seattle que representó el inicio de un nuevo ciclo internacional de movilizaciones. Génova llegó poco después de la celebración del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre, en enero de 2001, bajo la hoy ya famosa consigna de “otro mundo es posible”.
Los acontecimientos en esta ciudad italiana atrajeron la atención de millones de personas y de múltiples movimientos y luchas sociales de todo el planeta que se sintieron identificados con el mensaje de crítica radical a la globalización capitalista de unas protestas que vivieron como propias. Las masividad de las mismas, su radicalidad y el elevado nivel de confrontación entre los manifestantes y el poder marcaron la dinámica de unos días decisivos, donde el tiempo histórico pareció acelerarse de forma muy intensa.
El asesinato del joven Carlo Giuliani por un disparo de la policía y el asalto policial a la escuela Díaz fueron los episodios más dolorosos de unas movilizaciones marcadas por una feroz represión. Habilitada como un lugar para dormir y reunirse por parte de algunos manifestantes extranjeros, la escuela Díaz se convirtió la noche del 21 de julio en escenario de una vendetta policial que dejaría tras de sí 63 heridos y decenas de arrestados, ocasionando un gran escándalo político y mediático.
Génova marcó el inicio de un fuerte periodo de protestas sociales contra el gobierno Berlusconi. Junto al altermundialismo, en esta nueva etapa los sindicatos mayoritarios, y en particular la CGIL, jugarían un rol importante, entrando en escena después de su clamorosa ausencia en la contracumbre del G8, con la convocatoria de varias huelgas generales y movilizaciones.
En parte como resultado de este largo proceso, en abril de 2006 las fuerzas de centro-izquierda llegarían al poder, tras una muy ajustada victoria electoral frente a la derecha liderada por Berlusconi. Sin embargo, los dos años de gobierno Prodi dejaron tas de sí un triste balance en política económica, social y exterior, provocando desánimo, desmovilización y parálisis social... y allanaron el terreno para el regreso triunfal al poder de Il Cavaliere en abril de 2008.
En este breve periodo asistimos también a la autodestrucción de Rifondazione Comunista, uno de los componentes centrales de las movilizaciones de Génova y entonces una referencia de primer orden para amplios sectores de la izquierda anticapitalista europea. Abandonando su orientación movimentista y combativa, Rifonzadione optaría por subordinarse al centro-izquierda y participar en el gobierno Prodi.
De su experiencia ha quedado una lección clara, validada también en tantos otros lugares: la colaboración subalterna con el centro-izquierda arrastra a las formaciones anticapitalistas hacia la derecha, las hace coresponsables de políticas contrarias a su propio programa, corta su vínculo con las luchas y acelera la descomposición de su base social.
Desde las jornadas de Génova hasta el estallido de la “gran crisis” de 2008, el recorrido seguido por el movimiento altermundialista y las resistencias a la globalización ha sido largo, difícil y lleno de sorpresas. Cambiar el mundo se ha revelado una tarea mucho más compleja de lo que imaginó, seguramente, buena parte de la nueva generación militante, la generación Seattle o la generación Génova, surgida en los albores del nuevo milenio.
Poco después de los acontecimientos en la ciudad italiana los atentados del 11S en New York supusieron el inicio de un nuevo periodo internacional marcado por la "guerra global contra el terrorismo”. La denuncia contra la guerra tomaría fuerza en el seno de la crítica a la globalización, dando paso al desarrollo del movimiento “antiguerra”, cuyo cenit fue la jornada internacional del 15F de 2003 en vísperas del comienzo de la invasión de Irak. A partir de entonces, entramos en una nueva fase marcada por una pérdida de centralidad de las movilizaciones altermundialistas y de su capacidad aglutinadora así como de mayor dispersión de las luchas sociales. Éstas han seguido en ascenso pero de forma muy desigual y experimentando dificultades considerables en el caso de la Unión Europea.
La crisis contemporánea no ha hecho más que reafirmar la pertinencia y la validez de una crítica radical al capitalismo global y plantea con fuerza la necesidad de traducir el malestar social en movilización, autoorganización por abajo y desarrollo de nuevos proyectos alternativos. Ante esta cumbre del G8 en Italia, la memoria de las jornadas de Génova debe servirnos como estímulo para seguir preparando las resistencias internacionales a los intentos que la crisis la paguemos todas y todos.
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*Josep Maria Antentas y Esther Vivas son miembros de Izquierda Anticapitalista y de la redacción de Viento Sur.
Las jornadas de Génova fueron el momento cumbre de la fase de crecimiento lineal del movimiento altermundialista después del Encuentro Ministerial de la OMC en noviembre de 1999 en Seattle que representó el inicio de un nuevo ciclo internacional de movilizaciones. Génova llegó poco después de la celebración del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre, en enero de 2001, bajo la hoy ya famosa consigna de “otro mundo es posible”.
Los acontecimientos en esta ciudad italiana atrajeron la atención de millones de personas y de múltiples movimientos y luchas sociales de todo el planeta que se sintieron identificados con el mensaje de crítica radical a la globalización capitalista de unas protestas que vivieron como propias. Las masividad de las mismas, su radicalidad y el elevado nivel de confrontación entre los manifestantes y el poder marcaron la dinámica de unos días decisivos, donde el tiempo histórico pareció acelerarse de forma muy intensa.
El asesinato del joven Carlo Giuliani por un disparo de la policía y el asalto policial a la escuela Díaz fueron los episodios más dolorosos de unas movilizaciones marcadas por una feroz represión. Habilitada como un lugar para dormir y reunirse por parte de algunos manifestantes extranjeros, la escuela Díaz se convirtió la noche del 21 de julio en escenario de una vendetta policial que dejaría tras de sí 63 heridos y decenas de arrestados, ocasionando un gran escándalo político y mediático.
Génova marcó el inicio de un fuerte periodo de protestas sociales contra el gobierno Berlusconi. Junto al altermundialismo, en esta nueva etapa los sindicatos mayoritarios, y en particular la CGIL, jugarían un rol importante, entrando en escena después de su clamorosa ausencia en la contracumbre del G8, con la convocatoria de varias huelgas generales y movilizaciones.
En parte como resultado de este largo proceso, en abril de 2006 las fuerzas de centro-izquierda llegarían al poder, tras una muy ajustada victoria electoral frente a la derecha liderada por Berlusconi. Sin embargo, los dos años de gobierno Prodi dejaron tas de sí un triste balance en política económica, social y exterior, provocando desánimo, desmovilización y parálisis social... y allanaron el terreno para el regreso triunfal al poder de Il Cavaliere en abril de 2008.
En este breve periodo asistimos también a la autodestrucción de Rifondazione Comunista, uno de los componentes centrales de las movilizaciones de Génova y entonces una referencia de primer orden para amplios sectores de la izquierda anticapitalista europea. Abandonando su orientación movimentista y combativa, Rifonzadione optaría por subordinarse al centro-izquierda y participar en el gobierno Prodi.
De su experiencia ha quedado una lección clara, validada también en tantos otros lugares: la colaboración subalterna con el centro-izquierda arrastra a las formaciones anticapitalistas hacia la derecha, las hace coresponsables de políticas contrarias a su propio programa, corta su vínculo con las luchas y acelera la descomposición de su base social.
Desde las jornadas de Génova hasta el estallido de la “gran crisis” de 2008, el recorrido seguido por el movimiento altermundialista y las resistencias a la globalización ha sido largo, difícil y lleno de sorpresas. Cambiar el mundo se ha revelado una tarea mucho más compleja de lo que imaginó, seguramente, buena parte de la nueva generación militante, la generación Seattle o la generación Génova, surgida en los albores del nuevo milenio.
Poco después de los acontecimientos en la ciudad italiana los atentados del 11S en New York supusieron el inicio de un nuevo periodo internacional marcado por la "guerra global contra el terrorismo”. La denuncia contra la guerra tomaría fuerza en el seno de la crítica a la globalización, dando paso al desarrollo del movimiento “antiguerra”, cuyo cenit fue la jornada internacional del 15F de 2003 en vísperas del comienzo de la invasión de Irak. A partir de entonces, entramos en una nueva fase marcada por una pérdida de centralidad de las movilizaciones altermundialistas y de su capacidad aglutinadora así como de mayor dispersión de las luchas sociales. Éstas han seguido en ascenso pero de forma muy desigual y experimentando dificultades considerables en el caso de la Unión Europea.
La crisis contemporánea no ha hecho más que reafirmar la pertinencia y la validez de una crítica radical al capitalismo global y plantea con fuerza la necesidad de traducir el malestar social en movilización, autoorganización por abajo y desarrollo de nuevos proyectos alternativos. Ante esta cumbre del G8 en Italia, la memoria de las jornadas de Génova debe servirnos como estímulo para seguir preparando las resistencias internacionales a los intentos que la crisis la paguemos todas y todos.
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*Josep Maria Antentas y Esther Vivas son miembros de Izquierda Anticapitalista y de la redacción de Viento Sur.
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ALAI/09/07/2009
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